Partida Rol por web

-On estàn el soldat i la remeiera? 

-Però si anaven davant meua -respondió la bruja, desconcertada-, no els has vist?

 Soldat?... com s'anomenava... Leonnie?

Preocupada, Llanos examinó el suelo en busca de algún atisbo de huella que indicara que, como dictaba la lógica, sus dos compañeros de viaje habían pasado por allí, pero sólo descubrió aquellas desconcertantes huellas palmeadas que había visto alguna vez. Sabía que el mundo era grande, y que existían animales maravillosos y grandes en rincones del planeta que ni siquiera podía imaginar, pero jamás había visto un ánade de tal tamaño por sus tierras.

-Leonnie? -Exclamó ella, al no encontrar rastro del guardia y la mujer-, Teolfo?   

Pau se adentró en la oscuridad, y pronto advirtió que estaba bajando por una enorme escalera de caracol. ¿A dónde le conducirían aquellos fríos y antiguos escalones? La antorcha apenas lograba iluminar en la asfixiante oscuridad. Además, estaba el olor; un hedor húmedo y putrefacto reptaba por sus fosas nasales, llenándole de una profunda repugnancia. 

Cuando por fin alcanzó el suelo, la tenue luz le permitió advertir lo que parecía una gran mazmorra. Al dar unos pocos pasos, notó que en el suelo había paja y tierra, pero también manchas de sangre. El hedor se hizo más intenso al llegar allí, y el ambiente estaba sumamente viciado en todos los sentidos.

Las celdas estaban vacías, salvo la del final, que había una figura agazapada en el suelo. No muy lejos de donde se encontraba, habían varias puertas que conducían a otras habitaciones. En una de ellas se escuchaba el llanto de un bebé.

Debes tirar primero Memoria con un +35 (porque les acabas de ver) para recordar un objeto muy específico que llevase uno de ellos encima y luego lanzar el hechizo. Si fallases la tirada de Memoria, podrías igualmente lanzar el hechizo pensando en un objeto más general que podrían llevar ellos (como una lanza, como la que lleva Teolfo como soldado), pero quizás el amuleto te lleva a otra lanza más cercana.

Teolfo avanzó unos pasos en dirección a aquella figura, y a medida que se aproximaba, poco a poco fue vislumbrando que se trataba de una mujer. Iba algo enmarañada, con un abrigo y un vestido de tonos claros pero sucio que le llegaba hasta el suelo, y unos cabellos rubios ligeramente alborotados. 

El soldado iba con cuidado, pero antes de llegar a ella, la joven advirtió su presencia y se giró hacia él, mirándole de forma muy seria y aparentemente desconfiada.

La muchacha, que no aparentaba tener más de dieciséis o diecisiete años, se quedó mirándole sin espetar palabra alguna, alternando su vista entre él y el arma que portaba. Parecía nerviosa, pero no especialmente temerosa.

Teolfo se sorprendió de observar que la figura que había divisado momentos atrás era una joven de cabellos rubios y ojos claros a la que, en principio, no reconocía y estaba plenamente seguro de que no la había visto con anterioridad en Quart de Sacre.

-¿Estás bien? ¿Te has perdido? -le preguntó el soldado, bajando la punta de la lanza hacia el suelo, en un gesto de que no pretendía hacerle daño.

Avanzó unos cuantos pasos hacia la desconocida, tendiéndole una mano.

-Debería venir conmigo. El bosque es peligroso -le advirtió, un tanto sorprendido de que la muchacha no pareciera mostrarse temerosa.

Leonnie se acercó lentamente a aquella caverna. A medida que se acercaba, aquel lamento comenzó a parecerle más y más claro: era de una persona, de un hombre concretamente, y no eran llantos, sino quejas de dolor. Al llegar hasta la gruta, pudo vislumbrar en la penumbra a lo que parecía ser un caballero encadenado.

Si bien no llevaba sus armas encima, era evidente que era un caballero, pues en su tabardo de noble llevaba el blasón de la Orden de Santiago. Leonnie juraría haber visto antes aquel símbolo, cuando ayer se la llevaban prisionera en el castillo, entre la gente que apareció para defenderla. 

-¿Q-quién sois? -preguntó aturdido el caballero al advertir su presencia-. ¿Sois otro demonio de este bosque que habéis venido a acabar el trabajo?

No cabía en mí de la sorpresa ante tal hallazago, ¿qué hacía allí ese pobre hombre? Me sonaba su escudo y llamaba mi atención que fuese un caballero... Me acerco a él con cautela.

- No, por supuesto que no soy un demonio, y ahora decidme ¿quién os ha hecho esto y por qué? ¿Debería temer por mi vida si os ayudo? - sabía que si la respuesta era que sí mentiría, pero al menos le daría la oportunidad de explicarse, todo aquello me parecía demasiado extraño...

 quella mazmorra provocaba escalofríos en el joven Pau, el vello de la nuca se le erizaba a cada paso que daba y el frío húmedo se colaba en sus huesos. No daba buena espina ver toda aquella sangre por el suelo mezclada con la paja, bien era sabido que un noble déspota bien podía torturar a sus prisioneros para obtener ciertas cosas, pero en aquel momento aquellas atrocidades no deberían tener cabida en el castillo pues hacía tiempo que había paz en la comarca.

Se adentró paso a paso hacia las entrañas de las mazmorras y observó a la figura encorvada, tal vez debiera pasar de largo y más desapercibida, pero aquel llanto captó su atención y se quedó helada en el sitio. No podía ser. ¿Qué clase de monstruo podía mantener a un bebé en las mazmorras? El muchacho se acercó presto hacia las puertas intentando discernir detrás de cual estaría el pequeño y en cuanto supo con certeza cual era, se dispuso a abrirla, agarrando su talismán que portaba escondido en el pecho. Susurró todo lo más bajo que pudo.

- Sant Nunyo, Sant Nunyo sigues beneït, obri les portes...

Estaba nervioso, le sudaban las manos y en ese momento le pareció escuchar algo y corrió a refugiarse entre las sombras de una de las celdas vacías más cercanas.

La extraña doncella miró de arriba a bajo al soldado, tratando de averiguar alguna verdad oculta. Mientras Teolfo hablaba, ella permanecía en silencio, pero cuando acabó, tras unos instantes, por fin alzó la voz. 

-Sí... estoy bien -dijo finalmente-. Os agradezco la ayuda. Estaba buscando unas setas, pero me separé del grupo. 

Su voz sonaba titubeante y algo nerviosa, y en principio tenía razones para estarlo, ya que como bien sabía Teolfo, el bosque estaba vedado para la población civil, si bien no eran pocos los que infringían esa ley para adentrarse en él en busca de caza o algunos frutos. 

-¿Sabéis por dónde regresar?, ¿hay más soldados con vos? -preguntó. 

-El mero hecho de estar en este bosque os pone en un peligro de muerte -espetó el caballero.

El hombre bajó la cabeza y suspiró. Np parecía un enemigo, así que quizás esa mujer se convertiría en su salvación.

-He sido atacado por una bestia, un demonio de estos bosques. Me capturó y me trajo hasta su guardia, aunque desconozco sus intenciones dejándome aquí. 

Estaba encadenado a una roca por un brazo que si no estaba roto, le faltaría bastante poco para que uno de sus huesos quebrase. La cadena que lo aferraba a la roca era de bronce, y parecía lo suficientemente resistente como para impedir que la rompiese el caballero.

Frente a ella, la gruta se alzaba oscura y profunda. Sin duda no parecía el lugar en el que habitase una persona, sino más bien una bestia salvaje. 

-Rápido, coged una roca y romped estas cadenas. La criatura volverá en cualquier momento.

Por mucho que lo intentase, la lámpara de Llanos no emitió llama alguna. Otras veces había funcionado, pero aquella vez la suerte no estaba de su parte.

-No sembla que estigui funcionant això, filla -dijo Don Ramir.

El capellán había estado inspeccionando los alrededores mientras su hija trataba de hacer funcionar aquel extraño artefacto arcano, pero tampoco había hallado rastro alguno del soldado y la curandera. Era como si se hubiesen esfumado, sin más. 

-Hauríem de tornar a casa teua. Potser hagin tornat allà. És poc probable, però no se m'acut on poden estar. A menys que vuigues anar cap avant, a veure què trobem.

Por mucho que lo intentase, Pau no lograba abrir aquella cerradura. Definitivamente San Nunyo no le estaba acompañando, al menos en aquel impío lugar. Más allá de la puerta se oían los llantos del bebé, pero aquello no fue lo que más debía preocuparle. Instantes después de pronunciar las palabras, Pau escuchó unos ruidos detrás de él. El prisionero agazapado se había alzado y había dado unos pasos hasta asomarse a los barrotes de su celda.

Algo no iba bien.

Cuando escuchó sus pisadas pudo advertir que aquellas no eran pisadas corrientes. Sonaban pesadas y duras, aunque estuviese arrastrando los ¿pies?. Sin llegar a verle, Pau podía sentir su hediondo aliento emanar de su grotesca boca, y escuchar las gotas de saliva que caían de ella.

Cuando la muchacha disfrazada se giró lentamente para ver al prisionero, sus peores temores se hicieron realidad. Aquella cosa no era humana.

Una criatura enorme e imponente, con cabeza de macho cabrío monstruoso y un cuerpo que recordaba vagamente a un humano, observaba a Pau desde los límites de su celda, con una mirada llena de odio y violencia. Su constitución era vagamente delgada y fibrosa, pero dada su altura poco importaba. No obstante, algo llamó al instante la atención del joven: le faltaba uno de sus brazos.

Por si aquella espantosa visión no era suficiente, la criatura abrió su desfigurada boca para emitir un enorme rugido que ensordeció sus oídos.

No obstante, la criatura estaba encerrada en una celda, así que Pau en principio no se encontraba en un serio peligro, pero por desgracia para el goliardo, aquella bestia no era lo único que había en aquellas lúgubres mazmorras.

-¡Alto!, ¡sabía que te ibas a escapar! -exclamó una voz desde la entrada.

Allí había un guardia armado. No era el mismo que había estado vigilándole en la biblioteca, pero sí tenía un aspecto aún más desagradable. De hecho, Pau lo había visto el día anterior, siendo el guardia que más se quejaba de entre toda la comitiva que fue a arrestar a Leonnie.

Pau no tenía muchas opciones. La puerta con los llantos de bebé se encontraba sellada, pero al fondo de la mazmorra había un gran portón que no le costaría mucho esfuerzo abrir.

-No estoy seguro de por dónde regresar -se sinceró Teolfo, no muy convencido de saber por dónde se hallaba el camino de vuelta-. No hay más soldados conmigo, pero no estoy solo -No entró en más detalles, sin saber si era conveniente que una desconocida supiera que la bruja y la curandera del pueblo, además de uno de los capellanes, andaban por el bosque-. Yo también me separé de mi grupo...

El soldado echó una mirada a su alrededor, intentando percibir algún seguro que fuera seguro de atravesar, pues estaba seguro de que no era buena idea volver a entrar entre las zarzas.

-Ven conmigo, no te quedes sola -le aconsejó, aunque un tanto extrañado de haber encontrado a una mujer sola por los bosques-. Entre dos nos orientaremos mejor.

Llanos agitó la lámpara, tratando de concentrarse. Pero toda la situación la estaba poniendo demasiado nerviosa; las marcas extrañas, la desaparición fortuita de sus acompañantes, la enfermiza petición del Conde... 
Aquello era algo que no podía quitarse de la cabeza, por supuesto que haría cualquier cosa para recuperar a su hijo, pero sacrificar a otros... aquello eran palabras mayores, y aunque su instinto maternal la empujaba a ello, su moral la retenía. Tenía que saber qué se traía entre manos, tenía que saber el peligro en el que estaba su hijo.

-Tot això és absurd, pare -replicó finalmente, frustrada-. No sé què estem fent ací, estic perdent el temps jugant a la llauraora, en comptes de buscar al meu fill. Estic farta, jo torne a ma casa.

Enfadada con el mundo, y con ella misma, Llanos comenzó a regresar sobre sus pasos.

Lo que decía el hombre tenía sentido y encajaba con lo que yo ya sabía, así que no teníamos mucho tiempo, si el demonio regresaba estaríamos en peligro, así que cogí una de aquellas pesadas rocas y me acerqué con ella a la cadena.

- Cuidado - y empecé a golpearla con ella, esperaba poder liberarlo y huir juntos de allí, había muchas cosas que quería preguntarle, pero ahora mismo tenía que centrarme en lo que tocaba, ya habría tiempo después de averiguar mas cosas sobre él. Además quería saber si al demonio del que hablaba le faltaba uun brazo, si era así, se trataría del mismo demonio que nosotros andábamos buscando...

or un momento, a Pau se le heló por completo la sangre y se le erizaron los vellos de la nuca. Aquella imagen aberrante la dejó completamente confusa y se quedó quieta, observando a aquella bestia inmunda. Solo dios sabría las verdaderas motivaciones del conde y por qué tendría aquella impía criatura en sus mazmorras, pero lo que tenía claro la muchacha era que que aquel acto era un claro reflejo de su alma corrupta. Tal vez si no hubiese sido por el rugido de la bestia, se hubiese quedado petrificada de puro horror, sin embargo el rugido la sacó de su estupor justo a tiempo para buscar una salida con la mirada ante el tercero en discordia que acababa de aparecer.

Vio una puerta y sin pensárselo mucho echó a correr, todo lo que le permitieron sus piernas. No dejaba de pensar en los llantos de detrás de la puerta y se prometió volver a por el bebé que probablemente estuviese sufriendo horrores allí encerrado. Pero Pau era consciente de que no le serviría de nada muerta, así que cruzó el corredor velozmente y con todas las fuerzas que fue capaz de reunir, abrió el portón a su paso. Tenía que huir de allí como fuese. 

-Por supuesto -dijo acercándose a Teolfo.

La muchacha se colocó a su lado y ambos emprendieron la marcha. Por la dirección del Sol, el soldado podía orientarse medianamente bien entre aquella espesura, así que lo único que tenía que hacer era dirigirse hacia el sur. El problema era que no sabía cuan lejos estaba del pueblo. La única esperanza era que pudiesen llegar antes del anochecer. 

-¿De qué grupo os separásteis?, ¿estábais buscando algo con otros soldados? -preguntó con curiosidad.

La joven no parecía levantar ninguna sospecha, pero a medida que caminaban, el soldado cayó en la cuenta de algo: nunca la había visto por el pueblo.

Tras numerosos golpes, la roca comenzó a quebrar la cadena de bronce y el misterioso caballero quedó liberado. 

-Gracias señora, que Dios os bendiga -dijo levantándose.

Se sujetó el brazo malherido como pudo y comenzó a inspeccionar la cueva por si encontraba su espada, pero no parecía haber rastro de ella. No se adentró demasiado en la caverna y sus movimientos eran apresurados. Habitase lo que habitase allí, era mucho más amenazante que la importancia de recuperar su espada. 

-No encuentro mi arma, pero no deberíamos permanecer aquí. Abandonemos este horrible lugar cuanto antes -dijo adentrándose de nuevo en el bosque.

Tomo aire, había sido una ardua tarea romper las cadenas pero lo había conseguido y ahora el hombre podía moverse con libertad. 

- Si, será lo mejor, aunque la verdad es que si dí con vos es porque me perdí, no andaba sola por el bosque, pero la verdad, no sé que fue de mis compañeros... Por cierto, ¿cómo os llamáis? Mi nombre es Leonnie y me alegra haberos encontrado, vamos entonces.

Y caminé hacia la salida de la cueva sin saber muy bien hacia donde dirigirnos después, aunque quizás él tuviese la respuesta..