Partida Rol por web

El joven cuchicheaba con Martin cuando el impacto de otra bomba hizo que el jefe de máquinas saliera a la carrera del camarote. El Capitán considero que la reunión debía esperar hasta poner el submarino a salvo, con lo que salimos al puente y dimos las ordenes pertinentes. Max permaneció expectante ante la respuesta del submarino a ese movimiento de zigzag, sabiendo como sabia que las hélices estaban dañadas.

De vuelta en el camarote del Capitán, finalmente su propósito les fue revelado y se les contó el resto de aquella misión, que alguien creía que marcaría la diferencia en la guerra. Max tenia los ojos como platos. Así que en un objeto no identificado a 200 o 300 pies en el pacífico, estaba la respuesta nazi para frenar el avance aliado... Madre mía... Pensó. Su cara de incredulidad paso pronto a la risa nerviosa.

-Hahahaa. Fácil, fácil. Dijo con sarcasmo.

No le cabía duda que esos dos fanáticos del régimen harían lo que fuera para explorar y expoliar ese aparato hundido, aunque fuera imposible e irresponsable para su submarino.

Con el submarino ya a salvo, de momento, oyó las instrucciones de la misión.... una.... una locura, le parecía.

-Esas coordenadas... están en el Pacífico... Tendríamos, primero, que conseguir llegar, y eso implica combustible... y bastante; por lo menos... hacer dos o tres encuentros en alta mar para repostar. Se que hace unos años había mercantes de paises neutrales que nos vendían lo que necesitábamos; se organizaba a través de los agentes en tierra; pero no se si esa red sigue activa, ni quien o como puede contactar con ella; en el Pacífico quizá los japoneses puedan darnos apoyo logístico..  Y esto es solo el primer problema....

Como siempre... problema-solución... ahora a darle vueltas al coco para encontrar como encontrar la forma de solucionar una situación lógica problemática...

-Y en cuanto a bajar a los restos del avión o lo que sea eso.... haría falta un equipo completo de buzo, y no es algo que suela llevarse encima. Quizá si alguien domina el idioma, en algún puerto del Pacífico de un país neutral se pudiese comprar; tenemos gente que ha trabajado reparando bajos de buques en puerto, así que una base teórica del trabajo en inmersión, hay.

Johanna se mantuvo imperturbable. Esperaba preguntas estúpidas y reticencias; así se había pasado la vida, respondiendo preguntas de ignorantes.

-Esa nave es de origen extraterrestre. Es evidente que proviene de fuera de nuestro planeta y es esencial recuperar la información que posee en su interior, porque de lo contrario, serán los aliados quiénes obtengan la ventaja. Y eso no podemos permitirlo.

Miró al capitán con fuego en los ojos, la dureza de la mirada de Johanna contrastaba con la inocencia de su rostro.

-No he venido hasta aquí para escuchar excusas, capitán. Me enseñaron a que cuando hay un problema, hay que encontrar una solución. No me gusta la actitud derrotista, quiero soluciones, no quiero que me diga que es imposible o un suicidio. Esto es un submarino de la gran Alemania, las órdenes vienen de Himmler. Un no, no es una respuesta.

Fue entonces cuando el tipo que había servido los cafés empezó a hablar. Johanna lo señaló como si acabara de decir algo obvio.

-A eso me refiero, capitán. Esta claro quién es el ingeniero y quién el soldado. En las Malvinas nos está esperando un navío con repostaje y todo eso que el señor Martin ha tenido a bien señalar. Lo único que debemos hacer es darnos prisa, porque mientras estamos aquí discutiendo si es posible o no es posible cumplir con la misión, otros ya están en marcha. ¿He sido lo bastante clara?

Derek se hinchó de orgullo al escuchar como aquella mujer le daba una lección al capitán que no olvidaría. De hecho, olvidó por un momento a su amada Helga y notó como no solo se le hinchaba el pecho de orgullo, sino que también se hinchaban otras partes mucho menos nobles de su anatomía. Si no fuera porque Helga le esperaba en Berlín... 

Derek tomó aire llenando sus pulmones y luego los vació poco a poco mientras reflexionaba unos instantes. Soltar lo primero que le venía a la mente no sería algo inteligente en aquella situación. Casi sonaría rudo y estúpido. Como sonarían algunos de sus vulgares compañeros y no quería eso. Desde luego que no.

- ¡Así se habla! - Exclamó el primer teniente. - ¡No hay nada imposible para el Tercer Reich! - Se puso en pie como un resorte. ¡El mismo Himmler estaba detrás de aquella misión. Casi le daba igual que sonara a puta locura el hecho de que estaban buscando, al parecer, una nave extraterrestre. ¡Lo importante era cumplir las órdenes, hacerse con aquella tecnología y ganar la maldita guerra! - ¡Ya lo ha oído capitán! ¡La gloria nos espera en el Pacífico! ¡Estamos predestinados, von Agstein! ¡Seremos historia viva de la nueva Alemania! - Soltó una carcajada mientras tocaba el hombro de Heinrich excitado por el curso de los acontecimientos. - ¡A toda máquina a Maldivas, capitán!

Tal y como lo pensaba... Ahora eran dos fanáticos, uno bajo su mando... Y otra que le mandaba. von Agstein de pronto de vio increpado por la agente, joven y enérgica, lo que contrastaba con el mismo, cansado tras las dos guerras y todo lo que había vivido su patria por medio. La actitud de ella no fue demasiado violenta, fue más bien dura e intensa. Strauss fue más de lo mismo, y en ese momento von Agstein no sabía si callarse y evitar las discusiones (más vale tener paz que tener razón, pensó) o si defender su honor de alemán, así que optó por un camino intermedio, como había hecho con el capitán en el puerto... Y deseó que esto le estuviera pasando a otro submarino. Habló:

-Fräulien Heinrich, -dijo, dirigiéndose a la autoridad, e ignorando a su subalterno quien estaba demasiado ilusionado por quedar por encima de él- si hace memoria, comprobará que no he hecho más que reiterarle mi informe de estado del Siegreich una vez que nos ha informado de la misión-dijo, recalcando esto último, con firmeza de un verdadero bávaro alemán.- Efectivamente, son problemas que le he reiterado, sin darle soluciones. De hecho, le dije algo así como "a menos que no nos haya dicho algo". Si tenemos combustible en Malvinas, solucionamos un problema... Hasta la vuelta. Si usted interpreta, fräulien, que esa actitud mia es un no, piense antes que llevo 28 años al servicio de Alemania y que viví la humillación de Versalles. En ningún momento le he dado mi opinión, cosa que si han hecho algunos de mis hombres -dijo, indicando los comentarios de sus dos tenientes. -Me he puesto a sus órdenes, y la he informado de problemas que tenemos, no de que estoy en contra o a favor de la misión. Yo estoy a sus órdenes, como alemán que ha recibido instrucciones de ello, y no importa mi opinión, pero si mi información. Me tendrá usted, fräulien, a su lado, porque odio la derrota y amo a mi patria. Yo sé que es la derrota,y le juro que estoy cansado de pensar que pueda vivir otra. Le reitero, si decirle que no teníamos combustible, cosa que ha solucionado, y no tenemos forma de bajar y sacar esas armas extraterrestres me hace derrotista, es un error. La derrota puede venir por no prepararnos adecuadamente, y le informo de que nosotros, no lo estamos. Pero si dispuestos. Y Martin Ha dado soluciones, con lo que sabe. Por eso está aquí, y le quería aquí. 

von Agstein calló. Podía ser cierto que fuera derrotista, o que estuviera cansado, pero jamás desobedecia una orden ni llevaba la contra a una orden. Si la cuestionaba, como ahora, pero no intentando desobedecerla, si no mejorarla o evitar problemas en lo que sabía. Maldicion, le parecía una locura... Y no se veía muy capaz de controlar a aquellos dos...

Jodidos... estaban jodidos... Habló en ton cansado...

-Mi Teniente... Malvinas, ha dicho Malvinas... las Maldivas están en otro lado... en otro océano, de hecho, pero si quiere, vamos allí, no seré yo quien deseobedezca órdenes.

... fanáticos... no se daban cuenta de los detalles, solo avanzaban, avanzaban, hasta darse de bruces contra un muro, y luego, caerse de culo... Paciencia, y oficio, o de esta no salimos.... El caso es que se diesen cuenta de que el exceso de entusiasmo, lleva a descuidos, y los descuidos, a la muerte de todos.

-Capitán, si no hay nada más, me retiro, que quiero revisar si después de un rato de las cargas que nos han lanzado, está todo en orden. 

No quería decir nada más... se mordía la lengua... "que por muy alemanes que seamos, un pepino en la cabeza, y a la mierda, como todo hijo de vecino"... pero... ¿para qué?... Él, a lo suyo, a trabajar lo mejor posible, que era el único camino que veía claro para salir con vivo de esta espiral de locura....

Están chiflados. Pensó. En ese camarote estaban todos locos, incluso Max, pero el al menos no iba por ahí hablando de extraterrestres. El joven pensaba que el capitán podría orden en toda esa locura, pero no. Viéndose superado Max guardo silencio y decidió seguir la corriente. - Si ya está todo dicho vuelvo a mi puesto. Sonrió a Martin al escuchar sus palabras. -Señora. Miro a la joven camuflando su enfado con una sonrisa antes de marcharse.

Por dentro el segundo Teniente estaba enfadado. Primero por su falta de criterio al apoyar en un primer momento a Derek. Si Hitler fuera a pedirle una mamada, ya estaría de rodillas antes si quiere que se bajara los pantalones... Lame culos. Pensaba. Y en segundo lugar... Max era un temerario, alguien que le gustaba el peligro, pero también era alguien que había hecho una promesa a la mujer que amaba y estar metido en una lata con los ánimos cada vez más caldeados mientras buscaban a seres del espacio exterior... No le facilitaba el cumplirla.

- Como sea, mi capitán. - Le dijo a von Agstein. - Malvinas, si... Allí tenemos que ir. Repostar y luego... - Se encogió de hombros. - Se que suena a locura,  pero si el alto mando,  si el propio Himmler cree que en el Pacífico se ha estrellado un prototipo con tecnología extraterrestre que puede ser clave para ganar la guerra... - Se encogió de hombros y apretó los labios. - ¡Iremos a buscar esa nave y ganaremos la jodida guerra!  - Concluyó. - ¿Estamos de acuerdo,  capitán? 

Peter vió como Max se iba, siguiendo a Johann, y el se quedaba solo con los dos locos del Reich. Desde luego, no iba a discutir, primero, porque tenía marcado a fuego lo que era la cadena de mando, y por otro lado, porque era verdaderamente algo muy cansado pelear tanto por algo que... Quizás fuese inútil resistirse. Así le dijo a su subalterno: 

-Si,estoy de acuerdo, señor Strauss. La misión está encargada desde muy arriba, y nosotros somos alemanes, sabemos a quien hacer caso. Si me permite una pregunta personal, fräulien, ¿extra...terrestres? ¿Como los de la novela del señor Wells?¿A qué se refiere?

Estaba loca. Extraterrestres... Era de aquellos que estaban pensando que los dioses les ayudaban y que el mundo debería estar a sus pies... Que paciencia ... Y ese encontraba tan... Cansado

-Pues eso es lo único que quiero oír, capitán -contestó tras el discruso de von Agstein-. Soluciones. Yo le presento un problema y usted me da la solución, porque este es su submarino, estos son sus hombres y estas son las órdenes. Nada más.

Observó el trajín de los tripulantes. Muchos habían puesto cara de no creer absolutamente nada, pero Johanna estaba acostumbrada a eso. No sabían lo que ella sabía, no tenían su conocimiento; cualquier pionero de cualquier época estaba loco, pero ella sabía perfectamente que no lo estaba.

-Los extraterrestres del señor Wells venían de Marte, porque en aquella época, todo lo que fuera extraterrestre venía de Marte. Y tenemos razones para creer que esta nave viene de un lugar mucho más lejano y posee tecnología perdida de años de antigüedad, ¿por qué iba a entrar una nave extraterrestre en nuestra tierra sino es para ofrecernos sus avances tecnológicos?

No pensaba discutir con ellos sobre el origen de la poderosa raza aria. Sería como intentar explicar que el cielo o el mar son azules.

von Agstein estaba alucinado, pero al menos, había evitado a su propio segundo de a bordo y sus ataques, desviando la atención. Mejor, le apetecía nada discutir esos temas. Así que se disculpó nuevamente: 

-Efectivamente, fräulien, soluciones. Pensaré en ellas, ya que conozco la misión desde hace poco. Le ofrezco, por otro lado, una importante solución, este camarote. Me imagino que, estando al mando, este es el lugar donde mejor alguien puede realizar ese trabajo. -Dijo, obviando el hecho de que era mujer, al menos de forma directa. -Y, por favor, cuando encuentre un momento, hábleme de los extraterrestres. Me... fascina el caso, fräulien. Me retiro, con su permiso, a dar las órdenes de salir a Malvinas y calcular el rumbo. 

Loca, está loca... Pero al menos, se iban a alejar del centro de la Guerra, y con suerte... Vivirían...

¿por qué iba a entrar una nave extraterrestre en nuestra tierra sino es para ofrecernos sus avances tecnológicos?

- ¿Por conquista? - Preguntó Derek. - Por expandir sus territorios o por... - Se rascó la sien. - Por obtener recursos. Por eso, fräulien Heinrich, es por lo que se exploran otros territorios. Para crecer como civilización. Es lo que estamos haciendo nosotros, querida.

Entonces von Agstein se despidió. El debiera hacer lo mismo. Al fin y al cabo tenía una responsabilidad en aquel submarino. 

- Le dejaré que descanse y se acomode, fräulien. - Le dijo Strauss. - Pero en algún momento, me gustaría que me hablara de esos extraterrestes. ¡Hail Hitler! - Y dicho aquello se dispuso a abandonar el camarote del capitán.

Johanna se cruzó de hombros. No pensaba darse por aludida. Si algo hacían los hombres era considerar que era estúpida por ser mujer y la mayoría lo pensaba. Por fortuna, los altos mandos del Reich no pensaban igual y por eso Johanna estaba allí. Si todos fueran igual de inteligentes, hacia años que habrían ganado la guerra. Así no descubrió sus cartas ni se hizo la ofendida.

-Cuando quiera, capitán. Aquí estaré, esperando -comentó cuando se fue.

Y allí se quedó a solas con Strauss, al que miró con una ceja levantada de forma escéptica, evaluando si también la estaba tomando por idiota.

-Le hablaré del origen de los extraterrestres cuando usted quiera.

Strauss se volvió a sentar nada más escuchar lo que Johanna le había dicho.

- Está bien, cuénteme sobre los extraterrestres. - Le dijo entonces. Estaba ansioso por saber a que se tenían que atener. 

Mientras hablábais, el submarino se deslizaba bajo las aguas, en un silencio roto únicamente por el rugir de los motores, que no parecían estar en buenas condiciones, y vuestra conversación, además de los rumores que corrían por el submarino. Aun quedaba mucho viaje pero la misión se se avecinaba como algo sencillo.

Mientras hablabais, se acercó el contramaestre.

-Capitán. Señora. Yo... los hombres me han pedido que les diga que... están preocupados. Desean saber a dónde nos dirigimos. Después de quedarnos sin permiso, pensaron que sería un viaje corto y para nada sospechaban que debíamos alejarnos tanto de nuestra patria... señor.

Aquello empezaba a oler a motín. Tanta queja, tanto pedir explicaciones no era algo que a Strauss le agradara. No quería ser él quien respondiera al contramaestre, pues sin duda sonaría demasiada agresiva la reprimenda que le soltaría. Sin duda el capitán, más bregado en aquellas lides, sabría emplear el tacto adecuado para apaciguar los ánimos. No obstante, Derek se apuntaba aquello para el futuro. Aquella gente no era de fiar. Eran malos soldados y desde luego malos alemanes. 

Strauss miró al capitán esperando que interviniera. Tampoco iba a pasarle por encima otra vez. Tan solo esperaba que fuera tan contundente como asertivo con aquellas gentes y aplacara sus ganas de tomar el control de la nave, pues si no les dejaba claro quien estaba al mando, cual era su deber y para que estaban allí, aquellas impertinentes preguntas irían en escalada hasta el momento del amotinamiento. Y eso desde luego, sería una gran vergüenza para ellos y para el Tercer Reich.

Cuando iba a salir, von Agstein se encontró con un problema. Otro más. Como no, la tripulación estaba nerviosa, y aquellos hombres podían salir por cualquier lado, y el los entendía perfectamente... Pensaba lo mismo. De hecho, había peleado contra el capitan Glock en el puerto para evitarlo, pero al final... Ahí estaban, rumbo a Malvinas. No le quedaban ganas de pelear, ni con su tripulación, ni con sus locos obsesos del régimen...

-Bien, señor Maas, convoque a la marinería que no esté de servicio, y les hablaré. -Esperó a que el contramaestre se fuera, y miró al teniente y a la agente. - Les hablaré yo, si le parece bien, fräulien. ¿Les digo algo en específico o me encargo de todo? -Le gustaría que ella y Strauss se dirigieran a la marinería, y que los motivasen de algún modo... Bueno, soñar era gratis. Le tocaba a él lidiar ...

Salió von Agstein en dirección a dar la charla a sus hombres. Sabia que Heinrich lo observaba, y que Strauss estaba deseoso en parte de su puesto... Todo eran verdaderos problemas. Y estaba harto de enfrentarse a ellos, ya quería las cosas más sencillas...

-Marinos del Siegreich. Lamento lo que está pasando. Se que todo es extraño, y para mí lo es también. Es la primera vez que estamos tan lejos de nuestra base, y de nuestras familias. Os lo dije. Vamos camino de ser héroes. ¿Acaso no he sido siempre justo con vosotros el poco tiempo que llevo al mando? Creedme si os digo que es hora de hacer un esfuerzo más. Uno más. Y seremos tan recompensados que no lo creeremos. Confiemos. Vamos rumbo al Pacífico, repostando en las Malvinas, para recuperar un prototipo hundido, que es lo que nos dará ventaja en esta guerra. Pero, ¡maldita sea! Tenemos que ir unidos. Strasse, Maas, Humboldt, Trench...-dijo a los que tenía más cerca​​ -​​​​​​-​​​​​--A todos, os llamo por vuestro nombre, os pido a todos, por Alemania y la victoria, que persevereis. Sois mis hombres, confío en vosotros. ​​​​​​-Les dijo lentamente, mirándoles a los ojos, a todos y cada uno. Los veía en parte como a si mismo, cansados, dolidos, perdidos. Intentó reflejar y mostrar toda su voluntad en ese momento, hablándoles y estando frente a ellos.