- ¿Dónde te crees que vas tan rápido guapito?- Agarró Ogna de la capa amarilla, ahora casi marrón de la mierda, y le señaló con uno de sus dedos mientras canturreaba unos versos que al grupo ya eran familiares.- Ahora ya te tengo. Por si necesitas algo.- Le plantó un beso en los morros y le dejó partir.

Cuando Losse se marchó, Ogna miró a Davros y a Jeldric para después agachar la cabeza y mirar también al enano.

- Si Losse descubre dónde anda ese tal Muzhal, podríamos acercarnos a él disfrazados mágicamente. Así no tendríais que preocuparos del ruido que hagáis..ejem...que hagan vuestras armaduras.- Para Kormack tenía una poción de disfraz y quizá Jeldrich supiera leer los pergaminos.- ¿Sabes leer un pergaminos de estos?- Le mostró uno de los que había comprado recientemente. La estratagema del disfraz ya le había reportado buenos resultados con los piratas y entre los orcos, mucho más estúpidos, podría dar buen resultado. 

Losse se esfumó de la vista tan pronto la poción ingerida hizo efecto. Su posición únicamente podía deducirse por las pisadas que dejaba en la espesa capa de polvo o mediante las telarañas que eran arrancadas a su paso. Sin embargo, nada debía temer el elfo explorador pues nada más doblar la esquina se topó con una puerta cerrada. Libre del apestoso  olor que desprendían sus compañeros, y él mismo una vez pasase el efecto del hechizo, pudo apreciar el inconfundible aroma de los orcos que no difería mucho del que había dejado atrás. Por suerte para él ojo de la cerradura era lo suficientemente amplio como para mirar a su través.

Lo que vio tras unos segundos de espera no le gustó en demasía. Se trataba de una habitación que servía como almacén repleta de trastos viejos como sillas y mesas, que ya no eran utilizadas ni el servicio de la casa, así como diversos barriles de lo que imaginó sería agua, pues uno de ellos estaba destrozado en mitad de la habitación y la mancha de líquido dejada en el suelo no desprendía ninguna esencia reconocible aparte de la del polvo mojado. En ella, además de lo ya enumerado, conversaban animosos tres orcos grises maduros y con cara de pocos amigos. Por el aspecto que presentaban parecía como si estos ya hubiesen entrado en combate durante la noche. Probablemente en algún tanteo a las defensas o puede que en el mismo ataque a la puerta este del que había hablado Allen. Uno de ellos, aquel que parecía llevar la voz cantante y ser el más veterano de ellos, comía recostado sobre los escalones de una escalera de piedra que subía al piso superior. 

-Puedo, respondió Jeldrich muy seguro de sí mismo cuando Ogna le mostraba uno de sus pergaminos - …. Pero siempre que no viole las doctrinas de mi amado Dios, quiso apuntar no obstante antes de ojearlo. La idea de Ogna, fue recibida de buen agrado por el clérigo, pues veía que podía ser la solución para salir a la superficie de una forma… algo menos arriesgada. – Creo que puede funcionar…, comentó. - …y quien sabe, igual al final tenemos que estar agradecidos del horrible hedor que llevamos encima. Entre el hechizo y el olor camuflado podemos pasar desapercibidos ahí fuera, concluyó.

Cuando Losse desapareció de la vista de todos, Jeldrich comenzó a orar para sus adentros con la esperanza de que el Radiante ofreciera al grupo esa pizca de fortuna necesaria para que la incursión del elfo fuera un éxito. Mientras tanto, el grupo guardó el más absoluto silencio. Incluso Kormack, que parecía estar concienciado de la misión que tenían entre manos. Sin duda las palabras del paladín antes de marchar fueron acertadas y el comportamiento del enano hasta el momento era ejemplar… - Hasta el momento… 

El enano parecía de los pocos que no habían reparado en el mal olor y, si bien en un principio podía achacarse a que aún conservaba el del sudor agrio del ultimo combate, ni después de permanecer en el pozo a la espera de las noticias de Losse pareció incomodarse. Si empezó a darse cuenta de que algo raro pasaba cuando Ogna comenzó a quejarse y a hablar raro. -¿Eh? - pensó confundido al no entender nada de lo que le decía. - ¿Qué dices de olor? - Preguntó cuando la chica ya estaba trepando y los había puesto perdidos más aún cuando se cayó la primera vez.  

Una vez arriba, goteando como el que camina durante la tormenta, dejó que Davros llevase la voz cantante a la hora de abrir la puerta. Pensó que sería lo mejor para él, así podría sentirse útil después de su poca acción durante la batalla contra Triomertán. Como no podía ser de otra manera tampoco prestó mucha atención a la conversación que mantenían entre Jeldrich y Ogna. Todos sus sentidos permanecían centrados en la conversación que se escuchaba más adelante. Orcos... ¡JA! - Se dijo descolgando su hacha y su escudo preparado para lo inevitable. No te preocupes muchacha...cuando acabemos con ellos los arrojarremos al pozo este y así no olerrán más. - Comentó creyendo que las referencias acerca del olor que había hecho Ogna se referían la peste de los orcos. Qué buen olfato tiene...mejor que el del pobre lobo que acompañaba al druida...¿Traishor? Sí, Traishor...

Viendo el rastro que dejaba por el pasillo al caminar, Losse intentó ocultar sus pasos una vez había contemplado la escena que le esperaba detrás de la puerta. Como ésto le llevo, de nuevo, a la posición de sus compañeros, les advirtió. - La siguiente puerta está cerrada y tres orcos permanecen en ella. Voy a intentar atraerlos aquí y que podáis acabar pronto con ellos. Estad atentos. -

La tarea de ocultar sus pasos comenzó y, una vez en la puerta, empezó a rascarla con su alfanje flamíjero de forma intermitente, lo que llevaría un ligero olor a quemado en el entorno de la puerta y un sonido que quizá les hiciera investigar quién lo originaba.. Mientras tanto aguzaba su oído para ver cómo reaccionaban los que se encontraban al otro lado.

-De acuerdo, respondió Jeldrich al plan expuesto por el elfo. Lo único que separaba a los aventureros de comenzar a poner en marcha la idea de Ogna eran tres sucios orcos, a los que deberían dar muerte a la misma velocidad con la que Kormack desenfundaba su hacha.

-Alguien debería quedar en la retaguardia, añadió Jeldrich, - Esperemos que no…pero si alguno de esos sucios orcos consigue escapar y alertar al resto podemos olvidarnos de la idea de pasar desapercibidos, dijo serio. – Quizá tú, Losse, con tu hechizo de Invisibilidad…o Davros oculto tras esa esquina del pasillo. Debemos ser rápidos y eficientes, sentenció.

¿Atraerlos? Ay, ya empezamos.- Miraba nerviosa en dirección a Kormack.

La porta-antorchas aún no estaba preparada y no cabía duda de que iba a haber pelea y de la buena.

- Dame un minutos, Losse.-Le reprochó. Los siguientes susurros que llegaron al explorador everlunita eran palabras ininteligibles para él, pues provenían de leer varios de sus pergaminos. Tras un poco de lectura, que venía muy bien para una mente despierta como el de la muchacha, le tendió un pergamino de disfraz a Jeldrich.- Losse, tú intenta mantenerte invisible y bloquear la posible ruta de escape. No pueden dar la voz de alarma. Déjanos el trabajo sucio a nosotros esta vez.

La táctica de atraer a los orcos hasta una zona más alejada de la escalera para así poder reducirlos sin levantar mucho ruido fue puesta en práctica con el consentimiento de todos. Así pues, Davros, tras mover la silla de la pequeña estancia hasta colocarla cerca de la esquina, trató de ocultar su imponente figura en el rincón libre. Kormack, que quiso ser más sutil probó a esconderse tras la gruesa puerta. Allí tendría que aguardar conteniendo la respiración hasta que los orcos se dignasen a aparecer por el pasillo. Por su parte, Ogna y Jeldricj, decidieron que, bajo la apariencia de orcos normales, llamarían la atención de los auténticos desde el interior de la habitación del pozo, como si hubiese ido a echar un vistazo a raíz del humo provocado por Losse. Contaban, así creían ellos dada la ausencia de rastros, con que los orcos no habrían explorado esa zona y desconocerían si había más formas de llegar allí dentro que no fuesen a través del supuesto pozo ciego.

Habiéndoles dado el tiempo necesario para que se preparasen, Losse comenzó a poner su plan en práctica. Mediante pequeñas pasadas con la cimitarra flamígera el everlunita comenzó a quemar la madera de la puerta que lo separaba de la cámara donde comían los orcos. Costó sudor y esfuerzo quemarla, ya que debido a la humedad reinante la puerta estaba repleta de agua en su interior, y no sólo eso, sino además conseguir que el humo entrase en la habitación contigua. No obstante, armándose de paciencia, acabó consiguiendo que los orcos se percatasen de que algo raro pasaba.

Como el elfo desconocía el horroroso lenguaje de aquellos seres no pudo saber qué era lo que decían pero, viendo las miradas que se echaron unos a otros y cómo observaban la cortina de humo que se colaba bajo la puerta supo que había captado su atención. Cuando por fin uno de ellos se levantó de la silla el elfo, sin lugar dónde ocultarse, decidió pegarse a la pared contraria a la dirección en que se abría la puerta. Allí, como un cuadro en una pared, fue testigo del ímpetu con que uno de los orcos abría la puerta atrancada.

¿POR QUÉ ECHA HUMO? – Oyeron preguntar Ogna y Kormack desde sus lugares de espera  a un orco de voz desgarrada. ¿DÓNDE ESTÁ EL FUEGO? 

Afortunadamente Ogna hablaba orco y podía entenderlo. Cómo hablaba ese idioma es una historia muy larga para contarla aquí y ahora.  En cuanto entendió las horrendas palabras emitidas por esas bocas de cloaca supo que el plan de Losse cojeaba. Ahora se entretendrían rebuscando el origen del fuego y quizás descubrieran que su origen no era más que el de unos posibles infiltrados. Tenía que actuar para llamar más su atención. Miró a Jeldrich a los ojos y sonrió mostrando sus largos y curvos incisivos, ahora los de un orco, como diciendo "tranquilo, tú no hables, déjame a mí".

- Voy a intentar atraerlos aquí.- Susurró para que su amor la escuchara y los demás también.

- ¡Snif, snif! ¿ES QUE NO LO HUELES?- Dio un sonoro manotazo a la espalda de Jeldrich, donde una incipiente chepa curvaba su verdosa espalda.- ¿TAMBIEN TE CORTARON LA NARIZ CUANDO ESOS HUMANOS TE CORTARON LA LENGUA?- Era mejor que Jeldrich no hablara así que se imaginó que no podía hacerlo por falta del músculo adecuado.- ¡HUELE A HUMO,JODER! TE LO DIGO YO. NO OLERIAS NI EL COÑO DE UNA PUTA¿QUIEN ESTABA DE GUARDIA? SEGURO QUE SE ESTAN ZAMPANDO A LOS CABALLO: EL GRAN MUZHAL SABE COMO RECOMPENSAR A SUS TROPAS. JODER ME RUGEN LAS TRIPAS.

Losse pudo ver más cerca de lo que le hubiese gustado las caras de perplejidad de los tres orcos al escuchar la voz del que se suponía un miembro de su clan. Jokral era un orco de mediana estatura, poseía brazos fibrosos y a la vez fuertes y su cuerpo estaba tan repleto de cicatrices que era difícil encontrar en su cuerpo un palmo de piel donde no hubiese el rastro de alguna vieja herida. Además de lo expuesto era el más veterano de los tres tanto por edad como por tiempo en la tribu. De su carácter, ya de por sí violento en su raza, podría decirse que era mucho más acentuado en él que en resto; quizá fuese por eso por lo que Arkvegok, el caudillo de la tribu del Buey Blanco, le hubiese cedido un grupo de orcos para que velase por sus intereses dentro de Fuerte Bueno.

De un empellón apartó al orco más adelantado obligándolo a avanzar por el pasillo. Por su semblante agriado y labio curvado el elfo temió que la estratagema se fuese a venir abajo en aquel momento pero, para su fortuna, no fue así. Al ver como el resto no dudó en seguir a su líder hasta doblar la esquina el elfo pudo respirar aliviado.

El imponente orco apareció al fondo del pasillo hacha en mano y olfateando el aire como un sabueso. - ¡VOSOTROS, CARNE CON OJOS! ¿QUÉ HAY AHÍ? ¿DÓNDE ESTÁ EL FUEGO? – Espetó tan pronto distinguió a Ogna y a Jeldrich frente al pozo. 

A su espalda, uno de los dos orcos que le acompañaba, no tardó en reparar en el olor. - ¿A qué huele? ¿A enano? – Preguntó tratando de hacer una broma.

¡Huele a mierda! ¡A eso es a lo que huele! – Contestó su compañero que venía caminando a su lado.

Los tres orcos llegaron así hasta la esquina donde Davros aguardaba escondido. Su presencia se hizo patente y el sonido de sus respiraciones aceleradas indicó al bárbaro que los tenía justo encima. 

- YO QUE COÑO SÉ. - Rugió Ogna tocándose las falsas pelotas como si le picaran tanto los huevos que no hubiera un mañana.-¿NO SOIS VOSOTROS LOS QUE ESTAIS DE GUARDIA?MÁS OS VALE NO ESTAR VAGUEANDO Y DARNOS A NOSOTROS TAMBIEN ALGO DE CARNE, JODER. NOSOTROS NOS PERDIMOS EL BANQUETE PORQUE NOS MANDARON A VIGILAR ESTE POZO DE MIERDA. OSEA, QUE ES UN POZO CON MIERDA. POR ESO HUELE A ENANO AQUÍ ÑEKÑEKÑEK.-Se reía con una risa áspera y desagradable. No podía evitar pensar en Kormack detrás de la puerta.- MIERDA DE HUMANO.- Hizo un ademán a los tres orcos para que se acercaran más.- MIRAR. ES EXTRAÑO, ¿A QUE SI?- Le dio un codazo a Jeldrich para que asintiera como un tonto.- EL POZO NO PARECE TENER FONDO Y ESO ES MU RARO,...- Señaló al interior del pozo.- RARO, RARO, RARO...

Sin la intervención de sus compañeros, Losse se habría visto en un gran apuro. Aquellos orcos estaban más pendientes de lo que ocurría en la puerta que a donde debían dirigirse. Por suerte Ogna actuó a tiempo.

Uno por uno, los tres orcos pasaron frente a él en dirección al final del pasillo. Una vez los perdió de vista se coló al interior de la sala de la que provenían y con suma delicadeza cerró la puerta para que no pudieran percatarse de que su salida estaba sellada. Sabía que era de vital importancia que ningúno de ellos saliera a dar la voz de alarma, así que sacó el cuerno de minotauro que Kormack le dió en su día y lo puso a modo de cuña en la parte inferior de la puerta mientras él se mantenía empujándola hasta que tuviera nuevas de sus compañeros. - Espero que terminen pronto con ellos. -

Pero como, quizá, Ogna se preguntaría si Losse les cortaría su huída, se lo advirtió gracias al hechizo que le había lanzado al salir. - Voy a mantener la puerta cerrada. Avísame cuando acabéis con ellos y pueda seguir avanzando. -

TURNO SORPRESA & TURNO 1

El enano subió de aquella cloaca y escuchó el plan que decía la humana, para su sorpresa el plan era interesante. Nunca había reparado en la muchacha, siempre le había parecido un palo enclenque y con incontinencia verbal. Nunca se había parado a escuchar lo que tenía que decir. A menudo una sarta de estupideces con tono romántico disparadas al elfo. Quizás no le escuchaba por ser humana y pensar que eran una raza inferior que debería esta extinta, quizás por ser joven y tener una vida corta o quizás su falta era ser mujer. Sea como fuere aquella mujercita ya no era más aquella niña inútil que llevaba una antorcha y decía ser un trabajo digno como cualquier otro. Aquella mujercita parecía haber aprendido mucho en la batalla. Casi hablaba como Spujnur, parecía tener su misma nobleza y sagacidad a la hora de trazar un plan en la batalla. ¿Sería esa la causa que hubiese aguantado tanto viva? El enano sólo calló y escuchó las palabras que tenía que decir Ogna. Una vez terminó siguió lo acordado y se escondió tras la puerta. Esperó a que los ruidos de los orcos estuvieran o suficientemente cerca para salta cual león ante una gacela. -¡JA!- dijo antes de clavarle el hacha al orco que tenía más cerca. El fuego lamió la herida añadiendo el olor a pelo quemado a los ya existentes.

- RARO RARO, RA...- No dijo más estupideces y al ver salir a Kormack de detrás de la puerta clavando un hacha a uno de los orcos salió corriendo como alma que tiene al diablo y clavó a Vishna en el primero de ellos. Al sacar el filo ensangrentado escuchó el siseo provocado pro el ácido en la herida. No sólo eso, sino que Vishna hacía de las suyas conjurando un hechizo para confundir la mente del orco.

¡UGH! - Jokral recibió con entereza el primer golpe propinado por Kormack, casi sin inmutarse, como se esperaba de un orco tan veterano como él. Sin embargo, si los compañeros aún estaban estupefactos por el brusco cambio de acontecimientos, más lo estuvieron cuando vieron como Jokral rompía a reír frente a un enano y a uno de los orcos que examinaban aquella habitación. ¿Qué era aquello, una especie de traición? ¿Qué hacía un enano allí dentro?

Cesaron así las conversaciones y comenzaron las exclamaciones de sorpresa junto a los gritos de dolor, no cabía duda, el plan había sido puesto en marcha y ya nadie lo pararía hasta que una de las partes hubiese dado con sus huesos en el polvoriento suelo. La única nota desconcertante para Losse en todo aquello eran las grotescas risotadas de uno de los orcos. Aquello, viéndolo desde un punto de vista optimista, no veía mal del todo, pues si alguna de las criaturas que estaban en el exterior se veía alertada por el ruido propio del combate lo primero que escucharía sería a uno de los orcos pasándoselo increíblemente bien.

A la espera de conocer el resultado de la argucia y ya con la apariencia de orcos, Ogna decidió tomar las riendas de la situación empujada en gran motivo a que veía peligrar el plan establecido.

Sin más dilación, la joven humana comenzó a interpretar de manera sorprendente la actitud de un orco. Jeldrich, quedó callado, confundido por las intenciones de Ogna, tan sólo quedó a la espera del momento adecuado para actuar.

Y por fin llegó. Como no podía ser de otra forma, el enano fue el autor de dar el pistoletazo de salida a un combate en el que, un hachazo primero y una certera estocada después, hicieron brotar los primeros regueros de sangre en el pasillo.

-¡Vamos allá!, dijo para su adentros el clérigo mientras apuntaba con su ballesta a uno de los orcos. El primer virote lanzado, al igual que el siguiente, pasaron muy por encima de su objetivo, el cual comenzó a reír, quién sabe si por los inofensivos disparos o por algún tipo de conjuro de la joven bardo. 

¡Oh, me has dejado impresionada Vishna!- Aduló a su "fiel" estoque.

Quizá un caballero o un paladín, incluso Kormack con su extraño código de honor, hubieran dejado que el líder orco se levantase y se dejase de reír para volver a atacarlo en un combate más justo. Sin embargo Ogna, una debilucha porta-antorchas, no podía permitirse esos lujos y atacó de nuevo en cuanto vio la oportunidad. Su estocada iba dirigida, con gran malicia, al cuello del orco para acabar de una sola vez con el sufrimiento de Jokral pero los erráticos movimientos de éste, provocados pro las convulsiones de la risa, hicieron que la punta de Vishna se introdujera un poco más abajo, pinchando hueso de las vértebras.

Acechaba a sus presas tras la silla, colocada burdamente junto a la esquina, espada en mano y aguantando la respiración.

Kormack salió de tras la puerta para asestar el primer golpe, 

Los pasos de Ogna, transformada en uno de ellos, corriendo directa hasta el grupo sorprendió a Davros y, también al primero de los enemigos, quien gimió levemente de dolor y cayó al suelo riendo como un loco.

- ¡Bien hecho! - Con la fortuna de su lado, los aventureros acabarían con el combate casi antes de empezarlo.

Davros saltó hacia ellos, sujetando la espada con ambas manos y cortando el aire de arriba a abajo hasta cortar carne. El acero penetró en el torso, rompiendo varias costillas a su paso. Una horrenda herida que junto a las dos previas le dejaban tan cerca de la muerte que la escena era incluso cómica.

El enano vio extrañado como se reía el orco en sus narices y se tiradaba al suelo frente a él. Decidido, dio un paso lateral para terminar de salir de su escondrijo. -¿De quie te ríes tío feo?- Preguntó enrabietado por la situación y con el rostro congestionado por la rabia. Con un certero movimiento de su brazo cortó de cuajo la cabeza de orco que cesó así de reír de una vez por todas.

Estaba claro que Kormack no estaba dispuesto a parar allí mismo. Con la adrenalina corriéndole a raudales por sus venas tras la tensa espera escondido detrás de la puerta los golpes del enano fueron dirigidos hacia el orco que se encontraba detrás del recién decapitado. El hacha subió desde el suelo aún con la negra sangre de su enemigo goteando por su filo e impactó de lleno en la sobresaliente mandíbula del piel verde haciendole subir la cabeza a tal  punto que estuvo cerca de tirarlo de espaldas. Sin embargo aquella criatura aguantó en pie. Es sólo cuestión de tiempo...y de fuerza. - Se dijo Kormack antes de agarrar con decisión el asa de su escudo. Con el enemigo totalmente desiquilibrado y carente de defensas, Kormack aprovechó para hacer gala y uso de su escudo. Un movimiento rápido bastó para incrustar el canto de éste en el estómago del orco que se vio entonces obligado a inclinarse hacia adelante y a dejar expuesta espalda listo para la repetición del ataque anterior.