Partida Rol por web

Al oír el grito del padre de Llanos apreté el paso, tenía curiosidad por ver que había encontrado, hasta toparme con aquellas zarzas, tendría que tener cuidado al pasar, no quería rasgar la única ropa a la que ahora mismo tenía acceso, después de todo, no sabía cuando podría regresar a mi casa después de todo lo acontecido.

El Conde sonrió y se meció los bigotes. 

-Disculpadme pues caballero, soy de desconfiada naturaleza, y que un infanzón, un monje aragonés y un caballero de la Orden de Santiago se presenten a la vez en mis aposentos no ayuda a mitigar esa desconfianza natural. Y más con las cosas que han ocurrido esta noche.

Dio un silbido, y en lo alto pronto apareció de vuelta su halcón. Llevaba algo en el pico: al principio parecía que llevaba un ratón muerto, pero en cuanto Bernat agudizó la vista, pudo comprobar que se trataba de un dedo humano.

-Esto pertenecía al caballero fisgón que encontré anoche husmeando donde no debía, ¿por qué debería fiarme de vos, que habéis venido de tierras enemigas para encontrar la mediocre herencia de una familia noble que prácticamente ha sido condenada a la irrelevancia? Hablando francamente, me suena a excusa, como las que ha dado vuestro amigo el monje esta mañana para no venir.

Bernat estaba rodeado y con la situación claramente en su contra. Si hablaba, tendría que encontrar las palabras adecuadas.

Al oír del grito del capellán, Teolfo apretó el paso para comprobar qué había encontrado Don Ramir. Atravesar el zarzal podía ser dificultoso, por lo que el joven soldado intentó abrirse paso utilizando la lanza para apartar las zarzas de un lado para así evitar herirse con ellas en la medida de lo posible.

-Cuidat amb els ulls -expresó, dirigiéndose tanto a la bruja como a la curandera, mientras trataba de abrirse camino por el zarzal.

Llanos trató de liderar la marcha, ya que al fin y al cabo se trataba de su padre, de su bosque, y de averiguar quién estaba perturbando a los espíritus que allí moraban. Y, sobre todo, se trataba de iluminar todas las sombras que giraban alrededor del conde.

Sin embargo, llegado el momento de toparse contra aquellas zarzas, se detuvo, y dejó que fuera el soldado el que se enfrentara a ellas. Los cortes y arañazos causados por la flora del bosque no le eran desconocidos a la bruja, pero aquell maraña parecía especialmente difícil de desentrañar, y sinceramente se planteó cómo había conseguido atravesarla su padre.

Bernat inmediatamente se puso en alerta en cuanto vio como cambiaba la actitud del conde — ¿Os referís a los gritos que se escuharon por vuestro castillo? ¿No sabréis algo sobre eso, por casualidad? — trató de desviar la atención con aquello, de paso intentando ver si conseguía algo de información sobre aquél grito sobrenatural que había escuchado aquella noche.

La vuelta del halcón y su "caza" le puso todavía más alerta. Estaba claro que todo aquello había sido una encerrona, y que decididamente no había subestimado al castellano, eran más listo de lo que aparentaba... y mucho más despiadado. Los números no estaban a su favor... aunque al menos había tenido a bien llevar su espada, de cuya empuñadura procuró no apartar mucho la mano — ¿Qué es esto? ¿Osáis hacer daño a un caballero santo de vuestra propia tierra? — acusó con una exclamación, desviando de nuevo la atención de las preguntas del conde — Os recuerdo que nuestros respectivos reinos están en paz en estos momentos. ¿Tan extraño os resulta que, aprovechando la tregua, una familia despojada de su hogar busque recuperar algunas de sus pertenencias perdidas? No puedo hablar por don Rodrigo ni por los motivos que lo trajeron a Sacre y a vuestros aposentos, pues nos lo encontramos ya en el pueblo, pero os juro que ni el monje ni yo hemos sido deshonestos con vos.

Dudaba mucho que aquello fuera a calmar a un hombre que se había atrevido a mutilar, si no algo peor, a un guerrero de la Fe, y mientras hablaba, se cuidó de no perder de vista a ninguno de los sirvientes ni al propio conde, atento a cualquier movimiento.

Leonnie avanzó entre la espesura con el paso apresurado. El camino de zarzas era bastante angosto, y visto lo visto, más largo de lo que parecía en un principio. Tras recorrer el camino, Leonnie se debería haber encontrado con el capellán, pero al otro lado no había nadie, tan sólo el bosque salvaje ante ella.

Miró hacia atrás, pero por el sendero tampoco avanzaba nadie. Estaba sola. 

Teolfo avanzó entre la espesura con el paso apresurado. El camino de zarzas era bastante angosto, y visto lo visto, más largo de lo que parecía en un principio. Tras recorrer el camino, Teolfo se debería haber encontrado con el capellán, pero al otro lado no había nadie, tan sólo el bosque salvaje ante él.

Miró hacia atrás, pero por el sendero tampoco avanzaba nadie. En el momento que había advertido sobre el peligro de las zarzas, su voz había quedado sin respuesta. Estaba solo. 

Llanos avanzó entre la espesura con el paso apresurado. El camino de zarzas era bastante angosto, y visto lo visto, más largo de lo que parecía en un principio. Tras recorrer el camino, Llanos se encontró al otro lado con su padre.

-Mira Llanos -le dijo el capellán mientras le hacía señas de que se acercara.

Don Ramir había encontrado más restos de sangre, y además una marca en el suelo que parecía ser una huella. Tenía una forma extraña, y desde luego no parecía humana, a menos que las personas tuvieran los pies palmeados.

-¿Quina petxada més extranya, no creus?

Sin duda era extraña, aunque no era lo único extraño allí; pese a haberse adentrado en el sendero, ni Leonnie ni Teolfo se encontraban allí.

¡Click!

El cerrojo se aflojó y la compuerta dejó paso a Pau. Lo que el ¿muchacho? vio ante sí, fue una gran escalera que conducía a un abismo subterráneo y oscuro. Parecía descender en forma de caracol, pero las antorchas que se sostenían de las paredes estaban apagadas. Nada más abrir la puerta, un olor húmedo y fétido le llegó de las profundidades de la tierra. 

Pau podría coger alguna de las antorchas e iluminarse entre aquellas tinieblas, pero si lo hacía, perdería el factor sorpresa ante aquello que encontrase abajo, fuese lo que fuese.

A Teolfo le sorprendió no haberse encontrado con el capellán. ¿Dónde había ido? Aquello era de lo más extraño, desde luego. Pero Don Ramir no parecía una persona demasiado ágil, por lo que esperaba que no andase muy lejos.

-¡Don Ramir! ¡Don Ramir! ¿Dónde está? -preguntó, mientras continuaba avanzando a través del sendero, extrañado de no llegar a encontrar a nadie y, sobre todo, asombrado de que ni Llanos ni Leonnie le siguieran-. ¡Leonnie! ¡Llanos! ¿Alguien me oye?

-No me tratéis de iluso, Don Bernat. La tregua que se ha trazada es tan delicada como el ala de una mosca. Tanto vuestro Pedro como el mío ya se están apresurando en volver a colocar las piezas en el tablero, ya sea por ansias de conquista o necesidad de protegerse del otro. Y tened por seguro que esta vez será peor que la anterior -dijo el conde muy convencido. 

Mientras Bernat hablaba, el conde se tocaba el bigote sin parar. Parecía muy intrigado por lo que decía, o había hallado algo interesante en las palabras del infanzón. Hizo una señal con la mano he izo bajar las armas a los guardias, pero no guardarlas.

-He de concederos la razón en una cosa: no parecéis amigo del caballero Rodrigo. Sin embargo, no tengo nada claro el verdadero motivo por el que habéis llegado hasta aquí. Los barones que ocupaban estas tierras han sido condenados a la irrelevancia, y todas sus pertenencias ya fueron devueltas. La verdad, me fiaría más de vuestra palabra de no ser por la insistencia del monje en revisar hasta la última esquina de mi castillo.

El conde miró hacia los lados y dio una palmada, confirmando que acababa de decidir su siguiente movimiento.

-Seréis mi prisionero, por las buenas, y hasta que todo este asunto se solucione. Anoche ese "hombre santo" del que habláis trató de perpetrar un intento de asesinato, así que mejor asegurarse. Estoy seguro de que vos lo entenderéis.

Que raro, ¿dónde estaban los demás?

Miro a mi alrededor sin ver a ninguno de mis compañeros.

- ¿Llanos? ¿Hola? ¿Estáis ahí?

Nadie parecía contestar así que continúo hacia delante, quizás se habían adelantado y por eso no podían oírme... Si no conseguía dar con ellos tendría que volver atrás, pero primero, mejor continuar...

Al mirarla de cerca, Llanos reconoció aquellas huellas. Las había visto antes por el bosque, a lo largo de muchos años, aunque sólo unas pocas veces, pero su forma era inconfundible. Eran unas pisadas palmeadas, como las de un pato o un cisne, sin embargo, ninguna de esas aves tenía unas patas tan grandes como las que reflejaban aquellas huellas.

Don Ramir las miraba con extrañeza, aunque algo, aparentemente más importante, le distrajo:

-On estàn el soldat i la remeiera? -preguntó alzándose.

Miró en dirección al pasaje y no llegaba nadie.

-Soldat?... com s'anomenava... Leonnie? -gritó preguntando.

No hubo respuesta.

editó sus opciones en silencio. No podía arriesgarse a ser descubierto pero tanta oscuridad... intentó activar su talismán susurrando el conjuro, pero estaba demasiado nerviosa. Si alguien la descubría podía meterse en un buen apuro.

Finalmente traspasó la puerta, se hizo con una antorcha por si acaso y cerrando tas de sí, con cuidado y pegándose al máximo al muro comenzó a bajar poco a poco, peldaño a peldaño intentando no hacer el más mínimo ruido a pesar de sus respiraciones agitadas, era complicado respirar en aquel agujero infecto.

Por mucho que gritara, su voz se la llevaba el viento sin que hubiese respuesta alguna. Teolfo recorrió de nuevo aquel sendero enzarzado, pero ahora no parecía el mismo; las pisadas que habían dejado al cruzar el camino ya no estaban allí. Más bien, no había marca alguna de alguien hubiese pasado por allí en mucho tiempo. 

Al cruzar el sendero, el soldado confirmó sus peores temores: no estaba en el mismo lugar que antes. El bosque parecía diferente, o al menos, en una zona distante de la que había visto. Tanto los árboles como las rocas tenían un aspecto más mohoso, y el ambiente era húmedo y apagado. La brisa que antes corría no se encontraba entre aquellos árboles más espeluznantes y deshojados. Al menos parecía ser la misma hora, ya que aunque las copas de aquella arboleda ocultaba más los rayos del Sol, se seguían filtrando desde la misma dirección. Tendría todo el día para escapar de allí, si es que lo lograba. 

Todo lo que tenía que hacer era dirigirse hacia el sur, teniendo en cuenta la posición del Sol, aunque aquellos pensamientos se interrumpieron pronto. Al avanzar un poco, a Teolfo le había parecido ver a alguien, o algo, entre los árboles, no muy lejos de donde estaba. No tenía claro si le estaba vigilando, o si no había advertido la presencia del soldado. La decisión de arriesgarse e ir hacia la figura o evitarla era suya.

Leonnie caminó hacia delante y hacia atrás, pero por allí no había nadie; estaba completamente sola. Recorrió de nuevo aquel sendero enzarzado, pero ahora no parecía el mismo; las pisadas que habían dejado al cruzar el camino ya no estaban allí. Más bien, no había marca alguna de alguien hubiese pasado por allí en mucho tiempo. 

Al cruzar el sendero, la curandera confirmó sus peores temores: no estaba en el mismo lugar que antes. El bosque parecía diferente, o al menos, en una zona distante de la que había visto. Tanto los árboles como las rocas tenían un aspecto más mohoso, y el ambiente era húmedo y apagado. La brisa que antes corría no se encontraba entre aquellos árboles más espeluznantes y deshojados. Al menos parecía ser la misma hora, ya que aunque las copas de aquella arboleda ocultaba más los rayos del Sol, se seguían filtrando desde la misma dirección. Tendría todo el día para escapar de allí, si es que lo lograba. 

Todo lo que tenía que hacer era dirigirse hacia el sur, teniendo en cuenta la posición del Sol, aunque aquellos pensamientos se interrumpieron pronto. Al avanzar un poco, a Leonnie le había parecido oír algo. Era un lamento, o eso parecía, y tampoco estaba claro si era humano o animal. Al agudizar la vista entre los árboles, le pareció ver una pared de roca de las montañas, y en ella había una caverna. Era su decisión acercarse a investigar o tratar de volver hacia el sur.

Teolfo estaba más que convencido de que se había perdido. No oía a Llanos ni a Leonnie, lo que implicaba que debía hallarse lejos de las dos mujeres. Y tampoco sabía qué había sucedido con Don Ramir, al que directamente casi pareciera que se lo había tragado la tierra.

Lo cierto es que aquel bosque le asustaba, no por haberse quedado solo, sino por aquellos ojos rojos que había visto en la arboleda tiempo atrás, así como el brazo del hombre lobo y lo que quiera que lo hubiera arrancado. El bosque albergaba horrores que prefería no conocer y, para colmo, Llanos ya no estaba con él, siendo la persona que más podría conocer aquel lugar.

Al divisar a aquella figura que se encontraba entre los árboles, Teolfo asió con fuerza la lanza, respiró hondo y echó a andar en aquella dirección para acercarse con cautela a dicha figura y comprobar de qué se trataba.

Estaba más que frustrada, me había perdido, por mucho que no quisiera admitirlo, ¿qué podía hacer? No tenía ni la más remota idea de como regresar, ni a la cabaña ni a ningún sitio.

Entonces oí aquellos lamentos, ¿cómo podía obviar algo así? ¿y si necesitaban mi ayuda? No podía irme y hacer como que nunca hubiese oído nada, aunque la caverna no me daba confianza alguna, tenía que investigarlo, sino no me lo perdonaría, y sabía que la curiosidad acabaría por hacerme regresar sobre mis pasos. Así que, cogiendo un palo y un par de piedras, por si acaso, me interné en la oscuridad de la caverna, esperaba que lo que quiera que emitiese aquellos sonidos, no se hubiese internado muy profundo, sino, tendría un problema de vista...

Observaba al conde mesarse los bigotes mientras hablaba con total tranquilidad. En verdad no había mentira alguna en lo que decía, ahora mismo ambos reinos estaban en paz, pero no tardarían en lanzarse al cuello del otro. La paz de Terrer no había arreglado nada y Bernat esperaba tener que volver a empuñar las armas pronto.

Aunque, viendo la situación en la que se encontraba, quizás más pronto de lo que había pensando en un principio.

Se sorprendió al escuchar lo que realmente había tratado de hacer Rodrigo, sin duda alguna debía de tratarse de algún maleante que había logrado hacerse, Dios sabe cómo, con la indumentaria de uno de Santiago, ya que dudaba que un hombre santo fuera capaz de semejante acción, más propia de villanos.

No dijo nada y mantuvo la vista fija en el que portaba la ballesta cargada, manteniendo su mano en el pomo de la espada. Estuvo a punto de desenvainarla y que fuera lo que el Altísimo decidiera, puesto que no pensaba huir, pero la mención a Pau por parte del de Munter lo detuvo. Había jurado mantener a salvo al chico, y tanto si ganaba como si perdía aquél enfrentamiento, no podría cumplirlo. Si perdía, el joven sería apresado de inmediato y seguramente torturado, y si ganaba, tendría que dar explicaciones de donde estaba el conde al regresar al castillo.

Finalmente desenvainó su espada, con calma y lentitud, para luego sujetarla con ambas manos por la hoja, ofreciéndosela al conde — Acepto vuestras condiciones, señor conde, y tomo vuestra palabra por juramento. Soy vuestro — al menos, hasta que encontrara una oportunidad en la que escaparse.