Partida Rol por web

EL EMPIREO, EL INMATERIUM, EL ESPACIO DISFORME, LA DISFORMIDAD:

PREDIO DE LEOCADIO:

- Os encontráis en el interior de una amplia bodega de carga muy pobremente iluminada. Está presurizada y tiene soporte vital, si bien la calefacción está baja y la temperatura oscila entorno a unos incómodos 10 a 12 grados.

- En la bodega, que se emplea también para transportar a los cuarenta y seis pasajeros que viajáis a bordo, hay enormes contenedores anclados que van del suelo al techo. Deben contener carga, aunque algunos están tan herrumbrosos y cubiertos de polvo que no parece que se hayan movido en años.

- No tenéis contacto alguno con el capitán ni con ningún miembro de la tripulación, sólo con unos servidores lobotomizados de aspecto obsoleto con más partes mecánicas que biológicas. Dan órdenes secas y simples, indicando a dónde se puede ir y a donde no, dónde están los retretes y dónde el expendedor de agua potable que parece ser casi la única comodidad de a bordo.

- Entre el pasaje, además de los mercenarios y vosotros, hay algunos peregrinos y unas pocas familias de colonos. Todos parecen asustados y se os hace evidente que la mayoría están en el interior de una nave espacial por primera vez en sus vidas.

- Tras algunas horas, y finalizado por completo el desacople, se nota una fuerte inercia y una vibración intensa y continua, señal del encendido de los poderosos propulsores de plasma que os alejarán del planeta Escintilla lo suficiente como para que la nave pueda saltar al Inmaterium, el Espacio Disforme.

Pasé por la bodega al igual que mis compañeros y de allí retiré la indumentaria que me camuflaría como un miembro de Coblast, lo que sería nuestra tapadera oficial y las cosas de supervivencia que nos ofrecen. También tomé nutrigachas y porciones de sopa para poder comer, pues nunca está de más esa clase de seguridades cuando se va a estar una gran cantidad de días dentro de una nave que cruza la oscuridad del vacío. Me pongo aquella ropa, sacándome la de buena calidad que tengo puesta y que dejo en el casillero, al igual que todo lo que me distinga como miembro de la Inquisición (Identificación original). Llevo todo el resto de mi equipo encima, incluyendo mis armas y la sintepiel debajo de la ropa de mercenario.

Luego nos fuimos del Bastión Serpentis y cruzamos por sobre la órbita de Escintilla. Subimos a bordo de la "Predio de Leocadio" y nos alojamos dentro de las bodegas de carga de la inmensa nave. No es en absoluto cómodo y tenemos que compartir espacio con mercenarios de aspecto sumamente desagradable que nos miran como si fuésemos el menú de la nave. No pierdo mi tiempo en confrontarme con tamaña escoria, por lo que simplemente les ignoro cuando recibo estímulos de aquella índole.

Escucho al Von Braun y aunque parece más motivado por una paranoia constante y una necesidad maniatico-compulsiva de organizar todo, le encuentro razón en el hecho de que mantenernos despiertos sea de gran importancia en la seguridad del grupo dada la presente situación. Miro a Intius y espero alguna respuesta de su parte mientras reviso distraídamente los cargadores de mis armas y el filo de mi espada.

ARMAMENTO Y EQUIPO EVIDENTE:

1) Neonato Hex: Uniforme informal Alianza Coblast, chaleco acolchado, casco antifag, pistola láser, pistola automática, hacha, bastón.

2) Cadete Varnias: Uniforme informal del Coblast, chaleco antifrag, botas del Arbites, garrote, escopeta sencilla de dos cañones.

3) Proscrito Veridio: Uniforme informal del Coblast, abrigo antifrag, botas viejas, rifle automático, pistola automática, machete.

4) Nihilius: Uniforme informal del Coblast, gafas de espejo, maletín negro alargado, espada.

5) Guardia Ostrogov: Uniforme informal del Coblast, armadura antifrag de los Primeros Nacidos de Vostroya, Rifle láser, Rifle láser largo, pistola láser, sable, cuchillo de supervivencia, escopeta de corredera. - Va sobrecargado de armas, de forma que en combate no puede manejarse con efectividad.

6) Cuestor von Braun: Uniforme informal del Coblast, Autopluma (arnés con teclado mecanográfico y brazo robótico para escribir con pluma en pergamino), chaleco antifrag, revólver.

- Aunque los mercenarios os miran con hostilidad al principio, enseguida pasan a ignoraros. Los uniformes del Coblast y el hecho de que estéis siempre juntos os convierten en el grupo mercenario más cohesionado de todos los presentes (el resto se organizan en cuadrillas de a lo sumo cuatro o cinco individuos). Además, vuestro armamento parece más nuevo y de mejor calidad que el que llevan los demás.

- Conforme pasan los días, se hace evidente que los mercenarios zarrapastrosos han traído poca comida y comienzan a quitársela a los colonos y peregrinos desarmados, que pasan hambre durante a mitad del viaje.

- Los servidores lobotomizados de la nave no parece que hagan prácticamente nada por mantener la paz y el orden entre el pasaje.

- El ambiente frío y oscuro de la bodega invita poco a la actividad o al optimismo.

Tras ser llevados cómodamente hasta la estación espacial, su próximo transporte, un carguero medio destartalado, no parecía ser la más cómoda de las opciones. Pero Intius sabía que aquello era parte del juego, del disfraz que debían mantener en todo momento en aquella misión. Cuando vio a los otros mercenarios que compartían viaje con ellos se dio cuenta enseguida que el solo uniforme de mercenarios no les haría pasar desapercibidos. Incluso tras quince años de cárcel su propio aspecto, quizá el peor de todos sus compañeros, distaba mucho del resto de mercenarios, que enseguida empezaron a cruzar miradas envidiosas a sus pulcros uniformes y a sus armas. Conocía que significaba aquello, siempre significaba problemas. En prisión tener algo "distinto o codiciable" siempre significaba que alguien intentaría arrebatártelo tarde o temprano, en ese caso uno debía actuar con contundencia. Si alguien se metía contigo había que darle una buena lección para que a nadie más se le ocurriera la misma idea. Se preguntó si alguno de aquellos mercenarios intentaría algo así.

Será mejor que estemos atentos y mantengamos nuestras cosas vigiladas. Así como intentar ser discretos en lo que hacemos o decimos.

Cuando se reunió en el lugar que habían escogido para pasar el resto del viaje contestó al plan que planteaba Von Braun.

-A mi me parece bien. Dijo mirando al resto para comprobar si estaban de acuerdo. No se me ha pasado por alto como nos observan el resto de mercenarios y es que parece que nuestros uniformes no son suficientes para pasar desapercibidos. Tendremos que estar alerta, procurad mantener vuestras armas discretamente guardadas también.

Con el paso de los días su grupo pareció ir perdiendo interés a los ojos del resto del pasaje, demasiado numeroso, demasiado bien armado y demasiado organizado para intentar algo contra ellos.
A Intius esto le tranquilizó, aunque a medida que pasaban los días comenzaba a preocuparle la actitud del resto de mercenarios con los pocos colonos que viajaban con ellos aprovechándose de ellos para robarles la comida. La situación se hizo insostenible en su interior y pensó que el Emperador no podía querer algo así para su pueblo. Decidió darle una lección al siguiente imbécil que intentara robar comida a alguien desprotegido.

-Al siguiente que intente aprovecharse de los colonos lo muelo a porrazos. Susurró entre dientes a sus compañeros.

No sabía que era lo que pensaban ellos sobre la situación y desde luego tampoco les pediría que lo secundaran, pero le pareció correcto avisarles de lo que sucedería para que estuvieran preparados pasara lo que pasara.

Parecía que el periodo de mando de Intius comenzaba oficialmente. Y no comenzaba bien.

"No la ha pedido en voz alta, pero, ¿éso ha sido una mirada buscando aprovación? Maldita sea, así no se dirige nada..."

-Entonces las órdenes son hacer turnos de guardia. De acuerdo-el vostroyano simplemente, tomando aquello como lo que debía ser: una orden directa. Los siguientes días transcurrieron con la normalidad que imperaba dentro de aquel carguero, una normalidad cruel y retorcida, donde los fuertes parasitaban a los débiles. Aunque realmente, aquello ocurría con la misma normalidad en muchos otros lugares dentro del Imperio. No era bonito, pero bastantes problemas había ya. Un día, escuchó a Intius mascullar aquello entre dientes, y esbozó una leve sonrisa.

"Parece que el arbitrador sigue ahí dentro... Espero que ese espíritu no nos meta en problemas..."

La propuesta del Cuestor había sido aceptada, lo que no demostraba sino sensatez por parte del líder. Pero al parecer aquello no fue más que una falsa impresión que se esfumó tan pronto el Arbitrador dejó patente que se dejaba guiar más por las entrañas que por el cumplimiento de su misión.

- Por muy loables que sean sus intenciones, señor Varnias, no considero apropiado que actúe de esa manera- comentó con frialdad.- En el momento en el que nos fue asignada nuestra misión se hizo especial hincapié en la importancia que tendría la discreción. Discreción que no solo considero aplicable a nuestras verdaderas identidades sino también a nuestra manera de obrar. Una pelea relativamente sería, que seguramente sería en lo que devendría el “porrazo” del que habla, puede poner en peligro la integridad de la carga que transporta la nave y de la que dependen los beneficios del patrón de la misma. No le quepa la menor duda de que eso pondrá fin a la indiferencia con la que han actuado hasta ahora los servidores ante los abusos de poder de la morralla mercenaria. Se verá obligado a dar explicaciones por haber sido usted el que ha iniciado la pelea y no podrá valerse de la autoridad de la institución que nos envía.- Pero que no le pareciese correcta la propuesta del Arbitrador no significaba que no hubiese soluciones. Eso sí, antes de proponer la suya, dedicó una mirada abarcadora a la bodega en la que se encontraban y a los que la poblaban.- Si desea ayudar a los colonos le aconsejo que cada día invite a comer con nosotros a uno o dos grupos de entre los que aun conservan su comida. Si los mercenarios son lo suficientemente inteligentes, algo sobre lo que albergo dudas, comprenderán que están bajo nuestra protección. Y si no…- El cuestor alzó la barbilla e hizo un gesto desdeñoso con su mano.- En el momento de dirimir quién ha sido el que ha iniciado la pelea dispondremos de un nutrido grupo de personas dispuesto a testificar a nuestro favor.

Itsua miró al Munitorum. Era evidente que estaba acostumbrado a mandar y a hablar, incluso cuando lo mejor que podía hacer era callar.

-Somos mercenarios -dijo con voz ronca-. ¿Alguien lo ha olvidado? El resto sobra. Intius, entiendo aunque no comparto tu preocupación por los colonos. Pero si deseas ayudarles o protegerles o lo que sea que quieras hacer, hazlo como solo lo haría un mercenario. Véndeles tu ayuda. A fin de cuentas, cobramos por este tipo de servicios, ¿no? -sus palabras chorreaban sarcasmo-. Ofrece a los colonos nuestra protección y haz saber al resto de la chusma el nuevo estatus. Es el lenguaje que todos hablan. Si no vas a obrar así, mi consejo es que te olvides de ellos y de sus problemas. Y desde luego, montar un comedor social no es el camino. Aunque claro, esta no es más que la opinión de un mercenario.

- Inicialmente, los propulsores de plasma impulsaron al "Predio de Leocadio" hacia la parte exterior del sistema Escintilla. Fue un trayecto de casi un día mientras el carguero de línea se alejaba de las defensas de la Flota en la capital del Sector, y de las rutas de salto habituales de los supertransportes.

- En un momento dado, todo pareció desdoblarse y una sensación vertiginosa se apoderó de todos vosotros, provocandóos náuseas.

- Algunos de vosotros, sobretodo los originarios de otros sectores, habéis experimentado el efecto de la traslación al Inmaterium infinidad de veces. Alguno puede que ya esté acostumbrado, otros no se acostumbran nunca.

- Cuando una nave espacial surca el espacio disforme es habitual que ocurran cosas raras. Especialmente si se trata de una nave relativamente pequeña y destartalada como esta, que además es un carguero de línea civil, mucho menos protegido que una nave de la Flota de Combate Calixis. Son pequeñas cosas como sombras extrañas, susurros casi inaudibles, o la sensación de que unas garras arañan la parte exterior del casco de la nave... Claro que eso es imposible, pues el Campo Geller envuelve la nave, aislándola por completo y protegiéndola de los seres inhumanos que se supone habitan en el Empireo.

- Varios mercenarios se están peleando a puñetazos, uno saca una navaja y amenaza al otro con ella mientras el resto los jalea, y los peregrinos y colonos procuran mantenerse a distancia.

Al parecer uno le ha robado comida a otro, o algo así.

- Desde hace tres días se pelean con insoportable frecuencia, aunque nunca se han producido muertes ni heridos graves. Nadie ha sido tampoco tan insensato como para disparar un arma de fuego. Todos saben que eso sí movería a los servidores mecánicos de la nave a intervenir, lo cual no sería bonito: tienen brazos-tenaza con los que parece probable que puedan aplastar a un hombre.

- Varnias ya ha perdido la paciencia ante los frecuentes abusos a los que son sometidos los civiles por parte de los sucios y desagradables mercenarios. Está decidido a intervenir la próxima vez que vea a uno amenzando a los colonos por comida. Los peregrinos están muy delgados y presentan un aspecto demacrado, son los que de entrada tenían menos recursos y hace días que no comen.

- Los viajes por la Disformidad no tienen una duración predefinida. Las naves de mayor tamaño son más seguras y pueden llevar muchísima más carga, pero tienen tendencia a ser bastante lentas, tardando meses en llegar de un planeta a otro.

Una nave de tamaño medio como el Predio puede tardar semanas en hacer un recorrido equivalente. La duración estimada de este viaje es de diez días, lo cual es sorprendentemente rápido para una nave en tan mal estado de mantenimiento.

La ruta Escintilla - Acreage es una ruta bastante secundaria pues no está de paso a destinos más importantes, como Fenksworld, Canopus, Tsade, o cualquiera de los mundos de a Demarcación de Josian cercanos a Adrantis.

La vida en una bodega de carga es parecida a la que tuve en ciertos momentos, aunque prefiero acordarme de mis tiempos trabajando para el Mechanicus. Ahí había buena ropa y comida, buenos lujos para alguien que puede morir en cualquier momento.

Ahora los mercenarios han perdido interés por nosotros y tenemos más calma que antes. Ahora se concentran en obtener la comida de los indefensos, lo que no le hace nada de gracia a nuestro líder. El Arbitrador muestra ganas de intervenir comenzando un combate contra los abusadores, lo que es corregido por una idea ridícula por parte de nuestro Cuestor. Finalmente Itsua dice lo único con sentido, poniéndose en el lugar que tenemos y que debemos representar. Mantengo silencio mientras pienso en ello:

"Obviamente no debemos intervenir. Somos mercenarios mejores que los que aquí hay, por lo que no debemos rebajarnos a sus niveles pero no nos importa en lo más mínimo lo que ocurra con los colonos. A nosotros nos pagan por hacer las peores cosas, por lo que el sufrimiento y la injusticia son nuestro alimento. No debemos interferir de ninguna manera o nos delataremos."

Un poco después siento algo sumamente desagradable. Una presión interna que causa nauseas, que intenta retorcerme por dentro y que me da la impresión de caer en un vacío infinito. Ese es el efecto del viaje por el Inmaterium, cosa que ya había experimentado cuando salí de los Tornos, pero que aun no me acostumbra.

La vida en la sala de cargas se vuelve pesada a medida de que los mercenarios se pelean repetidas veces. No sé si será efecto del hambre, el hacinamiento, su estupidez o de la misma Disformidad, que a veces parece afectarnos a todos. A mí mismo me retumban voces y súsurros en la cabeza que me hablan en idiomas que no entiendo pero que me comunican furia y odio. Ignoro eso como estoy acostumbrado a ignorarlo todo y me concentro en mantener la cordura en un lugar en el que todos parecen perderla.

Escuchó las ideas de sus compañeros y se dio cuenta que no le faltaba razón a ninguno. Debía hacerse a la idea que ya no era arbitrador, ni siquiera un ciudadano normal que podía hacer y deshacer a su antojo. Tenían en sus manos una misión sagrada para la gloria del Emperador y eso era lo prioritario.

-Bien, si somos mercenarios actuaremos como tales. Estos viajeros pueden ser una gran oportunidad de trabajo. Aunque para hacer el engaño más creíble deberíamos hacerlo con cautela, que parezca que han sido ellos quienes nos han contratado y no nosotros quienes nos hemos ofrecido, eso no llamará la atención tanto.

Intius sintió la satisfacción de que gracias a la colaboración de todos hubieran encontrado una solución aceptable. A ningún otro mercenario le extrañaría la idea de que los colonos contrataran para protegerles al único grupo que se había mantenido civilizado y que no les había robado y extorsionado. Tan solo hacía falta hacerlo de la manera adecuada. Sin duda aquello no era un trabajo para Intius, siempre más directo y sin saber ocultar mucho sus intenciones.

-¿Alguno de vosotros podría hacerlo? No conozco vuestras capacidades, pero creo que sería bueno que habláramos sobre ello para poder compenetrarnos mejor. Yo no creo que sirviera, estoy acostumbrado a acometer más directamente las cosas y destaco sobre todo por mis capacidades físicas. Se moverme en ambientes de la alta sociedad y tengo algunos contactos debido a mi familia y también me desenvuelvo bien entre la calaña, pero la sutileza no es mi fuerte ciertamente.

- Sentís en ese momento una desagradable vibración, la sensación de desdoblamiento y de caída a un abismo insondable.

- Todas las luces se apagan un momento, siendo reemplazadas al momento siguiente por las luces rojas de emergencia.

- Notáis un alivio casi palpable cuando los motores de disformidad se apagan del todo. Durante estos últimos siete días era como una presión en los oídos y en la nuca, que estaba siempre presente y a la que uno se termina habituando, pero que cuando por fin desaparece es todo un descanso.

- El apagado del Campo Geller que envuelve la nave también se nota en que todos los contornos se vuelven algo más definidos, más reales, por así decirlo. Estáis de nuevo en la realidad física "normal".

- Los mercenarios dejan de pelearse de inmediato, olvidadas sus rencillas, y se agarran a las paredes.

Nuestro líder ha caído en la cuenta de nuestro papel y ha entendido finalmente que debemos ser de cierta forma y comportarnos en función de ello. Ha ideado un plan que no me termina de convencer pero que es mucho mejor que todo lo anteriormente propuesto:

"Aun así no me gusta, pues dudo que estos tipejos tengan como pagarle a un grupo de la Alianza Coblast. Tampoco creo que mercenarios de esa índole trabajen para cualquiera, pero es mucho más creíble que ir haciendo caridad."

Luego Intius pregunta por las habilidades del resto. Él mismo confiesa sus propias capacidades, entre las que destaca el combate frontal y una capacidad para infiltrarse en el mundo de los favorecidos. Sea como sea, no son habilidades que yo posea. Sin dejar de afilar mi espada le contesto desde detrás de mis gafas de espejo:

 - "Yo solo sé matar y sobrevivir. En cualquier orden."

Sigo afilando mi arma para tenerla lo más preparada posible para cualquier clase de enfrentamiento en el que nos veamos involucrados dentro de esta nave, donde disparar un arma de fuego sería sin duda alguna un movimiento como poco... irresponsable.

Dada su tapadera la idea propuesta por Arlan Hex, alias Itsua, era por mucho más adecuada y así lo dejó ver el Cuestor cabeceando afirmativamente a medida que hablaba. Además también estaba de acuerdo con aquel extraño hombre en el que el modo más apropiado de actuar si no querían poner en peligro la mascarada era ignorar los problemas de los colonos. Al fin y al cabo tan solo estaban pasando hambre, ni siquiera sed, y pasar hambre no era tan malo.

Xerxes había pasado hambre y sed. Y mucha. A pesar de ello seguía vivo y perfectamente sano. Él tenía bien claro que lo peligroso no era no disponer de comida o agua. No, lo que verdaderamente merecía ser temido eran a las ratas, sus chilliditos, sus ponzoñosos colmillos y sus ojos rojos.

- ¡Qué ha sido ese ruido!

El Cuestor alzó el rostro hacia el techo al tiempo que se apagaban todas las luces. No podía ser una casualidad que hubiese pensado en ratas y a continuación hubiese ocurrido aquello. No, estaban allí y con las rojizas luces de emergencia sus brillantes ojillos rojos pasarían desapercibidos. Se escondían en las sombras y aguardaban. Sí, aguardaban listas para devorarlo mientras seguía vivo, tan pronto no pudiese moverse más por culpa del helador frío.

Con palpable nerviosismo y unos ojos que parecían querer escapar de sus cuencas, el Cuestor llevó su mano derecha al lugar en el que guardaba su revólver mientras con la otra tanteaba sus bolsillos. Y cuando encontró aquello que buscaba, ¡cuán dulce fue el agrio sabor de lo que saboreó por dos veces! Un sabor que después de un rato lo calmó lo suficientemente como para poder responder a la pregunta que había formulado el Arbitrador.

- Seguramente él- dijo señalando al hombre que más se preocupaba por su peinado.- Tiene aspecto de embaucador- añadió con neutralidad, como quien expone un hecho tan obvio como que la nieve es blanca o que las ratas son asesinas crueles y despiadadas.

UNAS HORAS DESPUES:

- El suelo, mamparos y el elevado techo tiemblan y se estremecen ante una nueva vibración que se apodera de toda la nave.

- Sin duda se trata del encendido de los poderosos propulsores de plasma que impulsan la nave por el espacio real del Sistema Acreage, rumbo al planeta del mismo nombre.

- Es probable que en menos de un día la nave llegue al punto de anclaje orbital y seais desembarcados al espaciopuerto local mediante una lanzadera o transporte similar.

Itsua siguió la conversación con desapasionamiento. Surcar el Inmaterium nunca era agradable. No para él. Los susurros, las promesas, el caos, la tentación... Toda su voluntad estaba centrada. El resto era aire modulado de escaso contenido. La súbita oscuridad, la sensación de caída, ojos rojos brillando en el oscuridad. Un suspiro de alivio. El deseo de hablar.

-Tercio no tiene aspecto de embaucador. Lo es. Y eso no es un demérito. Podría venderte tu propio abrigo sin necesidad de quitártelo antes -dijo con absoluta naturalidad y un deje de aprecio final-. Pero sigo sin entender vuestros miramientos. Mercenarios. Oferta y demanda. Hay un mercado que ni siquiera se plantea el pedir protección porque, ¿qué puede ofrecernos? Pero es un mercado a fin de cuentas y nosotros tenemos un producto que venderles aunque a nuestro jefe le dé igual el precio de la transacción pues está dispuesto a hacerlo gratuitamente. Cosa que es una mala idea, pues un mercenario no trabaja gratis. ¿Por qué entonces esto parece una misión diplomática donde nuestras intenciones no deben quedar más que evidentes y debemos funcionar de acuerdo con no sé qué enrevesada estrategia que oculte nuestra iniciativa? ¿Es acaso un delito ofrecer nuestros servicios? No. De modo que ahorrémonos complicaciones, por favor. Ellos están desesperados. Aceptarán gustosamente que protejamos lo poco que les queda. Y para ello, no hace falta embaucarles. Basta con decirles la verdad. Hasta ahora ha sido su comida. En breve será lo que lleven encima para iniciar sus vidas de colonos. Y si os molesta mancharos la boca con estas cuestiones, no me cuesta nada acercarme a ellos y hablarles claro.

- Los mercenarios notan que ya está finalizando el viaje y parecen ansiosos y entusiasmados.

- Dejan de presionar a los colonos para que les dén comida (tampoco es que les quede mucha) e ignoran a los peregrinos como han venido haciendo hasta ahora.

- De nuevo vuelven a mirar con recelo y envidia a los mercenarios del Coblast. Suponen que ellos conseguirán mejores pagas y contratos una vez en tierra.