Partida Rol por web

Tarja avanza rauda aunque con dificultad hacia uno de los caballos. Cuando se encuentra cerca, después de bordear el carro y observar que aloja bultos puntiagudos tapados con una manta polvorienta, continúa.

Cuando está a unos metros de Heimdul, Tarja es testigo de que el hombre que se levanta después de ser embestido por el enorme calvo pelirrojo, avanza hacia éste con la espada en la mano y cuando el vanir golpea con todas sus fuerzas a otro animal, el esclavista forma un arco con su espada y la clava en un costado del musculoso y blanquecino norteño. Heimdul lanza un grito de dolor con los dientes apretados. -¡Mmmggh... Aaah...! -Y gira sobre sí mismo, propinando un codazo al esclavista y haciendo girar su cabeza bruscamente. Éste escupe un diente entre babas sangrientas. Heimdul se gira del todo, poniéndose frente a su oponente y le propina un fuerte puñetazo con ambos puños engrilletados que hace trastabillar y caer al hombre. Seguidamente, con gesto de dolor por su sangrante herida, se agacha para arrancar un manojo de llaves del cinto del hombre.

Mientras tanto, en el exterior de la jaula delantera, Dietra la brithunia, encuentra unas llaves en el cinto del malogrado Demetrio, con las que comienza a abrir sus grilletes. Lo hace con tanto nerviosismo que las manos le tiemblan como si no fueran suyas y con los ojos muy abiertos observa cómo un esclavista se acerca con un látigo alzado en el aire a punto de descender a toda velocidad y golpearla. El chasquido provoca chillidos y brotes de sangre y piel en la mujer, que se encoje, mientras recibe varios latigazos más a grito de: -¡Te crees muy lista, mujer, te voy a enseñar quien manda!

 Arus ve a Ivara fuera de su jaula como la mayoría de sus compañeros cautivos y decide hacerla entrar de nuevo en la celda por la fuerza. -¡Vuelve a tu lugar, perra! -Hace girar su espada hacia uno de los muslos de la mujer. Ésta interpone la cadena de sus grilletes entre su carne y el frío acero y el choque del filo con la cadena produce un agudo ruido metálico. La fuerza con la que la bárbara para el golpe, es suficiente para evitar un corte profundo, pero la espada y la cadena alcanzan el muslo produciendo un corte superficial y una contusión. En contrapartida, la mujer observa que uno de los oxidados eslabones ha sido dañado por el filo del arma.

 Vitrius forcejea con Menkler, que no puede evitar que el esclavista saque su espada y, torpemente, intente atacar al zamorio, con una mano cubriendo su cuello herido. Vitrius comienza a jadear y su piel se vuelve pálida. Su ataque corta el aire sin alcanzar a Menkler, dejándolo a merced de éste. 

 Altaro observa cómo se escapa Lin, su presa, por detrás de la jaula delantera, hacia el bosque. -¡No llegarás lejos, extranjera! ¿Piensas que soy un novato? -Avanza en dirección a la khitana a sabiendas de que ella no puede correr con normalidad, cortando a golpes de espada a dos incautos exconvictos y haciendo que caigan al suelo, sangrantes, en su camino.

Uno de los hombres de Ursus, rezagado en la zona de las tiendas, saca el arco que tenía a su espalda, lo carga y lanza una flecha a la rugiente bestia. La flecha se clava a penas en la gruesa y peluda piel haciendo gruñir al animal con un estruendo agudo, que de por sí, enfadado, se dispone a correr hacia sus presas. -GRRAAAAAAHHH...

Entre gritos de horror, varias personas en la jaula trasera vieron la escena del zarpazo del oso al esclavista y su cadáver cerca de su celda, al mismo tiempo que Tal'Ngoro. Uno de ellos, un hombre achaparrado y panzudo con ojos vivaces, se da cuenta de que la puerta de la celda se encuentra entreabierta. -¡La puerta está abierta, huyamos al bosque! -Susurra emocionado, más alto de lo que pretendía. Los demás miran hacia la puerta y corren hacia ella, agolpándose en torno al kushita y a Elladurne, para escapar. La cazadora brithunia maldice entre dientes, mirando a los convictos con ojos sombríos. -¿Qué vamos a hacer, negro? ¡Éstos estúpidos van a llamar la atención sobre nosotros y el mocoso está ahí fuera! -Le susurra a Tal, que no para de recibir golpes y empujones en su cicatrizado cuerpo. Mientras tanto, el pequeño Ren se encuentra escondido bajo la jaula trasera con la esperanza de que nadie le encuentre...

La exótica extranjera salta de la jaula delantera para adentrarse, engrilletada, en el sombrío bosque. Si supiera lo que acontece entre los recios y retorcidos troncos, como fantasmales soldados de madera, se lo hubiera pensado dos veces...

La escena que presencia es grotesca. Dos seres con cabeza de perro, no muy altos, desnudos, con la piel recia, oscura y grasienta, delgados como cadáveres y encorvados, arrancan las entrañas del abdomen abierto de una mujer sollozante y extasiada por el terrible dolor. Las tripas salen del cuerpo con un sonido acuoso, resbalando entre sí, brillantes a la luz de la luna y las introducen en sus ponzoñosas bocas de perro para masticarlas chorreando humores oscuros. 

Al lado de la malograda mujer, un hombre recibe un trato similar. Se encuentra tirado en el suelo cubierto de ramas y hojas en una postura imposible mientras otra de las criaturas le disloca un brazo con un sonido hueco y tira de él con insistencia moviendo bruscamente al inanimado cuerpo, para intentar partirlo y alimentarse de carne humana. Esas personas hace unos momentos se encontraban encerradas en las jaulas. Su huida no fue fructífera. 

Lin Yi observa que, bañados por la blanquecina luz del astro vecino, entre los árboles, hay una cantidad difícil de contar de los degenerados seres, aquí y allá, plagando el bosque. No parece gustarles la luz y es posible que el terrible oso cavernario haya sido molestado y ahuyentado por ellos. Los más cercanos a ella son tres, aunque ninguno se percata de su presencia de momento, ya que están ocupados alimentándose. Cualquier movimiento en falso, un crujir de ramas demasiado sonoro, alertaría a las criaturas...

A lo lejos, en la espesura, se oyen los gritos de terror desesperado de otros pobres convictos. Detrás, en el claro, los gritos de Altaro el esclavista veterano, junto con los de las demás personas enfrentadas.

Cuando Ren ve que tiene vía libre, que el oso lo ha dejado atrás y que tanto esclavistas como presos estan creando el caos, no lo duda y hecha a correr hacia el bosque.

Lin se quedó paralizada por el espanto y con un nudo en la garganta. Sus ojos no daban crédito al horrendo espectáculo que presenciaba. Como en una escena sacada de los Diez Infiernos, bestias semihumanas de formas antinaturales se cebaban en la carne de los que, como ella, habían buscado el refugio del bosque. Por un instante estuvo a punto de perder el control, pero recordó su entrenamiento y suspiró profundamente para calmarse y concentrarse en el momento y lo que se debía hacer, en lugar de imaginarse los horrores que la esperaban en caso de caer en manos de aquellos repugnantes engendros.

Retrocedió lentamente, de regreso al claro, intentando hacer el menor ruido posible y, al salir del bosque no perdió tiempo en echar a correr, en la dirección que llevaba previamente.

-Vale mujer, es ahora o nunca. Y tu viejo, mi generosidad es limitada. Vrn conmigo, sujetate a mi espalda si quieres salir de aquí, consideralo mis disculpas por el golpe de antes.

El cabrito se lo merecia, no podía sentir compasión por la mole pero tampoco noto la alegria que seria propia de quien ve herido al cabrón que te deja tirada despues de ayudarle a escapar. Acorto la distancía con la intención de arrebatar la espada al hombre que la mole había derribado. Su intención era usar el filo colocandolo en el cuello del barbudo pelirojo y obtener así las llaves que este le estaba robando al mismo esclavista.

Tarja ya no podía fiarse de ese tipo, si bien en cuanto soltara sus grilletes se las devolveria, ya que ella no era tan miserable como la mole y su unico objetivo era escapar.

-Solo no llegaras muy lejos con esa herida, asi que dejate de tonterias y empieza a pensar con tu enorme cabeza.

La enorme bestia mira la muchedumbre con semblante estúpido. Los gritos de unos y de otros, los sonidos metálicos de espadas y chasquidos de látigos, los movimientos bruscos de los cuerpos humanos, distraen a la criatura, que por un momento no sabe dónde dirigirse hasta que sus ojos se encuentran con Ursus. Corre en dirección al antiguo gladiador, que grita y hace aspavientos con un arma en cada mano, atrayéndolo hacia sí. 

 -¡VEN A POR MÍ, BESTIA! ¡Te voy a mandar de vuelta al infierno del que has salido! -El musculoso bañado por la trémula luz carmesí de la hoguera a su lado, planta sus piernas como columnas y se prepara para la embestida del animal, que jadea y se abalanza sobre él. 

Al pasar junto a una de las tiendas, el enorme cuerpo del animal golpea uno de los palos de la tienda y ésta cae al suelo, junto a la hoguera. 

Ursus, al que llaman el bondadoso, se aparta de un brinco girando sobres sí y produce un corte a la gruesa, peluda y cubierta de cicatrices, piel del oso cavernario. La bestia, como una montaña grisácea en movimiento, gruñendo enfurecida, se ve en la obligación de frenar en seco, ya que su oponente quedó a su espalda después del quiebro. Es reconocible la destreza del hombre en la lucha contra animales y su experiencia, tal vez en circos de ciudades civilizadas. 

Con el cuerpo de la bestia próximo, el caballo situado tras la tienda del jefe comienza a relinchar y encabritarse, inquieto, y a intentar huir, tirando de la cuerda que lo sujeta a un árbol cercano. La tela de la tienda caída, comienza a humear y prenderse.

El pinchazo en la pierna la hizo reaccionar. Instintivamente, Ivara contraataco hondeando la cadena sobre su cabeza. Los grilletes de sus pies frenaron algo su juego de piernas pero el esclavista estaba distraido por la presencia del gran oso. Esquivo un par de cadenazos pero el tercero...

-iPrueba el sabor de tus cadenas, perro!

(iSMASH!)

Tal'Ngoro subie al herido y convaleciente anciano a su fornida espalda negra, mientras Elladurne se ocupa de apartar a empujones y gritos a las personas que se interponen en el camino del kushita. 

 -¡Moveos, vamos!. -Maldita sea, yo también quiero que me abráis los grilletes. No voy a poder cabalgar, no pienso ayudaros más si no me sueltas. -Susurra cabreada. -¡Vamos, apartaos de una maldita vez!

Al comenzar a correr todo lo deprisa que puede con el peso muerto del viejo colgando sobre su espalda, los grilletes sueltos de los pies del gigante de ébano, saltan quedándose en el interior de la jaula. El grupo corre hacia los caballos próximos, que se encuentran encabritados y relinchando por el nerviosismo que les consume con la presencia de enorme oso. -Pásame las llaves, kushita, o no sujetaré al caballo y me iré por mi lado. -Le dice al negro con las engrilletadas manos extendidas, mientras algunas personas más se acercan lo rápido que pueden. 

En ese momento, el pequeño Ren huye hacia el bosque para apartarse del terrorífico escenario en que se ha convertido el apartado claro.

Menkler el zamorio continúa enzarzado con el tenaz esclavista sangrante y falla de nuevo en su ataque con el astillado hueso. Si al menos no llevara esos sucios grilletes, todo sería más fácil. Vitrius, pos su parte, intenta apartar a Menkler de un empujón que resulta poco fructífero, y al girar sobre sí mismo para huir, cae al suelo de bruces, manchando la hierba de un pálido carmesí iluminado por la luz de la luna. Mientras se arrastra, suelta su espada y puede verse un manojo de llaves alojado en su cinturón. 

Tarja la cimmeria se acerca a la víctima de Heimdul y le arranca la espada de las manos, usándola ahora para amenazar al engrilletado bárbaro vanir.  Éste, viéndose de nuevo en un apuro frente a la bárbara, se incorpora lentamente y gruñe cabreado por toda respuesta. -¡Grrr...! -Mira fijamente a la mujer, sopesándola, para después lanzar un escupitajo de desprecio a los pies de ésta. Luego le ofrece el manojo de llaves con los ojos chispeantes de furia contenida y una mueca de dolor en el rostro. -Más vale que me las devuelvas, mujer, si quieres salir de aquí con vida. 

Lin Yi regresa del bosque con la tez pálida. Lo que ha presenciado entre los árboles no le conviene más que lo que ocurre en el claro. Decide saltar de nuevo hacia la el techo de la jaula delantera, evitando el ataque de Altaro, que intenta lanzarle un segundo pinchazo con la punta de su espada desde el suelo. El arma vibra con un sonido metálico al chocar contra uno de los barrotes.

 -¡Ja, jaa... Has hecho mal en volver, por mucho que saltes, te alcanzaré, sucia extranjera!

Ivara, enfrentada a Arus, el cual casi la hiere, planta sus pies descalzos en el suelo para obtener estabilidad y forma un arco en el aire con la cadena de sus grilletes que consigue tumbar al esclavista. Éste se desploma en el suelo con una contusión sangrante en la cabeza, soltando su arma. Ahora la aquilonia puede ver un látigo alojado en el cinturón del hombre.

 Galo, el hombre al que Ivara mostró sus encantos en el camino, se acerca corriendo hacia la muchacha. Con cara de preocupación y mirando a ambos lados. Tal vez para cerciorarse de alguna cosa...

Mientras tanto, junto a la puerta de la jaula delantera, donde se encuentra Lin encaramada, la joven Dietra recibe un latigazo tras otro, entre sozollos y temblores. Trozos de piel y carne sangrientos saltan de su espalda, hombros y brazos. El hombre que la hiere sonríe en una mueca de satisfacción. -¿Pretendías coger las llaves, verdad? Vuelve a tu jaula, perra, vamos, levántate, ¡LEVANTA!. -Y gritando sin dejar de hacer chasquear la flexible arma.

El hombre al que Heimdul tumbó, comienza a despertarse del aturdimiento y a moverse despacio... 

El lugar comienza a llenarse de humo debido a la tienda que comienza a arder. Las llamas brotan de la oscura tela, provocando un incendio que ilumina más allá de los límites del claro con un fulgor carmesí. El hombre que dispara flechas al oso, se ve en la obligación de apartarse para no arder. Viendo lo que le rodea, huye corriendo hacia uno de los relinchantes caballos del lado oeste.

Otro de los hombres de Ursos grita apuntando con su arma a la jaula trasera: -¡Se escapan, esa jaula también está abierta, esas ratas se están escapando! -Y comienza a correr hacia allí. 

La noble extranjera, a punto de vomitar del estupor, gira sobre sus pasos para no verse enfrentada a las horrendas y degeneradas criaturas. Gracias al entrenamiento recibido, se aleja rápido y sin hacer ruido, como si sus pies flotaran sobre la maleza del terrible lugar, mientras oye los sonidos propios de semejante carnicería a su espalda, los gritos increpadores del veterano Altaro y chasquidos de latigazos y demás, delante.

El pequeño ladrón, sale de debajo de su jaula trasera para adentrarse en el sombrío bosque. Si supiera lo que acontece entre los recios y retorcidos troncos, como fantasmales soldados de madera, se lo hubiera pensado dos veces...

La escena que presencia es grotesca. Dos seres con cabeza de perro, no muy altos, desnudos, con la piel recia, oscura y grasienta, delgados como cadáveres y encorvados, arrancan las entrañas del abdomen abierto de una mujer sollozante y extasiada por el terrible dolor. Las tripas salen del cuerpo con un sonido acuoso, resbalando entre sí, brillantes a la luz de la luna y las introducen en sus ponzoñosas bocas de perro para masticarlas chorreando humores oscuros. 

Al lado de la malograda mujer, un hombre recibe un trato similar. Se encuentra tirado en el suelo cubierto de ramas y hojas en una postura imposible mientras otra de las criaturas le disloca un brazo con un sonido hueco y tira de él con insistencia moviendo bruscamente al inanimado cuerpo, para intentar partirlo y alimentarse de carne humana. Esas personas hace unos momentos se encontraban encerradas en las jaulas. Su huida no fue fructífera. 

Ren observa que, bañados por la blanquecina luz del astro vecino, entre los árboles, hay una cantidad difícil de contar de los degenerados seres, aquí y allá, plagando el bosque. No parece gustarles la luz y es posible que el terrible oso cavernario haya sido molestado y ahuyentado por ellos. Los más cercanos a ella son tres, aunque ninguno se percata de su presencia de momento, ya que están ocupados alimentándose. Cualquier movimiento en falso, un crujir de ramas demasiado sonoro, alertaría a las criaturas...

A lo lejos, en la espesura, se oyen los gritos de terror desesperado de otros pobres convictos. Detrás, en el claro, se acercan las pisadas de otros convictos que huyen hacia el bosque. Probablemente de la misma jaula que Ren, y que ahora se adentrarán en la espesura y se las verán con las terribles criaturas.

De repente, la luz trémula luz de la hoguera que bañaba el claro aumenta, iluminando más allá, entrando en el oscuro bosque...

-¿Qué llaves? El niño ha abierto mis grilletes -dice Tal mientras pone al abuelo en la grupa del caballo. Tocando el cuello del animal, el kushita intenta relajarlo antes de subirse. El animal estaba muy estresado y necesitaba sentirse a salvo. -Este animal es fuerte, súbete conmigo y ya abriremos tus grilletes más adelante.

Ivara se agachó junto al guardia caido para recoger su acero. Maldijo entre dientes al no encontrar llaves para quitarse los grilletes. Sopesó la espada: acero barato pero funcional. Serviría bien a su proposito pero tendría que sujetarla con ambas manos debido a aquellas malditas cadenas.

Al incorporarse, instintivamente separó las piernas pero las cadenas se lo impidieron. Maldijo de nuevo.

Iba a ayudar al Hombre Silencioso que luchaba a su lado cuando vio al otro guardia corriendo hacia ella. Sin dudarlo, le apuntó con la espada:

-iAtrás, perro, o te abro una sonrisa nueva más roja! iDame unas llaves para que pueda quitarme estas malditas cadenas!