Hizo bien en darse la vuelta rápido pues el segador cargaba contra ella como alma que lleva el demonio, nunca mejor dicho. Con el arco en la mano no pudo más que cerrar los ojos y pedirle a Mielikki la fortaleza necesaria para resistir. Ahora que Losse estaba bien sólo le importaba la seguridad de la semilla de su vientre. Reconoció los silbidos que provocaban al cruzar el aire las dos flechas de Losse. Pasaban tanto tiempo juntos que ya lograba reconocer su peculiar forma de emplear el arco. Sin embargo, los certeros impactos del everlunita no detuvieron al segador que atacó con fiereza.

- Esta vez no, capullo.- Dijeron al unísono Charlotte y sus amigas. La Ogna impactada desaparecía lánguidamente mientras que las otras miraban desafiantes a su contrincante. A pesar de las heridas la porta-antorchas sonrió con osadía, haciendo ver a su enemigo que no tenía ningún miedo y que sería el siguiente en caer. Pero fue entonces cuando la pavorosa presencia de Bealedur se les aproximó. Notó su poder materializándose a su alrededor.

- ¡Va a por Morwing!- La bardo casi se había visto aplastada por una torre en ruinas, por los pelos engullida por la bola de fuego del susurrante, y ahora, a punto de ser aprisionada en una burbuja mágica. Tan cerca había estado esta vez que otra de sus imágenes especulares había caído. Se alejó del segador y focalizó su rabia sobre el demonio de fuego. Allen pasó volando como un rayo y Ogna vio su oportunidad. 

¡Ahora!

Disparó como si la misma Exploradora Suprema templara su pulso y la flecha, impregnada con el aceite mágico de la cuerda del arco, impactó de lleno en el demonio.

¡Chúpate esa!

Con el susurrante derrotado, Bealedur postró nuevamente sus ojos ardientes en el hechicero. El acoso hacia Morwing era constante, daba igual cuantas criaturas del abismo fueran siendo desterradas…siempre habría alguna que se fijase en él.

Bealedur lanzó una esfera de fuerza para aprisionar al hechicero, ese hechizo era bien conocido por Morwing, que ya trató de usarlo en su día contra uno de los Vrocs en Nashkel. Quizá por saber lo que tramaba o por la ayuda del campo de resistencia mágica que permanecía a su alrededor, el caso es que Morwing consiguió repeler aquella trampa… - Ufffgg…por poco…

Con ese interés mostrado por el demonio hacia Morwing, la ayuda y el buen hacer de sus compañeros sería vital y para ello la presencia de los segadores estaba siendo una gran molestia… Consciente de esto, Morwing sacó su varita de proyectiles y disparó a uno de ellos que se encontraba con Davros, era imperativo tener liberado al bárbaro en el caso de que Bealedur descendiera de las alturas. Y así fue, uno tras otro los proyectiles fueron golpeando a la criatura hasta que le hicieron caer… La furia de Davros podría desatarse ahora… 

El grupo formado por Ogna, Morwing y Losse seguía en apuros, un segador y el poderoso Bealedur se centraban en ellos.

Fue entonces cuando Zanc le animó a echarles una mano, Davros, estando seguro de que el demonio junto al gnomo no viviría mucho más, asintió e inició lo que sería una larga carrera hasta estar junto los tres, a la espalda de su siguiente víctima.

La siempre bien recibida canción de Ogna, más la potencia añadida de la carrera y la furia que aplicó al golpe, provocaron el esperado efecto en la espalda del enemigo. La bastarda se incrustó a través del hombro derecho y siguió su camino hasta casi partirle en dos. 

- ¡Separémonos, rápido! - Estaba convencido de que el gran demonio tendría más trucos guardados, era conveniente guardar las distancias entre ellos.

Su fructífero ataque contra el segador desembocó en unos buenos ataques grupales: primero Ogna, dañando a Bealedur; segundo Zanc, hiriendo casi de muerte al que combatía con Davros y él; tercero Morwing, dándole muerte a este mismo; y Davros mandando a su plano al que anteriormente había herido a Ogna. Sin más enemigos a la vista, de nuevo Losse lanzaría su ataque, esta vez contra el demonio encadenado, que seguía amenazándoles desde las alturas. - Debemos separarnos más y atacarle sin vacilación. -

De las tres flechas que disparó, únicamente dos de ellas alcanzaron al demonio mermando poco a poco sus fuerzas con cada aguijonazo mágico de las flechas imbuídas por su arco. El combate continuaba y habría que observar qué más les tenía reservados.

Desde las alturas y jadeando debido al esfuerzo, el demonio observó el panorama desalentador del campo de batalla. Todos los segadores a excepción de uno habían caído bajo los golpes de los aventureros y para colmo Huzzixrek, que era su ayuda más valiosa desde que estaba en Crímmor, había sido desterrado llevándose consigo los últimos descubrimientos de la mente de Lord Hembelan. Varios pinchazos en su cuerpo le hicieron abandonar súbitamente sus pensamientos y centrarse en lo que tenía más abajo. Con toda la rabia que la frustración por sus fallos le aportaba planeó en dirección al bárbaro que acababa de matar a uno de los segadores y tras un grito lanzó un garrazo fortísimo pero carente de control. Davros únicamente notó la corriente de aire por encima de su cabeza, teniendo tiempo para girarse y contemplar al demonio con los brazos extendidos frente a él.

Zanc, aliviado por la caída del segador que había apuñalado, era testigo de la carrera de Kormack y el resto de soldados hacia el embarcadero. Sin embargo una sombra surgiendo de entre las paredes de la desvencijada torre le hizo centrar su atención en lo que sucedía al norte. Uno de los segadores, probablemente el que había luchado contra el sargento Tlemar, se dirigía hacia él de forma intermitente, apareciendo y desapareciendo del plano material.

TURNO 13

Un movimiento cerca de la torre alertó al Gnomo, quien pudo ver como otro segador avanzaba con premura hacia él. - Pero que cojones tienen conmigo! - Exclamó cabreado por no tener un suspiro en aquel combate. Sin embargo debía encargarse de mantenerlos distraídos y alejados de sus compañeros, quienes unían fuerzas para acabar con la mayor amenaza, aquel enorme demonio encadenado.

Con rapidez se movió acercándose hasta donde estaban los demás a la vez que sacaba una pócima y bebía su contenido para recuperarse de las heridas sufridas. - Mucho mejor!- Poco a poco sentía como sus heridas sanaban, dejándolo en un estado más que óptimo para continuar la batalla.

La secuencia de ataques coordinados por los aventureros consiguió barrer con el incordio de los segadores. Ya no quedaba enemigo cerca más que el temible Bealedur, que a pesar de estar afectado por el conjuro del hechicero continuaba siendo una seria… muy seria amenaza.

Algo más alejado del resto se encontraba Allen, montado en su hipogrifo preparaba una nueva ofensiva para atacar al imponente demonio. Una idea paso fugaz pero clara por la mente del hechicero, que sin entonar palabra salió corriendo en dirección al paladín justo antes de que este iniciara el gran ataque. Si su plan daba resultado, estaba seguro que Bealedur saldría muy perjudicado… 

Parecía que todo iba a terminar bien para Allen y sus compañeros. Su actuación, gracias al regalo de su diós Tyr, había sido decisiva para el desenlace de la batalla como necesitaba desde hacía tiempo. No obstante el combate aún no había terminado. Bealedur, cansado aunque seguía siendo temible, se posicionó cerca del suelo para intentar conseguir lo que no había hecho desde las alturas.

Con aquella situación, el paladín aprovechó para espolear su montura una vez más, -vamos, no podemos fallar. Está casi muerto-, comentó a su montura. El hipogrifo como respuesta, se lanzó raudo y veloz por encima de la cabeza del demonio pero, mientras pasaba por encima de Morwing sintió cómo su cuerpo, arma y montura crecían hasta convertirse en seres tan grandes como el mismísimo Bealedur. Ya el bárbaro no le parecía tan enorme, por lo que aunque tuvo poco tiempo de analizar la situación mientras se abalanzaba sobre su objetivo dedujo que había sido agrandado por el hechicero.

De cualquier modo, el ataque de Allen consiguió impactar sobre Bealedur quien con un grito desgarrador parecía despedirse del mundo de los vivos, aquel golpe dejó el camino expedito para que sus compañeros finalizasen la tarea que tan bien había llevado a cabo el servidor dde Tyr.

Mientras tanto...

Lejos del combate, el enano llegaba a la barca y comenzaba a arrastrarla al agua. Se montaba en la barca mientras silbaba una canción. Con un vistazo rápido pudo ver al soldado y a Tiemmar. ¡Venga a rrrremarrr! les ordenó cuando se aproximaron. Ya podían ir a la ciudad lejos de aquella hoguera con patas, sus compañeros ya le contarían lo que pasó o los que sobreviviesen, claro...

El golpe de Allen fue devastador. Había dejado muy mermada la salud del demonio, así que Losse no lo dudó para lanzar sus ataques. La primera flecha impactó en el demonio, dejándolo aún más débil, aunque, nada más recibirla, éste se giró y puso especial atención en los ataques del elfo lunar. De este modo, las dos flechas siguientes fueron repelidas o esquivadas por el demonio encadenado. Pero, tanto fijar su atención en Losse, había dejado descuidado uno de sus flancos, cosa que Davros debía aprovechar. - ¡Ahora Davros, es tuyo! - En la espada de Davros estaba el destino de Bealedur. Era la hora de mandar a ese ser a su plano.

Bealedur fallo su primer ataque contra Davros al bajar hasta casi el nivel del suelo, estaba debilitado, pero aún así era rápido y poderoso. Davros se apartó a un lado justo cuando lanzó su garrazo directo a la cara del guerrero.

El grupo se volcó en el ataque como respuesta , el demonio gritó de dolor ante la carga de Allen y la flecha de Losse, se revolvía cual animal herido.

De los dos ataques lanzados, centrándose en la precisión más que en la potencia, solamente acertó uno en la pierna izquierda, que arrancó un nuevo gemido de la boca de Bealedur. El segundo erró cuando retiró el ala al que iba dirigido, con intención de hacerlo tocar tierra. Su respuesta no se haría esperar, y Davros verá consciente del peligro que aún significaba, con lo que avanzó ligeramente hacia él, intentando llamar su atención y descargase su ira en él en vez de en cualquier otro.

Bealedur estaba recibiendo de lo lindo. Ogna observaba con admiración cómo sus compañeros arremetían contra semejante adversario con gran coraje y sentía envidia. una envidia sana que la inspiraba a combatir contra el mal con más esfuerzo si cabe, al igual que ella les inspiraba a ellos con sus composiciones.

- Te sacaremos hasta la última gota de tu sucia sangre.- Tras el ataque de Davros, Ogna vio su oportunidad. Volvió a tensar una flecha en el arco y, manteniendo la calma, soltó la cuerda. En ella iban multitud de esperanzas. El deseo de abrazar a Losse una vez más, su instinto de supervivencia y del fruto del amor que llevaba en su vientre, la risa clara de Zanc, las chanzas con Davros, las sinceras conversaciones con Allen y el instinto de protección que, a pesar de sus reticencias iniciales, le provocaba el hechicero. Su flecha se clavó justo en el corazón del demonio.

Te daré a beber su sangre Vishna de mis amores.

Derrotado. Esa era la palabra para definir la situación de Bealedur en aquel momento. Su negra sangre se escapaba de su cuerpo por la multitud de heridas recibidas. Con cada ataque de Allen, Davros, Ogna y Losse ,unido al hecho fundamental de que Morwing le había arrebatado la mayoría de las fuerzas,  el destino del gran demonio estaba un paso más cerca de quedar visto para sentencia. De su pesada respiración se dejaba entrever que no aguantaría más, como así fue. La flecha de Ogna, al clavarse en centro de su corazón, hizo que el garrazo del demonio fuese más un acto reflejo que un verdadero ataque. Davros observó como Bealedur, aquel que se había denominado Señor de los Valles de la Eternidad, caía desplomado delante de sus pies levantando una espesa nube de polvo. 

La tranquilidad estaba a punto de volver a la isla ya que en ese momento Allen, obligaba a girar a su hipogrifo para dirigirse hacia el único segador que permanecía en pie tratando de cazar al siempre esquivo Zanc. Por fin los compañeros pudieron empezar a sonreír al ver que habían escapado de otro combate más, y lo más importante, que estaban todos allí para contarlo.

Allen había dañado mortalmente a Bealedur, sus imponentes cargas gracias al regalo en forma de montura que Tyr le había dado hicieron que el paladín empezara a comportarse como aquellos héroes de los que su padre hablaba durante las largas jornadas en el campo y las interminables sobremesas sentados en el porche de su granja. Aquellas historias siempre encandilaron al joven Allen y seguro que fueron el empujón que necesitaba para convertirse en paladín de la Tyr.

El combate había llegado casi a su fin. Un certero golpe de Davros y el impacto de una de las flechas de Ogna terminaron por dejar sin fuerzas a Bealedur quien con su último aliento intentó a la desesperada llevarse a algún miembro del grupo con él sin éxito. El demonio cayó desplomado al suelo por el esfuerzo desvaneciéndose seguramente emprendiendo el camino hacia el infierno de donde partió.

Tan solo restaba un enemigo, un segador que bien podría haber huído si aquella criatura tuviese el don de la vida. No hubiese servido de mucho ante la velocidad del hipogrifo que montaba Allen, pero al menos hubiese tenido más lógica.

El paladín al comprobar que Bealedur había sido derrotado, decidió terminar con el combate de una vez por todas dirigiendo su carga contra el segador que parecía aguardar el momento en que el paladín le devolviese a su plano. Y así fue.

La espeluznante carga destrozó literalmente al segador desprendiendo parte de su torso y desplazándolo varias decenas de pies a causa del impacto. El combate había terminado.

-¡Debemos volver a la ciudad, ¿dódne está Kormack?!-, preguntó, pero gracias a la aguda vista del hipogrifo este le hizo ser conocedor de la posición del enano. -¡Ya lo veo, se dirige hacia la ciudad en la barca!. Llevaré primero a Davros y después volveré a por todos vosotros, será rápido-.

Un suspiro generalizado recorrió el lado sur de la isla. Los molestos susurros habían cesado, la presencia sobrecogedora de Bealedur se había esfumado y lo poco que quedaba de aquella mala experiencia era un pequeño saco que había quedado atrás al desaparecer el demonio. Sin duda debía pertenecer al plano material pues si no se lo hubiese llevado consigo cuando éste desapareció.

La sombra del gigantesco hipogrifo que montaba Allen se extendió bajo los pies del corrillo formado por los aventureros en torno a donde había caído derrotado el demonio. La necesidad de abandonar la isla era vital ya que debían avisar de lo que había sucedido allí y prepararse para lo que estaba por llegar. Los tambores de guerra seguían resonando en las montañas y pronto el ejército orco se presentaría ante las puertas de la ciudad de las caravanas. De pronto, como un reflejo de lo que podía suceder si no se ponían los medios adecuados para solucionarlo, la torre de vigilancia fluvial se desmoronó contra el árbol que Kormack y Ogna habían hecho crecer mágicamente. El estruendo fue considerable y las consecuencias para los que dentro se encontrasen, si es que alguien había sobrevivido a aquel asalto, eran evidentes. Con aquel derrumbe se cerraba el prólogo del desastre que estaba a punto de cernirse sobre Crímmor.

En el embarcadero, el sargento Tlemar detuvo a su soldado y a Kormack. ¡Ha caído! ¡Lo han derrotado por todos los dioses! - Exclamó aliviado en cierta medida. Sabía que su actuación había sido pésima, algo que pesaría enormemente en su conciencia durante el tiempo que le quedase de vida. Debemos salir de la isla cuanto antes señor enano.

¡EH! ¡VAMOS! ¡HAY QUE SALIR DE AQUÍ! - Gritó haciendo gestos con la mano a los compañeros. Por primera vez reparó en Lord Hembelan y en su hipogrifo. Aquel hombre, al que siempre lo había tomado como un niño mimado, era una caja de sorpresas. Nunca imaginaría de él lo que acaba de ver.

Cuando finalmente cayó Bealedur, Ogna se acercó a su cadáver y dejó que Vishna bebiera de su sangre. Se lo había ganado a pesar de no haberla casi ni desenfundado. No quería pensar que le gustaría más que fuera un arco pues la pequeña diablo de su interior podría leérselo en la mente. Aún así su parlanchina compañera le era de una utilidad inestimable y agradecía el día en la que el destino la puso en sus Manos Delicadas.

Se giró y fijó su mirada en Losse. Sus ropas tenían un aspecto horrible, como las del hechicero, pero seguía estando igual de bueno que siempre. Se abalanzó a sus brazos como ya era tradición tras cada victoria. Pero este beso en los labios le supo especialmente dulce, como la miel.

- He pasado mucho miedo.- Le decía mientras le plantaba en la cara sonoros besos.- Muak, muak muak.-Miedo porque a Losse le pasara lo mismo que a Allen. O algo peor. Le costó separarse de él casi tanto como si uno de los segadores le hubiera unido con su maraña. Pero finalmente tuvo que ceder pues la situación así lo requería. A pesar de las muertes de los soldados sus amigos habían sobrevivido todos. No sólo eso, sino que habían trabajado en equipo de manera espectacular.

- Fantástico como siempre Dav.- Se lanzó a su poderoso cuello, rodeándolo con los brazos.- Eres mi modelo a seguir.- ZAS, ZAS. La muchacha imitaba los destructivos movimientos del bárbaro, pero con sus enclenques brazos hacía más gracia que otra cosa.- Y tú...- Miró a Allen, esplendoroso en su armadura y en su impresionante montura.-...¡Wala! Vaya bicho que te has sacado de debajo de la manga. Ha sido increíble.- Movió la mano de arriba a abajo como si planeara surcando el aire.- Tyr debe estar orgulloso, ¡vaya que sí!- Ya todos juntos revolvió el pajizo pelo de Zanc. El gnomo y la humana se conocía ya de hace muchas correrías y no les hacía falta hablar para entenderse.

- En cuanto a ti.- La mirada entrecerrada de Ogna hacia Morwing no presagiaba nada bueno. Pero no duró mucho pues la sonrisa y la admiración luchaban por reflejarse en su rostro.- Has debido putear mucho a ese Heredero.- El extraño incidente que descubrieron en la Isla de la Sirena Muerta sobre el pasado de Morwing cobraba sentido.- Y la verdad que no me extraña, jeje. No dejaremos que te atrape. Cuenta conmigo.- Si las técnicas salvajes de Davros dejaban atónita a Ogna, el uso de la magia del que hacía uso Morwing le llamaba poderosamente la atención. ¿Podría aprender algo de él? Ogna era una buena aprendiz, con una mente privilegiada. Mielikki, junto con Losse, la guiarían en el camino del arco y la naturaleza. ¿Podría Morwing ilustrarla en el campo de la magia?

Allen y su montura fueron llevando a todos a Crímmor. Davros y un Zanc agarrado a su espalda cual garrapata fueron los primeros elegidos. No quería hacerse sentir incómodo a Morwing pero cada dos por tres la mujer se dedicaba a acariciar el níveo pelo de Losse, y se quedaba mirándole embobada. Cuando llegó su turno de volar, a punto estuvo Ogna de dejar caer un lapo sobre la cabeza pelirroja del enano, cuando vio a éste bajo sus pies, remando como un descosido. Era buena escupiendo. Multitud de veces había hecho concursos con sus hermanos. En el de mear más lejos no tenía muchas oportunidades de ganarlo pues carecía de cola, pero con los escupitajos tenía buena puntería. ¿Qué le había pasado al enano? No solía rehuir una pelea, pero con Bealedur, uno de los enemigos más poderosos a los que se habían enfrentado, les había dejado, como solía decirse, en bragas. Se abrazó fuerte a Allen antes de decirle al oído, no pudo contenerse.

- No me pidas que le perdone esta vez. Losse casi se muere y Kormack no sé dónde coño estaba.- Pero se lo imaginaba. La última vez que le había visto corría como pollo sin cabeza, con el miedo reflejado en sus ojos.

Dime de qué te jactas y te diré de qué careces.

El combate estaba demasiado reciente para que Ogna pensara con claridad. Disfrutó del viaje aéreo a lomos del hipogrifo, un excelente ejemplar. Al llegar a Crímmor para la porta-antorchas el siguiente paso estaba claro.

- Creo que deberíamos ir a hacer una visita a Hembelan. ¿Qué opináis vosotros?- Como si de un hechizo se tratara, Ogna había levantado un muro invisible, fabricado a base de su expresión corporal, y que la separaba cada vez más del enano. Apenas se acercaba a él, y sus gestos no abarcaban su presencia.- Ese susurrante le habrá dejado el cerebro seco. Habrá que organizar las defensas de la ciudad y asegurarse de que los contrabandistas impiden que el ejército pueda entrar por los túneles.

Antes de comenzar a trasladar a sus compañeros de aquel islote hacia la ciudad, la pequeña Ogna dedicó unas palabras de elogio al paladín, -No lo he sacado de ningún sitio-, dijo sonriendo, -es un regalo de Tyr, por mi voluntad y mi fe. He hecho sólo lo que se me exige como paladín de su orden, de ahí que Tyr se sienta más agradecido que orgulloso. Aún no soy nadie para generar el orgullo de un diós pero me conformo con haber conseguido que todos hayáis salido bien parados de este combate tan complicado-.

-Ogna-, comenzó diciendo en voz baja ante su comentario respecto a Kormack, -por muy indómito que sea el corazón de un hombre, en todos ellos existe algún rincón más o menos grande donde aguardan sus miedos. Incluso yo, que no temo enfrentarme al más horrendo ser venido del infierno o al dragón más poderoso en combate, mi corazón se encoge al pensar en que mis seres queridos sufran algún daño. Todos tenemos nuestros miedos. No culpes a Kormack de lo que le ha pasado a Losse, él no hubiese podido evitarlo- terminó así para volver a hablar en un tono de voz normal, -Y ahora prepárate, volveré enseguida a por vosotros. Davros, Zanc, vamos- les dijo a quienes iban a acompañar al paladín en su primer viaje hacia Crímmor.

Una vez todos estuvieron de vuelta en la ciudad, Allen asintió ante el comentario de Ogna. -Creo que es lo mejor que podemos hacer, no obstante yo iré a comprobar que Grimbel ha cerrado ya los túneles y encargaré algo en la herrería de paso, podéis adelantaros si queréis, no tardaré-

Losse había dejado a Davros la misión de acabar con Bealedur pero, al igual que el elfo, no estaba en su mejor combate y sólo pudo asestar uno de sus golpes. - Ahora toca defendernos... - Sin embargo, justo a su lado salió una flecha que ni él mismo hubiera lanzado mejor. El demonio se retorció al recibirla y lanzó sus garras en señal de impotencia, cayendo muerto un instante después. Ogna lo había matado. - ¡OGNA! ¡ÉSO HA SIDO INCREÍBLE! - Ella se abalanzó sobre él y éste la cogió en volandas mientras la abrazaba. - Has estado fantástica. - Ella, sin embargo, descargó sus miedos llenándolo de besos, a los que él apenas podía devolverle. - JAJAJA, ya está. ¡Todo ha salido bien! Espero que ésto haya sido lo peor. - El ambiente alegre reinaba mientras Allen descargaba su última carga contra el segador que quedaba matándolo con un certero golpe.

Poco después, Allen comenzó a llevar pasajeros hacia la otra orilla, momento que tuvieron para charlar sobre cómo había ido todo. - ¿Y Kormack? Después de tantos grititos que daba no sé dónde ha ido. - Dijo Losse mientras levantaba la mirada buscándolo. Entonces descubrió una barca y la silueta del enano en ella. - ¡Míralo! No sabía que le había cogido tanto gusto al oficio de la marinería, JAJAJA. - Finalizó con una sonora carcajada.

Una vez cruzaron el río, había que analizar las propuestas. Aquel ejército orco estaba muy cerca y eran varias las tareas que aún tenían que realizar. Ogna había propuesto visitar a Hembelan, si es que aún seguía con vida y Allen, por su parte, deseaba que los túneles se cerraran cuanto antes. - Creo que sería mejor dividirnos. Yo acompañaré a Ogna y creo que Morwing debería venir con nosotros. Necesitamos a alguien con carisma e inteligencia para liderar las defensas de esta ciudad. Vosotros, por vuestra parte, - dijo señalando a Allen, Kormack y Davros - quizá deberíais lidiar con esos malhechores y que vuestros músculos les convenzan para cerrarlos ya. Explicadles lo ocurrido y la premura que deben darse. Nos reuniremos más tarde en el palacio del gobernador y examinaremos la función de la que mejor podríamos encargarnos. Si todo lo anterior ha salido bien, quizá tengamos tiempo para aprovisionarnos bien de armas y materiales con los que enfrentarnos al ejército invasor. -

Mientras terminaban de decidir, Losse se acercó a Kormack, pues tenía unas palabras aún para él. - ¿Qué ha pasado allí? Cuéntame qué te ha ocurrido para que podamos cambiarlo para futuras ocasiones. Muy desesperado tenías que estar para subirte a un árbol, jeje. - La intención de Losse, para nada iba con mofa hacia el enano, ahora estaban en un momento delicado y necesitaban analizarlo para que no volviera a ocurrir. Quizá, si salieran bien de Crimmor, habría tiempo para reírse de él.