Partida Rol por web

El anciano movió afirmativamente cabeza y barba al ver que el filo enano hacía de las suyas con la puerta. Luego observó a sus aliados y asintiendo de nuevo con la cabeza hizo un gesto indicando que él se encargaría de dar el golpe final, abrir la puerta y dejarles pasar como una exhalación.

Inspirando, tomó fuerzas, y golpeó con fuerza el tablón en las zonas que consideraba que eran más vulnerables.

-¡¡¡¡RRARRRRRGH!!!!!

El enano inspiró el bárbaro aire lleno de nostalgia de su tierra. Los músculos tensos se activaron como antaño y al fin recuperaron la fuerza de la que tanto camino sin destino había dejado húerfanos. La puerta se desmontó y se quebró en astillas a la vez. Antes de ver nada de lo que había al otro lado, Gogri lanzó su amenaza.

-Preparad vuestro mejor golpe. Tenéis un enano delante. ¡¡¡¡Uglâ trn aggül!!!!

¡Buf! ¡Estas avispas pican con ganas!.- Exclamo ante la recepción a base de virotes que nos han dado los truhanes. Viendo que Hugh se mueve hacia ellos, preparo mi ballesta y disparo contra los tipos tratando de equilibrar las cosas.- Creo que este virote es vuestro...

Hugh apresuró el paso tanto como pudo, deseoso de trabar a los ballesteros y evitar que siguieran disparando. Tuvo éxito en ello, pero el largo camino les dio tiempo a reaccionar antes de que fuese capaz de preparar su golpe.

A su izquierda un virote voló certero por encima del cajón y alcanzó con violencia a uno de los tiradores, atravesando su armadura de cuero como si no estuviera.

Un ruido atronador resonó abajo cuando los golpes de Rislân aflojaron la puerta lo suficiente para que un hachazo demoledor la lanzara por los aires, franqueando el acceso a un almacen repleto de cajones enormes, con figuras escondidas tras ellos provistas de ballestas. Había siete personas más allí abajo, cinco con cotas de malla y espadas de guerra y dos más con armaduras de cuero y espadas cortas, todos con sus ballestas listas para fusilar a los héroes.

Aiden dió un paso adelante caminando sobre los restos del portón, sujetando con fuerza su escudo y levantando su espada. Siete adversarios les enfrentaban, nada más que siete. No serían rivales para ellos, pero sin duda les retrasarían. No tenía interés en aquella lucha, no quería perder el tiempo con aquellos rufianes de poca monta. 

-Tirad las armas y entregaos. Los que colaboreis sereis perdonados - Anunció a voz en grito - No queremos vuestras cabezas, queremos a la chica.

Rislân se movió ágilmente tras de Aiden. El hombre lanzaba palabras cabales y sabias por su boca, normalmente seria y recia, pero el clérigo sospechaba que aquella medicina no era la apropiada para el mal de Puerta de Plata.

La mente analítica de Rislân buscaba frenéticamente como ganar una pequeña ventaja. La paciencia, aunque útil en la mayoría de las ocasiones, no era ahora mismo una virtud sino una herramienta en la que apoyarse para dejar paso a la actividad. Calculó tiempos, distancias, ángulos y recorridos. Su mano derecha se movió con agilidad sobre el bastón y éste desplegó en un ángulo de cuarenta y cinco grados una punta acerca y bastante gastada por el uso.

De un salto hacia delante y utilizando los propios cajones viejos del almacén, el viejo se puso a una distancia prudencial de uno de aquellos matones mientras con su mirada le incitaba a quedarse quietos y no entrar en el área que amenazaba con su largo bastón.

¡Al que mueva un dedo lo convierto en un alfiletero!.- digo a los rufianes para reforzar las palabras de Aiden, apuntando con cautela por si alguno juega sucio...

Las hostilidades habían comenzado también por el lado de los aventureros. El virote de Hank, hundido profundamente en el hombro de uno de los maleantes tras sortear con precisión las cajas, marcó el inicio de un vendaval de violencia. Ni las palabras de Aiden, ni las de Hank recibieron la más mínima atención; no les cabía duda que aquellas personas estaban implicadas en el secuestro de la heredera del ducado y, seguramente, en la de docenas de mujeres. Ya habían experimentado en carnes propias la justicia de Puerta de Plata. ¿Era de extrañar que aquellas gentes lucharan a muerte?.

En el piso de arriba el ballestero herido volvió a disparar a Hank, decidido a vencer el duelo de tiradores, y por un momento pareció que podía ser así, el virote voló preciso y certero, superando la curva del suelo y directo contra la nuca del pícaro. Por suerte en el último segundo volteó viéndose morir, la adrenalina corriendo en torrente por sus venas y el virote sólo le desgarró el cuero cabelludo a través del capacete de cuero.

Mientras otros dos ballesteros dejaron caer al suelo sus armas, desenvainaron sendas espadas de medio metro y trataron de acuchillar a Hugh sin abandonar su parapeto, la primera estocada golpeó en el cajón, trabando la espada el tiempo suficiente para que el explorador reaccionase. La segunda, más certera, e imposible de esquivar, obligó al montaraz a interponer su escudo, pero le concedió la iniciativa de nuevo. Podían oírse los ladridos de Silent en el piso de abajo, nervioso al escuchar el ruido de pelea.

El piso inferior fue un puesto de tiro de feria: Aiden había trabado a uno de los guerreros, que dejó caer su ballesta, perdiéndose su virote entre las sombras del suelo, para desenvainar una espada de guerra y dirigirle un tajo demasiado corto que le hizo golpear con el brazo en el cajón y perder fuerza y la ventaja en el combate; sin embargo los dos pícaros y el guerrero de la derecha, según entraron dispararon a Gogri entre los restos de la puerta. Los tres guerreros de la izquierda hicieron lo propio con Rislân, apresurándose a encajar nuevos virotes en las cuerdas.

El primer virote podría haber impactado a Gogri, pero una lasca de la puerta desvió el proyectil lo suficiente para impactar en el yelmo en lugar de en la mejilla. Los otros dos volaron por encima de la cabeza del enano, como si hubieran tenido su tiro preparado para ensartar a uno de los soldados del conde.

La suerte había acompañado al enano. Toda la que faltó al clérigo, que vio cómo los virotes volaban entre los restos de la puerta demasiado certeros, intentó esquivar uno, pero no pudo. El impacto le hizo trastabillar y los dos restantes golpearon con la misma precisión. Sus brazales brillaron, ralentizando las flechas, tal vez lo suficiente para que no le atravesaran, pero no para que no cayeran al suelo tintos de sangre tras perforar dolorosa y gravemente su cuerpo. Sangraba en abundancia y no aguantaría otra andanada como aquella.

¡Liberad a las mujeres, malnacidos! - Espetó a los rufianes que tenia delante mientras se lanzaba con su espada en alto hacia ellos.

El rufián hurtó el cuerpo lo suficiente para evitar quedar ensartado, aunque su gesto de dolor denotó que había sido alcanzado. La hoja estaba tinta de sangre, su armadura se manchaba de carmesí en el costado y sus movimientos eran mucho más lentos, a pesar de recuperar la iniciativa cuando Hugh retiró su arma para tratar de detener las estocadas que se le venían encima.

Jadeando, Rislân trató de hacer fuerza con la punta de su bastón para evitar que el guerrero al otro lado de la caja le encarase, pero la pequeña carrera y, sobre todo, el dolor provocado por los virotes que habían abierto la carne y dejado escapar la carne se tradujeron en un enorme impedimento y en poco más que una embestida contra la caja. El clérigo se dejó caer contra la madera, debilitado. La mala suerte se había cebado con él mas el anciano sabía que las casualidades no existían y que el destino dependía de los hechos de cada uno. De este modo apretó los dientes con fuerza y mantuvo la lanzada en ristre, procurando amenazar la posición al otro lado de su protección.

Gogri rió al sentir el arañazo del virote en el metal.

-¡Furia de Thrór! ¡Armaos! ¡Armaos! - gritaba mientras se arrojaba hacia el contrincante que tenía justo delante, con el hacha lista. Un cajón los separaba, además de la distancia de su carga, pero ni una ni otra cosa había detenido jamás a un enano hambriento de buenas historias, que se supiera.

El cajón se convirtió en el mejor escudo para el guerrero enemigo, porque detuvo de pleno el hachazo, aunque su tapa se partió en pedazos dejando ver que estaba vacío, eso evitó que la hoja se acercase al enemigo.

Los rufianes no parecían dispuestos a ceder, y casi lo prefería. Necesitaba descargar mi ira por la desaparición de mi mentora, y estos malditos venían al pelo. Cargué con premura otro virote en la ballesta y disparé al ballestero ya herido, tratando de restar un oponente a la contienda.

El bribón asomó la cabeza justo en el momento que el virote pasaba sobre el cajón, Hank y Hugh vieron un segundo cómo impactaba contra su cara y abajo se escuchó un breve alarido de dolor. El hombre cayó de espaldas, fuera de la vista de los compañeros y el sonido de un cuerpo al golpear repetidamente contra el suelo de madera empezó a poner una cacofonía de percusión al combate.

El paladín aprovechó la defensa abierta en su rival cuando su espada se encalló en el cajón para golpear con fuerza el cuerpo del enemigo. La cota de malla evitó un golpe grave, pero sin duda dejaría marca, tal vez hubiera hecho una fisura en una costilla incluso, y su pectoral tenía ahora un hueco lo bastante grande para que una espada llegase a la carne.

En el piso superior, aunque los números estaba ahora equilibrados, el cuerpo a cuerpo era ventajoso para los secuestradores. Ahora que Hugh había abandonado la protección de los cajones, sus enemigos se movieron con habilidad, secuenciando los ataques para aprovechar al máximo los huecos en la defensa de Hugh con sus espadines.

El primero aprovechó que le daba la espalda para acuchillar profundamente en los riñones al explorador, que pudo rodar a tiempo de evitar ser ensartado, pero no sin llevarse un doloroso corte en la espalda, por suerte su armadura detuvo el tajo del segundo, evitando males mayores.

Notaba el escozor del corte y el calor de la sangre brotando de la herida. Pateando el pecho del oponente a su izquierda, se movió para posicionarse entre la pared el oponente a su derecha. Intentando lograr tener a ambos mejor controlados y evitar que volviesen a cogerle por el flanco.