Partida Rol por web

Todo aquel lugar era muy extraño para el guerrero goblin. Aquella variopinta guardia que esperaba a la puerta de la gran ciudad, suscitaba sentimientos de desconfianza en el ya esquivo piel verde. 

Se acercaba con recelo, detrás de Nauj. Suponía que aquellos guardias les darían el alto. Aunque estaba hambriento, y no tenía demasiadas ganas que lo entretuvieran.

Situado en la improvisada cola, Nauj observaba a la gente que les precedía y a los guardias que custodiaban la cola. Esperaba que no les pusiesen problemas para entrar en Seiní y, a juzgar por lo ligero que avanzaba la fila, parecía que podía ser altamente probable.

Bolg se movía nervioso, más que de costumbre, y casi parecía que quería esconderse tras él para pasar totalmente desapercibido. Como aquello no iba a ser posible, Nauj le susurró: Tranquilo Bolg; simplemente trata de aparentar tranquilo y de no decir nada inconveniente.

Continuaron avanzando, hasta llegar al grupo de guardia. Nauj miró a uno de los humanos, el que parecía encargado de hablar con los refugiados, buscando en su mirada la aprobación para entrar en la ciudad.

-Bienvenidos a Seiní, señores...

Habló el centinela mas veterano en cuanto a aspecto, observó al goblin analizandole, y luego a Nauj aunque no tanto como al primero.

-Esta es una ciudad pacífica y de sosiego, todos son bienvenidos y a nadie que no sea problemático o parte de la tiranía se le permite el paso -completó el soldado mas joven- No causen problemas y no habrá inconvenientes.

El viejo guardia se dió por satisfecho con su observación y masculló algo que al parecer entendió su colega. Luego este mismo habló.

-No hay discriminación para con los goblins aqui tampoco, pero dado que estan entre los tres primeros focos de violencia en la ciudad remarco el pedido de buen comportamiento.

-Y esta prohibido ingresar al perímetro del castillo, bajo pena de arresto. Si no hay dudas adelante y disfruten su estadía -finalizó el joven centinela con una sonrisa leve.

El pequeño goblin asintió, y dibujó su mejor sonrisa al guardia que le estaba hablando.

- ¿Que foco de violencia? Pregunto con cierta curiosidad al guardia. - Bolg no entiende.¿Hay goblins en la ciudad? Realmente lo que le apetecía era ir a comer y descansar, pero aquellas palabras del guardia le habían despertado cierta curiosidad. Intentaba mantener una postura sumisa y complaciente. No le apetecía que lo arrestaran nada más llegar a Seiní.

-Son minoría, pero en esta ciudad hay de todo

Comentó el veterano rascando la cabeza.

-Y si, foco de violencia en el sentido de que casi siempre estan envueltos en algún problema que la envuelve.

Aquellos guardias despejaron un poco el caino, colocandose a los lados. Cuando terminaran de consultar sus dudas, eran libres de pasar según ese gesto.

Señor, dijo Nauj dirigiéndose al viejo guardia, venimos a buscar refugio, huyendo de las crueldades del tirano. Hemos oído decir que ésta es todavía una ciudad libre y que en estos tiempos difíciles acoge a las gentes que lo necesitan.

Decidme, por favor: estamos cansados y hambrientos tras duras jornadas de viaje ¿hay algún sitio donde se dé acomodo a los refugiados en este lugar? O, quizás, ¿alguna posada donde poder descansar y reponer fuerzas?

-Hay varias posadas en la ciudad -luego agregó en voz baja aquel joven soldado- personalmente recomiendo la de "El ratoncillo". El nombre es algo tonto pero es un buen sitio -luego siguió comentando con tono formal- Si se ven faltos de dinero como para pagar o si directamente no tienen deberían ir hacia la zona este, ahí se busca algún modo de instalar a la gente de forma digna en alguna tienda de campaña, y si alguna de las nuevas construcciones está acabada quizá hasta tengan suerte de una habitación. Pasen.

El guardia saludó con la mano en señal de despedida, con una sonrisa amable. Quizá fuese el mas distendido de todos y por eso era de los encargados de la bienvenida. Lo cierto es que caía bien su trato.

El sitio que les había indicado aquel guardia, era tan bueno como cualquier otro. Bolg creía poder pagar la habitación y la comida, así que no puso pegas para dirigirse hacia aquel lugar.

Caminaba por la gran ciudad maravillado de su grandeza, de sus calles y de sus múltiples olores. Olores extraños y extravagantes, que el olfato del guerrero no había sentido antes. Intentó captar cada sensación ,cada percepción que invadían sus fosas nasales. Algunos olores eran dulces y aromáticos, otros, fuertes e intensos, pero todos guardaban una magia especial, que Bolg sabía apreciar.

- Ez un lugar extraño y grande. Hablaba a Nauj sin apartar la vista de las cosas que le rodeaban. - Ezpero que el lugar que noz indicó el guardia no ezté muy lejoz... Laz tripaz hace horaz que están proteztando... Una mueca de disgusto cruzó su cara, mientras se frotaba la tripa, para remarcar que tenía hambre.

Después de caminar un rato y pararse a preguntar en un par de ocasiones, vieron el cartel de madera que rezaba "El Ratoncillo", colgado de una estaca.

Al austero personaje no le habría importado haber ido a buscar acomodo en la parte este de la ciudad, en la zona de los refugiados, pero Bolg no le había dado opción. En cuanto supo que la posada quedaba más cerca lo tuvo claro; no le importaba pagar si con ello saciaba su apetito lo antes posible. Nauj no quiso contrariarle y le acompañó en la búsqueda de aquél lugar.

Empujaron la puerta y entraron en el local. Había gentes de todas las razas, sentados en varias mesas o acodados en la barra. Sólo alguno de ellos les echó un vistazo al entrar pero enseguida volvió a sus asuntos. Parecía que no llamaban la atención.

Encontraron una mesa vacía al fondo, aún con platos sucios y jarras sobre ella. Se sentaron y Nauj buscó con la mirada si había algo parecido a una camarera por aquel lugar.

Bolg se acomodó en los duros asientos de madera. Una tonta sonrisa se le dibujaba en el rostro, dejando al descubierto los innumerables dientes afilados del goblin. Miraba a su alrededor, con una extraña alegría. Después de todo el día de viaje, tenía unas ganas increíbles de comer un buen estofado, y beber un buen baso de vino.

Cuando se acercó lo que parecía una camarera, dispuesta a retirar los platos sucios de encima de la mesa, el goblin empezó a hacer pequeños saltitos sobre su asiento. - Trae un plato de estofado, humana. Zi, zi, y una jarra de vino. ¿Quierez tu eztofado? Dirigiéndose a Nauj. - Zi, trae doz platoz, uno para mi y otro para mi amigo. Estaba impaciente por comer, pero alegre y excitado, porque pronto llenaría su maltrecho estómago.

- ¿Que vamoz ha hacer ahora? Ya hemoz llegado a Seiní, ¿Que haremoz? Volvió a dirigirse a su compañero, mientras la camarera iba a la cocina a por su comida y bebida. Bolg hablaba un poco acelerado, pero con un tono suave, como si no quisiera que el resto del local pudiera oír su conversación.

El encapuchado reflexionó sobre la situación antes de responder. Bueno Bolg, siendo la hora que es, lo mejor será que después de llenar las tripas nos interesemos por un lugar donde dormir. Espero que aquí mismo tengan habitaciones libres y, si no, tampoco me importaría ser acogido en la zona de refugiados.

Y después ... creo que esta ciudad tiene que ser digna de ser visitada. Mañana, al levantarnos, podríamos dar un paseo. Y tras pensárselo mejor, añadió. ¿O quizás te apetezca más un paseo nocturno, para bajar la cena?

Nauj tampoco sabía muy bien cuáles debían ser sus siguiente movimientos pero tenía claro que Seiní tenía que ser un buen lugar para encontrar el rumbo de su destino. 

Ya te dije Bolg que no sé dónde ni cuándo voy a encontrar lo que busco, porque tampoco sé a ciencia cierta qué es. Hizo una pausa al ver que la camarera volvía con una jarra de vino y dos vasos. Disfrutemos hasta entonces.

Olió con intensidad el baso de vino que le trajo la camarera. Si algo bueno tenían los humanos, era sin duda aquel zumo de uva. Hizo un pequeño sorbo, y paladeó el néctar rojizo. Mientras esperaba que les sirviesen la comida.

- Preferiría dezcansar ezta noche. Sus facciones dibujaron una mueca avergonzada. Con un leve gesto de la mano, se acarició la herida de la pierna. - Bolg quiere recuperarze... Mañana podemoz ir donde quieraz, Bolg irá contigo. Volvió a sonreír ostensiblemente. - Zeguro que encontramoz lo que andaz buzcando, zi, zeguro. 

La camarera regresaba hacia la mesa de los dos compañeros, con dos cuencos llenos de un humeante estofado. Los dejó sobre la mesa, y se dispuso a retirarse, obsequiando a los dos comensales una sonrisa de cortesía.

- Zi, comamoz y dizfrutemoz ezte momento. Bolg ze introdujo una enorme cucharada de comida en la boca. - Erez un humano zabio, Nauj. Un hombre zabio... El goblin parecía contento, y se reflejaba en su buen humor.

La ciudad pese a la impresionante torre del castillo (que fue visible por todo el camino desde la puerta a la posada) no era exhuberante u ostentosa. Era sencilla, sus casas de resistente madera con pocos ornamentos ideales para sobrellevar las noches heladas de Zanda. Una sorprendente calma flotaba en el aire, perezosa y sosegada a tal punto de que llegó a sorprenderles, especialmente al goblin que estaba mas acostumbrado a las escarmuzas y problemas en general. La gente oriunda del lugar pasaba junto a ellos, sin sorprenderse ni reprocharles por su aspecto o especie, si eso mirandoles por pura e ingenua curiosidad. Cada poco había una patrulla de tres guardias, un numero bastante conveniente para el nivel de seguridad del que gozaba la ciudad. A un asesino furtivo quizá le fuese fácil hacer desaparecer a un solitario vigilante, pero estando en grupos la cosa se complicaba abismos para alguna operación de esa clase.

Dentro de la posada había mas de lo mismo, solo que el ambiente era mas animado aqui, caldeado por un buen trago, la charla y el calor de una chimenea crepitante en una de las paredes. Seguramente el nombre del local se debiera a la pequeña jaula cerca de la barra con la mascota de la vieja dueña del local, un raton blanco bastante gordo al que le quedaba algo pequeño el diminutivo de "ratoncillo" por sus dimensiones. Las mesas, barnizadas  y relucientes de limpias eran redondas y personales: como mucho unas 4 personas podrían sentarse algo apiñadas a su alrededor. Aunque en algunos puntos de la sala se habían juntado 2 o 3 para poder albergar a un grupo mas extenso de gente.

También aqui había un grupo de vigilantes del orden, pero a todas luces se lo pasaban mejor que sus colegas en las calles y las murallas. Conversando, riendo y disfrutando del calor de la estancia, sus horas de labor pasaban mas amenamente, pero no parecían tocar una gota de alcohol.

Dos mozalbetes y una jovencita, todos ellos humanos y esta ultima de bellas facciones y piel tenuemente oscura hacían de camareros, y aunque tan pocos brazos para tanta gente a veces no daban a basto con la rapidéz, su entusiasmo y practica lo compensaba.

Aquella muchacha tenía algo en su forma de andar, sus gestos e incluso su voz que delataba que no era de allí. Y claro, esto se reforzaba con la indumentaria que portaba: construidos en un acero dorado (seguramente fantasía porque sería raro que una camarera fuera por ahi usando oro) brazaletes, antebrazos, polainas adornaban distintas partes de su cuerpo. Las polainas eran como las tradicionales de Orem, unos cuantos anillos gruesos y aplanados colocados uno junto a otros para conformar la prenda y acababan justo debajo de la rodilla. También rodeando el cuello, se podía ver un tosco colgante de piedras blancas y lisas. En cuanto a su vestimenta, un pantalón corto de cuero que abarcaba hasta por encima de la rótula, botines bajos de piel negra y una camisa de manga larga ceñida al cuerpo. En su cabello, negro y sedoso que bajaba por los hombros hasta el comienzo de la espalda podían verse dos trenzas pequeñas y alrededor de la cabeza también tenía un detalle en cuero y cuentas.

-¿La estadía sola o con comida incluída? -Preguntó mientras debaja dos cervezas en la mesa aledaña a la del goblin y Nauj.

En ese momento vieron el machete que estaba enganchado a una funda en el muslo izquierdo. No parecía haber muchos altercados en la taberna, pero aquello dejaba claro que no toleraba ninguna mano larga para consigo.

Bolg engullía hambriento lo que le quedaba en el plato, y con la boca aun llena, escupiendo trozos del estofado, intentó contestar a la camarera. - Eftafcia yf cofmifda, zfi, nefcefcitafmofzs lafz dofz cofzafzs... Tragó, con esfuerzo, todo lo que tenía en la boca. - Estancia y comida, necesitamos las dos cosas. Repitió con la boca ya vacía. - ¿Tenéiz alguna habitación para doz, para poder pazar ezta noche?

-Usualmente estamos llenos, pero ayer dejaron dos habitaciones vacías un par de viajeros de paso. Se pueden colocar dos camas separadas en una y ya se resuelve lo suyo ¿no?

La jovencita miraba al goblin con cierta curiosidad, como si nunca hubiese visto uno.

Los dos compañeros de la camarera pasaban cerca cada tanto entre repartir platos, vasos, botellas, jarras...Ocasionalmente se escuchaba algún chillido del obeso ratón de su jaula, lo que provocaba que la envejecida dueña del local se acercara a decirle "monadas" muy "monas".

- Por mi no hay problema. Y lanzó una mirada expectante a su compañero Nauj, por si él tenía algún reparo en compartir habitación con él.

-¿Cuanto cuesta la estancia y la comida? Pregunto a la camarera, mientras rebuscaba en su mochila, intentando encontrar las monedas que estaba seguro que tenían que estar por ahí.

Cuando Bolg le miró para ver si estaba de acuerdo en compartir la habitación, Nauj hizo un gesto de asentimiento. Esperemos que hoy no ronque mucho ... pensó.

El goblin ya había devorado su plato cuando el encapuchado comenzó a cucharadear en el suyo, lentamente. Tras largos días a base de pan y fruta, saboreó aquel rico manjar como si fuera la comida de un rey. Mientras lo hacía, esperó a que la camarera acabase de decirles el precio de la estancia y les indicase cuál era su habitación.

Anhelaba el contacto con un mullido colchón, y descansar largamente para afrontar el nuevo día con las fuerzas renovadas.

-Por día vale mas caro que por semana o mes, eso ya depende de ustedes. Son 50 monedas por habitación y 75 si quieres tener un plato de las comidas que se sirven a la mañana, tarde y noche. Ah, y lo que comen ahora serían 11.

La camarera se limitó a colocar un mechón de cabello tras la oreja conforme hablaba. La actividad de aquel bar por momentos aumentaba, y la cháchara general se hacía mas ruidosa al punto de que sin querer escuchaban lo ageno. Y había unos cuantos temas  en charla, que los Tognia, discusiones sobre como forrarse de dinero, que la de la capa blanca, algún comentario sobre la sopa del local y los precios...