Fuerte Circular

El ascenso por las estribaciones de las Montañas Nubladas les había acercado a la caravana de Dindy, pero los indicios que habían encontrado por el camino eran preocupantes. Primero habían encontrado huellas recientes de trasgos, y después a un poni de la caravana que buscaban que se había escapado con una flecha de trasgo clavada en sus cuartos traseros que confirmaba los peores presagios. El grupo pasó el resto de aquel día caminando apresurados hasta que al anochecer divisaron un gran fuego en lo alto de una colina cercana y se lanzaron a la ayuda temiendo saltar en medio de una feroz lucha. 

Pero la batalla no había comenzado aún. Aquella colina recibía el nombre de Fuerte Circular¹, aunque quizá era esa una denominación que le quedara demasiado grande al lugar. Se trataba en verdad de una antigua fortificación que simplemente consistía en un terraplén circular alrededor de la cima de la colina. Allí había habido algún tipo de asentamiento mucho tiempo atrás, quizá un puesto de guardia que vigilaba el paso, o tal vez simplemente diera protección a la cabaña de un pastor. Fuera lo que fuese, había desaparecido casi por completo, dejando unas pocas piedras como rastro. El terraplén estaba en relativo buen estado, lo que podría proporcionar alguna ventaja táctica contra un eventual ataque. La propia fisionomía del terreno provocaba que solo hubiera dos caminos fáciles para llegar al Fuerte Circular. Uno era aquel por el que el grupo había llegado, y el otro se encontraba en el extremo contrario. 

Cuando el grupo coronó la cima se aliviaron al ver que habían llegado antes que los trasgos. Junto a la gran hoguera se encontraba la caravana, y avivando las llamas había cinco viajeros. Reconocieron de inmediato a Dinodas Brandigamo, el único mediano del grupo. Tenía un parecido bastante notable a su hermano Dody, pero se le veía asustado, aterrado y exhausto. Junto a él estaba un enorme beórnida que lucía al cuello un colgante con una enorme concha marina y tres jóvenes eriadorianos que sujetaban sus lanzas con nerviosismo. El grupo al completo, pese a lo cansados y magullados que se les veía, alzaron sus armas al ver llegar a la compañía por el camino. El beórnida incluso estuvo a punto atacarles con su lanza, pero el hecho de que no fueran trasgos refrenó su mano. 

- Dinodas Brandigamo, nos alegramos de encontrarte antes que los trasgos del clan Borg. – dijo Miriel adelantándose confiada, observando el terraplen – Encontramos a vuestro pony. Ya nos ha contado que los trasgos os hostigan desde hace dos días. Esta noche será diferente, esta noche contaréis con nosotros. – sentenció con seguridad.

Observa y observaba. Tenían el terreno alto, lo que era una ventaja, pero había poco más que poder aprovechar en aquel lugar. O eso parecía a simple vista.

- Soy Miriel. – dijo presentándose y dando paso a que los demás se presentaran ellos mismos – Tu hermano Dondy nos pidió que comprobáramos si estabas bien. Está muy preocupado. – se ahorró decir que con razón. La noche iba a ser larga y difícil.

Siguió observando. Dos caminos de entrada. Si podían contener su avance en esos puntos tendrían más posibilidades de evitar que los rodearan, pero deberían dejarse la posibilidad de retirarse por dónde habían venido si la cosa se ponía muy fea.

- Tenemos que prepararnos. Los trasgos habrán visto ya la fogata y no tardarán.

Al ver la fogata a lo lejos Fredegar adelantó el paso instintivamente. ¿Serían definitivamente ellos? Así se lo había hecho saber Ainar así que no había motivo para vacilar. Al coronar la cima pudo distinguir unas figuras entorno a una hoguera. Continuó andando vacilante hasta que definitivamente pudo ver con claridad la figura del mediano. Fue entonces cuando soltó las riendas del pony y el petate que llevaba al hombro y pasando entre aquellos extraños como si no estuvieran se abalanzó sobre él en un abrazo. - Dinodas! - Tras un ligero abrazo, le miró la cara de sorpresa que mostraba y le frotó el pelo. Le volvió a dar otro abrazo. Era la primera vez que se alegraba tanto de ver a otro mediano. 

Welf se quedó apartado, sabía del peligro que corrían todos pero miraba asombrado a su alrededor:

Dos medianos abrazados y parloteando como si la sombra no existiera

Tres hombres de más allá de las montañas

Un beórnida que miraba con gesto ceñudo todo a su alrededor

Dos elfos

Un enano

y el propio Welf que empezaba a sonreír con confianza. Si esto no era el sueño que llevaba persiguiendo toda su vida se parecía bastante. Los pueblos libres unidos por una causa común, tal vez algún día debería agradecer a los trasgos su existencia porque permitía que todos tuvieran un enemigo al que enfrentarse, bueno, si sobrevivían a ésta noche ya se lo plantearía.

Mientras Fredegar corría sin ningún cuidado y Miriel saludaba con su voz dulce, decidió acercarse al beórnida, claramente era el más capacitado y quien le podría poner en situación sobre cómo estaban los ánimos y las fuerzas.

Welf Ramaverde del Salón del Bosque, dijo extendiendo su mano para agarrar el antebrazo del beórnida,  hemos venido en busca de vuestro pequeño acompañante y creo que hemos llegado en buen momento. ¿Cómo están las cosas hasta ahora? Tan sólo hemos encontrado al pony herido y señales de trasgos pero ignoramos su número o situación.

Podemos aportar al menos un par de arcos, con Vanwa dijo señalándole, no se realmente hasta donde podemos contar con él para el combate, y si llegan a acercarse Ainar tiene su hacha afilada y yo no dejaré callada la mía. Se acerca la noche y más nos vale iluminarla.

Vanwa también se quedó algo apartado, y sonrió a Welf cuando su mirada pasó sobre él. Habían encontrado al periannath vivo, pero ahora faltaba lograr devolverlo en le mismo estado que lo habían encontrado. La noche ya estaba sobre ellos y era cuestión de tiempo que con ella llegaran los tragos.

Su sonrisa se quedó algo torcida cuando habló Welf con el beórnida sobre su capacidad de lucha. ¿Se iba a picar por ello? Bueno, matar no era algo de lo que gustara presumir, ciertamente.

- Nos espera una noche intranquila...- Comentó, diciendo una obviedad.- Pero mañana bajaremos todos el Paso Alto y bien pronto habremos llegado a la posada de Dondinas. Así que arriba ese ánimo. No hay trasgos suficientes en estas montañas que puedan evitar que hagamos lo dicho.- Para Vanwa la muerte no era una opción a barajar. Era una de aquellas cosas que llegaban aunque no se pensara en ella, así que mejor era no perder el tiempo en pensamientos estériles, no fuera que por mucho pensar en ella, llegara antes de lo previsto.

Ainar tomó el control del pony y de todo lo que había tirado el hobbit que iba con ellos. Ocultó una sonrisa, ya que parecía aún más un niño viendo a sus padres, y entró al círculo mirando cada rincón mientras los demás mostraban sus dotes oratoriales.

Ni bien dejaron atado al pony, y dejado toda la carga que fuera un impedimento para el combate, Ainar comenzó a recorrer el "Fuerte" con escudo y hacha en la mano. Se sentía alegre. Habían alcanzado el primer "hito" de su empresa: encontrar a Dinodas. Y no sólo lo habían hecho, si no que además estaba vivo. Era ya de por sí un éxito. Sólo que ahora quedaba la segunda parte: regresar vivos, y ahora con el hobbit también ileso.

Así que el andar del enano era seguro, y tal vez demasiado seguro, ya que al ver que parecía ser un antiguo fuerte, dio por hecho que tendrían ventaja allí.

-Tendremos que hacer guardias más nutridas- dijo el enano -No podemos dormir todos, ni tampoco quedarnos despiertos todos, ya que si estamos cansados, tampoco servirá de nada- evaluó al beórnida con una mirada desde abajo -¿Cómo es tu nombre, beórnida del amuleto de mar? El mío es Ainar hijo de Ai, nieto y discípulo de Ainar el "Matatrolls"-

Y luego de su respuesta, agregó:

-Para las guardias deberíamos aprovechar para que descansen- miró especialmente al beórnida y a sus jóvenes compañeros -Y de las primeras ocuparnos nosotros mismos. Welf, Fredegar... ¿se ocupan de la primera?-

Ainar estaba fresco aún, tal vez necesitara más descanso alguno de los asediados, y confiaba en cada uno de los suyos para hacer su tarea. Acarició a Munin ausentemente y pensó qué trampas podrían elaborar para los trasgos...

—¿Fredegar? ¡Por la tarta de queso de mi tía Casilda! ¿Eres tú de verdad? — Preguntó el sorprendido hobbit al ver a su vecino por aquellos parajes tan peligrosos y en circunstancias tales como aquellas. 

Tras los abrazos de los medianos, el grupo de la caravana se alegró de recuperar el poni que habían perdido y más todavía de que los recién llegados fueran amigos y que se ofrecieran a ayudar. Dinodas se mostró sorprendido cuando Miriel comunicó que le estaban buscando a petición de su hermano Dodinas, y aunque le alegró en lo profundo de su corazón que así fuera, ni siquiera esa noticia consiguió tranquilizarle, dada la situación a la que se enfrentaban. 

—¿Mi hermano os ha mandado a buscarme? Estará preocupado. Ay, ya sabrán ustedes que cuando uno viaja siempre surgen problemas que acarrean retrasos, especialmente cuando se lleva una carga tan pesada —explicó con voz nerviosa el mediano—. Partimos tarde de Bree. Viajamos hasta las montañas sin incidentes y ascendimos por las rampas del Paso Alto. Teníamos entendido que las montañas seguían libres de trasgos en su mayor parte, por lo que no nos apresuramos. Tomamos la ruta más fácil y tranquila, pero ¡Ay! Todo se ha complicado.

Relajándose brevemente tras la irrupción del grupo, el alto beórnida se acercó renqueante a los recién llegados y estrechó la mano que Welf le tendía, pero saludó con un gesto de cabeza al resto. Dejando claro que no había tiempo para mayores protocolos. Era evidente por sus movimientos que algo, probablemente una flecha, le había herido en el costado y que el dolor era un fastidio para él. 

—Yo soy Igwar Piernalarga y estos son Andy Espinanegra, Bill el Arquero y Tom Caragrumosa. Y veo que ya conocéis a Dindy —dijo viendo como Fredegar y él se abrazaban—. No tenemos tiempo para presentaciones, y tampoco para guardias, señor Ainar. Los trasgos están tan cerca que ya puedo oler sus fétidas armaduras. 

Los tres jóvenes eriadorianos también estaban aterrorizados, ninguno de ellos tenía apariencia de ser un guerrero experimentado y todos habían sufrido cortes y abrasiones menores en su extenuante huída de los trasgos hasta llegar a lo alto de aquella colina. Iwgar, el único que no mostraba miedo, procedió a explicar rápidamente la situación, completando así lo dicho por Dinodas. 

—Hace dos noches vimos un trasgo que nos espiaba, y desde entonces no nos hemos librado de ellos. El peor ataque fue anoche. Conseguimos repelerlos pero perdimos los ponis y la mayoría de los víveres y mercancías que traíamos. La verdad que es una pequeña alegría ver de nuevo a Manchas —añadió en referencia al poni que ellos habían traído de vuelta—. Temíamos no salir con vida si permanecíamos en el camino y guié al grupo hasta este fuerte. Es fácil de defender para plantar cara. Algo es algo. Supongo que ahora compartimos el mismo destino. Este es el mejor lugar para defenderse en esta parte de las colinas. Si conseguimos aguantar hasta que salga el sol podremos escapar montaña abajo. Los trasgos no se atreverán a aventurarse más hacia el este, mis hermanos beórnidas custodian las estribaciones de la montaña. El problema es que los trasgos han aumentado cada noche desde la primera vez que los divisamos. Cuento con que toda una hueste nos visite esta noche. 

Tras las palabras de Iwgar, Dindy tragó saliva preso del miedo que lo atenazaba y, pese a todo, trató de sonar educado del modo en que solo un hobbit aterrorizado podía dirigirse a los demás en esas circunstancias.

—¡Estoy muy agradecido de que hayáis venido a tomar el té! ¡Muy agradecido! Pero, como quiera que tenemos algunos invitados inesperados, me perdonaréis pero me voy a esconder bajo esas cajas. 

—Mi idea es mantener viva la fogata en el centro del fuerte y mantener a raya a esos apestosos todo lo que se pueda. Espero que los trasgos suban por los dos senderos, esos malditos conocen túneles y grietas en las entrañas de la montaña por las que colarse. Pensaba en dividirnos para cubrir los dos puntos, pero ahora que habéis venido podéis ocupar uno de los accesos mientras que los muchachos de Bree y yo defenderemos el otro. La tarea de Dindy es mantener vivo el fuego —tras lo que había dicho Welf sobre Vanwa, miró al elfo de soslayo para ver si se animaban a dejarle también de encargado de las llamas. Él no diría nada, pues le había parecido que el grupo al completo eran guerreros capaces, y no les sobraban manos precisamente.

Miriel se dio cuenta de que no les quedaba más remedio que luchar junto a los amigos de Dindy. Huir de allí ahora que la noche caía sobre sus cabezas sería un suicidio. El plan de Iwgar era bastante bueno, dentro de las escasas posibilidades que tenían allí. Mantener viva la hoguera también era importante para evitar que la oscuridad diera una ventaja a los trasgos. Sin embargo, era probable que los trasgos enviaran algunos batidores para flanquear el terraplén y sería una buena idea dejar a uno o dos guerreros en el centro atentos a neutralizar aquella posible amenaza. 

- Es una buena idea, Ingwar Piernalarga. – validó la elfa – Sin embargo, es probable que manden batidores para flanquear el terraplen. Si logran apagar la fogata estarán en ventaja al pelear en la oscuridad. Sería bueno que un par de guerreros se queden cerca de ella para defenderla. – explicó Miriel mirando con ojo crítico el perímetro del fuerte.

- Allí y allí podría ser un buen lugar para esconderse si lo intentan – señaló – Y allí y allí serían unos buenos lugares para que los arqueros se escondan, pero no creo que sea conveniente perder la ventaja de dos arqueros esperando al momento en que puedan aparecer eso batidores… - dijo pasándose un mechón de pelo por detrás de la oreja.

Lo dejó así para que los demás añadieran sus ideas al plan. No tenían mucho tiempo, tendrían que decidirse y organizarse sin dilación.

Soltó una inoportuna carcajada cantarina ante el comentario de Dinodas sobre té e invitados inesperados. Se le cortó la risa al ver la mirada de soslayo del beórnida y se encogió de hombros. Resopló enfurruñado y abrió su hatillo con evidente fastidio. Dentro había una armadura de cuero de factura élfica.

- No se puede combatir solo a la Sombra con canciones, Vanwa cabeza hueca... ¿Cuándo vas a sentar la cabeza maldito haragán?- Dijo con voz exageradamente grave, con evidente tono de burla, mientras desenvolvía la armadura y empezaba a ponérsela.- Oh! Como odio cada vez que tengo que hacerle caso a mi padre. Esta debe ser la... ¿tercera? vez que me la pongo. Malditos trasgos entrometidos y fastidiosos.

Sacó el caperuzo de cuero que embotaba la aguda hoja de su lanza, embrazó su escudo y observó con una expresión divertida a los asustados y cansados hombres de Eriador. Ellos eran los más vulnerables. Si caían ellos caería el orgulloso Beórnida, y si caía él, caerían todos.

Al ciervo persiguen sin descanso,

alimañas nocturnas envidiosas.

Pero el ciervo ya no es manso,

y embestirá con astas poderosas.

Empezó a recitar, con su voz suave.

Oh! No temáis al trasgo odioso,

pues el miedo os hace poderoso.

Haced frente a ese enano roñoso,

¡y que huya corriendo el asqueroso!

Continuó, tomando ahora un tono más jocoso, ya que había captado su atención, y quería hacerlos sonreir. Creer que podrían con ellos.

Así que tomad la lanza y el arco,

y defendamos con valentía este fuerte.

que el brazo en herir no sea parco,

¡y a todos esos roñosos dad muerte!

Debía conseguir que creyeran que era posible, pues si a un niño le dices que se va a caer antes de una carrera, ese niño se va a caer, pues le has hecho creer que es posible, y hay algo que le empuja a cumplir la profecía, así que él quería que creyeran que era posible vencer. Espinanegra, El Arquero y Caragrumosa no merecían morir allí. No sabía si eran buenos hombres o unos patanes, pero nadie, nadie merecía morir, y estaba convencido que después de aquel día todos los allí presentes, si salían con vida, serían mejores personas.

Se inclinó con una reverencia a la manera élfica hacia Vanwa, la canción había conseguido animar su corazón y ahora sentía aumentar la esperanza en la victoria. Mirando a su alrededor tampoco le parecía un mal sitio donde morir si llegara el caso, pero intentaría sobre todo proteger a los más débiles y sentía especial preocupación por Miriel. La miró mientras planeaba la distribución de las escasas fuerzas que éramos y sintió cierta envidia de su capacidad de gestionar esta situación, el hombre se sentía perdido, si fuera él solo buscaría la forma de huir en sigilo pero ahora había mucha más gente a la que proteger.

Ayudó a alimentar la hoguera y preguntó: ¿alguien sabe cómo hacer flechas incendiarias? Tener algunos puntos de luz más allá de esta zona quizá nos vendría bien.

Se colocó donde le dijeron y fue clavando las flechas en el suelo frente a él mientras repasaba la cuerda del arco, colocó el escudo a su izquierda y el mango del hacha apoyado junto a él, ojalá tardara en usarlo pero se sentía más cómodo con su filo que con el vuelo de las flechas.

Intentó recordar lo que sabía de las formas de ataque de los trasgos, cualquier conocimiento podría ser vital para la supervivencia.

Fredegar escuchó atento a los demás. Si hubiera sido por él, seguramente se habría sentado alrededor de la hoguera a fumar en pipa y celebrar el reencuentro, pero aquellos parecían preocupados, y si ellos lo estaban más lo debería estar él que no se había visto nunca en una de esas. La canción de Vanwa le hizo creer que él también podría aportar su granito de arena. 

- Me quedaré aquí con Dinodas - dijo acercándose a Ainar que portaba su descarriado arco mientras se lo agradecía con un gesto. No había disparado nunca a nadie, pero en las competiciones de tiro de la comarca siempre quedaba entre los primeros. Claro que aquello eran manzanas y a plena luz del día. 

Volvió a acercarse a Dinodas - Eh Din! Tienes espada? Coge esta. Solo por si acaso…

Ainar pensaba que aún quedaría tiempo de descanso, o que los trasgos elegirían cansarlos... pero claro, es lo que él hubiera hecho. Ellos no eran enanos de Erebor, con una historia guerrera por detrás. De todas formas, por lo que decía el beórnida, tendrían una larga noche por delante. Lucha habría, eso era seguro.

Mientras los demás hablaban, y hasta la elfa parecía conocer de táctica aunque la escuchara muy bajito y por momentos nada, fue revisando todos los recovecos y ángulos entre piedras y muros¹. Le preocupaba que de pronto se encontraran con enemigos a sus espaldas.

Se alegró visiblemente al ver a Vanwa sacar la lanza y el equipo para el combate.

-Sabía que no podías sobrevivir de flores y piedras- dijo el enano, pasando junto a él y dándole un fuerte manotón en la espalda -Aunque de voz no andas para anda flojo, aún con las letras poco ciertas que creas- agregó para nada molesto en verdad, pero no podía admitirlo.

Luego de hacer el recorrido, volvió con los demás.

-Yo puedo cubrir el frente, y sólo necesitaría que me cubran los flancos- dijo serio -De prescindir de guerreros no estoy de acuerdo. A lo sumo, que los hobbits sorprendan a quienes quieran hacer ese plan, pero entre los arqueros y nosotros- señaló al beórnida y a los jóvenes -No deberían poder pasar. Si se llega a complicar en algún flanco, los arqueros deberían avisar para poder replegarnos, aunque no podemos dejar el resguardo de las piedras y muros- golpeó un momento el hacha contra su escudo -¡Vamos! ¡Será una noche negra! ¡Una noche donde Eriador, Erebor, La Comarca y el Bosque Negro le darán una lección a los trasgos de las Montañas Nubladas!-

Ya el enano se había entusiasmado. No sólo podrían matar trasgos de las montañas como había querido hacer con sus congéneres, si no que además podría defender a sus compañeros. No consideraba la posibilidad de la derrota, pero tal vez fuera porque no estaba seguro de cuántos vendrían. Sólo se daba cuenta de que quedaba el camino del combate por delante...

- Para eso necesitaríamos telas o juncos que absorbieran brea o aceite de lámpara y ponerlo en la cabeza de las flechas – le indicó negando con la cabeza levemente.

Sentía el corazón más ligero tras oír la canción de Vanwa. Sabía que su congénere sabría defenderse, al menos lo más mínimo. Con que se dedicara a esquivar los golpes de los trasgos para entretenerlos mientras Welf y Ainar los mataban ya les sería de ayuda.

Puso una mano en el hombro de Welf, con suavidad.

- Ve con Ainar. Él sólo con Vanwa no podrá defender un camino de entrada. – le sonrió dulcemente – Estaré bien con los medianos. – le tranquilizó – Yo protegeré tu espalda con mis flechas.

Luego se giró a los hobbits.

- Si queréis aprovechar para sorprenderlos de alguna manera, detrás de las mercancías es el mejor lugar para esconderse. Yo me encargaré de mantener el fuego si queréis aprovechar esa sorpresa.

Las aportaciones de Miriel parecieron gustar al Igwar que hizo un gesto a Bill el Arquero para que se colocara en el centro del fuerte y le indicó que permaneciera atento a los posibles trasgos que pudieran colarse por los flancos del lado que él iba a defender con los demás muchachos de Bree. Aprovechó también el beórnida para indicar sus puestos a los otros, mandándolos ya a vigilar el camino que defenderían.

La canción de Vanwa sirvió para animar a los presentes, logró incluso sacar alguna sonrisa a Igwar, lo que era mucho decir. El beórnida se llevó una mano al costado en el que le habían herido y se apretó el jubón de cuero con una mueca de dolor. Los muchachos de Bree se mostraron algo más relajados tras los versos del elfo, aunque el temor de la inminente batalla seguía presente. Al que no lograron entusiasmar ante la idea de lo que se les venía encima, por muy heroica que pudiera parecer la defensa de aquel fuerte, fue a Dindy. El mediano estaba aterrorizado, tomó la espada que le brindaba Fredegar con el mismo miedo, procurando alejarla todo lo máximo de su cuerpo y la dejó junto a las cajas bajo las que se metió para esconderse. Estaba claro que el mediano no iba a resultar de mucha ayuda durante el combate, todo lo que Miriel dijo de aprovechar la sorpresa del escondite insinuando que desde allí salieran al ataque hizo como que no fuera para él. 

—Lanzar flechas incendiarias serviría si hubiera algo que poder prender —dijo el beórnida desechando la idea de Welf—, pero esta colina es prácticamente un yermo. Mejor utilizad las flechas contra los trasgos.

Mientras hablaban y se preparaban para defender el Fuerte Circular, la noche se les echó encima rápidamente cubriendo con su negrura los alrededores. Lo que unos momentos atrás eran unas sombras alargadas bajo los últimos rayos de sol del moribundo día se convirtieron en una penumbra cada vez más oscura antes de que pudieran darse cuenta. El beórnida se había subido a lo alto del terraplén para controlar la ladera de la colina que él y su grupo defenderían.

—Ya están aquí —informó señalando colina abajo.

Asomándose al borde desde su posición dominante en los muros del fuerte, los compañeros pudieron ver las formas de los trasgos moviéndose con sigilo en la penumbra y escucharon los aullidos de los lobos que indicaban que no llegaban solos. Apenas tardarían unos minutos en plantarse frente a ellos. La lucha era inminente.

Welf no se había enfrentado jamás a los trasgos de las Montañas Nubladas, pero había combatido contra sus parientes defendiendo las lindes del Bosque Negro junto a los otros guerreros de su pueblo. Y más o menos todas las tribus de trasgos tenían una estrategia similar, simple pero también efectiva: enviaban por delante una oleada de carnaza para abrumar a los defensores y hacerles retroceder de sus puestos, y después atacaban con sus mejores soldados.

Al ver el gesto de dolor de Igwar, Welf miró más allá del terraplen Ahora vuelvo dijo a sus compañeros y dejando el arco y las armas donde estaban corrió hacia el beórnida mientras buscaba en su morral unas hierbas y un poco de sebo para hacer un emplasto. Sin hacer caso a la mirada reprobatoria del gran hombre le levantó la camisa para buscar la herida de la que se había quejado, no había tiempo para hacer una cura pero si para intentar aliviar sus molestias al menos durante un rato.

El béornida no dejaba de moverse y Welf empezó a canturrear la cancion de Vanwa, si esos versos habían heche que Igwar sonriera quizá asi funcionara y vaya que se si funcionó, hasta se animó a tararear la melodía mientras se dejaba hacer. He hecho lo que he podido, procura que no te golpeen ahí de nuevo y cuando terminemos con los trasgos te haré una cura en condiciones. Gracias Vanwa por tus canciones... gracias!

Los trasgos ya casi estaban encima asi que tocaba correr de nuevo junto a sus compañeros agarrar el arco y empezar a disparar a las sombras que se movían más allá del círculo de tierra.