Partida Rol por web

Vlyëvan tenía que intentarlo. No podía dejar en la estacada a su camarada. Se lanzó al ataque sin dudarlo demasiado. Sabía que podía matar a aquella bestia con un solo ataque. No sería la primera vez que destrozaba a alguien de un solo hachazo. Sin embargo, tras lanzar el primer golpe y ver que su adversario lo esquivaba, supo que iba a ser muy difícil lograr su objetivo. Un segundo golpe impactó contra el hombro de la bestia y aunque le provocó un corte, no le tumbó. La semielfa se había metido en un buen lío.

Mientras tanto, uno de los hombres cabra que permanecían todavía afectados por el conjuro que lanzara Tarkhan, reaccionó por fin. Sus vómitos cesaron y no lo dudó. Cargó contra Belbara con todo y su ataque por fortuna para la enana, se estrelló contra su armadura sin causarle herida alguna. No obstante, los problemas se multiplicaban y el combate no parecía avanzar para nada a su favor. La huida era cada vez más difícil y la muerte en aquel valle más probable a cada instante.

Alex sabía que las cosas pintaban mal, pero que muy mal. Enfundó sus armas. No había victoria posible. Los hombres bestia eran más numerosos, más fuertes y estaban más enteros que ellos. Alex acababa de contemplar como una de aquellas bestias había golpeado con su arma sobre Aenifer. La iba a perder y eso no entraba en sus planes.

El joven humano emprendió una carrera hacia su chica y se preparó para agarrarla en volandas cuando pasara por su lado. Eso hizo. Cuando se puso a su altura la agarró por la cintura y se la colocó sobre el hombro. Aenifer trató de zafarse. Golpeó con las manos y los pies pero fue inútil. La embestida de Alex Ryder fue muy poderosa y momentos después del impacto Aenifer fue testigo de como se alejaba de la zona de combate, dejando sola a aquella enana barbuda con la que había compartido parte del combate.

Quien también empezaba a perder de vista era a Valyëvan. Conocía bien a su amiga. Era testaruda. Tanto como ella o quizás más incluso. No iba a abandonar aquel combate. No sin llevarse consigo a Elifreum, por quien sentía un gran respeto y también gran admiración, aunque aquel sentimiento era mutuo entre aquellos dos grandes guerreros de la Vovitania.

- ¡Aeni, vámonos de aquí! - Le dijo Alex en su carrera cargando con ella a cuestas. - ¡No hay nada que hacer! ¡Nada!

El momento de huir había pasado. Los hombres cabra, uno a uno había empezado a sobreponerse de sus diferentes dolencias. La gran mayoría había escapado de la trampa de luz de Belabra, habían superado su indisposición por el terrible hedor del conjuro de Tarkhan y habían dejado de resbalar en la grasa con la que Yoon impregnó una zona del campo de combate. Ahora la gran mayoría de hombres cabra se habían situado en dos frentes, uno contra Belbara y otro contra Eliferum y Valyëvan.

Los golpes de maza, espada y hacha se sucedieron en ambos frentes. Belbara, Eliferum y también Valyëvan fueron el objeto de dichos ataques, sin embargo, los escudos, la esquiva o la armadura, evitaron que ninguno de ellos sufriera daño. No obstante, aquella suerte no iba a durar demasiado. Empezaban a estar rodeados y más les valía correr y hacerlo rápido, pues no iban a ir muy lejos si dudaban un solo momento más acerca de cual era su única opción de salvar la vida.

Lo había intentado. Había tratado de ayudar en su huida a aquella semielfa, y ahora se había quedado sola. El humano se la había llevado en volandas, las dos mujeres con sangre élfica eran demasiado estúpidas como para marcharse.

Eres demasiado buena, Belbara. 

Pensó para si misma mientras ponía pies el polvorosa para escapar de la refriega que se ya se palpaba. Había tenido suerte hasta el momento, pero estaba segura de que el sino iba a cambiar pronto. Tal vez que fuese tarde, incluso, pero ahora solo cabía correr, correr lo más posible y tratar de dejar atrás a aquellos hombres bestia, que seguro también correrían lo suyo.

Fue en el momento en que Belbara salió corriendo, cuando notó como alguien le agarraba. Dos de aquellos hombres bestia la atraparon por la espalda. La enana cayó al suelo mordiendo el polvo. Sintió como aquellas garras medio humanas medio caprinas, le agarraban con firmeza de los brazos. También sintió el aliento de aquellos seres encima de su piel. Enseguida otro dos hombres bestia más se tiraron sobre la enana y entre todos trataron de inmovilizarla. Belbara trató de zafarse, pataleó lanzó mordiscos al aire, trató de soltar sus manos, pero todo fue imposible. La habían atrapado.

Algo similar pasó con Valyëvan. Tras su último hachazo notó como alguien se abalanzaba sobre ella desde su espalda. No sabía de donde había salido, pero otro hombre bestia había conseguido derribarla. En el suelo pudo golpearle en la cabeza y este, aturdido se echó a un lado. No obstante, enseguida tres cabrones más se lanzaron sobre ella tratando de inmovliziarla y aunque se resistió con uñas y dientes, al final el resultado fue similar al que obtuvo Belbara, acabó apresada contra el duro y frío suelo.

En cuanto a Eliferum. Valyëvan pudo observar como se lo llevaban. A él también le habían agarrado varios de aquellos hombres bestia, aunque su resistencia pareció menor. Aquel hombre estaba sumamente agotado. Eliferum gritó y pataleó, pero finalmente su espada cayó al suelo y agarrado de los brazos, los hombres bestia tiraron de él alejándole de la vista de la vovit pelirroja. Se los estaban llevando, no los estaban matando. Esa fue la conclusión que extrajo en un momento de lucidez la vovit.

Mientras todo eso pasaba, Aenifer y Alex se alejaban del combate. La semielfa trataba de liberarse de la presa de Alex. No estaba dispuesta a abandonar a su amiga a una muerte más que segura, aunque fuera evidente que quedándose tan solo iba a conseguir condenarse a ambas. Finalmente logró soltarle, aunque no fue gracias a la lucha que mantenía con su amante, sino a que este piso mal, tropezó y los dos cayeron al suelo. Empezaron a rodar cayendo por un desnivel del terreno. Rodaron muchos metros y se separaron el uno de la otra. Estaba oscuro, muy oscuro y Aenifer se sentía dolorida, no solo por las heridas sufridas durante el combate, sino también por aquella tonta caída por aquel terraplén de mierda.

Y por su parte, para ese entonces, Yoon-shun y Tarkhan se habían reencontrado, siendo testigos mudos de todo lo que acontecía en el campo de batalla. Yoon se abrazó al embajador. La niña tenía miedo, mucho miedo. Eso era realmente evidente. Tarkhan nunca la había visto así, aunque tampoco había estado nunca en una situación tan peligrosa. Durante los ataques de la horda trasga a sus compañeros enanos, Yoon siempre se había mantenido más o menos alejada del combate, pero ante aquellas bestias, no había sido igual.

- Tengo miedo Tarkhan... - Dijo la pequeña Yoon-shun. - Ojalá nunca hubiera salido de Karak-Belgarosh... - Afirmó con rotundidad. 

Y sí, había sido una temeridad por parte de todos sacar de la protección de los muros de la ciudadela enana a un niña tan pequeña como era Yoon-shun y llevarla a unos parajes tan peligrosos y desolados como eran aquellos valles plagados de trasgos y como habían podido comprobar, también de otras cosas. 

- ¿Qué haremos ahora, maestro? - Preguntó con un ápice de esperanza.

Y entonces empezaron a sonar tambores de guerra y con ellos el ruido atronador de centenares de pisadas acompañadas por un griterío demencial. Sonidos de guerra al fin y al cabo. Pues es que aquellos dos grupos de viajeros se encontraban en medio de un escenario de combate.

El primero en ser consciente de aquello fue Tarkhan, junto con Yoon-shun. Ambos, desde la posición elevada en la que se habían situado, fueron testigos de como una horda de trasgos corría tras los pasos de los hombres bestia. Esa era la razón por la cual aquella manada de cabras humanoides estaba huyendo campo a través. Estaban siendo perseguidos por innumerables trasgos armados hasta los dientes.

Pronto Valyëvan y Belbara lograron soltarse, o más bien, fueron soltadas por los hombres cabra. Ellos también escucharon el ensordecedor sonido de la horda aporximándose hacia su posición. Dejaron atrás a la enana y la vovit. Sin embargo, aunque libres, no podían decir que estuvieran a salvo, pues si las cabras les habían dejado allí tiradas, ahora un ejército entero de trasgos corría en su dirección, aunque por suerte todavía estaban lejos.

Y Aenifer también escuchó como aquel gran número de soldados de piel verde se acercaba hacia ellos. En lo más profundo de aquel terraplén, posiblemente no la descubrirían, aunque ahora, alejada de hombres bestia y trasgos, también lo estaba del resto de sus compañeros y de Alex. ¿Dónde carajo se había metido Alex Ryder? Llevaba unos minutos buscándole, pero no había ni rastro de su joven compañero...

Creyó que había llegado el final al sentirse atrapada. ¡Moriría luchando! Pero moriría al fin, y aquello tan solo significaba que habia fracasado. ¿Por qué no habia huido? ¿Por qué se detuvo a ayudar a la semielfa? Desde luego no parecía haber sido una buena decisión.

Más vale que haga algo memorable con su vida

Pensó mientras luchaba para resistir a aquellas bestias. Entonces escuchó los tambores, el sonido que precedía un combate que prometía ser brutal y despiadado.

Miró a Valyëvan, los ojos de Belbara decían "más nos vale aprovechar la oportunidad" y acto seguido la enana corrió para alejarse lo más posible de aquella refriega, a ser posible reuniéndose con los suyos. Esperaba que los trasgos estuviesen demasiado centrados buscando objetivos astados, y que los hombres cabra buscasen pieles verdes. ¿Quien iba a fijarse en una enana que se perdía en la oscuridad? Sí, mejor era aprovechar la negra noche, al alba resultaría más sencillo descubrirles.

La batalla se había ido a la porra. La superioridad numérica de aquellos cabrones fue al final excesiva para nosotros, y no tuve tiempo de mucho más, aparte de sentir como se echaban sobre nosotros y contemplar, sin poder hacer nada para evitarlo, como se llevaban a Eli.

¿Por qué no lo mataban? ¿Por qué no me mataban?

Mi cerebro no lo entendía y mientras estaba apresada y el agotamiento me abatía, solo podía mirar al suelo y dejarme arrastrar.

No estaba sola. Belbara estaba conmigo, sufriendo de igual manera, con rabia transformada en desesperación en su mirada y un solo punto al que mirar: el incierto futuro que nos esperaba.

Hasta que de repente...

Bum, bum, bum. Bum, bum, bum.

Ambas levantamos la vista. ¿Qué era eso? Tambores. ¿De dónde provenían? Los cabrones que nos sujetaban se detuvieron y se miraron. Parecían... ¿asustados? No, no. Aterrorizados.

Bum, bum, bum, bum.

Las manos que nos mantenían aprisionadas se abrieron y los cabrones empezaron a huir sin mirar atrás. Me levanté con pesadez, mirando a mi alrededor en busca de todos los demás, pero solo Belbara estaba allí y ambas nos miramos con idéntico mensaje en el rostro.

Vamos a salir de allí.

El sonido inconfundible de un ejército acercándose, empujado por tambores de guerra, era lo que había hecho huir a nuestros duros oponentes. Solo por cuántos debían ser, huir era la única opción que teníamos.

Belbara salió corriendo... y yo detrás, amparadas en la noche. Estábamos solas e intentado esquivar de nuevo a la muerte. Qué habría sido de los demás no lo sabía, quizás no estuviéramos demasiado lejos de nuestra posición anterior, pero la muerte se encontraba demasiado cerca de nosotras. Era el momento de preocuparse única y exclusivamente de ella.

Las heridas del combate no me dolian de momento. Una vez mas mire hacia atras para darme cuenta que Valy hacia lo suyo y me concentre en acabar aquello antes de que fuera demasiado tarde. No podia dejar aquel enano solo alli, practicamente rodeado y al parecer el tampoco queria dejarme. 

Menudo duo. 

Donde estaba Alex.....

No podia buscarle, tenia dos criaturas frente de mi que por mas daño que haciamos no terminaban de morir. Entonces me levantaron por el aire y supe que me habian derribado. Un instante mas basto para la confusion, ya que no habia recibido un golpe ni estaba en el piso sino.......

- ALEX!!!! Que haces!!!!! 

Pero no me hacia caso. Estaba decidido a sacarme de alli y no me soltaria por mas que comence a patalear y forcejar por liberarme.

- Valy... NOOO!!!!  Que haces!! Sueltame.... tenemos que volver!!!!

No habia nada que hacer, el combate quedaba atras mientras nos alejabamos y yo tratando de liberarme hasta que sali disparada por el aire solo para terminar dando vueltas colina abajo sin saber ni siquiera que habia pasado. Me tomo un minuto o dos enfocar y entender que habia pasado. Al mirar hacia arriba entendi que habiamos caido por un terraplen. Un estupido terraplen en medio de la nada.

- ALEX!!!!  Agudice mi oido para ver donde estaba mi compañero. - ALEX!!!! Volvi a gritar.

Pero nada. O habia subido o estaba inconciente con la caida. No podia dejarle en esa colina. Recogi mi arco y tras acomodarme comence a mirar alrededor. Alex tenia que estar cerca. De momento pensaba en la bronca que le iba a decir y como lo iba a descargar por obligarme a dejar sola a Valy. Los enanos ya no me importaban pero si mi amiga y ahora Alex. Y si estaba mal herido? 

- Maldita sea..... dije cuando escuche aquellos tambores. 

Aquello no podia ser peor. TRASGOS!!!!

Si no hubiesemos estado tan mal con aquellas cabras aun tendria ganas de pelear contra los trasgos pero tener que enfrentar mas enemigos realmente me dejaban angustiada. Teniamos que escapar de alli pero no podia irme sin mi amiga. Ni siquiera mis heridas importaban de momento. 

- Aleeeex. Donde estas!!! Ahora no gritaba, no podia llamar la atencion de aquello enemigos hacia nosotros.

Los anzanos no eran gente particularmente expresiva en el duelo, pero eso no quería decir que fueran insensibles al dolor y al sufrimiento. Tarkhan cerró los ojos cuando vio a Hithai caer en combate. Habían perdido a muchos buenos hombres en aquella expedición y se había sentido responsable, en parte, de sus muertos, pero aquello era diferente. Había visto a aquel chico convertirse en un hombre, a su servicio. Su padre era su amigo más íntimo. Pensar en Thaitsai hizo que se saltaran las lágrimas por más que apretara los ojos con fuerza.

Recibió el abrazo de Yoon en silencio, tratando de recobrar la compostura. Depositó una mano en la cabeza de la muchacha y trató de tranquilizarla. 

—Ast berjudi sihir —recitó cuando el nudo en la garganta le permitió expresarlas unas palabras en voz alta, aunque fuese en tono tembloroso.

La familiaridad de la magia recorrió su ser, confortándolo como una manta en una noche de invierno. Se derramó por sus manos, tiñendo de blanco impoluto sus vestiduras y las de Yoon. El blanco era el color del luto en Anza. Le hubiera gustado rezar una plegaria por el alma de Hithai, pero nunca había sido un hombre muy religioso. 

—Seguir adelante, Rayo de Luna —le respondió a su alumna—. Seguir adelante...

Tarkhan extrajo un pergamino del estuche y leyó en voz alta su contenido.

—Ast menciptakan angkatan tak’kelihatan. Angkatan, shirkit muan.

Era peligroso salir de su escondite y volver al campo de batalla. Pero se negaba a abandonar el cuerpo de Hithai sin llevarse un recuerdo suyo que poder entregarle a su padre. De modo que conjuró un sirviente invisible para recuperar algo que pudiera tener valor sentimental para Thaitsai.

—Acompáñame, pequeña. Tenemos que encontrar los demás.

Tarkhan lanza prestidigitación para teñir sus ropas y las de Yoon de blanco. Después gasta un pergamino de sirviente invisible para recuperar algo del cadáver de Hithai sin alertar a los trasgos o los cabrones. Ambas cosas duran una hora. Después se reúne con el resto.

- Si maestro... - Dijo con la mirada baja, un hilo de voz e imbuida de una profunda tristeza.

Yoon había visto como Hithai moría. Junto con Tarkhan y la dama enana, aquel anzano había sido su mayor apoyo durante aquel peligroso y extraño viaje. Y ahora. Estaba muerto.

Yoon-shun pensó en el padre del difunto. Le conocía muy bien. Thaitsai estaba muy unido a su hijo. La noticia de su muerte sería devastadora para él. Yoon estaba convencida de que no lograría reponerse a eso.

Pero ella era joven, un niña. Tenía que seguir adelante y tenía que ayudar a su maestro. Para eso estaba allí, para ayudar a Tarkhan y para aprender de él. Y mucho le quedaba por aprender ciertamente.

- Busquemos a la dama Belbara. - Dijo entonces. - Hay que dar con ella antes de que la horda este encima suyo...

La idea de los anzanos de reuniese de inmediato con el resto de los supervivientes, se tuvo que postergar. A priori, teniendo en cuenta lo duros que se habían mostrado los hombres bestia, parecía extraño que huyeran de unos simples trasgos. Pero pronto descubrieron porque.

No eran unos simples trasgos cualquiera. Probablemente, uno a uno era adversarios patéticos, pero allí se contaban por más de un centenar de ejemplares. La fuerza de aquellos pieles verdes era la abrumadora superioridad numérica que atesoraban.

Por suerte, cuando vieron partir a los cabrones, toda su atención se centró en ellos. Bastó con que Tarkhan y Yoon se lanzaran al suelo y esperaran a que la horda pasara de largo.

Por su parte, Belbara y Valyëvan corrieron como no lo habían hecho en mucho tiempo, sobre todo la piernas cortas de la enana. Finaliza acabaron descendiendo por un terraplén con mejor suerte de la que habían gozado Alex y Aenifer instantes atrás.
A excelente visión en la obscuridad de Belbara ayudó a que ambas descendieran con seguridad y una vez el fondo de aquel desnivel, quedaron ocultos a la vista de los trasgos. Allí pudieron observar la figura estilizada de Aenifer. Parecía preocupada y estaba buscando algo o a alguien.

Aenifer llevaba unos minutos buscando de forma desesperada a Alex Ryder. Los dos habían caído por el mismo terraplén. ¡No podían estar muy lejos el uno del otro! Era... ¡Era imposible que se hubiera esfumado! Pero así era. Aenifer era una buena rastreadora, pero no había ni rastro del vovit con el que compartía algo más que un viaje a lo desconocido.

Por suerte, la horda pasó de largo. Muy pronto Tarkhan y Yoon-shun se reuniron con las tres mujeres que se encontraban en lo más profundo del desnivel. Habían sobrevivido solo cinco, de los once. Tres habían muerto seguro y otro tres, Alex, Eliferum y Jacrow estaban desapercidos. Era momento de pensar en que iban a hacer a partir de ese momento.

Habíamos conseguido reunirnos con el resto del grupo, o al menos, con la mayoría de ellos, pero las bajas... 

Aenifer parecía estar destrozada, no tanto por haber escapado en el último suspiro, sino porque Alex no estaba allí, con ella. Su desaparición, junto con la de Eli y Jacrow, dejaba a nuestro pequeño grupo como una mala imitación. Todo se había ido al traste en un abrir y cerrar de ojos.

Pero nuestros camaradas de armas no estaban mejor. Sus pérdidas no habían sido menores, y nada de ser capturados. Muertos. Los suyos habían muerto.

El ambiente estaba tan lóbrego que la tristeza y la rabia podían cortarse con un cuchillo a nuestro alrededor y sabía que era cuestión de tiempo que alguien saltara.

Pero hasta entonces, permanecer allí no era una opción. Debíamos continuar, aunque fuese únicamente por el mero hecho de movernos y alejarnos del peligro.

-Debemos seguir -dije en voz alta, poniéndome de pie -, alejarnos de aquí ahora que podemos y tenemos fuerzas, y encontrar otro lugar para descansar y recuperarnos. Aquellos que hemos perdido... formarán parte de nuestro recuerdo y jamás los olvidaremos, pero nosotros estamos vivos y debemos continuar moviéndonos.

Sí, era cuestión de tiempo que alguien saltara, pero nada cambiaría lo que opinaba. Había que ponerse en movimiento.

—Estas tierras son muy peligrosas —dijo Tarkhan en un hilo de voz estrangulada, asintiendo en dirección a Valyëvan—. Debemos viajar juntos y olvidar nuestras rencillas pasadas si queremos tener una oportunidad de llegar sanos y salvos a nuestro destino común.

El embajador era consciente de que podía haber expuesto la necesidad y las ventajas de hacer lo que decía la vovit de manera más clara y vehemente, pero la muerte de Hithai pesaba como una losa en su corazón.

—¿Estamos todos de acuerdo? —preguntó a todos en general y a Belbara en particular.

La semielfa guerrera salió corriendo con ella. ¿Cómo era que sentía alivio de verla a su lado? Demasiada muerte había sembrado ya aquel valle, demasiada sangre regado aquella tierra hostil. No es que hubiese soñado con una compañera de orejas puntiagudas, pero estaba lejos de desearle la muerte.
Se pusieron a cubierto. Belbara le hacía señales gestuales para indicarle los peligros del descenso, una caída traicionera podia hacer tanto daño como un cuchillo.

La orda pasó de largo y Belbara se dio cuenta de que había estado conteniendo la respiración mientras aquellos miles de pies pisaban demasiado cerca, pues podía oirlos.

No tardaron en encontrarse con la otra semielfa y la enana se removió incómoda, demasiada sangre élfica a su alrededor para su gusto.

Después llegó Tarkhan junto a la pequeña Yoon, se alegró de verlos con vida, sobretodo a la niña. A punto estuvo de indicarles que ir vestidos de blanco en plena noche no era la mejor idea, relucian como faros. Pero conocía un poco las costumbres anzanas, y aquello merecía respeto.

Escuchó las palabras de todos, aunque solo pareciese que prestase atención a las del gato sonriente.

Apretó los labios y su barba se movió con su barbilla.

-De acuerdo. Pero las ruinas ni serán saqueadas ni entregadas a ningún no enano. Esas son mis condiciones-

Se cruzó de brazos mirando a las dos semielfas con gesto ceñudo.
Después, atendería las heridas del grupo, empezando por Yoon Sun, después Tarkhan, y si las otras dos accediesen a sus condiciones haría lo mismo con Valyëvan y Aenifer.