Partida Rol por web

Desesperación carmesí

Forja de libertad

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03/03/2009, 22:27
Master Indio

Enfrascado como estaba en su tarea, Zack tardó bastante en darse cuenta de que algo ocurría en el exterior.
Era un sonido que se había visto mitigado por el ruido que él mismo provocaba al golpear las piezas de metal y por el crujiente crepitar de las llamas en la fragua, pero este se había ido elevando hasta que llegó un momento en que era imposible ignorarlo.

Era un murmullo que aumentaba a cada segundo, acompañado por algún que otro grito. Sabía que existían palabras escondidas, pero desde allí le era imposible saber de qué se trataba, pues aunque estas se colaban por encima de la puerta, atravesando el patio, hasta llegar a él, se encontraban demasiado amortiguadas como para extraer algo concreto de ellas.

Puede que, únicamente, se tratara de una nueva oleada de pesimismo ante lo insólito del cielo, pero hacía días que, pese a que la gente no se encontraba a gusto con el cambio, lo habían asimilado y solamente le dirigían miradas temerosas, sin acompañarlas con palabras y preguntas que no tenían respuesta.
No, aquello se trataba de algo más. Puede que el herrero fuese una persona solitaria y que redujera al mínimo su interacción con el resto de habitantes, pero sabía reconocer cuando el temor cabalgaba a lomos de los sonidos.

Siempre podía hacer oídos sordos y continuar con su trabajo, pero para eso debía vencer primero a la curiosidad.

Notas de juego

Continuamos

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03/03/2009, 22:37
Sophie

Los ojos de Sophie se habían abierto extremadamente cuando vió a aquella multitud de personas surgiendo de entre los árboles, pero había pasado mucho en su vida como para quedarse paralizada por un hecho de aquella índole.
No tardó en volver grupas y seguir de cerca al caballo que ahora era montado por dos personas. Puede que ese fuese el motivo por el que no quedó excesivamente rezagada, aunque Viento seguía siendo más veloz incluso en aquellas condiciones.

¡Debemos avisar al Senescal! - gritó intentando que sus palabras avanzaran más rápido que su montura y que así llegasen a los oídos de Majud. La mujer pensaba que eso mismo ya lo habría tenido en cuenta la joven que iba en cabeza, pero necesitaba escuchar su propia voz para tener la certeza de que no se trataba de un mal sueño.....no lo era, por desgracia todo aquello estaba sucediendo realmente.

Los soldados cerraban la marcha, dejando que sus miradas volviesen una y otra vez hacia sus espaldas, calculando la velocidad del supuesto enemigo y el tiempo que les quedaba para prepararse. No mucho, eso seguro, pues aunque esa gente iba a pie, la distancia que los separaba de Ródennos no era excesiva.

Mientras tanto, del pueblo comenzaban a surgir un número indeterminado de curiosos que miraban fijamente en la distancia para intentar saber qué era lo que ocurría.
Desde allí no podían saber que los hombres y mujeres, que se acercaban, se encontraban armados, pero no tardarían en averiguarlo.

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04/03/2009, 00:15
Zack Shermann

Tras el descanso, Zack, se concentró profundamente en su trabajo. Golpe a golpe, aquel maleable metal iba cogiendo las formas y tonalidades que su mente había ideado tiempo atrás. Cuando el herrero trabajaba era como si el tiempo se parase, como si el mundo dejase de girar e hiciese una pausa esperando ver el resultado de los certeros golpes de su martillo. El calor de la fragua hacía que el lugar se volviese confortable en aquellos tiempo en los que el frío comenzaba ha hacer acto de presencia. La temperatura y los acompasados sonidos del metal y el carbón hacían que el trabajo fuese viento en popa. No había nada que hiciese parar aquel fuerte brazo y su acompasado movimiento. Bueno, casi nada...

De pronto Zack golpeó erróneamente el yunque, lo que hizo el martillo saliese disparado a unos metros de distancia y que la pieza de metal quedase deformada. El herrero miró enfadado el martillo y el estropicio en la pieza que estaba casi termianda, liberando su rabia con un fuerte golpe de talón al suelo. - ¡Malditos pueblerinos!.... ¡¡¡¡ES QUE UNO NO PUEDE TRABAJAR EN PAZ!!!!.... - Gritó el herrero con todas su fuerzas alzando las manos al cielo, sabedor de que nadie podría escuchar sus proteste por la distancia el fuerte ruido del exterior.

Malhumorado se acercó a recoger el martillo del suelo para, seguidamente, asomarse tímidamente a la ventana más cercana al lugar de donde provenái el creciente murmullo. - A ver qué demonios les pasa ahora... Ahora que por fin se habían cansado de hablar del maldito cielo.... parece que han encontrado algo con lo que distraerse de sus obligaciones....

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04/03/2009, 23:04
Sadicer

Sadicer, tomó el recipiente que Meredith le indicaba, entre sus manos pero no hizo que sus ojos bajaran para analizar visualmente el contenido....no le hacía falta, ya sabía lo que había en él, pero la situación le había servido para corroborar una duda que arrastraba ya desde hacía un par de años, y que nunca se había presentado la ocasión de resolverla, hasta ahora.

Sonrió y entreabrió los labios para indicarle algo a la mujer, pero quizá nunca pudiera saberse qué era lo que tenía pensado decir, pues en ese mismo instante comenzó un murmullo que fue creciendo hasta alcanzar un volumen que hacía imposible no prestarle atención.
Los rostros cercanos se volvían en la misma dirección, la entrada del pueblo. Algo sucedía allí, y al parecer el alboroto también había llamado la atención de aquellos que se encontraban en el interior de sus casas o negocios, pues salían a la calle para ver qué era lo que ocurría.

El herrero, como uno más de los curiosos que se presentaban, abrió la puerta y salió al exterior de la herrería. En su rostro se apreciaba tanto la duda como una cierta dosis de enfado. Quizá la interrupción le había sentado mal y por ello se había visto obligado a salir a comprobar qué ocurría.
Pero desde donde se encontraban no podían averiguar nada de nada, pues fuese lo que fuese lo que ocurría, era en la linde del pueblo o quizá un poco más allá, hacia los campos y el bosque que se encontraba más allá, a unos cientos de metros.

Ni siquiera nosotros montamos tanto alboroto cuando llegamos. - indicó Sadicer lo suficientemente alto como para que sus palabras fueran escuchadas por Zack, al igual que por Meredith - No se qué puede estar ocurriendo, pero desde luego es algo importante.

Comenzó a andar en la misma dirección que el resto de los habitantes. En su mano seguía el recipiente que le había devuelto Meredith unos segundos antes, olvidado al igual que sus intenciones cuando lo había sacado del carromato.

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07/03/2009, 16:46
Meredith Gailast

Meredith no vio la reacción de Sadicer. Sus ojos, envueltos en vergüenza e incredulidad, habían bajado al suelo y se habían estacado allí, como si quisieran abrir un gran hueco y enterrarse allí. Incapaz de entender a Sadicer y menos aún, entenderse a sí misma, Meredith se sonrojó más al límite de la violencia, pero no levantó la cabeza. Entregó el recipiente a ciegas, pero con tanta delicadeza como si estuviera mirándolo. Permaneció en silencio en espera de lo inevitable, que el mercader se sintiera ofendido por dudar de su experiencia y no quisiera venderle nada, que la llamara inútil y estúpida, atrevida e ignorante; y entonces, que ella tuviera que ir tras el doctor Folson, interrumpirlo en su trabajo arduo, y pedirle que él mismo fuera a comprar lo que necesitaba. Pero no fue la voz de Sadicer lo que llegó a sus oídos: fue el murmullo de la voz del pueblo, audible como un grito, aumentando en intensidad.

Tardó en alzar los ojos, pero finalmente lo hizo. Contempló así la curiosidad en su estado más primitivo, todos los rostros volteados en una misma dirección sin ninguna respuesta. Aquel ruido no le indicó nada particular a Meredith, aunque a ella le pareció algo normal. ¿Qué podría entender ella de cualquier cosa que estuviera pasando? Incluso cuando Zack salió de la herrería, y se detuvo a observar la situación con la misma falta de idea, Meredith siguió pensando lo mismo. Y se hubiera quedado en su sitio, hubiera bajado la cabeza de nuevo, si no hubiera sido por las palabras de Sadicer.

La idea del mercader yéndose con el recipiente que no le servía, pero alejándose así de la provisión de los componentes para el doctor, hizo reaccionar a Meredith. Extendió una mano por instinto, y dio un paso hacia él mientras se alejaba.

- Espere...

Entonces, se dio cuenta que no podría hacerlo volver. Ante esa perspectiva, los pasos de Meredith la guiaron detrás del mercader.

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08/03/2009, 22:50
Majud Dahatsy

Majud escuchó las palabras de Sophie y sabía que tenía razón y ella no tenía tiempo que perder al ser su caballo el más rápido de todos. No se olvidaba que tenía a Dan montado tras ella pero tenía que dar lo mejor de sí, así que casi instintivamente acarició el cuello de Viento y le susurró algo al animal con cierta ternura a pesar de la ternura del momento. El caballo corrió aún más, si es que acaso aquello era posible, el grito de Majud para azuzarlo se escuchaba por encima del viento. Volvió un instante el rostro, quería asegurarse de que Sophie estaba cerca de ella, al menos que la seguía.

-¡NO TE DETENGAS, SOPHIE!

A pesar de ello, no se detuvo. Siguió la marcha, galopando sobre viento, dedicándose a pensar en su padre. Al parecer el pueblo estaba en peligro y cómo no, con aquellos bárbaros buscando quién sabe qué cosa. Sólo rezaba en su interior a los dioses, para que no les alcanzaran, para que les diera tiempo suficiente a llegar donde el senescal, donde su padre, donde todo debía ser seguridad o al menos lo que ella deseaba. Su corazón latía con fuerza, tenía miedo, mucho miedo de que le hubiera sucedido algo a su padre, de que les hubieran atacado por otro flanco de la ciudad y que entonces fuera demasiado tarde. Pensó pasar por la herrería, avisar a Zack pero ella no tenía tiempo.

-¡Ve con Zack!-ordenó a Sophie.

Porque sabía que el caballo que ella montaba, jamás lograría llegar con ellos hasta donde su padre y porque además, sentía que tenía que avisarles al comerciante y al herrero, en especial al herrero y dado que ella no podía o no debía. Continuó su camino, levantando polvo, pasando entre la gente sorprendida y deseando que todo estuviera bien con el hombre que más le importaba en la vida.

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09/03/2009, 21:15
Sophie

El caudal humano había pasado de un mero goteo a un río que descendía como un torrente hacia la entrada del pueblo.
Los lugareños se agolpaban unos junto a otros, estirando el cuello aquí y allá para intentar ver por encima del resto de las cabezas sin conseguirlo.
La individualidad se había perdido en favor de una masa informe que avanzaba en la misma dirección.

Para aquellos que se encontraban más rezagados, como era el caso de Sadicer y Meredith, por no contar a Zack, que se encontraba junto a la puerta de la herrería, parecía casi imposible la mera idea de abrirse paso entre tal gentío.
Y sin embargo lo imposible se hizo real ante sus propios ojos. La marea humana se abría formando un pasillo en el medio de la calle, primero lentamente, pero acelerándose el movimiento a cada metro.
¿Por qué? ¿Cuál era el motivo de aquel extraño suceso? La respuesta a esas preguntas se acercaba a toda velocidad en forma de equino con dos jinetes.

El primero, que manejaba las riendas, era Majud, la joven que había estado departiendo con Zack y Sadicer hasta hacía unos minutos. Tras ella, montado a horcajadas, se encontraba un muchacho que se sujetaba a la cintura de la mujer para no caerse debido a la velocidad.
La tensión, la angustia....pero sobretodo la determinación se mostraban claramente en el rostro de Majud, que pasó como un vendaval entre la multitud. Una incontenible fuerza de la naturaleza que sólo tenía ojos para su meta, el castillo que se encontraba situado al frente y al que debía llegar como fuera.

Tras ella, los dos soldados cuya tarea era protegerla, hacían esfuerzos para que sus monturas no se quedaran atrás.
Por último, un último caballo cerraba la comitiva, siendo montado por la mujer que acompañaba a Majud con anterioridad y que había permanecido en el exterior de la herrería mientras esta se encontraba en su interior.
Ella no pasó de largo, sino que dirigió su montura directamente hacia el herrero, que observaba los acontencimientos desde su posición junto a la puerta.

Sophie, que así se llamaba la aya de Majud, tiró de las riendas con brusquedad, consiguiendo detener su caballo pese a correr el riesgo de encabritarlo.

Unos hombres....muchos hombres - le faltaba el aliento a la hora de hablar. Parecía que ella misma hubiese sido la que corriera entre la gente en vez de su caballo. Sus ojos se encontraban excesivamente abiertos cuando miró al herrero - Están armados y vienen hacia aquí. No tardarán en llegar.

Mientras tanto, Majud cabalgaba en dirección al castillo, recorriendo las calles como una estrella fugaz que deja una estela de polvo tras de sí.
Un último giro y allí se encontraba la puerta del castillo, con los guardias encargados de custodiarla observando con estupor aquellos caballos que se acercaban a la carrera.

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09/03/2009, 21:47
Majud Dahatsy

Cuando al fin logró que Viento entrara en el pueblo, la gente le abrió paso y menos mal que había sido así, de lo contrario, se habría llevado a más de uno entre las patas de la bestia pero Majud no tenía tiempo que perder y a pesar de que vio a Sadicer, a Zack y Meredith, no se detuvo. Hubiera querido hacerlo pero prosiguió su camino, eso era lo que le correspondía; su cabello volaba al viento, el peinado totalmente descompuesto, la respiración agitada; apenas y se acordaba de Dan por el modo en que se cogía de su cintura.

-Mejor que mi padre esté bien...

Ya no faltaba nada, estaba allí y los guardias le observaban con temor, casi sin poder reconocerla hasta que estuvo más cerca pero al verlos allí, la joven supuso que entonces su padre estaría bien, hizo una seña con el brazo, para que los soldados abrieran la puerta o iban a estamparse contra ella en cualquier momento. Por suerte, la reconocieron enseguida por la montura, por ella misma, aunque no sin dejar de reparar en Dan. Por suerte para ella los guardias que el senescal le había puesto, venían detrás. No se apeó, no había tiempo y sin dudarlo ni un instante, entró en el lugar montada en Viento, aunque eso sí, bajando un tanto la velocidad.

-¡Padre! ¡Padre! ¿Dónde estáis?-preguntó a voz en grito pero siguiendo el camino hacia el lugar en el que más tiempo pasaba su padre.-¡Tenemos problemas, padre!

Su voz era firme pero se podía notar agitada y aunque estaba temerosa, intentaba disimularlo lo mejor que podía. No dijo nada a Dan pero le echó una mirada, esperaba que el joven no tuviera nada que ver con aquello.

-Ahora verás a mi padre...-musitó.

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09/03/2009, 23:03
Zack Shermann

Al salir a la puerta de su negocio y hogar, el herrero pudo ver el gran revuelo que acompañaba al murmullo creciente que le había distraido, una vez más, de sus quehaceres. Todo el munod parecía dirigirse a la entrada del pueblo, incluidos Sadicer y Meredith, que parecía un tanto descolocada.

El herrero observó toda la escena desde su puerta, al principio con curiosidad y asombro, para que negarlo, por muy ansiosa y manipulable que fuese la gente del pueblo, pocas veces se veía un revuelo de aquella magnitud. Zack hizo ademán de ir tras la multitud pero pronto se dio cuenta de que no serviría de mucho pues era completamente imposible hacerse un hueco entre la marabunta de pueblerinos. - Malditos borregos... - El herrero perdía fácilmente los estribos con las reacciones desmesuradas de sus vecinos, ya le tenían acostumbrado a grandes alborotos debidos a minuencias pero, en el fondo, comprendía que necesitaban evadirse de aquella mala vida que les había tocado vivir y de la que, en pequeña medida, él había logrado escapar.

Zack se disponía aregresar a su trabajo - ya me enteraré del motivo de todo esto - cuando, al girarse, observó como un gran surco se habría entre la multitud. Aún de reojo vio como de entre la gente surgía un caballo que pasaba velozmente delante de la herrería y continuaba hasta el castillo seguido por otros cuantos. El herrero los siguió con la mirada dando una vuelta completa sobre sí mismo. - ¿Majud? - Zack no daba crédito a sus ojos e, inconscientemente, se dirigió hasta casi el centro de la calle para ver por donde iba el grupo de jinetes.

No llegó a ver mucho pues, de repente, un sonido brusco a sus espaldas le hizo girarse de nuevo. En frente encontró a la aya de Majud montada en su caballo. La conocía de vista pero nunca había cruzado palabra alguna con ella y Majud tampoco se habí prodigado en comentarios sobre ella, algo que a Zack tampoco le importaba. Pero aquella mujer le dirigió esta vez algunas palabras antes de seguir a su portegida.

Sophie :

Unos hombres....muchos hombres. Están armados y vienen hacia aquí. No tardarán en llegar.
 
Aquellas palabras resonaron en la cabeza de Zack como un grito en las montañas. Pronto reaccionó tan rápido como pudo. Avanzó un poco y buscó con la mitrada a Sadicer entre la gente. Afortunadamente el mercader no se encontraba demasiado lejos. - ¡¡Sadicer, avisa a tus hombres!! - Zack hizo un gesto con la mano instando al mercader a que se apresurase y entró tan rápido como sus piernas le permitieron en la herrería.

 

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09/03/2009, 23:14
Wolfgan Senescal de Ródennos

Las puertas se abrían, soldados y cortesanos se apartaban para dejar pasar al ímpetu que había tomado forma en el cuerpo de Majud, aunque no podían evitar seguirla con la mirada, e incluso alguno de los más osados encaminó sus pasos siguiendo al grupo formado por la muchacha, Dhan y los dos soldados de la guardia que no se habían apartado de ella en ningún momento.

Recorrieron unos pasillos que Majud conocía de memoria, pero para Dhan, que era la primera vez que visitaba un lugar similar, aquella situación era realmente maravillosa.
Allí fuera quedaba el peligro sobre el que habían venido a avisar, pero para el muchacho sólo era un ingrediente más en aquella gran aventura con la que se había topado.

Si Majud no estaba equivocada, su padre seguiría en el mismo lugar en que le había dejado. Claro que, eso hubiese sido así si ella misma no estuviera montando tal jaleo, por lo que no le resultó extraño que la figura conocida de Wolfgan apareciera justo tras el recodo del siguiente pasillo.
Se notaba que se había apresurado para salir a su encuentro.

¿Qué ocurre, hija mía? - preguntó rápidamente, ansioso por conocer la respuesta - ¿Qué es lo que te ha alterado tanto?

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10/03/2009, 16:53
Majud Dahatsy

Majud se apeó de Viento de un salto al escuchar la voz de su padre, el alma le volvió al cuerpo y tras bajar acarició el cuello del animal diciéndole algo al oído, algunas palabras cariñosas y de agradecimiento seguramente y quiénes la conocían lo sabían al verlo. Luego corrió a los brazos de su padre, como si hiciera años que no lo viera, como si lo hubiera imaginado muerto o muy enfermo. Apenas podía hablar y respiraba dificultosamente, tal pareciera que quien venía corriendo era ella.

-¡Padre...!-lo besó aferrándose a aquellos brazos que le eran tan conocidos, tan amados.-¡No sé...! ¡Diablos! ¡Por todos los dioses, qué bueno que estás bien!

Soltó a Wolfgan y se inclinó sobre sus rodillas unos segundos, tenía que tranquilizarse, así que respiró profundo un par de veces. Recordó todo tal como había pasado, ella era buena con los detalles y debía contarlos a su padre pero sólo después de darle la noticia inicial o aquellas personas los tomarían más que por sorpresa.

-Hay hombres armados, en las afueras del pueblo pero no están lejos, entrarán casi a la altura de la herrería de Zack... Del señor Shermann y creo que estaban muy, muy cerca de mí. Padre, tenéis que mandar a los hombres-dijo más tranquila.

Majud era capaz de recuperar la compostura de una manera extraordinaria, a pesar de tener el cabello revuelto y el corazón agitado, había logrado tranquilizarse y relatar a su padre más o menos lo sucedido. Luego recordó a Dhan pero espararía a que su padre preguntase por el muchacho.

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10/03/2009, 23:19
Dhan

Dhan acababa de vivir lo mejor de toda su vida, no solo había cabalgado junto a la hija del Senescal de Ródennos, sino que acababa de parar su caballo ante el mismo hombre al que debía ver sin falta. Al único hombre de Ródennos al que debía avisar, y al mismo al que no llegaría sin ayuda.

Sin duda su estrella era brillante. Quizás algún día dejara su brillo y se conviertiera en una Estrella Negra que acabara con sus suerte, pero mientras tanto no iba a ser tan estúpido como para desaprovecharla.

Apenas se había percatado de lo que había ocurrido a su alrededor durante el corto trayecto que habían realizado en el corcel, magnífico por cierto, pues la jinete no solo era rápida, también precisa. Los giros y el galope habían sido dignos de la mejor amazona. Dhan había estado a punto de caer varias veces, pero eso no solo no había amedrentado al joven, sino que le había dado mucha más energía. En varias ocasiones cerró los ojos para disfrutar de la infinita libertad que sentía al rozar su cara con el frío viento en el que se abrían paso.

Incluso estuvo tentado de darse un par de pellizcos para ver si no estaba soñando y se despertaría en su viejo camastro en la buhardilla de una humilde granja.

Le pareció que volaba más que galopar, y eso le había llenado de esperanzas y de emoción. Estaba tan excitado que apenas podía respirar sin llegar a coger demasiado oxigeno, por lo que la cabeza comenzaba a saturarse no solo por la respiración, sino por el increíble y corto paseo en caballo.

Cuando llegaron ante el Senescal, esperó que alguno de los dos se dirigiera a él para hablar, pues no iba a ser maleducado entrometiéndose en un encuentro tan importante. Bajó del caballo de un salto y se quedó junto a él, acariciando su lomo, que por su suavidad y tacto, delataban los extremos cuidados que recibía.

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11/03/2009, 05:18
Meredith Gailast

Los ojos de Meredith se le fueron de un lado a otro. No logró captar en qué momento había dejado de seguir al mercader, cuándo se había detenido por el movimiento de las masas, y menos aún cuándo habían entrado el caballo y la mujer a su campo de visión. Meredith permaneció inmóvil mientras la joven, que había visto hacía sólo unos minutos, pasaba a todo galope a su lado como si fuera un vendaval. Los murmullos se transformaron en gritos bajo el ruido de los cascos, y la comitiva terminó de pasar a su lado agitándole el cabello. No le había dado ni tiempo, ni opción de reaccionar. Sólo los miraba, alarmada por su agitación, sin atinar a entender qué les había sucedido. Vio sus espaldas alejándose entre todo tipo de rumores y gritos, empujones y corridas, cuando la mujer que cerraba la marcha se detuvo cerca de Zack.

Meredith no alcanzó a escuchar lo que le fue dicho al herrero. Le bastó con ver su cara y escuchar su grito, cuando asomó entre las cabezas para buscar a Sadicer. Ella estaba tan cerca del mercader que podía ver y escuchar casi todo lo que le era dicho. Podía ver cada una de sus reacciones, pero en ese momento nada de eso tenía mayor interés. Lo que acababa de suceder era el preludio de una batalla, o al menos de un asedio, a los cuales había estado tan acostumbrada antes, y no había tiempo para pensar en eso. Pronto las calles se teñirían de rojo, y los gritos serían agónicos. Pronto en la tierra se deslizaría la desesperación carmesí, y no habría manos suficientes para detenerla.

- Tendré que... avisar al doctor Folson - dijo Meredith, en apariencia dirigiéndose a Sadicer tan cerca de sí; en realidad, era un pensamiento en voz alta, como si el escucharse decirlo la pudiera convencer de algo o le diera esperanzas que no había. Si la lucha se trababa en ese mismo momento, si había heridos graves, el doctor no llegaría a tiempo a menos que estuviera allí mismo - Desearía que no hiciera falta, pero puede que lo necesiten aquí.

No tenía la menor idea de dónde ir a buscarlo, pero estaba convencida. Ella no tenía nada que hacer allí donde se iba a defender el pueblo. Si tenía alguna utilidad, era conseguir al doctor que estuviera atento para los heridos, si los había. Así que miró una vez más a Sadicer, como si quisiera decirle algo, pero finalmente no lo hizo. Dio media vuelta con determinación, pero el no saber a dónde podía estar el doctor Folson la dejó perpleja y quieta en su lugar. La hizo dudar en los segundos claves, que nadie podía darse el lujo de perder.

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15/03/2009, 21:48
Sadicer

Para no ser un hombre curtido en batallas, Sadicer reaccionó con rapidez a las palabras que le dirigió el herrero, el cual tambien había dejado que la adrenalina tomara el control y pusiera en movimiento su mente y sus músculos.

¡Eloirath, Cemmeryn! ¡Colocad las carretas en las entradas de las calles, volcadlas si es necesario! - exclamó dirigiendose a algunos de los hombres que habían llegado con él esa misma mañana. Cuando vió que un par de indivíduos se acercaban a su carromato, les gritó a ellos - ¡No! Dejad el mío, si se vuelca su contenido puede ser peor el remedio que la enfermedad.

Quizá fuese la mención de esta última palabra, pero sus ojos se dirigieron hacia la mujer que se encontraba a su lado, la cual se había vuelto para ir en busca del buen doctor, pero que ahora permanecía estática, mirando de un lado a otro, sin saber muy bien donde ir.
Sin dudarlo un instante, Sadicer decidió dejarse de juegos e ir directamente al grano. Ya había corroborado poco antes sus dudas, y ahora dejaría las cartas boca arriba - No sabes donde está Folson - le indicó abandonando el tratamiento cortés para comenzar a tutear a Meredith - y además tu puedes ser de tanta utilidad como él ¿me equivoco?

La miró fijamente, como si no hubiese una multitud ruidosa a su alrededor. En aquel momento sólo estaban ellos dos, apartados de todo y de todos - Sé quien eres. Ya lo suponía con anterioridad, pero hoy me has confirmado mis dudas. No olvides que mis viajes me han llevado a muchos sitios y que mis oídos captan todas y cada una de las palabras que se mencionan en cada pueblo......pero tu secreto está a salvo conmigo. Sin embargo esta es una situación especial. Mantente a salvo y ayuda en lo que puedas. En mi carromato puedes encontrar todo lo necesario.

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15/03/2009, 22:08
Wolfgan Senescal de Ródennos

¿Armados? - sus ojos se abrieron desmesuradamente al escuchar aquella frase. No dudaba de su hija, no tenía ningún motivo para hacerlo, pero le resultaba difícil aceptar la noticia, puesto que en aquellos momentos no existía ningún problema con los feudos vecinos.
Normalmente, un ataque venía precedido de amenazas o de tratos insatisfactorios entre los señores de las ciudades. Nunca había ocurrido con anterioridad algo parecido, pero en el rostro de Majud podía verse la verdad de aquella afirmación......y no dudó más.

¡Tú! - su llamada iba dirigida a uno de los hombres que había velado por la seguridad de su hija, pero ahora que esta estaba allí podía prescindir de él - Avisa al retén. Quedan suspendidos todos los permisos. Quiero a todos los hombres bien pertrechados, en el patio de armas, dentro de diez minutos.

Al ver que el soldado tardaba en reaccionar, aumentó considerablemente su tono de voz. Casi podría decirse que las paredes que conformaban las paredes, temblaron bajo su mandato - ¡VAMOS! ¡MUEVETE!

El hombre salió corriendo sin dudar un instante, provocando que su armadura transmitiera un fuerte sonido metálico que, sin duda, avisaría de su llegada segundos antes de que apareciera en cualquier estancia.
Fué entonces cuando Wolfgan se volvió nuevamente hacia su hija, la cual seguía frente a él, unos pasos por delante de un muchacho que le resultaba desconocido al Senescal.

Debo avisar a lord Zaelus. - le indicó hablando rápidamente - Pero necesitaría algo más de información. Así pues, dime exáctamente qué has visto. ¿Cuántos hombres eran? ¿Cómo de armados se encontraban? - y volviendo su mirada hacia Dhan, le señaló moviendo levemente hacia él su barbilla - Y quién es ese. Jamás le había visto.

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16/03/2009, 01:28
Majud Dahatsy

Escuchó con atención las órdenes de su padre, se sentía orgullosa de él siempre, por muy minimo que fuera lo que tenía que hacer pero hoy más que nunca, estaba segura que sabía lo que había que hacer y claro, explicarle a Zaelos lo acontecido era una de esas cosas por hacer pero antes, antes ella tenía que responder lo que él le había preguntado.

-No sé, cuántos hombres serían, padre. Sólo os puedo decir que les costaba caminar pero parecían determinado.

Bajó la mirada con cierta intención de recordar lo que había visto pero pronto se olvidó de eso para responderle nuevamente al hombre que le había dado la vida.

-Padre, él es Dhan y lo encontré de camino a acá... pero mejor que te lo diga él pues aunque me dijo que tenía que verte, lo cierto es que no tengo muy de dónde viene.

Entonces echó una mirada al joven, quizás había sido una equivocación llevarlo, podía ser un enemigo pero lo hecho, hecho estaba y su padre sabría cómo manejarse.

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16/03/2009, 23:40
Zack Shermann

Al poco el herrero salió de nuevo a la calle cargando con varios escudo bajo su brazo derecho, algunas lanzas bajo su brazo izquierdo y dos grandes espada atadas al cinto. Un ligero casco cubría ahora su cabeza. Siempre supo que aquellos encargos sin recoger que iba acumulando en la herrería algún día serían útiles, de hecho, parecía como si tuviese estudiado al segundo lo que tenía que hacer en estos casos.

Zack, y la mayoría de sus vecinos, sabían que los soldados de Lord Zaelus no estaban preparados para repeler un ataque contra el pueblo, que a duras penas serían capaces de porteger la entrada del castillo y que nadie excepto ellos mismo se preocuparía de proteger sus casas, sus campos o sus negocios aunque, sin duda, se encargarían de pedir el pago ocurriese lo que ocurriese. El caso de Zack era más delicado si cabía, sabía que en caso de ataque, si la herrería caía en manos enemigas, sería una gran ventaja para ellos, tanto por el armamento que allí almacenaba como por la posibilidad de reparar el suyo propio, por eso estaba dispuesto a defenderla hasta el final.

El herrero buscó con la mirada a Sadicer. Sus hombres eran mucho más fuertes y curtido que la mayoría de los habitantes del pueblo y eran los que mejor podían plantar cara a lo que fuese que se acercaba. Una sonrisa se dibujó en sus labios al ver como ya se habían puesto manos a la obra y los carros hacían de improvisada barricada en la calle de entrada al pueblo. Se acercó a la carrera y repartió los escudos y las lanzas entre ellos. Después se acercó a Sadicer y le entrgó una de las espadas. - Ten amigo, espero que no tengas que utilizarla pero, de hacerlo, te dará buen resultado. - La espada que le había entregado era bastante tosca, estaba como inacabada, sin embargo tenía un equilibrio casi perfecto, presentaba un afilado que era capaz de cortar en dos el más fino de los cabellos y era ligera como la brisa de la mañana. Zack tomó la otra espada y uno de los escudo que había cogido y asintió al mercader como signo de confianza. - En la herrería hay algunas armas si alguien quiere unirse. - Dicho esto Zack corrió hacia donde estaban los carromatos para tratar de divisar qué tipo de peligro se avecinaba.

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18/03/2009, 17:11
Meredith Gailast

Meredith se encontró mirando a los ojos del mercader, incapaz de salir de su hipnosis. ¿Secreto? ¿De qué secreto estaría hablando Sadicer? ¿Qué habría querido decirle con eso? Pero las implicaciones de sus palabras anteriores fueron lo que realmente la atacaron hasta el punto más profundo de su ser. El mercader estaba convencido de haber escuchado de ella en algún sitio, posiblemente en su lugar de origen, probablemente de boca del otro doctor. Creía saber quién había sido, qué había hecho y qué había podido hacer. Y ahora, estaba convencido de que Meredith podía hacer cosas que ya no era capaz, y cubrir un espacio que no le correspondía, ni debía corresponderle ni siquiera en una situación extrema. Le había cargado sobre los hombros el peso de una responsabilidad para la que ella, Meredith lo sabía muy bien, no era suficiente. Lo único que le había impedido negarse y salir corriendo era la simple lógica de sus primeras palabras: Folson no llegaría a tiempo, ni aunque ella misma lo encontrara. Posiblemente incluso el doctor llegara antes que ella, y se cruzaran en el camino, transformando sus esfuerzos por hallarlo en inútiles. Aquel balance de inutilidades, entre quedarse para no servir de nada e irse para tampoco servir de nada, hizo a Meredith encontrarse en un aprieto.

La resignación le soltó la lengua como ninguna otra emoción habría podido hacerlo.

- No tengo ningún secreto - dijo, mirando a Sadicer sin ocultarse y sin miedo - No soy de ninguna utilidad, menos como lo sería el doctor Folson. En lo que tienes razón es que, por más que corriera a buscarlo, no llegaría a tiempo para nada.

Se interrumpió cuando Zack llegó con ellos, y le entregó al mercader una espada. Sus palabras hicieron al gesto de Meredith contraerse un poco más de lo que ya estaba. Ni siquiera la adrenalina del colectivo, el agitar mismo de la situación, habían hecho mella alguna en aquella resignación profunda como la muerte que parecía arraigada en el centro mismo de su alma. Zack partió dejándolos de nuevo solos, y Meredith miró a Sadicer sostener la espada. Aquel hombre parecía tan fuera de lugar con aquel filo en las manos como ella misma en medio de una situación así. Si todos iban a adoptar los roles que no les correspondían, si todos iban a actuar como sustitutos de los actores principales, Meredith no iba a ser la única persona que fallara las líneas que le tocaban para que la obra llegara a buen puerto. No le quedaba otra cosa que hacer.

- Que el éxito te acompañe - murmuró, en voz únicamente audible para el mercader, quitando de sus manos con gran delicadeza el frasco que cargaba.

Dio la media vuelta, y se encaminó al carromato de Sadicer, sin volver a mirar atrás.

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19/03/2009, 21:09
Master Indio

Algunos de los aldeanos, cercanos a la posición del herrero cuando había mentado las armas que aún quedaban en la herrería, corrieron a su interior y volvieron segundos después pertrechados con algunos de los objetos allí existentes.
Otros, corrían rápidamente hacia sus viviendas, donde guardaban armas que pertenecieron a algún antepasado, pero que en la mayoría de los casos no sabían utilizar con destreza.....frente al ejército que se acercaba, muchos no tendrían posibilidad de ver el atardecer.

Sadicer buscó posición junto a uno de los carromatos volcados, quedando situado cerca de Zack y de algunos de los hombres que habían llegado con la caravana.
En realidad nada sabían de los sucesos que habían propiciado ese ataque. Tampoco eran sus tierras las que defendían, ya que no las tenían. Así pues ¿por qué se quedaban? La respuesta era simple, por lealtad al viejo mercader, el cual le tenía especial cariño a Rodennos. Por otro lado, no podrían huir del avance del enemigo sin luchar, así que mejor buscar la protección de aquellas impovisadas barricadas.

Los atacantes se habían acercado hasta unos metros de las barricadas y seguían avanzando. Desde su privilegiada posición, Zack podía ver ahora claramente los rostros de sus atacantes.
Lo mismo le sucedía a Meredith desde la posición elevada que le proporcionaban los escalones del carromato de Sadicer, el cual no se encontraba alejado de la primera línea de defensa.

Lo que vieron llenó ambas mentes de interrogantes, pues aquel ejército no era parecido a ninguno que hubiesen visto con anterioridad.
Se encontraba conformado por hombres, mujeres y niños. Vestidos únicamente con ropas similares a las que ellos mismos portaban.....sin armaduras, sin protección alguna excepto contra la fresca brisa que avisaba de la llegada del invierno.
Armas de diversa índole en sus manos, desde espadas a simples cuchillos que eran utilizados en cualquier cocina, pasando por horcas que, hasta ese momento, habían sido utilizadas para separar la paja del grano.
Pero lo más llamativo eran sus rostros. No existía la expresión fiera que se presupone a un ejército atacante. De hecho no tenían expresión alguna. Simplemente miraban hacia delante, mirando sin ver a los defensores. Ningún sonido surgía de entre sus labios. No había órdenes, ni palabras de ánimo... ni tan solo frases para amedrentar a aquellos a los que atacaban.

Sus movimientos tampoco eran normales. Parecía como si les costara avanzar, arrastrando una pierna tras otra, creando surcos allí donde sus pies se negaban a separarse completamente del suelo.
Los hombros inclinados como si tuvieran que soportar una pesada carga que les impidiera erguirse.
Aquel era el extraño ejército que, armado, se encontraba a las puertas de Ródennos.

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20/03/2009, 11:42
Dhan

Dhan se puso ceremonioso, hizo una exagerada reverencia moviendo ampliamente el brazo y rozando el suelo con su rodilla, agachó demasiado la cabeza y volviendo a su postura inicial se presentó: ¡Oh Gran Señor de Ródennos! No importa quién soy ni de dónde vengo, pero si es merecedora de escucharse mi humilde historia.

- Anoche venía yo hacia Ródennos por el camino del bosque, pues vengo en busca de los mercaderes que recientemente han llegado narró acompañando sus palabras serenas y enfatizadas con gestos recargados de florituras y casi llegando a ser algo infantiles, pero a la vez ágiles y directos. Cuando un sonido y una luz lejana llegaron a mí. Me acerqué sigiloso y temeroso de que ladrones quisieran asaltarme, pero cuál fue mi sorpresa que dos hombres, uno joven y de ojos rabiosos y otro más sabio y de blanca barba, hablaban junto a la hoguera que les diera luz y calor.

Dhan se acercó algo más al Senescal para continuar su historia, con el corazón acelerado y emocionado, con fuerza y energía como el Sol de la mañana y entregado al relato que contaba ante tan nobles personas.

- Drum… lack, era el nombre del más joven… nadie dijo el nombre del anciano. Drumlack. Repitió Dhan mirando a los ojos del Senescal como si su mirara infundiera la emoción y la energía que ahora sentía y que sintió anoche espiando a los extraños.

- Eran extraños, gente extranjera, por más que les miraba no reconocía sus atuendos ni sus maneras, hablaron de muchas cosas que no pude comprender, de su
hogar, de su familia, de una enemistad entre ellos algo sospechosa… pero nada de eso fue tan interesante e importante como el final de la conversación, antes de que
se fueran a descansar.

Dhan se acercó más para que el Senescal pudiera escucharle y mirarle a la cara, una cara joven y atractiva, sin barba, unos ojos azules y un rostro pálido
que estaba algo manchado de tierra y sudor. Su pelo rubio y corto estaba alborotado y despeinado, lo común en cualquier joven de esa edad, aunque era algo más brillante y bonito de lo normal.

- No me ocultaré en hermosas palabras, pues es grave la situación, diré directamente las palabras que escuché pues las memoricé para vos.

Cita:

Ahora deberíamos descansar. Mañana será un día duro, pues tendremos que marchar hacia Ródennos y si todo se presenta bien.....¡atacar la ciudad!

Dichas estas palabras Dhan aguardó la reacción del señor de la ciudad y su hermosa hija, que allí estaban frente a él, escuchando sus palabras atónitos.

Algo pareció olvidar, por lo que antes de que el Senescal le mandara a la horca por traición o al calabozo por charlatán, añadió: un ejército de no-hombres le acompañan, yo les vi. No estaban ni dormidos ni despiertos. Estaban todos en pie armados hasta los dientes y fueron capaces de llegar al mismo tiempo que yo, aún cuando vine yo ligero por pies jóvenes y llenos de energía. Sin duda, corrí parte del camino y después aunque cansado no paré hasta llegar para dar el aviso de
peligro. A pesar de mis esfuerzos han llegado mucho antes de lo que esperaba pues no son ni veinte ni cincuenta, vi yo muchos más en las sombras y un centenar de hombres están ahora a las puertas de Ródennos para atacarla y quitar de su mano ¡Oh Gran Señor! la llave de la ciudad.

Y cual juglar o cuentacuentos, se puso firme y al cielo elevó su mirada azul: “Cuando la sangre tiña el cielo y los cuerpos caigan como hojas barridas por el otoño, de la mano helada del último regente argénteo será arrebatada la llave que abrirá las puertas de los abismos insondables. La traición del extranjero por su sangre deberá ser subsanada, o la salvación os será esquiva ante una muerte sin
remedio”.
Recitó con la voz dulce de un joven que no ha sufrido apenas de 18 inviernos.