Partida Rol por web

—Claro, ¿por qué darle una cerilla al pobre Vladko cuando lo necesita? —suspiró cuando le dejaron a solas con la joven asesina. Se había marchado de una reunión donde les encargaban matar a un niño lisiado y ahora uno de ellos había desaparecido— Tu primera lección de hoy, niña: si un tyviano te dice que algo huele mal, hazle caso.

Ni Billie ni Daud le habían dado opción a réplica, aunque tampoco es que fuera una novedad. Se retiró lentamente el cigarrillo de los labios y lo miró como si lo acabara de ver por primera vez, ligeramente torcido y arrugado, diseñado para complacer y matar lentamente. Parecía una metáfora de su vida.

—El barrio de la destilería, ¿ka? Es el territorio de Slackjaw y su banda. Tipos duros. No necesariamente mala gente, pero vayamos como sombras. ¿Vale niña? —tocó distraídamente la máscara que colgaba de su cinturón y musitó unas leves palabras en su idioma natal. Parecía una suerte de plegaria— Coge tus cosas y nos vemos en la entrada. Vladko necesita fuego.

No respondió a la joven porque él tampoco tenía muy claro por qué ese tipejo raro de Homoj había cortado el vínculo con Daud. No obstante, tenía bastante claro que no lo había hecho a propósito: todos los balleneros tenían mucho que agradecerle al asesino y muchos le debían más que la vida, pero Homoj en particular no sería más que un topo ciego sin él. Y eso en Dunwall era lo mismo que firmar tu sentencia de muerte.

Dicho y hecho, una pequeña mochila a su hombro a modo de bandolera eran todas sus pertenencias, a parte de ello cargaba con un estoque y una cimitarra - ¿sombras eh? Mi especialidad... la joven nunca utilizaba su máscara, a menos que algún nuevo objetivo se plantara ante ella, no abusaba de ese segundo rostro, que por algún motivo ella misma había modificado. Varias grietas en su máscara eran muestra de que no se le daba demasiado bien, pero para ella, tener una máscara única era esencial.

Esperaba que la barca estuviera lista, prefería no nadar...

Maevis dejó escapar un sonido exasperado, pero pronto sonríe, complaciente. Sus dientes blancos se alinean perfectamente en su rostro de muñeca.

- Cómo todos los que llegan a usted, Doña Andrajos - responde con delicadeza y frialdad superpuestas. No iba a dejar que la vieja supiera que su introducción la había sorprendido. - Ya que el tiempo escasea, iré al grano - continuó sin deshacer su bonita y terrible sonrisa - Quiero saber sobre el veneno que le vendió a un conocido mío para matar a cierto herededo... Quiero saber que veneno era, por qué falló, si sabe algo de los sicarios contratados luego y como es que el niño volvió a sobrevivir.... Todo, doña Andrajos, todo lo que sepa sobre el caso. - terminó. Pasó su lengua por encima de sus labios, para humedecerlos y miró a la anciana con cierto aire altanero.

- Le aconsejo que empiece a hablar.... La espero - agregó.

Elian vió el pequeño brillo que desprendían las monedas y esbozó una media sonrisa mientras meneaba la cabeza. Aquellos pobres diablos, a pesar de su estado, aun habían pagado su estancia. Matka le entregó la mitad de las monedas y él le agradeció el jesto apretando suavemente el hombro de la mujer al pasar a su lado. No solían hablar mucho. Los balleneros tenían fama de ser muy diestros con la espada, pero no tanto con la lengua. Su trabajo era su vida, y la siguiente víctima su único objetivo. Poco mas necesitaban comentar.

El ballenero saló a la calle pero, como siempre hacía, con mucha precaución. Atras habían quedado los tiempos en los que salir o entrar de una vivienda era lo mas normal del mundo. Ahora mil ojos no eran suficientes para todos los peligros que podían acehar si se bajaba la guardia.

Respiró el aire de la mañana. Observó a Matka a través del portal para mirar a continuación hacia el fondo de la calle. Debían acabar lo que habían venido a hacer. No había tiempo que perder. Comprobó con movimientos rápidos que todas sus armas estuvieran en el lugar correcto, prestas para su uso, se puso la máscara y encaminó lentamente sus pasos hacia el edificio donde se guardaban los archivos.

Desde la noche anterior un sentimiento nublaba su mente. Tenía la sensación de que nada iba a ser fácil en este encargo.

Con un cigarrillo humeante en su ahora más sonriente faz, Vladko se reunió con Sara en la puerta de entrada. Y, aunque se trataba de una misión de búsqueda — y posible rescate — el asesino pecaba de precavido portando su uniforme completo de trabajo: la armadura de cuero remachada y bien prieta, pero no demasiado como para entorpecer sus movimientos; la espada corta de hoja ligeramente curvada en la vaina a su espalda a la altura de la cintura; y la pequeña ballesta del brazal engrasada y a punto. Todo rematado con la máscara de ballenero que colgaba de su cinturón y que no tardaría en colocarse en cuanto salieran del escondite. Al contrario que la joven a su lado, tenía unas peculiaridades que le distinguían del habitante de Dunwall habitual: sus rubios cabellos, su mandíbula cuadrada y firme, y por supuesto su acento, le convertían en alguien que cualquier guardia algo avispado podría reconocer cuando el tyviano estuviera por la ciudad de paisano. No había llegado tan lejos sin ser precavido.

—Todo listo, ¿da? —pegó una profunda bocanada al cigarrillo hasta consumirlo, lo dejó caer y se puso la máscara, dejando que el humo saliera lentamente de entre sus labios mientras terminaba de apretar la cinta— Vamos allá.

Un día más que prometía ser intenso. Matka recogió las monedas de los huídos, y aunque jamás lo admitiría, esperó secretamente que les fuese bien. No la habían molestado, y eso era mucho en estos tiempos.

Tras darle su parte a Elian, encendió un cigarro, ofreciéndole a su compañero.

-Hay que joderse... Ni sé si fumas. De hecho no sé nada de tí. Pero no hemos venido a hacer amigos. Vayamos de una puta vez a los archivos esos. Necesitamos los planos, y creo que vamos a tener que currarnos el conseguirlos. 

Al salir al exterior con cautela se cubrió los ojos con la mano haciendo visera, vigilando para ambos lados de la calle por si alguien podía verlos. La cegadora luz del sol podía ser molesta. Inspiró el humo del cigarro, llenando sus pulmones del calor que proporciona el tabaco, y tras unos segundos lo expulsó lentamente. Parecía que todo estaba en calma.

Quizás era una sensación equivocada.

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Al salir del antiguo edificio, donde antes de la inundación se encontraba un prestigioso bufete de abogados, os dirigís al norte en dirección al río. El aguacero parece que queda en una llovizna por lo que vuestras capas impermeables logran manteneros secos por ahora. Intentando tomar calles relativamente seguras no tardáis más de media hora en llegar a la orilla. Bordeáis el Wrenhaven hasta llegar a un astillero abandonado. Cuando llegáis es totalmente de noche. Atravesar el rió durante el día es demasiado peligroso, demasiadas patrullas de guardias.

A medida que las nubes juegan en el cielo nocturno a crear extrañas formas, preparáis vuestras cosas en una pequeña barca y salís al rió. La tormenta a amainado y el agua refleja las pocas luces del otro lado que llegan desde Daunwall Tower. Allí reside la emperatriz y da cabida a la corte. Un lugar inexpugnable cuanto menos. Viráis para ir contracorriente y remontar el río hacia el oeste. 

Tardáis varias horas en cruzar todo el río de este a oeste. Tenéis especial cuidado al cruzar bajo el puente Kaldwin que une las dos mitades de la ciudad. Una vez más es un lugar lleno de patrullas y vigilancia. En este caso tienen focos que constantemente barren las negras aguas. Por suerte sois una embarcación demasiado pequeña para llamar la atención bordeando la zona sur del río y no llamáis demasiado la atención.

Al pasar cerca del puente, si os fijáis bien, podéis ver varios vehículos motorizados de transporte. Son los que se usan para trasladar los cuerpos de los muertos por la peste. No muy lejos de ahí podéis ver algunos cuerpos flotando en el río. Sabéis que cada vez son más los que acaban sus días bajo las negras aguas del Wrenhaven...

Veis entonces como en la orilla sur hay un par de figuras apenas perceptibles a la distancia que con unos largos ganchos arrastran algunos de esos cuerpos flotantes de nuevo a la orilla. ¿Quien querría sacar a esos cuerpos infectos del agua? Sin perder más tiempo continuáis con vuestra misión.

Finalmente llegáis a Barrio de la Destilería sin problemas gracias al amparo de la oscuridad. Antes de cruzar Clavering Boulevard, donde bien sabéis que estará lleno de guardias, tomáis una ruta más segura pegados al río. Dejáis la barca amarrada en un poste y descendéis. Es un lugar bastante escondido que sólo vosotros, los balleneros soléis usar. Podéis ver como ahí hay otra barca de las vuestras, parece ser que Maevis y Homoj así no pueden andar muy lejos. Al menos llegaron a su destino. 

El camino hacia la destilería a través de los callejones os puede llevar directos a Bottle Street y de esta forma libraros de los ojos indiscretos de la guardia. El problema es que esas oscuras callejuelas están plagadas de miembros de la banda. Este es su territorio y no parece ser que estéis invitados. Y la gran duda que os surge en este momento es ¿qué pista seguir?

Por un lado sabéis que una bruja del barrio de la destilería fue contratada el Sr. Roseburrow para que le preparara un potente veneno que no consiguió acabar con su vida. Más tarde hizo lo propio con los chicos de Bottle Street. Estos fueron contratados para acabar con el muchacho de una forma más directa y pese a ser despeñado por un acantilado consiguió sobrevivir.

Lo que no sabéis es si vuestros compañeros optaron por investigar tirar de un hilo o del otro...

El amanecer apenas puede percibirse como un alivio en el Barrio Anegado. Los enjambres de insectos revolotean, la bruma que lo envuelve todo y ni aún alzando la vista hacia el cielo podéis sentir aire fresco en aquel lugar olvidado. Os veis obligados a poneros las máscaras de gas una vez más para salir al exterior. Pese a que sabéis que la peste sólo se propaga por los fluidos corporales, especialmente por las mordeduras, la pestilencia de aquel lugar no os abandona y las máscaras en estos momentos son para algo más que para ocultar vuestro rostro de miradas indiscretas.

El archivo no queda lejos, en apenas una hora llegáis al lugar indicado por Daud. El camino es relativamente seguro hasta llegar allí. Apenas os cruzáis con un puñado de ratas aquí y allá, nada del otro mundo. Pero cuando la sombra del edificio se cierne sobre vosotros dos es cuando las cosas empiezan a ponerse difíciles. Pese a que estáis acostumbrados a moveros por espacios cerrados, no tener una vía de escape rápida os preocupa. Allí abajo habrá tramos inundados donde tendréis que bucear y no sabéis si las mismas vías de entrada serán practicables de salida. Vuestros temores se confirman cuando llegáis a la fachada principal y veis que está destrozada, pudiendo acceder por una derrumbe sin necesidad de pasar por la puerta...

Cuando os fijáis en el centro de la sala principal, lo que antes sería la recepción, hay varias aperturas en el suelo. Todas ellas eran antiguas escaleras para acceder a la planta inferior que es donde al parecer se guardaban los documentos. Os miráis el uno al otro, esto no va a ser fácil...

Os encaramáis a una de las aberturas circulares y luego a la otra. A simple vista parece que no hay ninguna diferencia pero al tomaros algo más de tiempo en una de las dos parece oirse corriente de agua y en la otra total y absoluto silencio. En ambos casos, eso sí, las escaleras de caracol son metálicas pero por la herrumbre diríais que no son muy seguras. La otra opción que tenéis es saltar por un agujero cuadrado que hay a cada lado, por desgracia este no tiene ninguna escalera.

Ves como a medida que empiezas a hacerle preguntas directas ella cada vez parece más abstraída en sus pensamientos y eso te exaspera aún más. La vieja comienza a rebuscar entre sus cosas mientras murmura. - ¿Dónde habré dejado la comida para mis pajaritos? ¿Pajariiitos? ¿Tu no los habrás visto verdad?

La mujer comienza a adentrarse en el oscuro sótano. Algo te llama la atención pues pese a ser ciega, tiene velas por todas partes. Sigues insistiendo en tus preguntas pero ella no te hace mucho caso. Te das cuenta de que está loca de atar y que seguramente no podrás sacarle ninguna información cuando de repente parece que recobra la lucidez.

- Mis pretendientes vuelven a venir... dice girándose hacia la entrada. - Son muy pensados, no me interesan. Ocúpate de ellos y quizá te cuente algo de lo que buscas...

Maevis no sabe muy bien como reaccionar ante esas palabras a las que no encuentra sentido, cuando de pronto se oyen unas voces al otro lado de la puerta, por donde habías entrado. Es entonces cuando suena un ruido de cristales rotos y de pronto la entrada al sótano comienza a arder en llamas. 

- ¡Arde maldita bruja! - oyes gritar al otro lado

Miras hacia atrás y Doña Andrajos ya no está. No es posible, pero si hasta hace un momento estaba ahí contigo. Te encuentras en un sótano con apenas dos salidas. La puerta principal está empezando a arder y un ventanuco que apenas deja entrar luz de las farolas de la calle parece ser la otra opción.

"¿Cuando nos tocarà ir a un lugar menos castigado por el tiempo?" pensó Elian mientras observaba frente a él las posibilidades que se les ofrecían. Dos escaleras....dos agujeros....agua....silencio....decisiones, siempre decisiones, ¿quien vive? ¿quien muere? Normalmente él tomaba las decisiones por sus víctimas, pero en esta ocasión, en la que sí podía decidir, pensó que era mejor dejarse llevar. Observó a Matka y despuñes, lentamente, se acercó al agujero cuadrado del norte. Observó la negrura desde lo alto.

- No tenemos tiempo que perder - dijo sin apartar la vista del aguejero. Y sin mas... saltó al vacío...

Un paseo por el río era lo que más necesitaba Vladko para concentrarse debidamente antes de la misión. Cuando se subieron a la barcaza y encendió el motor — modificado para que hiciera el menor ruido posible — tomó los mandos y se quitó la máscara. Allí sólo estaban ellos dos, el río y las tinieblas de la noche. Aprovechó para encenderse otro cigarrillo y deleitarse con la decadente imagen que tenía que ofrecerles Dunwall. No era una ciudad fea, pero tampoco era hermosa para los estándares del tyviano. Parecía diseñada a propósito para que un puñado de asesinos pudiera moverse de acá para allá desgarrando gargantas. Menos a la Emperatriz, por supuesto. Su maravillosa torre estaba aislada de todos y de todo, y tendrías que ser un demonio salido de los infiernos para colarte allí. O alguien como Daud. ¿Acaso no era lo mismo a ojos de los ciudadanos)

—Larga vida a la Emperatriz —murmulló el asesino antes de consumir el cigarrillo cuando se aproximaban al puente Kaldwin. Dudaba que esos indeseables que se deshacían de los cadáveres como si fueran ropa vieja fuesen a prestar atención a una pequeña embarcación que se moviera unos metros bajo sus pies, pero mejor ser precavido y no tener nada que les delatase.

Una vez en tierra firme, con la barca debidamente amarrada y la máscara nuevamente en su sitio, Vladko comprobó que su espada corta salía fluidamente de la vaina y suspiró. ¿Por dónde habrían ido Homoj y la pequeña Maevis? Eran cuidadosos, no los típicos matones que se metían en la boca del lobo, por lo que acudir a hablar con Slackjaw y sus hombres habría sido demasiado directo para ellos. ¿Quizás a hablar con esa bruja que había hecho mal su bebedizo? Vladko se rascó la nuca, meditabundo, y al final asintió para sí. 

—Vamos a hablar con esa bruja —dijo finalmente.

Por supuesto, Vladko sabía bien cómo moverse por aquellos callejones como si fueran la palma de su mano, así que no tardarían en conseguir su rastro.

El paseo en barca no fue muy agradable, tantos muertos, seguramente todos pobres, le daban ganas de arremeter de un salto sobre quienes los lanzaban como basura, pero había una misión de por medio, y llevar a cabo lo que Daud le pedía tenía prioridad. No pudo evitar suspirar aliviada cuando llegaron a tierra - bienvenida a casa... - susurró con cierta cara de repugnancia, pero parecían palabras más bien rencorosas que de molestia.

Imitando el gesto del tyviano, Sara sacó sus armas, en su diestra empuñaba su cimitarra, aquella que le había dado el sobrenombre de Sara "Cimitar" y un estoque en su zurda con la que ganar distancia o rematar, caminaba presta tras el gigante guía - la bruja esa pues... - su tamaño no demasiado grande, era perfecto para pasar desapercibida tras Vladko, casi parecía su sombra, después de todo esa había sido la orden de su superior, pasar desapercibida.

Elian no se fía de esas escaleras herrumbrosas que pueden desmoronarse si pone un pie encima. Opta por saltar por dejarse caer por el agujero que da al norte. Desde ahí proviene el murmullo del agua correr y cree que ahí puede estar la clave de lo que buscan. Al intentar bajar con precaución no se da cuenta del musgo que hay y el pie le falla cayendo de muy mala manera. Por suerte cae sobre una poza de agua que amortigua su caída y no le causa más que una contusión en el hombro derecho.

Matka creyendo que su compañero se despeñaba salta justo detrás de él de forma mucho más segura y calculando la caída. Por desgracia el agua esta muy oscura y no se da cuenta de que hay una varilla hierro que sobresale. Esta le corta en la pantorrilla produciendo una herida abierta. 

No tenéis muy claro que hacer ante esta situación. Matka es una chica dura pero tendrá que arrastrar con esa herida el resto del camino. Por otro lado está la opción de regresar al refugio limpiar la herida y así aplicarle unas vendas.

Preocupados como estáis por la caída tardáis un poco en daros cuenta del lugar en el que estáis. En esta planta baja puede verse una corriente de agua que circula hacia una zona inundada donde se pierde de vista. Si queréis seguir bajando tendréis que bucear tal y como os temíais... 

(ignorad las escaleras mecánicas que salen xD)

No tardáis prácticamente nada en dar con el paradero de la bruja. Hablar con vuestros contactos en el barrio de la Destilería conseguís que os den la información que buscáis.

- Por lo que me cuentas, debe tratarse de esa bruja de Doña Andrajos. - Sí, ahora que caéis en la cuenta, ese nombre os suena. - Es una anciana que vive en la calle, está ciega y a menudo es acosada por algunos tipos malencarados del barrio, especialmente por los miembros de la banda de Bottle Street. - responde el contacto de Vladko. - Pero mucho cuidado, mientras por fuera parece vulnerable, indigente y senil, su verdadera y oscura naturaleza se encuentra dentro. Está loca, no trates con gente así o te sacará los ojos. - dice finalmente como advertencia mientras hace unos gestos algo tontos intentando imitar lo que el cree que es brujería, mal de ojo o cualquier otra superchería.

El tipo se marcha habiendo devuelto el favor que le debía a Vladko. Ahora ya sabéis a quien tenéis que buscar así que es sólo cuestión de dar con ella. Seguís buscando hasta que os dan una última pista. Esta tarde la han visto colarse en un sótano abandonado donde a veces se mete después de que le peguen un buen susto y se lleve algún que otro golpe.

Lo que no os esperáis es ver como una columna de humo se eleva. Cuando dobláis la esquina de la calle podéis ver como un puñado de ratas devora un cuerpo que yace en el suelo y muy cerca un edificio que parece abandonado está calcinado por las llamas. El fuego está ya casi extinto...

Es peligroso acercarse a un grupo tan numeroso de ratas, pues cando se agrupan pueden incluso atacar a personas vivas. Pero algo os llama la atención de ese cadáver, como si os sonara de algo. Entonces oís como desde un callejón oscuro alguien os llama... Se trata de Maevis. Entonces caéis en la cuenta, el cuerpo del que las ratas se alimentan de forma voraz es el de Homoj.

Las pesquisas fueron acertadas y la elección de Vladko la correcta. No necesitó más que tirar de los hilos adecuados e intercambiar un cigarrillo por una dirección, y pronto supieron exactamente hacia donde encaminarse. Así era el estilo de la calle. Por supuesto, eso sólo podía hacerse con las personas adecuadas, y esperaba que la joven Sara tuviera eso claro antes de dirigirse a hablar con el primer guardia que se encontrara.

—Camina a mi lado, niña —le dijo, después de unos minutos caminando. No le hacía mucha gracia tener a alguien siguiendo su sombra, sobre todo dedicándose a lo que se dedicaba. ¿Le pensaba clavar una de esas cimitarras en la base de la columna? Lo dudaba. ¿Quería tentar a la suerte? Por supuesto que no. No iba a empezar precisamente ese día a ser despreocupado.

No necesito comprobar la dirección cuando vio la columna de humo. El aire se había llenado de una mezcla repugnante que le hacía pensar que en esa casa se había prendido fuego a algo más que basura, pero no tenía tiempo que perder. Homoj había caído. ¿Cómo era eso posible? Era un Ballenero. Era uno de los suyos— Говно. Niña, ve con Maevis. Que te explique qué ha pasado aquí.

Él tenía cosas que hacer, y jugar con ratas de la peste no era algo que pudiera hacer cualquiera, así que cuanta más tierra de por medio pusieran los demás, mejor. No iba a permitir que Homoj terminara siendo un cuerpo destrozado a mordiscos. Trepó a una caja cercana de un salto y proyectó su exclusivo poder hacia ellas, pero le resultó difícil concentrarse porque no dejaba de darle vueltas a lo que le habría pasado al tipo sin ojos.

Sara solo sonrió cuando Vladko le dijo que caminara a su lado, suponía que no le haría tanta gracia como a ella que un asesino estuviera a su espalda, pero pronto se acabaron las tonterías, humo,... Y después un guerrero como Homoj en el suelo siendo devorado por las ratas. Estaba claro que no iba a lanzarse contra aquellas bestias, pero sus ojos parecían cobrar un brillo rojizo de rencor, su sangre clamaba venganza pero no podía hacer nada por lo que ya estaba hecho.

Miró a Maevis, fue fácil de reconocer, no habían tantas balleneras, se acercó a ella y habló con cierta calma pero con su rostro templado y serio - fuego, Homoj entre ratas, ¿que ha pasado aquí? - quienes le habían hecho eso a un hermano ballenero, lo pagarían, eso decían los ojos de la muchacha, ¡venganza! Venganza contra quienes osaban seccionar su familia de balleneros...

-¡Aaaahhh! ¡Joder! -exclamó cuando la varilla de hierro cortaba su pierna. Era un dolor agudo y punzante, al que la mujer no estaba acostumbrada a pesar de su vida tan recia. Cuando pudo mirarse, su pierna sangraba y el dolor se hizo más intenso. Intentó caminar un poco, pero era doloroso.

-No pensaba volver por ésto. Espero no cagarla, pero no creo que pueda apañármelas mucho más. Puedo intentar volver sola y curarme, pero tengo que coser esta mierda -le comentó a Elian, frustrada. Volver al refugio era un riesgo ahora mismo, pero más riesgo era ser una inútil y arriesgar su vida y la de él por no curarse propiamente. El agua por donde tendrían que ir estaba estancada y asquerosa. Con la herida como la tenía, eso siginificaba posiblemente una infección*

-Puedes intentar seguir tú solo, pero creo que deberíamos permanecer juntos. Si algo más pasa, quizás luego no podamos encontrarnos. Y ésto -señala su herida- ha pasado por precipitarnos... Y porque no vi la barra. Cuestión de mala suerte... ¡Joder, qué estúpida!