Partida Rol por web

-No lo sé -dijo respondiendo a ambas preguntas-. A veces ocurren cosas raras... cerca del castillo.

Poco a poco, el paisaje comenzó a volverse familiar para Teolfo. Aquellos árboles con los que ahora se cruzaban juraría haberlos visto aquella misma mañana, mientras exploraba junto a su peculiar grupo. Estaban yendo por buen camino. De hecho, en cualquier momento podrían encontrarse con las cadenas y la sangre que habían visto antes.

Sin embargo, un ruido extraño comenzó a llegar desde más adelante. Parecía un grupo de personas avanzando entre la espesura.

-Oh no... -murmuró la doncella-. Escondéos, rápido.

Dijo justo antes de escabullirse entre la maleza. 

Observó sin más como el hombre echaba a correr ahora que lo tenía todo en contra. No le preocupaba su destino, ya que el conde seguramente lo ajusticiaría por su fallo, pero sí el hecho de que fuera a dar parte de que había sobrevivido.

Aunque con aquellas heridas, tampoco podía alegrarse mucho tiempo. El castillo estaba vedado, y pronto los hombres del de Munter empezarían a buscarlo por los alrededores. El bosque era grande y podría ocultarlo, pero no tenía ni idea de cómo apañarselas en la espesura. Además, fuera lo que fuera que hubiera proferido aquél rugido, seguía estando ahí fuera, y quién sabía si no cerca.

Decidió que lo mejor sería volver a Quart de Sacre, dando un rodeo para no pasar cerca del castillo. Con suerte, alguno de los pobladores no tendría estima por los castellanos y le echaría una mano hasta que pudiera pensar en un nuevo plan de acción. No pensaba regresar a su reino sin la misión cumplida, ni sin el monje al que le habían encomendado proteger.

Llanos se mantuvo reticente durante largos segundos ante la resolución de su padre y del muchacho de marcharse lejos de allí. En sus tripas, su instinto le dictaba que debía ir por el otro camino, que debía aventurarse hacia el bosque, buscar el lugar del que había salido ese chaval, y recuperar aquello tan preciado que le habían robado. Aquello que debía estar allí solo, sufriendo. Que estaba llorando. Que quizás le dieran a un monstruo. Sus ojos se llenaron de lágrimas, mientras su padre la tomaba por el codo para alejarla del lugar donde debería estar. 

Se limitó, pues, a seguirles en silencio, aún lanzando algunas miradas angustiadas por encima del hombro.

- En una cabaña, de la joven que me acompañaba, sin embargo, no conozco demasiado bien el lugar y dudo que lo encontremos fácilmente como decís, pero de una manera u otra, daremos con alguno de los dos lugares.

Escucho con atención la información sobre la criatura que le atacó.

- Curioso... una buena forma de atraer a sus presas... - pero no puedo seguir hablando ya que parece que no estamos solos, así que me limito a asentir ante su consejo. Localizo un arbusto y me muevo hacia él, sin embargo, mi falda se engancha en una zarza haciendo que me quede enganchada a ella, perdiendo así un precioso tiempo... 

Van a encontrarme aquí como a una idiota, maldición...

Bernat siguió el camino del linde del bosque. Tardaría un tiempo en llegar al pueblo y tendría que ser cuidadoso de no toparse con ningún guardia, pero al menos había logrado librarse del anterior y obtener un arma con la que defenderse. Los guardias de Sacre podían ser temibles para los campesinos, pero para un infanzón armado su única baza era el número. No obstante, las heridas en el costado podían jugarle una mala pasada si volviese a entrar en un enfrentamiento. En el pueblo había una curandera, pero había sido detenida por el conde el día anterior y ahora se encontraba en paradero desconocido. El otro médico más cercano vivía en el castillo, así que acudir a él estaba completamente descartado.

Pronto comenzaría a atardecer, así que mientras llegaba al pueblo tenía que pensar a qué lugar del podía dirigirse. En el centro se hallaba la capilla de los capellanes, donde quizás podrían ayudarle y cuidar sus heridas, pero no tenía claro a quién debían su lealtad. Por otra parte, podía refugiarse en la posada de Don Damià, aunque eso podría traerle problemas al desafortunado posadero.

Al cabo de unos instantes, entre los árboles podía divisarse a dos guardias del castillo explorando el terreno. Parecía que estaban buscando a alguien, o a algo. Hacían comentarios entre ellos y a mendo vigilaban el suelo en busca de huellas. Por lo que se podía escuchar, estaban buscando a un monje.

Habrían pasado de largo, pero justo antes de partir, a uno de ellos le pareció ver algo entre la espesura. 

-Espera, creo que he visto algo por alli -comentó.

El guardia se armó con la lanza y avanzó con cautela hacia ellos.

-Maldición -le murmuró el caballero don Diego a Leonnie-. Esperad, voy a distraerles. Cuando se alejen partid a reuniros con vuestro grupo. Volveremos a encontrarnos.

El caballero, con cautela, se desplazó unos pasos a un lado, y cuando vio una ruta segura por la que poder escapar, echó a correr. Los guardias, guiados por el ruido, comenzaron a seguirle. Puede que hubiese sido más fácil lanzar una piedra para distraerles, pero tampoco estaban claras las intenciones del caballero.

Sola y sin los guardias, Leonnie ahora tenía vía libre para regresar a algún lugar seguro.

Teolfo suspiró con alivio al comenzar a reconocer aquella zona del bosque, identificándola con el tramo que había recorrido en compañía de Leonnie, Llanos y Don Ramir. La salida del bosque no debía quedar muy lejos, pero de pronto la doncella le avisó de que alguien se aproximaba.

Rápidamente y sin pensar en otra cosa, el soldado se dirigió a toda prisa hacia uno de los árboles de mayor tamaño que había cerca para esconderse tras su tronco, aunque sus pasos sonaron tan sonoros que estuvo plenamente seguro de que quienes acudían debían haberle escuchado.

Cerraba ya el día para cuando logró avistar las chozas de Quart de Sacre. Suspiró de alivio al verlas, pues llevaba caminando horas sin parar un segundo, y las heridas se le resistían ante el esfuerzo. Esperaba poder descansar dentro de poco, pero sabía que la parte más peligrosa de su plan empezaba ahora.

Se acercó hacia el pueblo por un lateral, alejado de los caminos principales, para evitar a cualquier posible guardia. No tenía muchas opciones a las que acudir, seguramente podía entrar en cualquier casa y conseguir refugio de sus habitantes por una noche aunque fuera, pero necesitaba a alguien que pudiera echarle una mano con sus lesiones. Se debatió entre la posada o la pequeña capilla, decidiéndose al final por esta última, pues temía que por el primer edificio fuera a acudir demasiada gente ahora que la jornada de trabajo había terminado.

Aunque los sacerdotes podían no estar de su parte, supuso que no negarían auxilio a un fiel en apuros. Siempre podía acogerse a sagrado para resguardarse un tiempo, y como última baza, intentaría razonar con ellos por Pau, el joven monje al que debía proteger de las maquinaciones del conde. Dispuesto a ello, una vez estuvo seguro de que no había nadie en los alrededores, se encaminó hacia la capilla y llamó a la puerta con tres toques.

Siguieron el sendero de vuelta con el paso apresudaro, pues los guardias del castillo no andaban lejos. Por suerte, una vez emprendieron la marcha no volvieron a saber de ellos.

Dado que se habían acercado tanto al castillo del conde, tanto el pueblo como la cabaña de Llanos se hallaban algo lejos de donde estaban, pero al menos regresarían antes del anochecer si no había ningún inconveniente. No obstante, tendría que permanecer en los lindes del bosque y no llegar a acercarse al camino que conducía a Quart, pues era la ruta que tomaban los soldados para desplazarse.

Finalmente no hubo contratiempos, pero durante el trayecto de vuelta tampoco encontraron rastro alguno de Leonnie o del soldado Teolfo. Cuando ya podían ver el pueblo con sus propios ojos, tendrían que decidir si regresar a la cabaña de Llanos o dirigirse a la capilla de los capellanes.

Antes de que pudiese remediarlo el caballero sale corriendo para distraer a los guardias del Castillo y dejarme vía libre para escapar de allí, maldigo por lo bajo, me caía bien aquel hombre y prefería estar en su compañía que sola y perdida en el maldito bosque. Pero no había más remedio que seguir caminando, ¿encontraría a mis compañeros? o quizás... podía investigar el lugar donde Don Diego me había dicho que supuestamente estaba su compañero, de hecho podía hacer las dos cosas, después de todo no tenía ni la menor idea de donde se encontraban los demás. Y encima, por lo que había podido oír a los guardias, parecían estar buscando al padre de Llanos, lo que lo hacía todo aún más complicado.

abían llegado al fin a las lindes del bosque, estaban cerca del pueblo y sus caminos posiblemente debieran dividirse.

- J-jo... -agachó la mirada avergonzado cuando se dirigió a la mujer- Hauria d'anar a v-veure al meu pare a la sagristia. Necessite consell, he d'enviar una missiva i ignore com fer-ho sense que em caiga al damunt la mà del compte.

Aclaró, no iba a añadir más información, pero necesitaba enviar urgentemente aquellos escritos informando a sus superiores. Se retorció las manos incómodo. 

- Estaré allà, deixem de marge unes hores, no crec encara que facen res encara -dijo pensando en aquel mapa que había encontrado, no era tan fácil-. D-descanse si vol i quan p-puga vinga a la capella i en parlarem de què fer i c-com tornar. 

¡CRACK!

Al ir a esconderse tras el árbol, las ramas que había en el suelo crujieron de forma más fuerte de lo esperado. Si al menos los pájaros estuviesen cantando en ese momento o el viento sonase más silvante, pero no; lo único que se escuchó en aquel momento fueron las ramas rotas bajo los pies de Teolfo.

Los pasos del grupo se hicieron más fuertes, hasta que finalmente dos hombres armados se aproximaron a Teolfo. Cada uno fue por un lado para tenderle una emboscada y cortarle el paso, pero cuando vieron quién era bajaron las lanzas con las que habían estado a punto de ensartarle.

-¿Qué diantres estáis haciendo ahí? -preguntó uno de ellos. Teolfo los conocía a ambos; eran dos de los guardias que había traído el conde consigo para que sirvieran en el castillo-. ¿Por qué no estáis buscando a ese monaguillo? 

La doncella había desaparecido completamente, sin hacer ruido ni señales visibles de por dónde se había esfumado.

La puerta se abrió, desvelando al capellán más joven de los que había en Sacre.

-Bon día, la misa encara no... ai per sant Cosme i sant Damià!, qué vos ha pasat?

En cuanto vio la sangre y roturas en la ropa de Damià, el capellán se apartó y dejó entrar al infanzón apresuradamente. El lugar era una estancia algo oscura, fría y amplia, algo que se acrecentaba por la falta de gente. Todavía faltaba un rato para la hora de la siguiente misa, así que por suerte no tendría ojos acusadores y curiosos a su alrededor que pudiesen avisar al conde en cuanto corriera la voz. 

-Sou un dels que van arribar ahir?, Què vos ha passat? -preguntó nervioso.

Le llevó hasta una pequeña sala donde había una humilde cama de madera. No parecía disponer de las mejores herramientas para sanar sus heridas, pero era lo único que tenía en un pequeño pueblo como aquel.

Llanos suspiró, cansada de la falta de seny que tenían algunos de los personajes que se había ido encontrando en los últimos días.

-No pots tornar allí. Si saben qui eres, és el primer lloc on et buscaran -repuso cruzándose de brazos. Además, necesitaba más pistas, necesitaba saber más sobre lo que le había dicho.

-Podria mon pare enviar eixes missives? -Llanos se volvió hacia él, clavándole la mirada como hacía siempre que quería salirse con la suya- Pots fer-ho?

-Per descomptat, però he de dir que si hi ha un lloc segur al poble és la capella, sens dubte. El comnte no coneix tots els seus secrets -dijo Don Ramir. Hizo una breve pausa antes de continuar-. Hi ha una sèrie de túnels i galeries molt antigues sota ella en la qual podríeu amagar-vos. 

El hombre carraspeó y miró a su alrededor. La cabaña de Llanos no debía de estar lejos, y los soldados quizás comenzarían a patrullar aquella zona también.

-No sé quant de temps la teua casa seguirà siguent segura. Cal tindre en compte que a la curandera també la buscaven, i és qüestió de temps que arribin a tu. Al capdavall vas fugir amb ella. Si voleu podem anar a ta casa, arreplegar el que nesessitis, i anar a la capella; hi ha una forma de anar sense pasar pel poble.

Al ver a los soldados, Teolfo respiró con alivio de saber que al menos no se trataba de un hombre lobo ni ninguna criatura peligrosa que habitaba en el bosque.

-¿Que qué estoy haciendo? -les preguntó, fingiendo enojo-. ¡Buscando a esas dos brujas que huyeron por el bosque desde la noche anterior, eso es lo que estoy haciendo! -se inventó con rapidez una excusa, que en cierto modo era una media verdad-. Las perdí de vista, pero no deben andar muy lejos... ¿De qué monaguillo estáis hablando? ¿Qué ha pasado?

El soldado dirigió una mirada a su alrededor, notando que la doncella había desaparecido sin dejar ni rastro. En cierto modo, se alegraba por ella, pues tenía la sensación de que aquellos dos no iban a ser especialmente comprensivos si veían sus pisadas al caminar.

Los guardias se miraron extrañados. Parecía que lo habían confundido con uno de los guardias del castillo, no con uno del pueblo.

-¿Aún estáis buscando a esas dos? -preguntó uno de ellos en un tono burlón.

No obstante, algo que había mencionado Teolfo les había inquietado, pues mantuvieron un breve pero incómodo silencio. Ambos volvieron a mirarse con la mirada esquiva. 

-Ayer llegó un monaguillo de la Corona de Aragón, pero esta mañana le han sorprendido robando en las pertenencias del conde. Escapó al bosque y ha comenzado una partida de búsqueda -djo el que parecía más lucido-.  Volved al pueblo, de esta zona ya nos ocupamos nosotros.

a mujer parecía dispuesta a quitarle aquellas ideas a Pau y el muchacho se miró los pies avergonzado mientras negaba con la cabeza.

- Ho sent però... no puc. Es de vital importància que escriga i segelle la misiva jo mateix -levantó la vista un momento-. Per això necessite parlar amb el meu pare.

Escuchó al párroco hablar y asintió, intentando convencer a la mujer de lo que decía.

- Don Ramir té raó, no hi ha cap lloc més segur i jo conec tots aquestos passadissos. Ens podem resguardar allí, però si necessita anar a sa casa la podria acompanyar jo també s-si... si ho n-necessita.   

Enrojeció, volviendo a agachar su mirada, Pau no parecía un buen escolta, pero sin duda todavía conocía los caminos, podría ser de utilidad.  

Bernat entró todo lo rápido que le permitió su maltrecho cuerpo en la capilla, y dio un par de pasos observando el interior del pequeño edificio mientras el capellán cerraba la puerta tras él — El compte ha intentat acabar amb mí a traició — explicó mientras se dejaba llevar hasta una estancia privada del lugar — He escapat com he pogut, pero el meu acompanyant encara deu de ser al castell — dijo, sentándose en la cama y quitándose la prenda superior para ver como de grave era la herida que le había hecho el guardia, antes de mirar de nuevo al capellán — Sé que potser es demanar-vos massa, pero si m'ho permeteu, necessite quedar-me un temps en un lloc tranquil, al menys fins que açò s'em cure — tampoco podría quedarse mucho más, puesto que el conde seguramente mandaría buscarlo en cuanto el guardia le dijera que no había podido acabar con él.

La bruja titubeó durante unos segundos. La idea de que aquel muchachito acopado la acompañara hasta su casa como si fuera un guardián casi la hizo reír. Y nada le apetecía menos que echarse otra "mascota" al hombro en aquellos momentos, aunque sus dos anteriores adquisiciones se hubiesen desvanecido misteriosamente. Sin embargo, necesitaba seguir interrogando a aquel personaje.

-D'acord, acompanya'm i parlem. Necesite més detalls del camí i de tot el que vas veure.