Partida Rol por web

Miro extrañado el carruaje en el que nos metemos. Saludo a los otros pasajeros al subir, así como al cochero que tanto se preocupa por nuestro bienestar y comodidad. Cuando habla de salteadores agarro con fuerza el florete. Me presento al ermitaño de extraño aspecto.

-¿Así que has empezado el cuadro de memoria? ¿Has hecho boceto o has pasado directamente a pintar el fondo?- Le pregunto a mi amigo interesándome por la técnica que ha decidido utilizar y demás tecnicismos.

El viaje va transcurriendo cuando Piero llama mi atención sobre los tres crucificados.

-Si, como ha dicho el cochero, aquí hay salteadores de caminos, seguramente sean eso. Aunque es un castigo bastante desagradable y parece excesivo para un simple salteador...-Dejo las palabras en el aire observando con detenimiento los crucificados.-Otro país, otras costumbres.  No prejuzgemos.

Mis lápices llevaban demasiado tiempo parados, empecé a realizar un boceto.

Mi mañana había sido algo tranquila, no solía despertarme temprano pero esta vez fue diferente, la verdad era que poco había logrado dormir por mis preocupaciones, por el sonido de como Clemente la noche anterior gritaba y pataleaba, aparentemente siendo llevado lejos de la posada por lo que serían los guardias que acompañaban a Lothar, además de claro escuchar los gritos del mismo por como aparentemente algunos irrumpieron sus acciones.

No logré dormir, me quedé mirando el techo casi toda la noche, pensando en esas palabras de precaución del anciano hasta que de pronto me quedé rendido en la cama. Y así se hizo el día, a lo cual me desperté un poco soñoliento para así bajar y comer mi desayuno, estando un poco pensativo mientras estábamos esperando por los carruajes. 

Una vez subimos en estos sentí cierto disgusto, recordando las dos largas semanas que pasé encerrado en uno, y ahora tocaba estar en otro, pero por suerte el conductor iba con cuidado, sin mucho apuro. Por lo tanto trataba de calmarme, considerando tal vez que las advertencias de Clemente era tal vez el vino que había ingerido, o tal vez era un resentimiento que sentía hacia tal hombre por algo que le había hecho, sea lo que sea no podría ser cierto lo que dice... ¿Verdad?

Al ir observando con cuidado el panorama, el paisaje y las montañas en mi vista llega algo perturbador, y eso eran ver los 3 cuerpos crucificados. Respiro hondo y desvío la mirada, volviendo esta hacia adentro del carruaje mientras Bilyana pregunta sobre los cuerpos. Por otra parte llevo mi vista hacia el otro soldado. -Las vistas son encantadoras cuanto menos... ¿No?- Pregunté de forma algo irónica, como para tratar de ignorar la escena que había visto recién y tal vez sacar algo de conversación para distraerme.

           - ¡Buenos días señoritas!    ¿Pero que ... ha pasado con mi carruaje?   !Pietro!, ¡Pilar!  ¡Vayan y preguntan al dueño de la posada si es necesario!    ¡Lo quiero listo para partir con lo demás!   !Lady Anna acompáñeme a preguntar al chofer del carruaje para saber si sabe algo al respecto! -     Dijo primero alegre la duquesa Borgia tras haber tenido una buena mañana para recuperarse del desvelo y la bebida tomadas el día anterior y haber sido bañada, vestida y peinada por su par de damas de compañía con atuendo negro y dorado, mas bello del que usaba Pilar ayer, digno de una duquesa de las familias Borgia y Sforza, pero sin excesos que contrariasen su luto ante la gente, solo tras haber reaccionado, dirigido a sus criados y propuesto a Anna acercarse al chofer mandado por el conde, se percató de lo bella y llamativa que se veía la joven polaca y le sonrió por un momento analizando las razones de su cambio de apariencia, pero sin entretenerse mas tiempo le preguntó al chofer:

          - ¿Caballero usted sabe la razón por la cual ha desaparecido el carruaje que he traído desde mis tierras para visitar al conde Giovanni? -      

Marco se queda un poco decepcionado que la chica ni siquiera responda, pero cuando la ve exasperando, sospecha que le debe pasar algo.

-Que estas mala? No te preocupes! hay un médico! - Marcos se gira hacia Albert con urgencia y la cara de preocupación- Señor médico, sálvela. Está mala!

Marco se queda mirando al hombre santo concentrado mientras hace sus oraciones, sus ojos parecen buscar ayuda en el hombre santo. Un hombre de buen corazón no dejaría que le pasase nada a una niña. O al menos, eso era lo que parecían decir sus ojos pidiendo ayuda.

-De momento solo he comenzado el boceto, poco más -declaré, observando que mi amigo estaba comenzando a dibujar a uno de los ajusticiados-. Necesitaré de la presencia del señor Amr-Bashîr para llevar a cabo el retrato...

De pronto, reparé en la presencia del cuarto pasajero del carruaje, que permanecía aún en silencio. Había pasado bastante desapercibido la noche anterior, hasta el punto de que no recordaba si había hablado con alguien.

-¿Quién sois, buen señor? -le pregunté, intrigado.

No tenía ningún inconveniente en acompañarla a hablar con el cochero, pero dado que el conde se había molestado en organizar todo esto y los invitados veníamos de todos los estratos sociales, lo lógico era pensar que querría tratar igual a todos ellos, lo que en caso de la señora duquesa suponía tener que limitar ligeramente sus lujos.

- Doña María, seguramente se lo hayan llevado al castillo - intervengo en lugar del cochero e incluso me acerco para susurrarle - Es evidente que don Giovanni desea tratar por igual a todos sus invitados. No comprendo sus motivos pero es lo que hay.

Le hago ver la realidad de toda esta situación, aunque tenía que admitir que hubiera sido buena idea informarle de aquel detalle y no actuar de un modo tan egoísta.

El carruaje esperaba y Allan se alegró al ver que Robert y Nathaniel serían compañeros de viaje. El cuarto actor en aquel reaprto se trataba de Anton, no había coincidido con él la noche anterior pero parecía alguien agradable.

Soy el doctor Allan Beicker, encantado.

Tras aquello el propio Anton llamama la atención del resto al ver los cruficidos por el camino, el pecho de Allan pareció encojerse al ver tan horrendo castigo. Esperemos que esos no sean los invitados a la última cena.

Como siempre despierto al alba. Me siento un tanto desubicado ya que lo primero que haría estando en mi hogar sería desayunar para luego dedicarme a las tareas de la hacienda y, durante un campaña, las ocupaciones propias en previsión de una marcha o que es enemigo no nos tome por sorpresa. Pero aquí no hay más que hacer que esperar a la salida de los carruajes, así que dejo preparadas mis cosas antes de bajar a desayunar con tranquilidad y explorar las cercanías.

Los carruajes llaman mi atención. Lujosos y con esa protección fuera de lugar en las ventanas cuando lo normal son unas simples cortinillas para proteger la intimidad de sus ocupantes. La explicación del cochero resulta más esclarecedora pero aún así exagerada. Es cierta la posibilidad de asaltantes en los caminos, aunque remota por estos parajes, pero de poco sirve esa protección sin una escolta adecuada y con dicha escolta suele ser innecesaria.

Subo al carruaje y es evidente mi incomodidad y desagrado por viajar en ese vehículo.

- Preferiría una buena montura - comento a Bilyana -. Es lo más cómodo para estos caminos.

Y un mejor control y movilidad en combate. Además, aquí dentro las espadas... pienso.

Albert sonrió ante la Urgencia del pequeño- tranquilo chico, seguramente tu amiga solo este cansada- después observo a la joven, no parecía que tuviera ningún tipo de mal, lo único aquella blanquez tan pura que poseía, algo muy fuera de lo común pero el medico no se atrevía aventurar que fuera una enfermedad, quizás pertenecía a algún pueblo de más allá de donde Albert conocía, que presentaba esas características, eran muchas dudas las que se presentaban pero Albert solo pudo decir dirigiéndose a ella- Pequeña si te encuentras mareada o algo solo avisa y pediremos que paren el carruaje- cuando lo dijo se percató que la chica podía no entender el   idioma, lo cual explicaría su silencio

-Los hombres de Giovanni se lo llevaron a su mansión, os pide disculpas por el atrevimiento, pero piensa que al no conocer la zona que os lleve sus hombres y en uno de sus carros es lo más seguro para vos -dice el posadero que escucha como María se queja de la desaparición de su carro

La noche del musulmán transcurrió sin mayores sobresaltos; después de orar antes de dormir, se levantó al alba, posiblemente primero que nadie más, para el ṣalāt faŷr, para el cual dispuso una alfombra especial en dirección a la meca. Tras tomar el desayuno decidió descansar un poco más para estar preparados para la tarde cuando los carros del señor Giovanni pasarían por ellos. Pidió una tina con agua caliente que aromatizó con esencias traídas de la India: azahar y mirra para perfumar.

De su talega tomó un conjunto de ropa hecha de una muy fina lana, teñida de color oscuro que utilizaba sólo en ocasiones sumamente especiales. Era su mejor ropa, que, combinado también con su mejor turbante, le daban un aire mucho más elegante al envejecido musulmán. Oró una vez más en dirección a la meca momentos antes de subirse al extraño carromato con sus acompañantes, a quienes reconoció inmediatamente de la noche anterior. – As-salamu aleikum, maestro Piero. – Le dijo al subir. – As-salamu aleikum. – Repitió para Enrico y para el silencioso Pietro.

El viaje no fue todo lo tortuoso que pudo haber sido, a pesar de lo escarpado del camino. Cuando el avezado cochero pasó por donde se veían los cuerpos crucificados, de su corazón salió un clamor al cielo. – Por Allah… – Dijo en voz baja. 'Amr-Bashîr era alguien acostumbrado a lidiar con salteadores de camino y su espada había enfrentado no pocas veces a uno que otro con la mala suerte de cruzar su camino, pero aun así el gesto le parecía excesivo. – ¿Será así en toda Europa? – Se preguntaba.

No tardó en sacar un papel, su pluma y anotar lo que había visto. – Es el trato que se les da a los enemigos del señor del lugar. – Afirmó. – No puedo pensar en otra cosa. También una señal para los que lo pretendan, para que sepan lo que les aguarda. – Miro a sus acompañantes. – No soy yo un hombre santo, pero la muerte que se le da a los delincuentes debería ser rápida. Esto es otra cosa. – Concluyó.

Entonces se dirigió a Piero, por lo de su retrato. – Veo que habéis comenzado pronto, maestro. Podéis contar con mi presencia todo lo que sea necesario. No conozco a vuestro amigo, aunque lo vi en la posada anoche. Mi nombre es 'Amr-Bashîr ‘ibn Al-As. Podéis llamarme Amr o Bashir, como prefieras. – Dijo, mirando a Enrico. – Tampoco os conozco a vos. – Dijo a Pietro. – Es un placer, en cualquier caso.

             - No solo ha sido muy atrevido de su parte tomar mi carruaje con caballos, sino que ahora no cabemos en su carro las damas presentes y mis criados, así que deberían ofrecerme otro carro para ellos! -    Responde contrariada la duquesa al conductor Segismundo y cuando se calma que excepto su maleta de viaje el resto del equipaje quedó en su carruaje, por lo que tras meditarlo un momento respira y se tranquiliza antes de decir:

            - Tal vez sea cierto Mary Katarzina, pero además de mi carruaje se ha llevado casi todo mi equipaje, así que de no recuperarlo pronto tendré que usar de nuevo mis ropas de Mario más adelante! -.  Dijo la duquesa sería y un poco molesta, pero se relajó un momento después y comenzó a reír 

      ¿A que te refieres Anton?   Yo no te he agregado en este tema

El comentario le arrancó una risilla.
Bien visto, una consideración sabia ha decir verdad, pero no creo que sea eso, escuche algo de bandidos al cochero. dijo Anton tranquilizando al doctor y desechando su teoría.
Soy de Milan creo que no tengo el placer de haber visto a ninguno de ustedes, vuestras excelentísimas mercedes por esa ciudad. Decidme: ¿De donde sois y por que extraños méritos creéis que os ha seleccionado nuestro buen amigo Lothar?
Dijo aquello y miro al 4º miembro que guardaba un silencio empecinado desde que subieran.

- Quien mucho abarca poco aprieta - Dijo Robert ante la cantidad de adjetivos que el señor Rossi había usado para calificarse. Entonces hizo un gesto con la mano en señal de disculpa - No me lo tenga en cuenta. - 

- Mi nombre es Robert Popescu, nací en Verona, pero soy más un trotamundos. Si le digo la verdad no tengo ni idea de porque he sido convocado por el señor Giovanni; y solo se me ocurre que soy totalmente prescindible de este mundo y que no hay nadie que vaya a preguntar por mi si desaparezco. - 

Sonrío y miró por la ventana. No era buen augurio, no señor.

- O quizá solo necesite a un investigador sin escrúpulos y sin dinero. En ambos casos creo que sería un buen candidato - 

El niño comienza a ponerse nervioso y de pronto esta chillando que la muchacha está enferma ..Por suerte el otro compañero de viaje se ha identificado como médico y desde luego esta mucho mejor preparado que yo para atenderla en caso de enfermedad.
Solo puedo rezar por la salud de su alma pequeño y espero que eso sea dentro de mucho , mucho tiempo respondo sin dejar de pasar los nudos .De las cuerpos se ocupa la medicina y nuestro buen doctor parece de lo mas competente a pesar de su aparente juventud . Miro al doctor y le pregunto ¿no habrá sido por el paisaje?