Partida Rol por web

Bronco emergió de entre la maleza con cara de malas pulgas. Algo había estado jugando con ellos, y eso... ¡¡Eso no estaba nada bien!! -Brrrrrr...- rugía entredientes el semiorco aferrando con fuerza su terrible hacha. - No sé que ha podido ser, pero algo se guarecía entre las ramas y las hojas... ¡¡Y LA PRÓXIMA VEZ NO TENDRÁ TANTA SUERTE!!- gritó intentando amilanar al causante de tal disparate.

El chamán del oso se acercó hasta Jalles. Una vez su mente había superado aquel trance, el semiorco le tendió su enorme manota al guerrero. Había luchado bien. Con inteligencia y fuerza. Sería un puntal importante en la dura misión que tenían por delante. -¡¡Levanta muchacho!! Tenemos que proseguir...

Haggar propinaba húmedos lametazos a la cara de Jalles. Había pasado miedo, y el miedo le abría el apetito. Mientras el guerrero de las cadenas todavía reposaba tendido en el suelo, el osezno se acercó a olisquear la mochila del muchacho. Con un poco de suerte tal vez llevara una magdalena, o un bollo de crema... ¡¡Quizás un tarro de miel!!

De repente, Jalles se incorporó. No había ni rastro de la herida, incluso la hierba a sus pies estaba limpia de sangre. Los cuerpos de sus enemigos también se habían esfumado. Era incomprensible.
Al parecer, Bronco había hecho huir al artífice de semejante engaño.
- ¿Quién ha podido jugar con nosotros de un modo tan cruel?- Preguntó en un susurro.
Desde luego, el simple hecho de comprobar que su compañero estaba bien, contribuía a serenar sus castigados nervios.
Sin embargo, en su interior había germinado una diminuta semilla de odio y rencor hacia aquél o aquello que les había inducido tan terrible ensoñación.

- Sea quien sea el culpable, debe pagar por esto. Según Bronco, alguien estaba escondido entre la espesura y ha escapado. Es posible que vuelva a intentarlo. Como bien has dicho, debemos continuar y prestar mucha atención a nuestro alrededor.

Tras el encuentro con los orcos ilusorios y la vuelta a la normalidad en el lugar, el grupo reprendió de nuevo el viaje adentrandose más en la Floresta Colmillo siguiendo las indicaciones del mapa, creyendo que lo habían conseguido combinar de la forma correcta. Tras algunas horas más de viaje durante la tarde la luz del sol comenzó a reducirse y la noche cayó sobre el bosque. Cuando se dieron cuenta, los cuatro jovenes se encontraban prácticamente a oscuras, envueltos en un frío casi espectral en un entorno realmente solitario donde el viejo camino de tierra que estaban siguiendo ya se había perdido por completo y sólo quedaban a merced de su sentido de la orientación y la interpretación del mapa. Añadido a este hecho, un frío invernal helaba los huesos de los cuatro aventureros, e incluso en el oso Haggar, haciendo temblar a más de uno.

El sonido de algunos animales del bosque que rasgaban el silencio nocturno sólo aumentaba el ambiente escalofriante de aquel entorno natural que tan bello y plácido parecía de día. Estaban solos, y ante cualquier problema ya nadie de Kassen podría acudir en su ayuda... tenian que sobrevivir o morir.

Con la llegada de la noche, la oscuridad y los ruidos del bosque se adueñaron de la Floresta del Colmillo. La marcha durante el día había sido dura, y después de la desafortunada experiencia con las ilusiones, los cuerpos se encontraban bastante fatigados. El frío y la humedad comenzaban a arreciar, con lo que Bronco, sabedor de que tales condiciones eran poco adecuadas para proseguir el camino, decidió detenerse alentando a sus compañeros a preparar el campamento.

- Quizás deberíamos encender un fuego, montar el campamento y cenar algo. En pocas horas, hará mucho más frío y el aire que respiremos parecerá como si nos cortara los mismísimos pulmones.- comentó mientras se quitaba el bacinete metálico que cubría su cabeza y dejaba entrever una frondosa y larga cabellera. - Es hora de descansar. mañana ya proseguiremos la ruta.

Mientras decía esto, Haggar olisqueaba el ambiente en busca de alguna fragancia que revelara algún peligro oculto.

- Eso sí... Tendremos que hacer guardias...

Recuperado el ánimo tras la dura experiencia con los orcos, o mejor dicho con la ilusión de un combate contra orcos, continuaron el camino a través de la Floresta del Colmillo. Cuando la noche cayó sobre ellos se empezaron a preparar para pasar la noche. Sacó de su mochila la tienda de campaña y comenzó a montarla. Nada mejor para combatir aquel frío que un poco de movimiento...

Estoy de acuerdo, Bronco. Toca descansar y ya que somos cuatro las guardias serán de un par de horas por barba... No tengo especial predilección por un turno u otro, así que vosotros diréis....

Sacó la manta que también llevaba en la mochila y se la echó por encima...

Aquí hace un frío de muerte....

Gracias a la habilidad de supervivencia en el medio natural del druida semiorco, lográis encontrar un buen lugar donde pertonctar al abrigo de una pequeña ladera montañosa y cuatro grandes árboles que cubren la zona donde montáis el campamento, poblada de hierba, que facilitaran que os podáis sentar y tumbar con un mínimo de comodidad. A pesar de todo, el frío os sigue helando los huesos, excepto para el semiorco, que tal vez debido a su raza o a su condición de druida logra soportar mejor el frío.

Por otro lado, el hambre empieza a hacer mella en vuestros cuerpos...

Mientras caminaban, la llegada de la noche les sorprendió. El frío acompañaba a la luna en su ascenso por el firmamento. Tanto es así, que mientras Bronco hacía sus averiguaciones para hallar el lugar idóneo para pernoctar, Boris extrajo su manta del petate y se cubrió los hombros con ella. Sus manos estaban entumecidas y a duras penas lograba reactivar la circulación en sus helados dedos.
Durante todo el día habían marchado taciturnos por la experiencia vivida. Sin embargo, parecía que los ánimos empezaban a normalizarse.

- Vaya, Bronco. Es un lugar magnífico - Dijo, cuando el gigantón dio el visto bueno a un buen sitio para montar el campamento.
Extrajo los enseres para comenzar a montar su tienda y sus manos repararon en algo que ya había olvidado.
Con lo mal que lo habían pasado, le pareció que el momento era perfecto: - Mirad lo que tengo, chicos- Dijo, al tiempo que extraía una pequeña botella de aguardiente de su macuto. - Peguemos un trago, nos vendrá bien.

- Si no os parece mal, ya haré yo la primera guardia

Paul intentó aparentar normalidad ante el buen ritmo de viaje que llevaba el resto. Estaba claro que él era el más débil de todos y el que menos acostumbrado estaba a realizar grandes viajes, con lo que se tendría que apoyar varias veces en ellos para no perecer en el intento.

Parecía que la primera vez que necesitaría su ayuda iba a ocurrir en breve. Bronco había encontrado un sitio perfecto para montar el campamento, y ahora tenían que montar la tienda cada uno para dormir, ..., ¡nunca había montado una!, ..., con lo que con suma vergüenza se dirigió hacia sus compañeros:
- Creo que voy a necesitar de vuestra ayuda. Mi tiempo ha sido invertido en las oraciones y enseñanzas del Viejo Tuerto, y no tengo noción de menesteres más básicos. - Dijo mientras comenzaba a liarse con los pocos palos y la tela de la tienda.

Bronco ayudó a Paul a levantar la tienda de campaña, además de preparar la suya propia. Para el semiorco, dormir  al raso no era sólo una cosa que hubiera hecho varias veces en la vida, si no que más bien era una necesidad primaria que de vez en cuando debía satisfacer. Para el chamán del oso, no había nada mejor que dormir sintiendo la humedad de la noche en su piel, y los miles de ruidillos que podían emitir los animales del bosque. Sólo así se sentía vivo. 

Una vez finalizada la tarea, se acercó hasta Boris, el muchacho ofrecía parte de su botella de licor y Bronco no lo dudó. Cogió la botella con su mano enorme y le dio un sonoro trago, mientras su tremenda nuez subía y bajaba al compás de los movimientos deglutorios. 

- ¡¡Gracias muchacho!!- exclamó el semiorco mientras extraía una ración de viaje - Tal vez lo más conveniente sería cazar por la mañana. De noche no es recomendable, a no ser que veáis en la oscuridad con finura- añadió el chamán al tiempo que las pupilas de sus ojos se dilataban hasta casi ocupar toda la córnea. - Si queréis, Haggar y yo haremos la segunda guardia. Son las horas de mayor oscuridad y mis ojos pueden ayudarnos. - afirmó el semiorco - ¿Todo el mundo lleva manta?- preguntó mientras su mirada oteaba el cielo

Haggar no era un oso muy activo y con ganas de ayudar... 

Todavía era joven y prefería mordisquear los calzones de Paul. El sacerdote de Erastil le había dado una magdalena, y gracias a ello, se había ganado el derecho de ser "braseado" por el osezno de forma repetida. Además, cuando éste se despistaba se acercaba con sigilo a la mochila del sacerdote del Viejo Tirador para comprobar si había algo dulce que ingerir, aunque sus intentos no solían ser fructíferos pues el sigilo no era lo suyo...

- ¡¡Haggar para!!- Exclamó el vozarrón de Bronco. Ante esto, el oso decidió acercarse hasta la hoguera y echarse a dormir.

Le habían chafado la guitarra...

Paul puso atención en la ayuda de Bronco, tenía que aprender cómo se hacían dichas actividades, ..., que parecía que se iban a hacer rutina. Una vez acabado, le dio las gracias a Bronco y se dispuso a acercarse al fuego para comer algo, ya que su estómago lo estaba reclamando con fuerza. Rechazó amablemente el ofrecimiento de compartir la bebida espirituosa de Boris, e intentó entablar conversación con sus compañeros:
- Pues si no os sabe mal, haré la última guardia. Estoy acostumbrado a levantarme temprano para proceder a las primeras tareas y rezos del día. - Y mientras decía esto, abrió su mochila para sacar comida, y de forma disimulada, tiró una madalena cerca de la posición del osezno que antes había estado jugando con él.

- Bueno, aunque nos han jugado una mala pasada con las anteriores ilusiones, nos ha servido para conocernos mejor, ¿no creéis?, ..., ha sido como nuestra "primera prueba" de compenetración en un combate. - Con el comentario intentaba levantar el ánimo a sus compañeros, que parecían estar molestos y, en cierto modo, "enfadados consigo mismos" por la situación de impotencia al haberse enfrentado con un oponente que no podían vencer con los métodos tradicionales.

Gracias a la sintonía con la naturaleza de los extraños dones que había recibido Bronco, este percibió algo en el clima... no tenía ninguna duda, en pocas horas llovería sobre la Floresta Colmillo.

Cuando hubo preparado su tienducha se acercó también a ayudar a Paul... Al parecer el pobre no había salido mucho de acampada y no sabía muy bien como desenvolverse en aquellas situaciones. Jalles tampoco era un experto, como Bronco, pero tenía algo más de traza...

No, gracias Boris.... Me acostaré temprano para estar descansado para mi guardia y no quiero tener la cabeza embotada.... No tolero bien el alcohol...

Además de querer estar fresco para la guardia también estaba cansado por lo sucedido durante la tarde.... Estar a las puertas de la muerte era agotador...

Bronco acabó de observar el cielo. Se había levantado una ligera brisa de aire frío, que soplaba a lo largo de toda la ladera. El semiorco se arrebujó en su capa de piel de oso y miró a sus compañeros.

- Os aconsejo que esta noche os abriguéis bien. El licor de Boris puede ayudaros a soportar mejor el frío. Mañana lloverá.- afirmó mientras uno de sus gordotes dedos señalaba el cielo. La bóveda celeste mostraba un aspecto de gran belleza, pero una tela blanquecina transparente parecía iluminar la negrura entre las estrellas. Esa era la señal que necesitaba Bronco para afirmar que en pocas horas habrían precipitaciones. - Pero bueno. Por suerte sólo lloverá mañana...- dijo con cierta sonrisilla en la cara. Estaba acostumbrado a leer en el cielo.

Cuando Bronco hubo acabado de beber y viendo que nadie más quería, pegó un trago y guardó la botella en el petate lista para otra ocasión.
Según el grandullón, esa noche haría frío y era más que probable que al día siguiente lloviese, por lo tanto Boris se arrebujó con su manta y se acercó al fuego.

- Bueno chicos, ya va siendo tarde y ha sido un día duro. Será mejor que descansemos. La primera guardia me corresponde a mí, de modo que podéis dormir, si queréis.

Dicho esto, se descolgó el arco y clavó un par de flechas en el suelo. Envuelto como estaba en la manta, le resultaría prácticamente imposible coger una saeta de la aljaba en caso de necesidad. Aunque con el ajetreo del día, y si había justícia entre los dioses, esa noche debía ser tranquila...

- Que vuestro sueño sea reparador.