Partida Rol por web

-A mí el Conde me liberó -repuso Llanos ante las palabras del guardia-, ni siquiera huimos juntas. No tienen por qué saber que la curandera está aquí. Y no deben saberlo, pues Leonnie sigue estando en su punto de mira: hoy nos hemos enterado de que los guardias vigilan su casa. La están esperando, así que sigue sin estar a salvo.

La bruja tomó el brazo tumefacto entre sus manos, y lo agitó levemente.

-Tinc una idea. Aixó és d'un dimoni. Puede que lo esté buscando -Llanos se encogió de hombros-, podriem invocar-lo. Nunca está de más que un demonio te deba un favor.

Don Ramir miró estupefacto a su hija.

-Invocar... ¿¡a un dimoni!?, ¡Verge santísima de la mare de Deu, Llanos! -exclamó el capellán-. Una cosa es eixa màgia blanca del bosc que practiques, que els meus superiors no estaríen res d'acord amb ella, ¡però invocar a un dimoni profanaría aquesta terra i ens posaría en perill a tots!

El capellán se limpió la sudor de la frente. Se había escandalizado mucho ante las sugerencias de su hija tan poco cristiana.

-No obstant això, tens raò en el que respecta a que estarà buscant el seu braç -dijo en un tono mucho más tranquilo-. Podríem buscar-pel bosc, ara comptem amb més temps, encara que tampoc em allunyaria molt per si de cas. Tenim alguna forma de buscar-lo? seguint-li la pista des d'on vau trobar el braç o amb algun dels vostres sortilegis màgics?

No pude evitar sentirme agradecida ante lo que decía Teolfo, pero era cierto, que era arriesgado, así que si a Llanos no le importaba, permanecería en su casa de momento.

- Gracias Teolfo, me siento halagada, pero si a ella no le importa, será lo más seguro que permanezca aquí escondida, muy a mi pesar, pues no es nada de mi agrado la situación en la que me encuentro, pero al menos, podré conservar la vida si continuo aquí escondida.

Suspiro y evito sonreír ante los comentarios del padre de mi anfitriona, desde luego que si aquella mujer podía invocar al demonio, quería estar allí para verlo.

- Pues diría yo que es una buena idea hacer algo así, en mi caso podría mandar a mi compañero felino a buscar signos de esa criatura por el bosque, si queréis...

Teolfo puso los ojos como platos al oír las palabras de Llanos. Una cosa era realizar hechizos o darle órdenes a un animal, pero, ¿invocar a un demonio? El joven soldado no estaba nada seguro de que pudiera salir algo bien de aquella idea.

-¿Invocar el dimoni? Això és una bogeria. No pot ser bo -dijo, con cierto miedo. Puede que Llanos y Leonnie fueran brujas y estuvieran acostumbradas a tratar con ese tipo de criaturas, pero él siempre había visto aquel mundo con cierto respeto y miedo-. Ho has invocat alguna vegada abans? -preguntó, intrigado. Si Llanos había invocado demonios con anterioridad, al menos había una posibilidad de que la invocación no terminara en desgracia.

- Bueno, se hará lo que se pueda, le agradezco el poder disponer de sus asistentes la verdad es que anoche no pude echarle suficiente vistazo a todos los volúmenes... -suspiró- y están en muy mal estado, necesito secarlos y observarlos con detenimiento. Va a llevar más tiempo del esperado, desde luego.

Dicho esto escuchó la historia del Conde sobre el caballero de Santiago y se mesó la barbilla, porque era barbilampiño.

- Vaya, qué lástima, no nos avisó de su partida... Bueno, espero que tengan buen viaje, si no les importa voy a seguir con el trabajo y luego comeré algo de sus deliciosos manjares. De nuevo gracias.

Se giró para comenzar a marchar a la biblioteca.

Tenim alguna forma de buscar-lo? seguint-li la pista des d'on vau trobar el braç o amb algun dels vostres sortilegis màgics?

-A això em referia! No tenim que buscar-lo si el convoquem en nosaltres! -Llanos continuó agitando el brazo, enfatizando cada palabra con él.

Teolfo: ¿Invocar el dimoni? Això és una bogeria. No pot ser bo 

-No es tracta d'invocar "el" dimoni. Sinó d'invocar UN dimoni. No és el mateix. Sols dic que podem fer-ho i estalviar molt de temps.  

Al fin y al cabo, a ella no le sobraba el tiempo. Y necesitaba saber qué diantres pretendía hacer el Conde con su bosque, con las personas desaparecidas, con todo. ¿Estarían entregándoselas en ofrenda a ese demonio? O peor, ¿las estarían usando para invocar a algo más poderoso aún, algo que pudiera arrancarle el brazo a un ser así?

-Però supose que no és mala idea continuar buscant des d'on ho vam deixar ahir. No he invocat mai un dimoni, però serà més fàcil fer-ho si sabem alguna cosa més d'ell. Ale, anem.

Sin esperar mucho más, la bruja se metió el brazo en el zurrón, y abrió la puerta de su cabaña, decidida a recorrer el camino que emprendieron el día anterior.

Aquél hombre tenía unas actitudes de lo más extrañas, pero bueno, aquello no tenía nada que ver con lo que tenían que hacer. Le extrañó sobremanera el hecho de que Rodrigo hubiera partido sin más del castillo cuando no llevaba ni un día en él. Aquello no hizo más que aumentar su curiosidad sobre que importante asunto había podido traer a los santiaguistas hasta Qaur de Sacre — Vaya, una lástima — dijo, sin sentirlo demasiado en realidad, puesto que apenas había tratado con el joven caballero — En ese caso, iré a prepararme — dijo, antes de levantarse para despedir al conde.

La bruja, la curandera, el soldado y el capellán emprendieron la marcha hacia lo profundo del bosque, recorriendo el camino que habían tomado el día anterior. En aquella espesura tan frondosa era muy fácil perderse, pero por suerte Llanos conocía bastante bien los alrededores de su cabaña. Además, sus huellas todavía permanecían visibles.

Puede que fuese porque aquella vez se habían aventurado por la mañana temprano, pero aquellos árboles que se mostraban tan hostiles el día anterior al anochecer, parecían ahora más amables y acogedores. Los pájaros cantaban y una ligera brisa primaveral hacía silbar las hojas. Unos tímidos rayos de Sol se filtraban entre las copas otorgando algo de calor agradable mientras el olor de los robles y las hayas se extendía por todo el ambiente.

Les llevó poco tiempo llegar hasta el lugar indicado. El claro se mantenía intacto, con las mismas ramas rotas y las mismas señales de batalla que el día anterior. Las manchas de sangre se habían secado y ahora parecían pintadas en las hojas y la madera. 

-Per la santa creu de Crist, què és el que va passar açí -dijo el capellán.

Parecía que los dolores de espalda de Don Ramir habían mitigado bastante aquella mañana, o quizás sus ganas de aventuras eran demasiado fuertes para retenerle. Fuese como fuese, el capellán había insistido en adentrarse también en el bosque para investigar.

Tras echar un vistazo general, comenzó a inspeccionar el suelo en busca de pistas.

Si bien anoche el castillo parecía amenazante y poco acogedor, aquella mañana se presentaba mucho más hogareño. No era mucha la luz que se filtraba a través de las escasas ventanas, pero al menos la poca que había resultaba reconfortante. Además, aquella mañana irían de caza por el bosque, así que no tendría que estar recluido entre aquellos fríos muros de piedra.

Tal y como prometió el Conde, en el Comedor habían preparado un surtido de quesos, pan y mantequilla para desayunar. No había tanta variedad de alimentos en aquella morada como se podría disponer en una ciudad costera, pero al menos el señor parecía tener buen gusto.

En el exterior, en el patio de armas, el conde y los suyos se estaban preparando ya. Parece que sería una pequeña comitiva, de sólo tres personas sin contar al Conde. En un rincón estaba el capitán de la guardia, aquel individuo de aspecto desagradable que ayer se llevó a las dos mujeres al castillo. Parecía disgustado por algo, quizás por no poder salir de caza con el resto y tener que quedarse allí.

El conde también estaba fuera, esperándole. En su brazo se posaba un elegante halcón al que todavía no le había quitado la caperuza. Puede que no fuese el tipo de caza que habría esperado Bernat, aunque a fin de cuentas, el día anterior el señor ya había ido con sus hombres a practicar caza mayor.

-Venga, don Bernat. Contemple a esta magnífica criatura -le dijo el conde para atraer su atención.

Don Onofre parecía orgulloso de su criatura. EL animal se agarraba fuertemente a su protección del brazo y se movía inquieto, como su estuviese deseoso de liberarse para ir en busca de alguna presa desdichada.

-Tenía muchas ganas de enseñarle mis perros de caza, pero ya marcharon ayer y hoy tendrán que descansar, así que eso tendrá que esperar -comentó-. He pensado que podríamos practicar el noble arte de la volatería. No sé si ha cazado alguna vez con halcón, pero le aseguro que se divertirá. Le presento a Orestes, mi halcón. 

Finalmente, juntos regresamos al lugar que aún tenía las manchas de sangre, quizás nos diese alguna pista, aunque yo estaba un tanto inquieta por si alguien estuviese patrullando por la zona. Aunque sabía que eso era muy improbable no podía evitar pensarlo.

Aún así, me puse manos a la obra, cuanto antes descubriésemos algo, antes regresaríamos a la casa de Llanos, donde ahora mismo, era el lugar donde me sentía más segura.

Aquella zona del bosque, que durante la noche había parecido incluso amenazante, ahora se tornaba mucho más acogedora, como si en esa arboleda no pudiera suceder peligro alguno. Las marcas de batalla y el rastro de sangre continuaba siendo visible, lo que hizo que Teolfo decidiera no bajar la guardia.

Atento a cualquier detalle que percibiera, el joven soldado decidió echar un vistazo al rastro de sangre y las ramas rotas, con la esperanza de intuir qué había sucedido en el enfrentamiento.

El conde se marchó y también lo hizo Bernat, que fue a desayunar para ir de cacería después. Pau marchó a la biblioteca, que no se encontraba muy lejos del vestíbulo. Pese a ser de día, la biblioteca tenía prácticamente la misma iluminación que la noche anterior, siendo la tímida luz de las velas el único freno a la oscuridad. Probablemente aquel lugar no fuese una biblioteca en origen.

Por desgracia, aquella vez Pau tampoco podría buscar en soledad, pues al poco tiempo bajó uno de los guardias a vigilar lo que hacía. Si no recordaba mal, Pau ya había visto a aquel hombre: fue el capitán de los soldados que se llevaron a las dos mujeres el día anterior. Parecía un individuo cansado y con pocos ánimos. No especialmente desagradable, pero sí inspiraba poca confianza.

El hombre llegó hasta la entrada a la biblioteca y se quedó de brazos cruzados, montando guardia pero sin prestar demasiada atención por lo que hacía Pau.

Los libros y pergaminos parecían ser los mismos que ayer. Si Pau esperaba lograr algo con aquella búsqueda, tendría que librarse de aquel obtuso personaje.

Una vez estuvo preparado, se dispuso a salir al patio exterior en busca del conde, no sin antes pasar por el comedor como les había recomendado para coger algunas viandas para el camino. Se soprendió de encontrar tan poca gente, al menos al principio, aunque pronto recordó que el señor del lugar ya había tenido su gran día ayer, y que aquello era tan solo un pequeño evento realizado por cortesía.

Se acercó al conde y se fijó en el ave que reposaba en su brazo — Hermoso animal, desde luego — comentó en admiración. Nunca había tenido la paciencia para adiestrar una de aquellas criaturas. Además, era una muestra más del poder del conde. Los perros comerían cualquier cosa que se les echara, pero un halcón tan solo comía carne, y la carne era cara — Nunca he tenido el placer, la verdad, pero seguró que verlo será todo un deleite. Os sigo.

Los cuatro comenzaron a rastrear la zona, en busca de pistas que podían haber pasado por alto. Puede que fuese por la inquietud de lo que habían encontrado el día anterior, pero aquella zona del bosque parecía menos amable. Los pájaros habían dejado de cantar y el viento que silbaba a través de los árboles era algo más frío. 

Lo cierto era que apenas quedaba algo por allí. A duras penas se lograban apreciar algunas huellas en la hojarasca, tomando caminos muy diversos y dispersos, difíciles de seguir, y la sangre que quedaba podría pertenecer a un humano como a cualquier animal. 

Parecía que iban a dar por concluida la búsqueda, pero bajo unas ramas, Leonnie encontró algo; había un trozo de cadena. Era pesada y de metal, como las que usan para los prisioneros. Leonnie ayer mismo había tenido que soportar tener que llevar unas, pero aquellas eran más grandes. Algo las había cortado.

Me envolví aún más en la capa que llevaba, hacía más frío que el día anterior y no había podido coger más ropajes. 

Cuando ya creía que no iba a encontrar nada, buscando entre la maleza del camino di con algo que podía ayudarnos a entender lo que allí había sucedido, había unas cadenas, como las que no hacía tanto había llevado yo misma, sin embargo, estas eran más grandes, una idea fue formándose en mi cabeza.

- Venid aquí, he encontrado algo, mirad - dije señalando lo que había encontrado - ¿creéis que aquello a lo que pertenece el brazo que encontramos había sido capturado?

Teolfo advirtió que Leonnie había encontrado algo. Al escuchar la voz de la mujer, el joven soldado se aproximó hasta lo que ella había encontrado, divisando unas cadenas de gran tamaño que habían sido cortadas.

-Podrían pertenecer a ese mismo brazo, sí -reconoció Teolfo, con un gesto de asentimiento. Se dirigió a la curandera, con intención de poner en común la teoría que se estaba pasando por la cabeza-. Entonces tenemos que... un hombre lobo -Al soldado aún se le había difícil creer que hubiera dicho esa palabra en una conversacón seria- estaba siendo llevando por el bosque con cadenas. Alguien las cortó, ya fuera por accidente o adrede, pero liberándolo. Luego de eso, algo más grande le arranca un brazo al hombre lobo... Por el tamaño de las cadenas, diría que fuera quien fuera, sabía que esa criatura no era exactamente humana.

Llanos examinó las cadenas, sin miedo a levantarlas del suelo, a pesar de su peso, y escudriñarlas bajo su mirada.

-No hay que descartar la posibilidad de que el hombre lobo se arrancara el brazo a sí mismo para liberarse... -murmuró.