Partida Rol por web

Tarja ve cómo el vanir huye dejándola en la estacada, encima del esclavista aturdido, y decide ir detrás de él para, con suerte, alcanzar un caballo. Aunque su huida se realiza con dificultad debido a los pies engrilletados, consigue llegar hasta las proximidades del Carro antes de que ningún hombre la alcance. 

En ese momento, Ivara la aquilonia salta de la jaula y lanza con fuerza sus cadenas contra Vitrius, pero falla quedando en una postura incómoda debido a los grilletes de sus pies, y a merced de cualquier esclavista que consiga darle caza. 

 Dietra, una valiente brithunia de la jaula delantera, de un brinco se posa sobre Demetrio, el aturdido rival que Tarja abandonó con la nuez hundida y comienza a rebuscar en sus bolsillos con la cara convertida en una máscara de pánico mientras se aproximan los hombres de Ursus.

Los esclavistas se acercan hasta las jaulas evitando con su sola presencia que muchas de las personas salgan de éstas e hiriendo a las que ya habían salido. Un par de los incautos presos huyen hacia el bosque por el lado norte, adentrándose en la sombría penumbra entre los recios troncos de los antiguos árboles. 

Vitrius convierte su rostro en una máscara de dolor mientras intenta apartar a Menkler de su lado y sacar su espada entre los estertores de la muerte que el asesino le proporciona. Pero no lo consigue, quedando a merced del siguiente ataque del zamorio. 

 Arus se abre camino entre la multitud para acceder a la jaula del medio y encuentra a Ivara, se acerca a ésta espada en mano...

En ese momento, otro de los hombres de Ursus, Altaro,  se percata de la hazaña de la Lin la khitana y se dirige corriendo a la jaula delantera con la intención de hacer bajar a la extranjera o tal vez algo peor, aunque ésta aún tendría tiempo de reaccionar. 

Heimdul el vanir mira hacia atrás y hacia los lados y viendo la escena decide golpear al primer caballo que encuentra, con tal fuerza que el animal huye adentrándose en el bosque. Después se dirige al siguiente caballo para repetir la jugada. El hombre al que tiró al suelo, comienza a levantarse y a sacar su espada, que brilla a la luz de la luna. 

-Quieta mujer, aún no es el momento...

La escena de supervivencia en el claro del bosque corinthio transcurre al margen de lo que acontece en el interior de la sombría arboleda de retorcidos y antiguos troncos. 

Los caballos se muestran inquietos. Relinchan y se encabritan intentando huir mientras una gigantesca sombra se cierne sobre el claro proveniente de la penumbra del bosque. Algunos de los presentes en el claro ya sabían que algo se acercaba incesante...

La sombra es bañada por la luz de la luna y se dibuja un enorme y rugiente oso cavernario de oscuro pelaje que irrumpe destrozando los arbustos a su alrededor, en el extremo noroeste del claro. No es el comportamiento normal de un animal de éstas características. Algo lo ha impulsado a llegar hasta aquí...

Lin estaba a punto de saltar del techo de la jaula, pero se detuvo un instante a juzgar la situación. Uno de aquellos perros venía hacia ella, espada en mano y el camino en dirección al caballo, que se había propuesto, pasaba justo por el costado de aquella montaña de músculos enmascarada que parecía ser el líder de aquella pandilla de salvajes. Si tuviera una espada en la mano, no hubiese dudado un instante en enfrentarse a ellos, pero estaba en desventaja y era inútil correr riesgos innecesarios. Después de todo, no había honor en matar a semejante basura humana.

Un gruñido como un trueno, al otro extremo del claro le indicó que la bestia que había escuchado ya estaba entre ellos. Por fortuna bastante lejos de donde ella se encontraba. Al mirar hacia la izquierda vio que uno de los prisioneros, un gigante pelirrojo barbado, estaba ahuyentando a los caballos que estaban hacia el extremo oeste del claro. Bien pensado, para evitar que los esclavistas pudieran seguir montados la pista de los evadidos, pero Lin esperaba al menos poder hacerse con alguna de las bestias antes de que las espantara a todas.  

Se dio media vuelta, saltó de la jaula hacia el lado norte del bosque y se adentró en la espesura.

Cuando Ren ve a aquel oso gigantezco sabe que no puede dejar abandonado al kushita, así que desde su posición en el suelo le lanza las llaves.
Aquí tienes grandullón
Él mismo se había encargado de abrir los grilletes del gigante y sabía que había cumplido con creces con su parte, si el fornido guerrero quería abrir los grilletes de alguien más lo dejaba en su cuenta.
Tras eso el joven se esconde bajo la carreta, alejado hasta cierto punto de espadas y garras.

Las cadenas de los tobillos hicieron trastabillar a Ivara. Maldijo entre dientes mientras se agarraba a la jaula para recuperar el equilibrio. Su primera intención había sido hacerse con un arma pero las cosas se estaban complicando: aquel oso iba a ser una gran distraccion pero si se interesaba por ella los grilletes serían un problema.

Ahora debía preocuparse por el guardia que venía a por ella. Aferró la cadena de los grilletes de sus manos confiando en que bastaran para detener su acero.

El enorme y fornido gladiador observa cómo todo se puede echar a perder con la presencia de la oscura bestia. Gruñe de rabia y alza un poderoso brazo con una de sus armas en la mano y su voz truena gritando a sus hombres: -Que  nadie huya o lo perseguiré hasta el infierno! Vosotros atrapad a esas ratas!

Seguidamente se dirige hacia el oso cavernario bufando y haciendo chocar sus afiladas armas con un ruido metálico. Al avanzar dos pasos se encuentra con uno de sus hombres, el más enclenque, que se dispone a huir gritando como un niño. Lo agarra con el brazo cubierto de metal y lo arroja por delante en dirección a la bestia. -No huyas cerdo miserable!

 El terrible animal gruñe y se dispone a avanzar hacia el interior del claro en el momento en que el esbirro cae a sus pies. Se alza como una montaña peluda sobre sus patas traseras y propina un descomunal zarpazo al hombre que lo despide a las inmediaciones de la jaula trasera. 

El cadáver del débil esbirro mira ahora a Tal'Ngoro desde el suelo en una postura imposible, los ojos cristalizados, el rostro desgarrado con la carne colgando despegada del hueso en una masa sanguinolenta.

La bestia cae de nuevo apoyándose sobre sus cuatro patas y avanza hacia el interior del claro...

Menkler vio a su rival intentar apartarse y se abalanzó sobre él tratando de quitarle la espada que colgaba de su cinto. El esclavista se revolvió sin que Menkler pudiera capturar su arma.

La intromisión de la bestia hizo que el campamento improvisado de aquel claro tuviera otra cosa de la que ocuparse. Seguia necesitando un caballo y un arma, ademas de la llave que la liberase pero de aquellas tres cosas la que podía tener más a su alcance era el caballo.

Necesitaba coger uno antes que el barbudo los espantase a todos, asi que trato de volvio a intentar correr en busca de un corcel.