Partida Rol por web

Mirásteis para toparos con dos caras conocidas a vuestras espaldas... o con un casco y una cara conocidos más bien.

Coraje tenía uno de los brazos estirados en dirección a la puerta. Con el otro sostenía a Neith, que se apoyaba en el hombro del Espíritu del Valor como si le costase andar sola. Al parecer había logrado acabar con aquel Demonio del Orgullo pero no había sido fácil.

Levantó ella en ese momento también uno de los brazos. En esta ocasión los lúcilos resultantes también centelleaban, pero con una llamativa tonalidad plateada. Y sentisteis como si la onda de viento fuera cinco veces más contundente que la anterior, sentísteis como empujaba hacia adelante vuestros propios esfuerzos, la sensación de impotencia vaciló, las cosas se igualaron un poco más. Unos benditos milímetros más.

Coraje la miró y ella le devolvió el gesto de soslayo. Como si le hubiera leído la mente, lanzó un sonido mezcla de un resoplido y una risa sin ganas.

—Preocuparme por mí antes que por esto no sería muy sabio... —dijo. Luego miró en vuestra dirección—. Perdonad que hayamos tardado tanto. Digamos... que hemos estado abriéndole paso a la prueba de que todo acto tiene sus consecuencias.

—¡Mira, mamá, tenía razón, ahí están! ¡Hola Gabrielle!

Aquella otra era la voz de un niño... que Alexei no conocía, pero que la maga identificó enseguida.

Detrás de los dos espíritus aparecieron tres figuras de lo que a todas luces eran personas... en parte. Presentaban una tonalidad azulada y translúcida, su contorno era ligeramente borroso y sus ojos brillaban como puntitos de luz blanquecina.

¿Fantasmas?

Uno de ellos era un hombre con aspecto de campesino y rodeaba con el brazo a una mujer que os miraba con una sonrisa. Y tenía a su vez las manos sobre los hombros de un tercer fantasma mucho más pequeño, un niño que no paraba de brincar en el sitio.

—Acertaste... —dijo Joanna estrechándose ligeramente contra el hombre como si aquella sola palabra resumiera el final de toda una historia—. Ahora nos toca aportar a nosotros nuestro granito de arena, ¿no?

Ambas figuras empezaron a desprender lúcilos. El enjambre de susodichos que se formó esta vez no centelleaba, eran normales, eran sencillos. Pero encarnaban la misma voluntad que la vuestra

El niño no se conformó con aquello, se soltó y correteó hacia adelante como si nada le diese miedo. Por supuesto el tremendo chorro de energía que desprendían las puertas le impidió avanzar mucho sin caerse de culo en una escena que de no ser porque estábais tratando de evitar el fin del mundo se os habría antojado hasta cómica.

Se volvió a levantar sacudiéndose las piernas con las manos y correteó hasta ponerse a unos pasos por detrás de Gabrielle para usarla de parapeto o algo así.

—¡Yo también quiero ser un heroe!—exclamó levantando los bracitos.

Una nueva figura apareció andando materializada del mismo aire, como si la sola presencia de Neith y Coraje allí fuera suficiente para permitírselo.

Esta era de una mujer mayor, vestida con lo que parecían los hábitos de la Capilla. Con una túnica muy concreta de entre los hábitos de la Capilla... Lynn emitió un jadeo estupefacto mirándola con los ojos abiertos de par en par.

—Sabía que si algún día nos enfrentábamos a una calamidad, así fuera ésta el fin del mundo... mi niña sería a la primera a quien encontraría en primera linea—dijo esbozando una cálida sonrisa. Miró a Gabrielle—. No tienes nada más que aprender de mí, cariño. Pero por poco que sea... ¿dejarás que te ayude una última vez?

Alzó un brazo.

—Siempre tuviste un corazón de oro...

En aquella ocasión fué Gabrielle quien no reconoció la voz pero sí lo hizo Alexei. ¿Cómo no iba a hacerlo? La conocía desde que tenía uso de razón.

Intuyó más que sintió una mano sobre el hombro pues ésta era translúcida y carecía de peso.

—Perdónanos por haberte dejado solo, hijo.

El guerrero giró la cabeza y se topó con dos entidades familiares, dos entidades que pese a su aspecto brumoso y transparente y su mirada luminosa, no inspiraban miedo alguno, sino cercanía.

Esta vez fué el turno de Ayla de quedarse mirando boquiabierta la aparición. La cual pareció sentir algo y giró la mirada  hacia ella.

—No te tortures más, muchacha. No fué culpa tuya. Y no me arrepiento de nada—dijo—. Pero cuida un poco de él por nosotros, ¿sí? Se le da tan bien ayudar a la gente como acabar metido en líos.

La apóstata apretó los dientes como si quisiera decir algo... pero le tembló la barbilla y no fué capaz. Apartó la vista con un gesto tan brusco que hizo que varios mechones de cabello le cubrieran la cara. Pues no solo el odio y el desprecio son capaces de hacer derramar lágrimas, el perdón también tiene ese poder. O eso dicen.

Y Ayla tenía una reputación de tipa dura que mantener así que dejó sin aclarar aquella duda.

—No podríamos estar más orgullosos de ti—la mano del hombre apretó el hombro de Alexei—. Nos has hecho felices de no haberte decantado por la venganza ciega, de no haber flaqueado aun cuando te enfrentabas a cosas que te superaban, de intentar proteger siempre a aquellos que quieres a toda costa, de haber llegado hasta aquí por hacer lo que creías correcto...

Sonrió.

—¿Puede tu viejo echarte una mano esta vez?—uno de los brillantes ojos titiló por lo que dedujisteis que lo había guiñado—. Prometo no avergonzarte como con aquellos haces de leña.

A Gabrielle se le inundaron los ojos de lágrimas cuando vio aparecer a Ferin y a su madre.

—¡Mi niño bonito! —dijo entre sollozos—. ¡Mi maestra querida! ¡Nos vendrá genial tu ayuda!

Una vez que empezó a llorar, ya no pudo parar. Su concentración estaba en otra parte, en empujar con su mente, pero era como si las lágrimas salieran solas. Y hablando de maestras...

—¡Wynne! —llamó a su mentora, tratando de llamar la atención del fantasma de su mentora del Círculo.

Al ver a Bethel, a Alexei se le hizo un nudo en la garganta, pero al escuchar la voz de su padre, se quebró. Esto ya era demasiado. Demasiado tiempo aguantando y reprimiendo cualquier sentimiento. Demasiado tiempo posponiéndolo todo para el día siguiente. Las lagrimas brotaron sin control por su rostro y su vista se nubló.

—Pa... ¡Padre! ¿Cómo...? ¿Y madre... ? Yo no... yo sólo he hecho lo que me enseñásteis—el joven guerrero cerró los ojos intentando reprimir su llanto y negó con la cabeza—. Y no siempre fue suficiente.

Aunque no conocía al trío de campesinos pero intuía que como Bethel y sus padres, también eran víctimas de toda esta truculenta historia.

—Nunca me avergonzaste padre, era yo el idiota.

Alexei sintió una mano aferrarle cada hombro como respuesta y luego ambos fantasmas levantaron la restante. Cada vez más lúcilos se agolpaban convergiendo en el mismo punto.

Unos milímetros más.

Astucia gruñía y gritaba de dolor cada vez que una descarga de rayos lo fustigaba y hacía saltar lúcilos de él como quien hace saltar una salpicadura de sangre... pero era como si los vuestros le supusieran un torrente continuo de energías renovadas para seguir soportando aquello.

El fantasma de Bethel miró hacia atrás en ese instante.

—No es momento de ser tímido, hijo, no van a comerte.

Otra figura más se materializó del éter a pocos pasos tras ella y esta vez la reconocísteis ambos... pues tenía unos andares algo inquietos y miraba en deredor, con la mano ligeramente apoyada sobre un estoque translúcido que colgaba de su cinto. Costumbre que habíais llegado a conocer muy bien.

El fantasma de Cedric se acercó con expresión dubitativa.

—¿Estoy... a tiempo de ayudar a hacer las cosas bien?—os preguntó.

Sin esperar realmente una respuesta, o quizá por miedo a ella, se adelantó.  Cogió aire como quien se mentaliza de algo y levantó ambos brazos al frente, creando su propio haz de lúcilos.

Un milímetro más.

Habíais tocado muchas vidas en vuestro camino, salvado unas, terminado otras, cambiado todas... Incluso entre vosotros, no todos habíais comenzado en el mismo sitio, y de los que lo habían hecho no todos habían llegado al final. Ni siempre había sido todo sencillo.

Y la siguiente figura que apareció era la prueba de ello. Por supuesto también era azul, pero es que en vida siempre había estado envuelto por el mismo color. Aun tras pasar la Angustia y dejar de ser un aprendiz, se había quedado con la túnica azul.

Dreren dió algunos pasos que no emitieron sonido y se detuvo mirándoos a todos por separado.

—¿Aún aceptais mi ayuda?—dijo finalmente.

Hizo ademán de levantar una mano pero antes de hacerlo se contuvo, y se acercó un poco más. Todos lo habíais oído pero una única cabeza no se había girado. El fantasma caminó hasta estar cerca de Lynn y volvió a estirar la mano solo que con la intención de dejarla sobre uno de sus hombros.

Y la clériga la apartó de un manotazo seco.

Esa fué toda la respuesta. No dijo nada, no se movió más, y siguió sin mirarlo. De hecho tenía la vista clavada en el suelo y el silencio que se produjo después le dijo al antiguo mago del Círculo todo lo que mil palabras no habrían podido.

Y esa vez no pudo cambiarlo a voluntad.

Sin nada que poder decir, Dreren se volvió a apartar y finalmente centró su atención en la puerta, alzando la otra mano al frente para unir un nuevo haz de lúcilos a los ya cumulados.

Un milímetro más.

Pero aun no era suficiente.

Milímetro a milímetro. Habíais avanzado lo que suponían kilómetros.

Pero aun no era suficiente.

Cada uno de vosotros, cada espíritu y fantasma estaba dándolo todo. Nunca una rendija entre dos puertas se os había antojado tan grande. Pero una vez más, cuando parecía que lo único que habíais hecho algunos era clamar al vacío, algo respondió. Una voz sin cuerpo respondió.

«Os dije que podíais»

No había nadie detrás de Gabrielle, y sin embargo ésta sintió el peso de dos manos sobre sus hombros. No había nadie allí y sin embargo de pronto lo hubo. No llegó desde ninguna parte, simplemente se materializó allí. Como si fuera el lugar en el que simplemente debía estar. O como si siempre lo hubiera estado.

—Y que no me quedaría de brazos cruzados mientras algo intentara destruir Thedas y nuestro Círculo una segunda vez...

La serenidad, la calma en aquellas palabras, era como un manto que arropase protegiendo de cualquier adversidad. La Encantadora Superior alzó la vista mirando al espíritu que se debatía contra la puerta, el esfuerzo conjunto que todos estábais haciendo y sonrió añadiendo algo... que no teníais muy claro ni para quién fué, ni qué significaba exactamente.

—Gracias.

El chorro de lúcilos que emanaba de Gabrielle de pronto se volvió el doble de grande.

¡Un par de benditos milímetros más!

«KLUNK»

Las jambas de la puerta emitieron un pesado sonido metálico al chocar la una con la otra. Un sonido que pareció detener el tiempo, ¿lo habíais conseguido?

Astucia emitió un repentino jadeo.

«KLUNK»

Las jambas volvieron a chocar.

—¡¿P... por qué no se queda cerrada?!—masculló Ayla con la voz tensada por el esfuerzo de concentración—. ¡Acaban de juntarse dos veces!

—¡Maldita sea!

El espíritu le dió un puñetazo a la puerta entre violentos resuellos, maldiciéndose por haber olvidado aquello, pero la siguió sujetando. Necesitó de hecho varias bocanadas de aire para poder hablar pues en ese momento otra miriada de rayos lo volvió a herir arrancándole un nuevo alarido.

—E-Este sello se creó a medias entre luz... y oscuridad. Para que nada en todo el Velo pudiera abrirlo al no tener influencia absoluta sobre él—jadeó—. Sólo falta una brizna... ¡una brizna de oscuridad! ¡MALDITA SEA! ¡Sin ella no se mantiene y no se puede sellar de nuevo!

Y ninguno de los presentes poseía aquello.

¿O sí?

—Dejadme eso a mí.

La voz de Allure sonó rasposa y tan intrusa en medio de aquello que lo hizo incluso mirar hacia atrás. Visteis que la entidad de la gema caminaba agarrándose un brazo y un costado. Tenía la ropa repleta de rasgones y arañazos... aunque no veíais apenas en su piel. Cuando había aparecido con Gabrielle estaba demasiado dolorida para levantarse pero era como si hubiese mejorado sustancialmente.

Si había heredado la capacidad de regeneración de los Demonios del Deseo aunque fuese un poco, debía ser la primera cosa buena que le suponía su parte oscura.

Sea como fuere, terminó por levantar las manos frente a ella pero no para añadir ningún tipo de lúcilo, sino para cubrirse del mar de energía que desprendía la puerta como quien se protege de un huracán. Lenta pero segura pretendía avanzar hasta donde estaba Astucia.