Partida Rol por web

El hacha del orco le pasó rozando la pierna, casi pudo notar el movimiento en la piel. Por un momento creyó que le había cercenado la extremidad pero solamente le había rasgado el pantalón. Debía acabar con aquel monstruo ahora que tenía la ventaja de su parte. Lanzó una de las puntas de la cadena hacia abajo buscando la garganta de aquel peligroso enemigo...

El hierro se hundió por debajo de la quijada del orco y un charco de sangre empezó a formarse bajo la testa del caído...

El ataque de Jalles fue mortal, y el orco que combatía desde el suelo estaba herido de muerte. A pesar de todo, se aferró a su hacha con ambas manos, dispuesto a hacer el último esfuerzo antes de morir desangrado y llevarse consigo a alguien más a la tumba.

Viendo que su anterior proyectil había dado en el blanco, Boris sintió que una extraña emoción le embargaba. Se sentía más vivo que nunca.
Sus compañeros seguían luchando con ahínco. Así pues, se desplazó para encarar mejor a la criatura que había herido y volvió a tensar su arco. La saeta salió con un silbido en pos de su víctima...

La flecha de Boris se clavó en el dorsal del orco, siendo esta la segunda flecha que conseguía impactar en él. No obstante al desangramiento de los flechazos, el orco permanecío aún de pie combatiendo.
 

El orco mordido por Haggar, cayó tras lanzar un fallido hachazo al osezno garra de runa. Éste, habiendo derrotado a su oponente, se acercó hasta el orco que había herido a su amigo Bronco. Presa del salvajismo animal, Haggar lanzó una nueva dentellada y un par de zarpazos, que en esta ocasión, fueron menos lesivos. Al mismo tiempo, el chamán del oso, alzó su hacha y la descargó con un golpe seco sobre el orco que estaba frente a él:

- ¡¡TE PARTIRÉ EN DOOOOOOOOSSSSSSS!!- bramó con furia mientras su ansia de sangre deseaba matar. Esa era su genética. La sangre de una raza brutal y guerrera.

El poderoso ataque de Bronco y de Haggar combinados decapitan por completo a otro de los asaltantes orcos, cuya cabeza cae rodando como si se tratara de una pelota y arrastrando consigo un reguero de sangre que impregna tanto al oso como al druida semiorco.

Paul contempló la ejecución de acciones por parte de sus compañeros. ¡Eran increíbles! Parecía que la situación estaba en su contra, pero en un ataque combinado entre todos, balancearon, claramente a su favor, el devenir del combate. Dos de los cuatro orcos estaban fuera de combate, y los otros dos, tenían claras opciones de seguir los pasos de sus compañeros.

Paul extrajo su arco largo y seleccionó una flecha de su carcaj. Apuntó al orco que tenía en perfecta línea de visión, pero terminó girando su arco levemente a la izquierda para evitar darle a Jalles. Quizá por ese hecho, la flecha salió demasiado escorada hacia esa dirección y al orco le fue fácil esquivarla, pasando inofensivamente entre el orco y la posición de Bronco. No cabía duda, de que no se parecía a ellos, ..., Paul carecía de entrenamiento guerrero ...

Con uno de los orcos decapitado y los otros tres heridos de muerte, el combate parecía llegar a su fin a favor de los jóvenes de Kassen. Haciendo alarde de la recia y feroz raza orca, dos de los últimos orcos a punto de ser derrotados que se encontraban enfrascados en una escaramuza personal contra Jalles trataron de asestar sus últimos golpes.

Uno de ellos trató de golpear con la hoja de su hacha hacia su cabeza, pero el hijo del herrero esquivó habilmente la ofensiva, momento en el que el orco que aún se encontraba derribado alzaba su hacha aprovechando el movimiento evasivo de Jalles y la hundió en el abdomen del guerrero haciendole caer completamente abatido en un charco de sangre. El último orco, desangrado por sus mortales heridas, cayó encima del guerrero moribundo sin nisiquiera poder retirar el hacha de su víctima, que quedó incrustrada en su abdomen.

El combate había finalizado... y en escasos minutos los moribundos orcos que quedaban, indefensos, morirían sin posibilidad de salvación. La escena era cuanto menos trágica, el que al principio era un claro de la Floresta Colmillo lleno de naturaleza y tranquilidad se había convertido en una auténtica carnicería y la visión de Jalles herido de muerte un horror sin precedentes en la vida de los tres jovenes.

Tras presenciar los últimos combates de aquella escaramuza de súbito pareciste despertar de un estado confuso. Empezando por ti mismo, notas como te sientes en perfecto estado de salud a pesar de verte magullado y cubierto de sangre. Cuando miras a los orcos y a Jalles tenido en el suelo inconsciente con la gran hacha clavada lo ves claro... todo esto no está pasando, estos orcos son fruto de alguna clase de embrujo ya que es todo una representación de una misma ilusión, aunque al parecer tu eres el único que ha conseguido superar la resistencia de esta y darte cuenta de que en realidad no os ha atacado nadie y todo lo que ocurre pasa en vuestras mentes.

Sientes como tu vida se desvanece tras el letal golpe recibido. El horror y la desesperación se apoderan de tí justo en los últimos instantes antes de perder la conciencia. Todo cuanto ves por última vez es la hacha orca ensangrentada y hendida en tu abdomen. Te duermes.... quien sabe si por última vez.

Paul actuó como un resorte, tan interiorizado tenía las enseñanzas de Erastil en cuanto a la comunidad se refería. Avanzó para estar en una posición más cercana para proceder a la llamada a Erastil:

 - MI SEÑOR, VUELCA EN NOSOTROS, TUS MIEMBROS DE ESTA COMUNIDAD, TU GRACIA QUE PERMITA RESTAÑAR LAS HERIDAS OCASIONADAS POR LOS HIJOS DEL MAL!

Sus palabras fueron acompañadas por una explosión divina que alcanzó a todos los allí presentes. Sin embargo, la sensación no fue para todos los allí presentes la misma ...

El combate había finalizado. Aunque Bronco presentaba algunas feas heridas, la peor parte parecía habérsela llevado Jalles. La visión de su herida era suficiente para cuestionarse si realmente valía la pena arriesgar tanto para llevar a cabo esta empresa.
Sumido en este profundo pesimismo, entrevió a Paul que se acercaba a ellos y pronunciaba unas vehementes palabras que sin duda iban dirigidas a su dios. De pronto, una súbita ráfaga pareció emanar del joven compañero. Él no estaba herido en absoluto, pero su fe y confianza sí que fueron restablecidas -al menos en parte-.
Se aproximó aún más a un tendido Jalles para comprobar cuál era su estado.
Todo apuntaba a que los peligros que sus mentores mencionaron no eran simples metáforas...

- ¡¡Embrujooooo!! Brrrrrrrr...- gruñió Bronco mientras se desencadenaba el estallido de energía sanadora. - No son reales... No son orcos reales... Sólo existen en nuestra imaginación... Brrrrrrr- añadió el chamán del oso mientras parecía no hacerle caso a las heridas de su cuerpo.

- Son el producto de magia poderosa... Quizás fatas del bosque con ganas de gastarnos una broma pesada- prosiguió el semiorco, mientras cruzaba el hacah tras su espalda y se disponía a proseguir el camino. En en pricipio creyó ser golpeado fuertemente por uno de esos orcos. Incluso notó como las fuerzas escapaban de su cuerpo al tiempo que la sangre manaba de su cuerpo, pero todo estaba desencadenado por la magia de algo o alguien poderoso...

Aquello empezaba fuerte.

Haggar enseñó sus poderosos colmillos, pero una vez que los orcos cayeron, se tranquilizó. Tras el combate fue hasta donde se hallaba Bronco y comenzó a restregarse como si de un diminuto minino se tratara. El chamán del oso, extrajo una pieza de fruta. Se trataba de un palosanto. A haggar le encantaba la fruta dulce, y aquella era una auténtica bendición.

Mientras degustaba la comida no estaba para nadie...