Partida Rol por web

Distraído como estaba, Lowen no prestó atención a la marcha de Thorwyn con las dos muchachas. El solámnico era demasiado bisoño para pensar en solazarse de ese modo, y demasiado leal a los principios solámnicos para siquiera aprobar el uso de tales servicios. Pero el embotamiento producido por el ruido, la cerveza, la comida y el humo le mantenían absorto. Intentaba el joven caballero descubrir alguna cosa útil, sacando algo de lo que los aventureros de la zona pudieran contarle. Pero los relatos le parecían demasiado confusos y llenos de fantasías como para extraer de ellos algún saber que pudieran aplicar en los días venideros. Al final se resignó, dejando que el aire festivo reinase, y procurando retirarse antes de que la cerveza fuese demasiada, y le hiciese cometer algún desliz. Marchó entonces a su alcoba, llevando consigo sus pertenencias y cerrando con llave, y allí se echó a dormir sobre el jergón, sin ni siquiera quitarse las ropas ni la armadura. El agotamiento era tal, que temía no despertarse si algún peligro le caía encima sobre la noche. Sin embargo, no tenía alternativa.

En su evidente estado de embriaguez, Lowen intenta entrar en varias de las habitaciones de la posada, descubriendo con asombro y creciente malestar que todas están cerradas y que alguien le ha robado la llave de la suya, fuera la que fuese. Solo después de montar una escena y de que le recuerden que solo ha pagado su derecho a dormir en el comedor porque no quedan habitaciones libres para ninguno, el ebrio caballero de la Corona busca un cálido rinconcito junto a la chimenea en el que echar una cabezada, abrazado a sus pertenencias por temor a que alguien se las quite mientras duerme su borrachera.

Thorwyn, en cambio, abandona una de las habitaciones prestadas con una enorme sonrisa en la cara. Por un lado, porque su vigor enano parece haber rendido a ambas muchachas y por otro, porque alguno de los bulliciosos aventureros que han alquilado los dormitorios acabará pasando la noche, sin saberlo, en la misma cama donde los tres acaban de yacer. No cabe duda de que ha sido dinero bien invertido y el extenuado arcanista enano no tarda en quedarse dormido bajo la larga mesa del comedor recordando sus incontestables éxitos en el terreno amoroso.

Lluvia y Jilhazhí pasan la noche en los establos, abrazados la una al otro, dentro de la misma fría jaula en la que ambos llevan durmiendo desde que salisteis de Kalaman. La cuadra es húmeda y el agua gotea a través del techo de paja, pero la lona impermeable protege a ambos ocupantes de la tormenta y los recios barrotes, de visitas indeseadas.

Fuera, los excluidos entre los que se encuentra Kylian celebran su propia fiesta con más alcohol que comida y terminan durmiéndose unos en brazos de los otros a altas horas de la noche, mucho después de que la música y las luces en el interior de la posada se hayan apagado.

9 Corij 433 AC

El día siguiente amanece nublado, pero por el momento parece que las nubes ya han descargado durante la noche todo lo que tenían previsto para la jornada. Así pues, os disponéis a poneros en camino, sabiendo que vuestros bolsillos no podrán permitirse mucho más tiempo los precios abusivos de La Moza de Ensueño.

Descubrir que el joyero enano y sus recientemente contratados guardaespaldas han desaparecido os causa cierta desazón, pero lo que realmente os preocupa es no encontrar por ninguna parte a Briand.

—No deberíamos perder el tiempo con esa gente —comenta con indiferencia Tres Ombligos—. Seguramente se habrán adelantado en busca de otra posada y lo más probable es que los encontremos ateridos de frío un poco más adelante.

Kylian despertó con una enorme resaca y lo hizo abrazado a uno de los nerakianos llamado Valev. Que estuviera desnudo y sudoroso hizo que todas las alarmas se activasen en el buen sacerdote de Gilean. Sentía un gran dolor de cabeza y también en una zona hasta la fecha inexplorada de su anatomía. Por suerte para Kylian, no recordaba prácticamente nada desde cierto momento de la noche. Y es que se había derramado demasiado alcohol por su garganta la noche anterior y en esos momentos se encontraba realmente mal y con ganas de vomitar.

Vomitar fue algo que no tardó demasiado en hacer y en un rato, cuando ya no quedaba nada en su estómago, empezó a sentirse algo mejor. Mejor se sintió cuando Valev no pareció recordar tampoco nada de lo sucedido, pues ni le dijo nada y prácticamente ni le miró cuando despertó un rato después de él. Por fortuna para él y en parte también para Kylian, el nerakiano no recordaba ni haber yacido con Kylian, cosa que realmente él esperaba que no hubiera sucedido y que de haber sido consciente de sus actos hubiera impedido, no obstante no recordaba nada y casi era mejor así.

Fuera como fuera, tocaba ponerse en marcha y tras recoger sus cosas y ayudar a los nerkianos a subir las pieles al carro, reemprendieron el camino. La caravana se había dividido todavía más. Ni rastro había del joyero enano y sus guardaespaldas, pero eso no era lo más preocupante, pues a quien tampoco no veía era a Birand. ¿Dónde se había metido? Nadie parecía saberlo, aunque tampoco preguntó demasiado para no levantar sospechas. Supuso que quizás Lowen, Lluvia o Runavieja supieran que había sucedido y cuando tuviera ocasión, se lo preguntaría.

Por el momento se encontraba a gusto entre los cultistas. Se respiraba un buen ambiente en el grupo, se sentía útil y querido y hasta parecía encajar más entre los nerakianos, que con los nobles como los Le Besco o los solámicos como Lowen. Si bien era cierto que con Lluvia había conectado más que nunca durante su estancia en Kalaman, ella se debía al dragón del que cuidaba y últimamente se relacionaba menos con el resto del grupo, por lo que tampoco la echaba demasiado de menos y con maese Runavieja no había tenido el tiempo suficiente de conocerle como para poder echarle de menos.

En cuanto a Briand Le Besco, siempre había habido cierta tirantez entre ambos, aunque él siempre había sido muy políticamente correcto con ella. No quería llevarse mal con la noble y le seguía la corriente ignorando sus desprecios y desplantes y apoyándole pese a que en el fondo de su ser su opinión pudiera no ir al cien por cien en consonancia con lo que ella predicaba. Ahora la sabía, aunque en el momento no se diera cuenta. Por su educación en el templo, había aceptado interiormente, que los nobles tenían cierta aura de superioridad por la que él tenía que apoyar y respetar sus decisiones y eso había empezado a cambiar en los últimos tiempos, cuando empezó a ver el verdadero fondo de Briand. Que se hubiera marchado a casa, no le parecía ahora a Kylian, sino la mejor decisión que había tomado desde que la conocía, pues se había cansado de su ego y su aire de superioridad.

Algo que de momento, no le habían demostrado los nerakianos, sino todo lo contrario; lo trataban como a uno más, le respetaban y le apreciaban, aunque sólo fuera por mero interés. Aunque, ¿quién hacía algo por otro de manera del todo desinteresada? La respuesta era obvia: nadie. En el fondo, todo el mundo esperaba algo a cambio de lo que entregaba a un tercero, aunque ese algo fuera únicamente la satisfacción personal de sentir que había ayudado a alguien de forma "desinteresada" y que eso le dotaba a él, de cierta superioridad moral.

Reflexiones aparte, tenían que proseguir con el camino y aunque el dolor de cabeza era realmente intenso, pero no había tiempo que perder. Tres Ombligos lo sabía y lo expresó de forma tajante. Tocaba dejar de hacer el remolón y ponerse en marcha, por muy mal que se sintiera uno y por muy vacío que estuviera su estómago. Hambre tenía, pero tampoco comió y no porque los nerakianos no le ofrecieran desayuno, sino porque Kylian estaba seguro de que si se metía algo en la boca, volvería a echarlo al instante.

- Los encontremos o no, me importa poco. - Le respondió a Tres Ombligos. - No los necesitamos para nada. Espero que lo peor haya pasado. - Comentó. - Las harpías fueron una prueba dura y perdimos a algunos de nuestros camaradas de forma terrible. Siento no haber podido hacer más por ellos... - Resopló, pues realmente sentía la pérdida de vidas humanas y más de aquellos a los que había empezado a conocer en aquel viaje, ya fueran simples viajeros o cultistas con oscuros propósitos.

Cuando Lowen despertó, solo sintió dolor. En concreto, en la zona de la sien, y en abundancia. Después vino la vergüenza, profunda e intensa, por el ridículo que había hecho la noche anterior, emborrachándose más allá de sus posibilidades y llamando la atención de todo el mundo al intentar entrar en una habitación que nunca había alquilado. Pero lo peor fue la culpa. ¿Cómo podía haber bajado la guardia de esa manera? Tenía una misión, que se iría al garete si los nerakanos descubrían su verdadera naturaleza. Por no hablar de su deber de proteger a Gilyasí. En una borrachera como aquella, era fácil cometer un desliz, hablar del dragón, y ponerse a sí mismo y a sus amigos bajo una nueva amenaza.

- Dioses, perdonad mi estupidez.

Fue la única plegaria que pudo alzar, en tanto hacía lo posible por despejarse, pidiéndole al tabernero una tinaja de agua fría y metiendo la cabeza en ella. Después se obligó a desayunar algo, comida caliente para el estómago con la esperanza de llevar mejor la resaca. Lo último que le pidió al hombre fue que le vendiese unas raciones. Cinco días al menos, confiando en hallar un lugar menos costoso, o quizá alguna presa de la que alimentarse.

Salir al exterior no le hizo sentirse mejor. Tardó un tanto en notar la ausencia de Briand, pero, cuando se le hizo evidente, el desasosiego le invadió. ¿Dónde estaba la noble, y porqué se había marchado de esa manera, sin decir nada? Tampoco le tranquilizó demasiado ver que Kylian seguía congraciándose con los nerakanos. El sacerdote, o actuaba muy bien, o realmente se sentía a gusto entre aquellos tipejos. Rezó a los dioses por que fuese lo primero.

La misión estaba en peligro, podía sentirlo. Y también estaban en peligro ellos mismos, incluído Gilyasí. Traerle quizá hubiese sido la peor idea que habían tenido, entre todas las estupideces que habían cometido. Si las cosas salían mal, estaban llevando a una cría de dragón directa al cubil de sus enemigos. Necesitaba hablar con Lluvia, y pensar una solución. Tendría que encontrar el momento.

Despierto algo entumecida por la humedad y el frío del establo, pero agradezco haber podido cenar algo caliente y sobretodo haber conseguido provisiones para la siguiente etapa del viaje. No soy tan buena cazadora como para poder alimentar a toda la pequeña tribu que se ha ido formando a mi alrededor sin que me diera mucha cuenta.

El amanecer me encuentra lista para partir e impaciente por hacerlo. Sin embargo, la inesperada desaparición de Briand me hace temer lo peor. Ella nunca nos abandonaría y menos sin despedirse. No después del empeño que puso en que emprendiéramos esta peligrosa misión de seguimiento a los asesinos de Belleria.

Su misteriosa ausencia coincide con la del adinerado joyero y la de sus nuevos escoltas, de los que sospechamos que también son cultistas de Takhisis. Todo lo cual me hace temerme lo que les haya podido pasar a manos de esos desalmados. O los han secuestrado para cobrar un rescate a sus familias o, peor aún, los han asesinado para robarles y recuperar así parte del valor material del botín que perdieron durante la emboscada de las arpías.

—Deberíamos buscarles, por si acaso les ha atacado algún animal salvaje durante la noche o han sufrido algún accidente a causa de la tormenta —conjeturo, poco esperanzada de que sea así, pero reacia a abandonar a nuestra amiga a su suerte.

Kylian sigue interpretando a la perfección su papel de estar totalmente integrado en las filas enemigas, pero busco la complicidad de otros viajeros de la caravana, con la esperanza de que podamos reunir un grupo suficiente como para peinar la zona.

—Si os hubiera pasado a alguno de vosotros, estoy convencida de que también querríais que alguien saliera en vuestra búsqueda, ¿no? Para eso nos unimos a la caravana, para intentar que nadie quede atrás. Vamos, ¿qué me decis? Un par de horas o tres y si no encontramos nada, seguimos adelante...

Es ya de camino hacia su destino cuando Kylian, aquejado por la resaca, alcanza a relacionar la desaparición de Briand, con la obtención del anillo de la casa Le Besco y es entonces cuando se teme lo peor en cuanto a su egocéntrica amiga, que aunque sea bastante antipática, sigue siendo su amiga. 

Enfrentarse de la forma que lo hizo a los cultistas nekarianos, sin duda puede haberle traído problemas. Demasiados de hecho y lo más probable aunque Kylian no desee admitirlo, era que lady Le Besco había acabado sus días en aquel viaje a manos de Tres Ombligos y sus nuevos camaradas.

Aquello hace recordar a Kylian la peligrosidad de la gente con la que se ha juntado y tan integrado como se encuentra en su grupo, difícil lo va a tener para salir a tiempo del lío donde se encuentra. No puede sino seguir adelante y relacionarse lo menos posible con Lluvia, Lowen y Runavieja, pues visto lo visto, contándoles algo de lo que ha descubierto, difícilmente pueda mantenerles a salvo.

Pese al ingente dispendio de monedas de acero, la verdad es que Thorwyn, entre unas cosas y otras, al final había disfrutado de la velada. Bastante, a decir verdad. Sólo el entumecimiento propio de dormir en el suelo arrancó un ligero dolorcillo que, no obstante, no pudo borrar una sonrisa tonta en recuerdo a la noche pasada en la posada... Aunque, por supuesto, no tardó en recuperar su expresión neutra, oculta tras los elaborados trenzados de su tupida barba. Y su gesto se torció al recoger las carísimas provisiones de viaje que le habían preparado.

En cualquier caso, cuando al fin salió al exterior de la posada, salió con paso decidido y al poco ya estaba con el carro preparado para proseguir el viaje. Todo dispuesto, no faltaba nada. Nada, no, algo sí faltaba. O más bien alguien. Tres Ombligos confirmó sus sospechas: faltaban el joyero, sus guardaespaldas... y Briand.

El ruido de la tormenta podría sin duda haber acallado el ruido que una mujer produciría al ser asaltada, pensó el enano en un destello de lucidez que le provocó un repentino vacío en el estómago.

─No les habrá pasado nada malo, ¿verdad? Esa arrogante mujerzuela de sangre azul podría darnos incluso más problemas si desaparece, su familia seguro que no pararía de buscarla *por todos los medios* si desapareciera... ─dijo Thorwyn mirando fijamente a Tres Ombligos, buscando algún rastro de culpa o preocupación en su rostro.

La situación era más preocupante de lo que parecía. Si Briand desaparecía habría problemas. A parte de portar un objeto con capacidades curativas, era una importante representante de Kalaman y miembro de una de las familias más importantes de la ciudad, además de la persona que supuestamente lideraba aquella misión. Sin ella tendrían problemas en más de un sentido. Y eso sin contar que el enano realmente apreciaba a la chiquilla humana, que había conocido mucho antes de que se convirtiera en la mujer que era ahora. Y sabía por experiencia que, para ser noble, no estaba tan mal.

Por otro lado, otra cosa que preocupaba al arcanista enano era el distanciamiento del grupo. Lowen por libre, pasando hambre, la bárbara con el dragoncito, no pudiendo ayudar a todos como parecía su costumbre, Kylian más amigo de los enemigos que de los amigos y él que era poco menos que un desconocido. Sólo tenían una misión en común y los demás lazos se estaban desveneciendo en el aire. Si no fuera porque el clérigo profesaba una fe incompatible con la de los nerakanos casi hubiera apostado por su deserción en cualquier momento.

─¿Una búsqueda dices? Umpf... La noble iba a pie y ha llovido como para borrar cualquier rastro, de pies o de olores, me da que sería imposible saber dónde están si han avanzado demasiado. Pero el joyero llevaba carro, ¿no? Y escolta. ¿¡Alquien ha visto partir al joyero!? ¡Que lo diga! ¡Si nadie le ha visto buscaremos por aquí y perderemos un tiempo muy valioso! ─exclamó al aire para que toda la caravana pudiera oírle, con intención de que si había alguna información que desconocía sobre la partida del joyero y de Briand, llegara pronto a sus oídos.

Ante las promesas de Thorwyn de que en Kalaman no dejarán de buscar a la desaparecida Briand si le ha ocurrido algo, el pálido arcanista cree ver en los rostros de los nerakanos una creciente inquietud. Lo que parece confirmar sus sospechas de que estos han tomado parte en su desaparición; unas sospechas que también comparten Kylian y Lluvia.

Por desgracia, nadie parece haber visto nada durante la noche. La mayoría de vosotros estabais en la posada y los cultistas balbucean excusas sobre el ruido de la tormenta y la borrachera que se cogieron para entrar en calor. De lo que están seguros es de que el joyero enano y sus escoltas iban a pie y que no se acercaron en ningún momento de la noche a su improvisado campamento.

La mayoría de ellos están impacientes por ponerse en camino y eso es lo que hacen con sus dos carros, si bien un par de ellos se quedan con Thorwyn cuando éste insiste en sumarse a la partida de búsqueda; aunque parece que lo hacen más para vigilarle a él y a sus pertenencias que para ayudar realmente a encontrar a los desaparecidos.

Varios de los demás viajeros, entre los que se incluye el matrimonio de elfos, también se alejan en pos del grupo de Kylian demostrando su nulo interés en perder el tiempo buscando a los extraviados. En cambio, todos aquellos que se sienten en deuda con Lluvia Estelar se ofrecen de inmediato a ayudarla en la búsqueda del cuarteto desaparecido; principalmente para poder seguir contando con la generosidad de la mística que-shu.

El cartógrafo dibuja un pequeño boceto de la zona alrededor de la posada y os repartís para cubrir la mayor cantidad de terreno en el menor tiempo posible.

Aquello resulta ser un completo desastre, porque la voluntariosa familia mantenida por Lluvia Estelar va de acá para allá registrando la zona sin contemplaciones y malogrando en su inocencia cualquier rastro que pudiera hallarse.¹ En su afán por ayudar, los niños terminan convirtiéndolo en un juego y dejan a su paso ramitas rotas, jirones de tela de sus propias vestiduras y sus huellitas infantiles en el barro por todas partes.

Después de dos horas de seguir pistas falsas sin éxito, decidís daros por vencidos y tratar de alcanzar a aquellos que os han tomado la delantera para no perderlos y, con ellos, el propósito de vuestra misión.

Quizás lo más sencillo para dar con el paradero de su amiga, era simplemente preguntar por ella a su nuevo amigo Tres Ombligos. No obstante, tenía miedo a la respuesta, pues si Briand había muerto por su acero, no sabría cómo podía reaccionar y podía mandar la misión al tratase y con ello, ponerse a él mismo en peligro.  

Ya cuando habían iniciado la marcha, Kylian se armó de valor para acercarse al alférez nerakiano y formular la pregunta que rondaba por su cabeza desde la mañana, cuando ya más claro tras la fiesta etílica de la noche anterior, pudo relacionar la desaparición de Le Besco con el sello que el caballero del Lirio le había entregado como regalo. 

- ¿Tenéis un momento para mí, alférez? - Le preguntó cuándo se puso a su altura. - Me gustaría hablar con vos sobre algo que me ronda por la cabeza. - Confesó. - Es por la ofrenda que me hicisteis ayer. De trata de un anillo con aspecto de ser bastante valioso y bueno, es evidente el sello de alguna casa. - Se estaba yendo por las ramas, pero no quería ser demasiado directo. - La joven noble con la que viajábamos y que ha desaparecido junto al enano y su escolta... - Hizo una breve pausa buscando las palabras adecuadas. - ...creo recordar que portaba un sello, que si no es éste, si uno muy similar y bueno... - Alzó las cejas. - ¿Tiene algo que ver la desaparición de la muchacha con que el sello esté ahora en mi poder? - Esperaba no haber sido demasiado directo o parecer preocupado en exceso. 

─No te conozco y no sé de qué me hablas ─afirma con cortante sequedad, fulminándote con la mirada.

A continuación, mira hacia otro lado como si no te conociera y se detiene para dejar que tú y tu carro os alejéis de él. Está claro que ha hecho un enorme esfuerzo a lo largo de todo el camino para que no le relacionen con el grupo de nerakanos en el que viajas, observando siempre desde la distancia y sin intervenir.

Que hablara contigo anoche fue una muestra de total confianza en ti de la que, a juzgar por la mirada que te ha echado, ahora se arrepiente debido a tu falta de discreción. Incluso aunque has tratado de hacerlo sin llamar la atención de los restantes viajeros de la caravana.

En cualquier caso, has logrado transmitirle tu preocupación y él hablará contigo cuando lo considere oportuno, si es que llega a considerarlo.

Briand desaparecida, la partida de búsqueda un fracaso. Al menos no la habían encontrado muerta, eso hubiera sido todavía peor. Si no la encontraban siempre cabía la posibilidad que hubiera desertado de la misión y tratado de volver a la civilización. A Thorwyn le extrañaba que hubiera querido adelantarse y alejarse de él y del resto de compañeros de la expedición de héroes, pero quién sabía. La cabeza de los nobles y, en especial, de las mujeres podía ser muy complicada de entender.

─Se acabó, desisto. Apuesto una cerveza a que hemos estado haciendo el tonto y nos espera en el siguiente refugio decente en el que no exijan precios desorbitantes... ─se quejó amargamente el enano.

Una sola mirada intercambiada con Lluvia bastaría para entenderse: no había nada más que hacer. Aquel no estaba siendo un buen día. Últimamente no había buenos días...

En cuanto recibió la respuesta de aquel hombre, una total negativa a comunicarse con él, supo que se había equivocado por completo. No tendría que haberle expresado su preocupación a aquel hombre, pues aunque se había acercado mucho a él la noche anterior, ahora le rehuía por completo. Además, aquellas palabras suyas sonaron a amenaza. 

- "No te conozco y no sé de qué me hablas..." - Mal le sonaba aquello.

Preocupado, regresó con el grupo de los nerakianos al que pertenecía desde hacía unos días. Se encontraba bien con ellos y realmente se estaba planteando seguir a su lado por un tiempo, al menos hasta que le demostrasen que realmente eran gente con la que no valía la pena estar. Sin duda era gente peligrosa, pero le estaban tratando bien hasta ese momento y esperaba que pudiera seguir siendo así.

Ahora sí, se acercó a Tres Ombligos. Dudó si transmitirle la preocupación que portaba encima, ya no tanto por Briand, sino por él mismo. No le dijo nada, aunque su rostro lo expresaba todo. Era posible que aquel hombre, si era un poco espabilado, se diera cuenta de que Kylian no estaba como siempre. Si le preguntaba por ello, no sabía que iba a responderle.

Confirmada la desaparición de Briand, ya solo les quedaba esperar que estuviese bien. Lluvia reunió a algunos voluntarios para buscarla, grupo al que no se unió Lowen, no porque no quisiera ayudar, sino porque sospechaba que solo estorbaría en el proceso. La infructuosa búsqueda llevó un cierto tiempo, tras el cual Lluvia y el resto de aldeanos se dieron por vencidos. Él mismo observaba con resquemor a los nerakanos, entendiendo el afán intimidatorio de las palabras de Thorwyn. Pero no le quedó demasiado claro que hubiesen sido ellos, y actuar en su contra en ese momento pondría en peligro una misión que ya se desarrollaba sobre hielo fino. Decidió esperar su momento para reunirse con Lluvia en secreto, cuando el resto no estuviesen pendientes.

Aprovechando un momento de descanso, al amparo de la oscuridad, Lowen se acercó al carromato de Lluvia con la excusa de preguntar por el estado de los caballos. Cuando estuvo seguro de que ningún oído indiscreto escuchaba su conversación, habló sin tapujos a la que-shu.

- Siento no haber ayudado a buscar a Briand. - fue lo primero que dijo - Creo que habría estorbado más que otra cosa. Pero temo que su destino haya sido nefasto. No creo que se haya marchado sin decirnos nada.

Miró de nuevo en derredor, preocupado.

- Esta misión empieza a ser demasiado peligrosa. Hemos perdido a Briand, y bien podríamos haber muerto todos en el encuentro con las arpías. Thorwyn viaja entre los sectarios, y sabemos que el enano se debía sobre todo a Lady Le Besco. Sin ella, ¿seguirá siendo leal a la misión? Tengo mis dudas. En cuanto a Kylian... - echó otro vistazo en dirección a la zona donde acampaban los sectarios - ...está muy cambiado. En la posada parecía dispuesto a lanzarse contra el tabernero. Sin duda hace su papel, interpreta, pero, ¿hasta dónde estará dispuesto a llevarlo?

Se mesó la barbilla con gesto preocupado.

- Si sólo fuésemos nosotros, no dudaría en continuar hasta el final. Pero Gilyasí viaja en esta caravana, y el peligro al que le estamos exponiendo es enorme. Si le llevamos allí dentro y fracasamos en nuestra misión, le dejaríamos en manos de nuestros enemigos. No podemos permitirnos eso. Cuidar de él es importante. Más, incluso, que esta misión.

Misión encomendada por el Consejo Solámnico, se dijo a sí mismo, aquel que le había nombrado caballero antes de partir. Retirarse implicaba incumplir sus órdenes. Pero que lo hiciese Lluvia no.

- Debemos poner a Gilyasí a salvo.

El espíritu de Briand me llama, no puedo oírlo con mis oídos pero puedo sentirlo en mi corazón. Está asustado y desdeñoso, como era ella en vida, quizá porque no comprenda todavía lo que le ha ocurrido. Y siento que en parte es culpa mía. Podría haberme ofrecido a pagar por ella su alojamiento en la posada si no tenía dinero para pagarlo ella misma, pero en realidad no sé por qué se quedó fuera. ¿Por preservar nuestra coartada? ¿Por orgullo? Nunca llegué a comprenderla realmente y temo que eso la haya matado.

Por suerte o por desgracia, no consigo hallar su cuerpo y eso me impide confirmar mis peores sospechas. Tal vez Thorwyn esté en lo cierto y la encontremos en la siguiente posada, o quizá un poco más adelante en el camino. Ojalá, pero algo me dice muy claramente que no será así. Le ha ocurrido algo terrible y solo espero que se haya llevado nuestro secreto a la tumba o empezaremos a desaparecer los demás también, uno tras otro. Kylian es el que más me preocupa, pero no el único.

Cuanto más nos acercamos al final del viaje, más peligro corremos. Bien porque a estas alturas nos hayan descubierto, bien porque se sientan confiados, piensen que lo peor del viaje ya ha pasado y, por tanto, que ya no les somos útiles para proteger su cargamento.

Y Jiłhazhí es demasiado joven todavía como para escapar volando si la situación se vuelve verdaderamente adversa. Si tengo que luchar por su vida y por las nuestras, no dudaré en hacerlo aunque eso suponga fracasar en nuestra misión. Pero todavía no estoy segura de haber llegado hasta ese punto. De lo que estoy segura es de que no debemos volver a separarnos.

Mi pulso se acelera cuando Lowen se acerca a mí al caer la noche. Tal vez sea por el temor a que nos descubran hablando juntos, aunque sospecho que es por otra cosa. Por los sentimientos que he estado reprimiendo últimamente.

Miro a mi alrededor, nerviosa por si alguien más nos escucha y solo hablo cuando llego a la misma conclusión que él: ahora estamos solos, con la única excepción de los caballos y tal vez del discreto Jiłhazhí, que siempre anda al acecho tratando de enterarse de todo.

Después de la búsqueda fracasada de hoy, agradezco la compañía de Lowen más que la de ningún otro. La necesito para poder expresar mis propias inquietudes y él debe sentir lo mismo si se arriesga a que nos relacionen.

—No te preocupes, no creo que hubiera cambiado nada —le contesto, dedicándole una sonrisa cansada—. La tormenta dificultaba la búsqueda y los voluntarios que recluté resultaron ser un completo fiasco. Siento no haber podido hecho más por encontrarla, de verdad que lo intenté, pero... Estoy de acuerdo contigo, Briand no se ha marchado a ninguna parte sin nosotros. Puede que estuviera dolida por la escena con Dèmien en la puerta de la posada pero aún así no creo que nos hubiera abandonado.

»Tal vez los cultistas que escoltaban al joyero enano decidieron robarle, ella lo vio y trató de impedirlo y... —cierro los ojos y niego con la cabeza, apesadumbrada. No es un secreto que Briand y yo no nos comprendíamos mutuamente, pero nos complementábamos—. No importa si fueron ellos, o un lobo, o se enfadó y se marchó. Todos nosotros nos metimos en la posada y la dejamos sola...

Me quedo callada unos segundos, sintiendo el peso de la culpa por lo sucedido. Preguntándome si pude haberlo evitado de algún modo.

—Tenemos que confiar los unos en los otros —digo, al fin—. En Thorwyn, en Kylian... Nosotros cuatro somos lo único que tiene Jiłhazhí en este mundo. Y si tememos que alguno pueda abandonarnos, tenemos el deber de intentar evitarlo. Kylian, tú y yo vimos lo que hicieron en Belleria, estuvimos ahí y ninguno lo olvidaremos jamás, estoy segura. Quiero creerlo, al menos. Y Thorwyn... confieso que es peculiar pero Briand no le hubiera revelado la existencia de nuestro dragoncito si no confiara plenamente en él.

»Si cualquiera de ellos nos hubiera traicionado, los fanáticos ya habrían intentado matarnos mientras dormíamos. Pero eso no significa que debamos confiarnos. Podemos compartir la jaula de Jiłhazhí por las noches si quieres y si hay rumores sobre nosotros, que los haya.

Me ruborizo al pensar en dormir abrazada a él y me ruborizo todavía más al afirmar:

—No pienso abandonarte. No voy a dejarte solo en tu misión. Encontraremos a los líderes del culto a Takhisis y los haremos pagar por todo lo que han hecho. Por Belleria, por Briand... por todo.

No tienes la sensación de que el Caballero de Neraka te esté amenazando, pero sí de que le ha disgustado profundamente que te dirigieras a él en público y más refiriéndote a su titulo dentro de la orden de caballería, poniendo en riesgo sus cuidadosos esfuerzos por pasar desapercibido dentro de la caravana.

Desde luego, si alguien aquí tendría los arrestos y probablemente la capacidad para acabar con Briand, contigo y con cualquiera de tus compañeros, no te cabe duda de que es este taciturno suboficial.

Si alguno de tus nuevos compañeros de viaje se da cuenta de que has incurrido en las iras de su líder, no lo evidencian de ninguna manera. De hecho, el único que se dirige a ti viendo tu mala cara es Valev, que va caminando junto al carro de pieles en el que vas tendido.

—¿Qué, una mala resaca? Yo estoy igual pero tú por lo menos puedes dormir la mona ahí como un príncipe.

Parecía que iba a pasar unos cuantos días de tensa calma, en la que no sabía si el alférez Abrena iba a apuñalarle por la espalda o si finalmente iba a perdonar su error. Lo cierto era que tampoco le veía demasiado sentido a tanto secretismo. Al fin y al cabo, ya no quedaban tantos posibles testigos entre los miembros de la caravana y si los nerakianos querían acabar con ellos, no tenían porqué tener demasiados problemas en hacerlo. Seguramente tenía sus propios motivos y hacer especulaciones era en esos momentos una soberana estupidez.

Fuera como fuera, prosiguieron la marcha sin que ninguno de sus antiguos compañeros se acercara a él, ni le dirigiera palabra alguna. Así como estaban las cosas en ese momento, Kylian casi lo prefería. Que relacionaran a cualquiera de ellos con él, les podía poner en peligro, el mismo peligro en el que ahora Kylian andaba inmerso. Casi se arrepentía de haber aceptado el trabajo, es más, si lo pensaba detenidamente y pudiera volver atrás, lo haría. No solo estaba en un peligro mortal, sino que además conocer a los nerakianos le había hecho replantearse todo en lo que creía y eso definitivamente, no era de su agrado.

Entonces Valev se le acercó. Aquel joven era un tipo desagradable a la vista. No lo había visto de esa manera hasta esa mañana, casi se podía decir que le había parecido un tipo divertido, pero si lo que creía que había pasado entre ambos en efecto, había pasado como se temía, prefería andar lejos de él. Kylian no se consideraba un desviado, pero el dolor que sentía en el trasero le decía lo contrario y eso le hacía sentir muy violento. Además, que las palabras de Valev no fueran amables sino todo lo contrario, le enfureció. Sin embargo, decidió que no se notase, pues ya suficientes problemas tenía.

- ¿Y por qué no montas un rato? - Le preguntó. - Puedo ir andando si es por falta de espacio en el carro. Aunque... - Se encogió de hombros. - Creo que hay suficiente espacio para más gente aquí arriba...

Lowen sintió una oleada de calidez y gratitud cuando escuchó las palabras de Lluvia Estelar. Llevaba demasiados días viajando solo, acumulando dudas y pensamientos sombríos, en tanto la muerte se cebaba con la caravana y sus amigos parecían alejarse más y más. Esbozó una sonrisa cansada, y asintió, mirando al suelo un instante.

- Llevas razón, no podemos abandonar ahora. - dijo - No podemos dejar a Kylian perderse al son del cántico de esos impíos, si es que realmente está cerca de convertirse en uno de ellos. Y Thorwyn... si su amistad con Briand era suficientemente fuerte, eso bastará para mantenerle de nuestro lado, por ahora.

Sintió que se emocionaba, pero se contuvo. Miró de nuevo a Lluvia.

- Tantos días sin hablarnos... esto es más difícil de lo que pensaba. - asintió a las últimas palabras de la que shú - Podemos fingir que nos conocimos en la posada. Que... nos hicimos amigos. - enrojeció al decirlo, carraspeando - Es mejor que estemos cerca, para protegernos mutuamente si alguien intentase acercarse en la oscuridad.

Tomó a la que-shú de la mano, apretándola con calidez.

- Gracias, Lluvia. Me has devuelto la esperanza.

Se quedó así durante unos segundos, esperando. Esperando, ¿qué? Lowen sentía las palpitaciones de su propio corazón, en una vorágine de emociones entremezcladas. Sus sentimientos hacia Lluvia habían sido fuertes en el pasado, pero otras emociones los habían mantenido a raya. Y el joven solámnico era demasiado inocente en esos asuntos para saber qué hacer.

Cuando se me acerca y me coge de la mano, afloran en mí toda clase de sentimientos. El deseo natural que experimentan dos cuerpos jóvenes, la incertidumbre de si cediendo a este deseo malograremos nuestra amistad, la inseguridad de estar siendo escogida como segunda opción ahora que Briand ha desaparecido, la culpabilidad por alegrarme mínimamente de esta desgracia ajena...

Demasiadas voces en mi cabeza lanzándome mensajes contradictorios. Mías, pero también de los espíritus que siempre me acompañan allá donde voy. Quizá incluso el de la propia Briand, vengándose de mí por haberme rendido tras la infructuosa búsqueda de su cuerpo. Solo quiero que se callen, que se callen todas.

Me suelto de la mano de Lowen con un tirón demasiado brusco y puedo ver el desconcierto en sus grandes e inocentes ojos. ¿Dolor por el rechazo? Quizá.

Cierro los míos para que sus sentimientos no se mezclen con los que yo misma estoy sintiendo y rodeo su fuerte cuello con mis morenos brazos, atrayéndolo hacia mí. A pesar de que no soy bajita, él me saca más de media cabeza y tengo que ponerme de puntillas para conseguir pegar mis labios a los suyos.

Me dejo llevar. La vida es eso, dejarse llevar. Hace un mes no sabía que me haría amiga de Ethani y de Glin solo para verlos morir poco después, o que estaría cuidando de un bebé dragón, o... que me enamoraría. La vida no se puede planear, solo abrazarla con sus cosas dulces y sus cosas amargas.