Partida Rol por web

—El tullido es un puñetero genio, así que algo podrá hacer —dijo Alfa en voz alta sin atisbo de burla en sus palabras—. Quédate aquí a ver qué puedes hacer, el resto nos vamos a ver ese otro sitio.

Con un silbido y un ademán, el sabueso salió corriendo hacia el exterior dispuesto a explorar. Mientras tanto, Alfa, rifle al hombro, mantenía un ojo en todos los integrantes del equipo.

Escuchó atento a las novedades que Greeny le comentaba. Venía de sepultar a la jefa caníbal, y no pudo evitar pensar en lo macabro de todo el asunto. Esa gente se había decantando por devorar carne de persona, mientras sin saberlo dormían bajo un suministro enorme de papeo civilizado. Irónicamente, semejante despiste se había convertido en la única esperanza de que el Arca no degenerara en las mismas prácticas salvajes.

Con eso en mente, le indicó a White que lo siguiera, y juntos se unieron al mecánico. En la praxis, Leech no podía asistir significativamente, pero si poseía cierto conocimiento teórico sobre métodos de transporte de los Antiguos, así que intentó aportar algo de ese saber a la ardua tarea que el artífice tenía por delante.

El movimiento afirmativo de la cabeza de Greeny estaba cargado de mucho más significado del que su silencio podía anticipar. A pesar de su mutismo, el lenguaje corporal de Greeny le indicaba sin lugar a dudas que compartía sus mismos sentimientos hacia Leech. Quizás incluso que había algo que quería decirle, pero que no quería compartir tan cerca de donde otros, como la misma sanguijuela, pudiera oírles.

Ash estuvo un buen rato trabajando, picoteando y bebiendo mientras buscaba piezas. De vez en cuando se atrevía a pedirle a pedirle a los demás que le acercasen partes de chatarra algo más pesados con los que construir la carreta que pretendía usar. Con cálculos rápidos, tuvo en cuenta la dimensión que debía tener su creación para poder llevar todas las latas.

—Si lo piensas bien —les dijo mientras daba los últimos retoques y se aseguraba de que la estructura resistiría todo el peso—, es bastante trágico. A saber cuánto tiempo llevan en este sitio, comiéndose los unos a los otros, sin saber que podrían haberse ahorrado todo ese horror. Tenían la solución delante de sus narices. Tal vez nos sirva de lección a nosotros, en especial a Lobo Gris. Antes de recurrir a medidas tan extremas, conviene explorar todas las opciones antes de acabar como estos caníbales.

Ahora están muertos o huyendo por la zona, pensó amargamente. Si tan solo nos hubiesen escuchado…

Ash se puso a trabajar en la construcción de un remolque que le permitiera llevar las latas encontradas mientras los demás exploraban el Red Light. White y Leech se quedaron a ayudarle. White cargaba con la chatarra más pesada mientras que Leech, lejos de hacer cualquier esfuerzo físico, los animaba con su palabrería. El exterior se llenó del ruido de las herramientas de Ash, el girar de las tuercas, el golpe del martillo, el rechinar de los metales... Un ambiente de taller que el mecánico ya empezaba a echar de menos. 

Entre tanto, el resto se dirigió al Red Light. Aquel edificio era algo más pequeño que los otros, tenía menos habitaciones que el Kitty Nevada pero contaba con un gran salón lleno de mesas redondas y una gran fila de taburetes junto a una mesa más estrecha y alargada cercana a la pared tras la cual había una gran colección de descoloridos y oxidados carteles metálicos con llamativas formas y letras de lo más extravagantes, algunas medio borradas. Tras esa barra había una puerta que daba a lo que debían ser las cocinas. Un hedor intenso emanaba de aquella zona. Al otro lado de la cocina mal empleada por Amber y los suyos, había una puerta junto a la que se intensificaba el pestazo. 

- Eso apesta – dijo Greeny en más de un sentido – Probablemente es donde metían los cuerpos medio comidos. Me gustaría echar un vistazo para confirmarlo, pero también preferiría descansar antes de hacerlo, por si hubiera algo más ahí dentro – no descartaba que ahí dentro pudiera haber un lagargajo al que alimentaran por a saber que oscuro motivo.

Sin embargo, el tono de Greeny dejaba claro que solo expresaba sus ideas y que contaba con que Alfa haría lo que le apeteciera.

No obstante, él mismo se acercó a la puerta tapándose la nariz para pegar el oído. Quería cerciorarse de que no se escuchara nada moviéndose al otro lado.

—La sanguijuela ha estado aquí antes y ha echado un vistazo —dijo, arrugando la nariz. El sabueso se sentía inquieto por el olor a su vez—. Si fuera normal habría dicho qué ha visto, pero tiene más secretos que pelos mi nariz. Vamos, acabemos cuanto antes. Tengo tanta hambre que podría comerme los restos de la pelirroja.

- Lo sé. – confirmó Greeny alejándose al ver que Alfa pretendía abrir la puerta - ¿Recuerdas aquello de que Joe trabajaba para Lobo Gris para sabotear la misión? Basura. – afirmó sacando su cuchillo para estar preparado por lo que pudiera salir de esa puerta – Hablé con Marlotte. Ella salvó a Joe hace años de una paliza que le estaban dando los perros de Lobo Gris. Desde entonces trabajaba para ella. También hablé con Lobo Gris. No tenía ni idea de quien era Joe cuando lo mencioné. – concluyó. Estaba cansado y hecho mierda, quería ir a comerse ese maldito coyote. Si supiera rezar, lo haría para que no saliera nada de allí que los pusiera en peligro, pero si lo hacía iba a dejar que Alfa lo parara esta vez.

Aquella puerta no era como las otras, sino que era de un metal pulido en el que se reflejaban sus distorsionados figuras. Hasta el abridor de la puerta era diferente, había que tirar de él para poder desbloquearla. Junto a ella había una especie de carrito con un motor del que salía un cable que se enchufaba a la pared junto a la puerta. Nunca habían visto algo semejante, era un artilugio bastante grande y extraño. 

Un pestazo todavía más intenso les golpeó en cuanto Alfa abrió la puerta, era un olor tan desagradable que estuvo a punto de hacerles vomitar y revolvió sus estómagos. Era uno de esos olores desagradables que se instalaban en tu nariz durante el resto del día, por mucho que te alejaras del lugar. Dentro de aquella especie de cámara mecánica había una gran cantidad de carne de dudosa procedencia. Pudieron identificar algún conejo y otros animales, pero también vieron miembros que se parecían demasiado a partes humanas. 

Greeny miró largo rato aquel carrito con motor mientras se tapaba la nariz y luchaba por no expulsar el desayuno de unas horas antes que a estas altura parecían días, pero acabó negando con la cabeza rindiendose.
- Vamos. Ya he visto todo lo que necesitaba. - aquella era la confirmacion definitiva que no dejaba lugar a dudas. Eran canibales. Quizas Ash pudiera entender aquel carrito, desmontarlo y llevarselo al Arca.

Alfa y Greeny — y el fiel sabueso del adiestrador — regresaron al rato con expresión de pocos amigos. Realmente la de Alfa no había cambiado demasiado, si eran totalmente sinceros, pues parecía grabado el enfado y el malestar en su rostro surcado de cicatrices.

—Qué, ¿cómo vas? —dijo, acercándose a Ash y apoyando el rifle en el suelo—. Hemos visto por ahí alguna cosa que podría servirte si no tienes todo lo que necesitas.

El adiestrador miró sin demasiado disimulo a White y Leech, como intentando atravesar su cara con la mirada y llegar hasta sus pensamientos.

- Hay como un carrito con motor con un cable que se enchufaba junto a la pared de la puerta. Algo bastante grande y extraño. – completó Greeny – Además de una peste que me acompañará el resto del día. – añadió más fastidiado – La peste procede de restos de animales y de cuerpos humanos. No sé fue el intento fallido de conservar la carne o donde se deshacían de los restos que no podían comer. – añadió antes de coger lo necesario para montar una hoguera con el fin de cocinar el coyote que había cogido antes. Probablemente tendría descomposición, pero quizás podría encontrar la forma de quitarla antes de cocinarla. Necesitarían aprender a cocinar la carne de los animales salvajes. No podían confiar en encontrar más almacenes como aquel y este solo duraría un par de semanas. Necesitaban una solución más a largo plazo.

Ash trabajaba sin descanso, tan sumido en lo que estaba construyendo que para él apenas pasó un parpadeo hasta que Greeny y Alfa regresaron con el resto. La construcción del mecánico iba tomando forma. Había puesto un eje a una plataforma y le había colocado dos ruedas. Logró reparar los neumáticos que estaban pinchados, aunque lo que más le costó fue rellenarlos de aire. Todo parecía ir viento en popa, y dentro de poco tendría finalizado aquel invento. 

El sol ya caía en el horizonte y la noche se acercaba con su frío manto. Greeny preparó una hoguera y asó al coyote que había estado cargando de un lado a otro con esperanza de que les matara el hambre y les ayudara a recuperar fuerza. Cuando hincaron el diente a la carne correosa de aquel animal sintieron un sabor metálico. Era obvio que estaba contaminada, pero no les quedaba más remedio.

El adiestrador se mantuvo callado y pensativo durante la velada, permitiendo que el sabueso rompiera el silencio de cuando en cuando con algún bostezo ocasional o masticando el hueso con el que jugueteaba, que sus compañeros jurarían que era humano.

—Este sitio... es grande, pero se defiende regular —comentó, mirando a nadie en particular—. Y los otros que escaparon, quizás quieran volver. Si lo prendemos fuego, será una señal y una advertencia de qué pasa a los caníbales.

Arrancó un trozo de correosa carne y lo masticó despacio, intentando que la saliva disminuyera el repugnante sabor.

—Y por cierto... ¿vamos a entregar todo al Arca? —señaló el cargamento de papeo enlatado con su nuevo cuchillo.

- Creo que los que sabían que eran caníbales están muertos, han huido o regresamos al Arca. – expuso Greeny anodinamente – Pegarle fuego no servirá de nada. Ese cuarto secreto, aunque lo vaciemos de comida, puede sernos de utilidad en el futuro como escondite. Quizás querremos usar este lugar como base para explorar más allá. – explicó mientras daba un bocado a la correosa carne del coyote.

Miró largamente en dirección al Love Ranch donde estaba escondida la comida.

- Todo. Salvo lo que nos hemos ganado justamente por arriesgar nuestros pellejos en salvar los suyos. – dio otro bocado. Lo había dicho con su habitual tono desapasionado - ¿Cuánto creéis que es justo que nos quedemos por el trabajo? – preguntó a los otros dos. No iba a confiar en la generosidad de los jefes ni en su sentido de la justicia para compensarles por lo que habían hecho. En este mundo tenías que tomar las oportunidades que se te presentaban.

Durmieron en el complejo, donde había infinidad de camas a su disposición. Algunas eran de lo más raro que se podían encontrar, y otras estaban completamente destrozadas. Pero pudieron encontrar unas cuantas en buen estado que les permitieron descansar. A la mañana siguiente se pusieron en marcha. Ash había terminado en remolque en el que pudieron cargar todas las latas en conserva de papeo que había en el escondite, y por supuesto se quedaron algunas para ellos mismos.  Le contaron a Ash lo que habían descubierto en el Red Light y el mecánico echó un vistazo. Al parecer, el lugar donde estaba la carne pestilente en descomposición era lo que los antiguos llamaban una cámara frigorífica, y el carrito con un motor que había enchufado a ella era un generador de corriente que se había estropeado; de ahí que los caníbales estuvieran tan desesperados de encontrar víctimas. El hambre les acuciaba. El generador estaba tan dañado que no merecía la pena arreglarlo, sin embargo, Ash pudo reconocer el mismo olor fuerte y dulzón que había en las motos y dedujo que ambos inventos funcionaban con el mismo combustible, que podría serle de utilidad para hacer funcionar el motor-ciclo.

Al mediodía estuvieron listos para ponerse en marcha. Tenían todo cargado y habían acoplado el motor-ciclo al invento de Ash. El mecánico giró el contacto y un ruido fuerte surgió del vehículo. Hizo unas probatinas para aprender a manejarlo y más o menos se hizo con el control. A veces le iba a trompicones, y le costaba manejar la dirección tan bien como había visto a los caníbales cuando huían, pero poco a poco le fue cogiendo el truco, lo que les permitió ponerse en marcha. Alguien podía sentarse en el motor-ciclo junto a Ash, y Ash había dejado espacio en su remolque para que todos pudieran entrar. Al principio iban lentos, pero incluso a una velocidad baja podían ir más rápido que andando y sin necesidad de descansar. Ash le fue cogiendo confianza y subiendo las velocidades del aparato, hasta que empezó a darles algo de vértigo. Jamás habían viajado tan rápido. Podían recorrer en la mitad de tiempo los diferentes sectores de la Zona. Rápidamente recorrieron la distancia que les separaba de su Arca.

- ¿Qué harás con el revolver de los antiguos de Moris? – le preguntó a Alfa cuando ya habían terminado de comer coyote y se relajaban. Compartir la caza con Alfa le hacía sentir que comenzaban a establecer otro tipo de vínculo.

La pregunta implícita de Greeny era obvia para Alfa. Lo que realmente le estaba preguntando era si lo entregaría a la Cúpula del Amanecer como hacían con todos los artefactos que encontraban o si se lo quedaría él. Igualmente era obvio que Greeny opinaba que debería entregarla, pero que no pelearía con él por ello, respetaría su decisión aunque no la compartiera.

…………..

Greeny se montó delante con Ash. Suponía que Alfa preferiría ir en el remolque con su perro, mientras que Leech aprovecharía para seguir instruyendo con White o darle coba como siempre. Además, así él podría guiar a Ash mejor por el camino de vuelta en caso de que le surgieran dudas.

Lo que no esperaba era que aquello pudiera alcanzar tal velocidad. No lo reconocería jamás, pero al principio cuando cogió más velocidad con aquel aparato lo pasó mal. Por un momento tuvo miedo, luego vértigo, apunto estuvo de vomitar el coyote de la tarde anterior, pero logró retenerlo y unos minutos más tarde ya se había hecho a la sensación. Poco después empezaba a cogerle el gusto a aquella sensación y un poco más quería ser él mismo quien condujera para sentir el poder de tener el control de aquella bestia metálica.

- Me gustaría aprender a manejar esta máquina, si me quieres enseñar los próximos días. – le gritó a Ash para hacerse oír por encima del ruido del viento que silbaba junto a sus orejas.

Antes de partir, Ash había expresado una de sus preocupaciones a sus compañeros. Si confesaban que Moris era un traidor, perderían la confianza de sus jefes por haber introducido a un individuo hostil en el Arca. Sin pretenderlo, habían puesto en peligro a todos sus habitantes. ¿Y si Moris los hubiese matado y guiase a todos los caníbales hacia la localización del Anciano? Temblaba solo de pensarlo. De pronto empezó a entender las motivaciones de Greeny cuando tomó el mando contra Amber.

—Por eso os pido disculpas, pero creo que sería mejor que omitiésemos la parte en que Moris nos traiciona.

* * *

Más tarde, los cinco compañeros cabalgaban rugiendo por la zona.

Ash se vio a sí mismo mostrando el gran descubrimiento a los jefes del Arca. Algo que deleitaría hasta al mismísimo Anciano y que, con suerte, hasta podría devolverle la salud y fuerzas de antaño. Tanto las nuevas provisiones de latas de comida como la motocicleta supondrían un antes y un después.

Con todas las piezas de las que disponía ahora montaría un taller y empezaría a crear vehículos y explicar tanto el método de fabricación como la forma de conducir. Gracias a sus conocimientos, el material y el depósito de combustible que habían localizado —confiando en que encontrarían más— recorrerían la zona de forma mucho más efectiva, permitiéndoles cazar y buscar comida. Si habían encontrado aquel almacén de comida, ¿acaso no era posible que hubiese otros?

Todavía seguía ensimismado cuando contestó a Greeny.

—¡Pues claro! —gritó—. ¡Os enseñaré a todos! ¡Y creo que podría construir más ahora que entiendo su funcionamiento!

- ¿Qué harás con el revolver de los antiguos de Moris? – le preguntó a Alfa cuando ya habían terminado de comer coyote y se relajaban. Compartir la caza con Alfa le hacía sentir que comenzaban a establecer otro tipo de vínculo.

—Nah —dijo, mientras cargaban las latas en el transporte. Sabía que era un buen arma, porque la había tenido en las manos y porque confiaba en la destreza de Ash aunque no se lo dijera. Pero no quería volver a tener que escuchar a Lobo Gris mencionar el canibalismo y sabía que cualquier artefacto ayudaba al Arca—. No es para mí. Me gusta que haya más distancia entre mi presa y yo.

—Por eso os pido disculpas, pero creo que sería mejor que omitiésemos la parte en que Moris nos traiciona.

—Yo tenía razón, y me llamásteis loco— señaló al grupo—. Todos. ¿Y ahora me pides que me calle la boca? Mucho me vas a tener que pagar. Dale una vuelta, tienes hasta que lleguemos al Arca.

* * *

Durante el viaje de regreso, Alfa estuvo callado. No porque estuviera pensativo, o cansado — que también — sino porque las náuseas no le permitían moverse. Si hacía algún movimiento brusco, la bilis subía por su garganta amenazando con bañar a su perro, que dormitaba a su lado. No vuelvo a subirme en una mierda asi, pensaba.

- Yo no te llamé loco. – corrigió Greeny con calma y sin emoción – Simplemente no quería que le volaras la cabeza. – se encogió de hombros – Siempre me parecerá bien que desconfíes de los desconocidos. Es lo más sensato. – asintió para sí mismo. Su tono transmitía que él mismo había desconfiado de Moris, aunque pudieran haber pensado de otra forma.

- Para mí no es cuestión de pagarme, es que lo veo una mala idea. – sentenció llanamente – Los mismos jefes confiaron en él y le dejaron andar libremente por el Arca haciendo sus tratos. No pueden echarnos nada en cara. Yo nunca dije que daba la cara por él. – explicó – Si omitimos eso hay que omitir el combate contra los caníbales, lo que significa que si en el futuro alguien del Arca necesita usar este lugar como refugio temporal no sabrá que puede que los caníbales hayan regresado. – negó con la cabeza – Se merecen estar prevenidos.

- También quiero usar la historia de este grupo como aviso para los demás de lo que ocurre cuando se sigue el camino del canibalismo. Es un aviso para todos y el último clavo en el ataúd de Lobo Gris. – cabeceó en dirección a White – Su supervivencia depende en gran medida de que Lobo Gris pierda su poder y no pueda tomar represalias contra ella. – aquel era un argumento que esperaba que no discutieran. Si la vida de uno de ellos estaba en peligro esperaba que el resto actuaran para salvarla. Quería creer que esta expedición los había unido.

- Además, con la cantidad de comida y de artefactos que llevamos vamos a ser héroes. HÉ-ROES. – remarcó – Nadie nos va a reprochar nada. – negó para sí mismo. Estaba claro que iba a ser muy difícil hacerle cambiar de opinión.