Partida Rol por web

Sir Haldir apretó los dientes y enfrentó su voluntad a la de Rataxes. El mago no le duró ni un asalto, y el Caballero Rubí ignoró su conjuro, como si no existiera. 

Encontró sumamente divertido que Rataxes se hubiera arrinconado en popa, en un sitio del que difícilmente podía salir salvo que se arrojara a los aguas. Era un error que iba a pagar caro.

—... Iakhesis... Señora de los Conjuros... haz caer un silencio impenetrable .

Después se dirigió al elemental diciendo:

—¡Súbeme entre Niren y Alois!

Innos fue enseguida consciente del engaño de aquel mago ilusionista. Por lo tanto, nada más ser impulsado por el elemental de agua hacia la superficie del barco se situó donde debiera encontrarse Rataxes, pero realmente no estaba. 

- ¡Ya estoy aquí! - Alzó la voz.

Entonces descargó un fuerte hachazo contra aquel tipo iluminado de arreglada barba. Sin embargo y aunque la dirección y la fuerza del ataque eran correctas, su adversario logró eludir el ataque.

El tuerto se movió hacia adelante buscando una mejor posición para acabar con el bueno de Sir Alois. Portaba un enorme martillo y con su único ojo miraba con desprecio al caballero de la orden Rubí.

- ¡Os arrepentiréis de ésto! - Le amenazó.

Entonces lanzó un potente golpe descendente contra su contrincante. El martillo falló por poco y acabó adentrándose en la madera de la cubierta y provocando una lluvia de astillas.

El enorme contrincante del enano no se quedó parado. Movió un paso corto para mejorar su posición en el combate y sin dudarlo un solo instante, devolvió el hachazo a Innos con mejor suerte que la del enano.

- ¿Te duelo, payaso? - Se burló del enano pelirrojo. - ¡Este es tu último día sobre Gante! 

El impacto el hacha enemiga había sido demoledor. Innos se dolía enormemente tras el tajo recibido en el hombro. Oro golpe igual y posiblemente no lo contaría.

Tampoco había engaño ya para Sir Alois, ni para Sir Haldir. El ataque de Niren había sido en balde, pero había revelada verdadera ubicación de Rataxes, lo cual ya era todo un éxito. Era el momento de que Niren demostrara de lo que estaba hecha.

Niren se giró como un torbellino, se colocó repentinamente junto a Alois y lanzó dos rápidas cuchilladas contra la tipa que lo asediaba para echarle una mano.

El paladín era un completo zopenco, pero al menos era un completo zopenco que intentaba hacer cosas buenas. Y en aquella ocasión lo que intentaba concretamente era ayudarles.

- ¡Bien hecho Niren! - Habló el caballero.

Aquella zorra estaba bien acorazada, sin embargo, eso no le iba a valer contra lo que se le venía encima.

- ¡Iakhesis dame tu favor! - Gritó el Sir y un halo dorado le envolvió durante unos instantes.

Justo entonces descargó un poderoso golpe con la fuerza de una montaña contra aquella enorme mujer. Pese a que la mujer le superaba en tamaño, el espadazo de Sir Alois la atravesó de arriba abajo, seccionando su cabeza y tronco en dos mitades casi ídenticas. Aquella mujer no pudo decir nada y casi ni lo vio venir. Pero ya no estaba entre los vivos y al menos su trance había sido rápido.

- ¡Joder! - Gruñó Rataxes, aunque nadie le oyó, ni el mismo se escuchó. 

Lo cierto era que las cosas se estaban poniendo feas para él. Todo le había salido a pedir de boca hasta que aquellos tipos entrometidos se había cruzado en su camino. El gesto del ilusionista era de preocupación y eso no podía disimularlo con conjuros. El área de silencio había mermado sus posibilidades, no obstante, todavía le quedaba una oportunidad. 

El elemental del agua había desaparecido justo después de impulsar a los perseguidores sobre el barco. Su tiempo en aquel plano se había agotado y ahora el bote estaba libre y sin duda, el conjuro de silencio no se haría extensible hasta aquella zona. Por ello, Rataxes intentó algo a la desesperada. Corrió hasta el lateral del barco y saltó. Cayó en el interior del bote. 

Entonces, sonriente, se puso en pie y decidió hacer algo. Pero no aún, sino en cuanto tuviera a alguien cerca...

—¿Dónde vas Alphonso Doce, dónde vas triste de ti? —canturreó Haldir, remedando una conocida canción Bythuador, cuando vio a Rataxes saltar al bote, a la desesperada.

Haldir se concentró un momento y se disolvió en el aire, convirtiéndose en una sombra. El jirón de tinieblas aceleró sobre la cubierta, describiendo un arco, para aterrizar en el bote donde se volvió a formar el Caballero Rubí.

—¡Hola, Rati! —lo saludó alegremente.

El muy pillo trató de lanzar un conjuro delante de sus narices, y el sacerdote de Iakhesis aprovechó para meterle un viaje con la guadaña.

Rataxes estaba conjurando cuando Sir Haldir se materializó justo delante de él. La guadaña le rasgó dolorosamente la piel manchando de color carmesí su ropa y el suelo del bote.

- ¡Batdardo! - Gritó sorprendido. - ¿Quién diablos sois? 

Fuera como fuera, aquella pregunta absurda no iba a curar el profundo corte que ahora lucía en su torso, como tampoco le iba a devolver el conjuro que acababa de perder tras el ataque del caballero.

- ¡Vamos, es nuestro momento! - Les gritó a sus compañeros antes de lanzar un hachazo contra el tipo de la barba.

Innos logró incrustar su hacha de guerra enana entre las costillas de aquel hombre. Por suerte para éste, la mayor parte del daño la absorbió la armadura. Aún así dolió horrores.

El tipo del ojo ciego no dijo nada en esta ocasión. Simple se concentró en el combate. Lo cierto era que iban a necesitar mucha suerte para salir vivos de aquella. El combate se estaba decantándose claramente hacia uno de los bandos y ese lado no era el suyo.

Sin embargo, el golpe de martillo fue demoledores. El bueno de Sir Alois gimió de dolor cuando se escuchó como algo crujía en su interior. Algo que no tenía muy buena pinta realmente. Pero el caballero se repuso y continuaría luchando hasta el final.

Quién tampoco dijo nada fue el hombre de la barba. Éste simplemente lanzó un poderoso hachazo contra Innos devolviéndole el golpe. El hachazo impactó cerca del cuello y una gran cantidad de sangre salió a chorro de su cuerpo. 

No obstante, el enano no cerró los ojos. No cayó al suelo y tan solo se llevó la mano a la herida tratando de taponar la hemorragia, mientras seguía agarrando con la fiesta su hacha y se mantenía en el combate.

Niren apretó los dientes y gruñó con reisgnación. Era eviente que Innos y Alois necesitaban ayuda, pese a que lo que ella quería en aquel momento era hacer lo mismo que Haldir. Maldita fuera la conciencia de su parte humana, ¿no podía callarse más a menudo en lugar de ponerse a calentarle la oreja en momentos así? Tan solo esperaba no tener que arrepentirse.

Escuchó a Rataxes gritar una pregunta así que el caballero Rubí debía haber logrado algo allá abajo. Bien.

—¡La hija bastarda del infierno!—respondió.

Acto seguido se llevó una mano al cuello un instante por alguna razón y se apróximo al tipo iluminado que se encontraba trabado con Innos mientras se esforzaba por confiar en que a Alois le diese la cabeza para curarse si lo necesitaba y le asestó un tajo con ambas espadas a la vez que sonó antinatural, sonó contundente, como si algo tremendamente duro le hubiese hecho crujir el esqueleto entero.

Y el esqueleto de aquel tipo con barba crujió. ¡Vaya si crujió! Algo se había roto en su interior. Algo que provocó que cayera al suelo inmóvil y ni respirar podía. Su columna se había seccionado y en breves momentos su corazón dejaría de latir.

- ¡Vaya, bien hecho Niren! - Exclamó el caballero.

Lo cierto era que cuando Niren se unió al grupo que debía llevar acabo aquella extraña búsqueda, no entendió muy bien la razón. No sabía porque a Rargzorg y a Wilhermina se le había pasado por la cabeza contratar a una mujer con sangre infernal. Pero desde luego, había demostrado su valía en más de una ocasión durante ese viaje y acababa de volver a hacerlo.

- ¡Enseguida estoy contigo Haldir! - Le dijo a su antiguo aprendiz.

Armado con su espada larga, la cual agarraba con ambas manos, dio un paso al frente y lanzó una fuerte estocada contra aquel enorme tuerto. La espada penetró desde la ingle hacia arriba y rasgó intestinos y estómago provocando un terrible dolor e inmediatamente comenzó a desangrarse. 

- ¡Toma esa! - Le gritó. - ¿Quién se ríe ahora del pobre Alois? - Preguntó al aire y soltó una risotada.

Dio un paso atrás y se dispuso a darle el toque de gracia a ese enorme e infame hombre. Lanzó un ataque hacia la yugular, pero su enemigo se negó a morir y se apartó. Alois frunció el ceño y miró a Niren e Innos algo avergonzado. Entonces lanzó una nueva estocada y volvió a fallar, el tuerto se hizo a un lado.

- ¿Por qué no mueres? - Gritó. - ¡Ten la decencia de morir! - Casi le suplicó.

Rataxes sonrió confiado. Que aquel capullo con barba de cabra hubiera aparecido de la nada a su lado y le hubiera hincado la guadaña en su fina y tersa piel, le había cogido por sorpresa, lo reconocía, pero ahora que lo tenía delante solo tenía que ser cuidadoso a la hora de lanzar su siguiente truquito mágico.

- Te arrepentirás de ésto... - Le dijo muy tranquilo. 

Se apartó un poco de aquel tipo y con mucho cuidado recitó unas palabras arcanas.

- ¡Nun vi estas mia idioto! - Conjuró y sólo esperaba que esta vez saliera bien.

—Soy el terror que aletea en la noche... soy la goma arábiga que se enreda en tu pelo... soy la factura de impuestos que no te deja dormir...

Y entonces Rataxes se puso a conjurar un hechizo de dominación mental. Sir Haldir sonrió, confiado, cuando el conjuro del mago restalló contra sus propias defensas, inofensivo. 

—¡Soy el roedor que se come tu queso! —apostilló, mientras volvía a practicar acupuntura con su guadaña en el cuerpo de Rataxes.

- ¡Atrapa a ese imbécil! - Le ordenó Innos a Niren con una sonrisa en los labios, aunque la barba la tapaba era evidente que se estaba mofando del maltrecho mago. - ¡El caballero y yo podemos con el tuerto este!

No había acabado de decir aquello, para cuando la cabeza de aquel hombre rodaba por la cubierta y el filo del hacha de Innos había probado sangre caliente. ¿Cómo fue posible aquella proeza por un enano contra un tipo enorme? Evidentemente el tipo estaba agachado doliendose de la herida recibido por el filo de Alois y el bueno de Innos saltó un poco. Tan solo quedaba en pie el gran Rataxes...

—¡Ánimo, Alois, que tú puedes!—Niren se había puesto a dar palmas en el aire mientras el paladín trataba de atinarle al tuerto como quien intenta golpear topos saliendo de sus madrigueras con un martillo—. ¡Más a la derecha! ¡No, tu otra derecha!

La escena era demasiado cómica para que no le hubiese llamado la atención. No obstante, en ese momento escuchó a Innos y recordó que aún quedaba gente que matar. Puso los brazos en jarras mientras el enano corría a echarle una mano a Alois.

—De nada, ¿eh?

Acababa de salvarle el cuello y ni un mísero agradecimiento, ¡qué desfachatez!

Corrió entonces a asomarse por estribor, Haldir había estado diciendo algo pero no lo había escuchado bien aunque cuando miró parecía ser que el caballero Rubí estaba ganando el duelo. Podía saltar a través de las sombras junto a él pero decidió que era más rápido echarle una mano desde allí arriba antes así que cogió aire, y se concentró un instante echando la cabeza hacia atrás... solo para proyectarla repentinamente hacia adelante y escupir una llamarada contra el mago como si fuese un dragón.

Le encantaba aquel truco, los ladrones de tres al cuarto que solía encontrarse por las ruinas del desierto de las Du-Haib solían morirse de miedo con el cuento de las llamas del infierno siendo convocadas para devorar sus almas. No obstante, todo el tinte ominoso y esotérico y tal y cual se vió interrumpudo en cuanto terminó la llamarada y le dio un ataque de tos.

—Esto siempre me seca la garganta... —masculló soltando una voluta de humo al hablar.