Partida Rol por web

Kartag diviso sin problemas a los guardias, que custodiaban la muralla y el portón cerrado. Con buenas maneras se dirigio a ellos:

Guardia, soy un peregrino que desea acceder a la Villa de Encrucijada. Mi nombre es Kartag, soy un monje de Majere y solicito acceso, para descansar y continuar en mi viaje por Abanasinia.

Se quedo esperando la respuesta de la guardia, esperando que no fueran hombres de acción sedientos de ensartar con sus saetas a un draconiano.

Tu visión en zonas de penumbra, frente a su falta en ellos, hace que veas que dos de los guardias de la muralla cojan su farol, intentando ver quien es el extraño que se acerca. Lanzando una plegaria a Majere, te quitas la capucha y dejas a la vista el emblema de tu Dios, pues crees que será mejor opción enseñar todo, de cara a que no duden de tus intenciones:

- Guardia, soy un peregrino que desea acceder a la Villa de Encrucijada. Mi nombre es Kartag, soy un monje de Majere y solicito acceso, para descansar y continuar en mi viaje por Abanasinia.

 Con tu visión superior, ves que uno de ellos hace ademán de cargar su ballesta, tras las almenas de la empalizada, pero el otro, saca un poco más el farol, y te dice con voz neutra, sin signos de animosidad:

- Siento no poder atender a su petición, Peregrino, pero una vez se cierran las puertas, con la caída del sol, no se permite la entrada y salida de gente de la Villa sin autorización firmada. Tiene usted una??

Tras eso, se queda mirándote, acercando el farol, esperando tu reacción, mientras el otro aparece de nuevo, y apoya una Ballesta pesada sobre la empalizada, sin apuntarte.

Asintiendo a la respuesta de la Guardia, Kartag busco una piedra donde sentarse y adoptando una posición, parecida a una Mantis, les dijo:
Meditare hasta el amanecer si no es molestia.
Abandonando el mundo material para adentrarse en el espiritual, quizás se le revelara algún detalle de su misión.

" El aguila sobrevoló un collado, bajo, oteando el suelo cien pies por debajo, mirando su sombra, pensando, con una mente primitiva, que pasaría si se lanzase en picado a por ella. La montaña, alfombrada de un manto verde-amarillento propio de la estación bullia de actividad, pero el emplumado cazador no le prestó atención. Debía encontrar aquello que le habian mandado buscar: Una gruta pequeña, oculta por la maleza. De allí saldrían aquellas criaturas tocadas por la maldad... a las que tendría que ayudar a evitar, precisamente, esa maldad... Su mente, mas acotumbrada a desarrollos mas lineales, se quejó, en cierto modo, y giró la majestuosa testud, y entonces lo vio: El viento de montaña soplo fuerte, haciendo que la maleza agarrada a la montaña se quebrara cual brizna de hierba alta, dejando ver un agujero, un tunel que se internaba en la montaña... Se fijó en los hitos de la Naturaleza, para poder volver a encontrarlo, cuando llegará a esa posición: un riachuelo, que acababa en una poza, varios cientos de pies mas abajó, y un abeto, viejo, y combado, por miles de combates contra el duro viento. Y mas allá, una hoguera de la que salía un humo mas negro que el corazón de la Muerte misma...".

De pronto, despiertas, con la mente relajada, mientras el "sueño" o la "visión", se integra en tu cerebro prodigioso. El sol está a punto de salir, y tus musculos necesitan de tus ejercicios para deseperezarse, y volver a poder llevar sangre a cada punto de tu cuerpo. Miras hacia la muralla. Aquí y allá prenden antorchas, pero los soldados, menos que anoche, apenas se mueven, apoyados en sus armas de asta, luchando contra el cansancio de, quizá, su final de guardia. Bajas de la roca. y te acercas a a una zona plana, cerca de la zona donde la pendiente del terreno se hace mas pronunciada, buscando la linea de mar.

Una hora despues, agradeces a tu Dios un nuevo dia, mientras el sol barre a las ultimas estrellas perezosas, mostrando un cielo practicamente despejado, con solo altos cirros aquí y alla, y las dos lunas que puedes ver, la Roja Lunitari y la Blanca Solinari (una en cuarto menguante, y la otra casi llena), se preparan para el descanso del dia. Escuchas un chirrido. Parece ser que la Villa madruga, y el rastrillo está siendo izado.

Atusandose sus ropajes, Kartag se dirigio a la entrada de la Villa, dirigiendose al puesto de guardia para solicitar libre acceso a encrucijada.

Kartag es mi nombre, y Majere mi Dios, mostrando su medallon.

Si no hay nada mas que añadir, continuare mi viaje, saludando a modo de despido al guardia, entrando en la villa.

Lo primero sería echar una visual en la mejor taberna, allí podría averiguar alguna noticia o curiosidad que fuera de interés. La información era poder y su raza era muy buena informandose.

Te acercas a la entrada, para ver a dos guardias, armados con picas, estirarse y bostezar, con los yelmos con forma ondulada y pico hacia arriba típicos de los guardias de la Villa, debe ser, a juzgar por el blasón que luce la librea que llevan sobre su armadura de cuero endurecido. Una espada corta descansa en el cinturón, a su lado. Ambos están a los lados de la barbacana, el rastrillo ya subido, y las puertas abiertas.
Más allá, saliendo del pueblo, ves varios hombres de campo, al parecer, apuntandose a una lista, bajo la atenta mirada de otro guardia, este sin yelmo, pero con armadura de mallas que resalta su oronda figura, mientras un chico, vestido sólo con la librea de la Milicia, tomando notas.

Esperas tu turno, y cuando te presentas, dispuesto a pasar, el barbudo con sobrepeso, levanta una mano hasta la altura del pecho, pidiendo que te detengas, mientras dice:

- Un momento, hermano, no tanta prisa!! Bienvenido a la Villa de Thelgaard. A que debemos el honor de su presencia, y cuanto tiempo piensa quedarse?? No sabia que los Draconianos estuviesen interesados en la Contemplacion, y menos que en los Monasterios los aceptaran en sus filas..., dice, con un timbre de sorna en su voz, a lo que los los dos guardias que protegen el arco sueltan una risita. El chico que apunta, lo hace rapidamente, en su hoja, y se queda expectante, esperando tu respuesta.

- Mi presencia se debe a un viaje encomendado por mi orden y mi estancia es sólo de paso. Lo justo y necesario para reponer fuerzas y avituallamiento. Dirigiéndose respetuosamente al guardián

El orondo guardia te mira largo rato, como si fuese a ser capaz de leerte la mente, entrecerrando los ojos, tras lo que dice:

- Seguro que no le importa poner todos sus objetos personales sobre esa mesa y abrirse la tunica, verdad??, dice señalando una mesa que han montado a un lateral de la puerta, donde descansan los aperos de escritura del joven que el sigue. - Es una mera formalidad, sabe usted..., dice, a lo que los dos guardias de las picas vuelven a soltar otra risita.

Amable guardia, abriendo mi tunica le muestro mis posesiones a la vista, sin dejar nada en la mesa.
 

Un monje de mi orden poco posee, somos austeros y nos dedicamos al dogma de la fe, y al fortalecimiento de la mente sobre el cuerpo.

Sospechando que quizas el guardia quisiera extorsionarlo para entrar por la villa, Kartag opta por intentar marearlo, haciendose pasar por un ferviente devoto, buscando feligreses para su iglesia.

Aunque sabe en su corazon, que estos humanos no son dignos.

Quieres que te hable de mi Dios Majere, la Mantis, quieres seguir nuestros dogmas?

Haciendo un gesto de rechazo con los brazos, como rehuyendo, te dice:

- Quite, quite, Padre, ya tengo suficiente con los sermones de los domingos!! , a lo que los dos guardias vuelven a contestar con una risotada. - Procure no provocar ningun problema, aunque la ciudad está abierta a todo el que quiera venir a visitarla, o a realizar alguna transaccion, no nos gustan los problemas, dice, como otorgandose mas poder del que sin duda tiene, y los tuyos son dados a crearlos... Tras eso, te hace un gesto como para que pases, y se va al siguiente que se ha acercado para entrar, un viejo en un carromato que debe de llevar quesos, a juzgar por el olor...

Kartag entro contento en la Villa, lo primero fue dirigirse al mejor punto de información de la zona, y ese era una buena taberna.

Luego ya tendria tiempo de adquirir algún objeto que le fuera rentable.

Aun es pronto, cuando llegas a la plaza del pueblo, pero parece ser que la costera villa despertó hace ya muchas horas, pues hay bastante gente por la calle. Unos vienen, otros van, con sus tareas, y puedes ver distintas razas entre sus ciudadanos (elfos Qualinesti, y algun Silvanesti, algun enano Hylar, y algun que otro Kender), aunque predominan los rasgos de Ergoth: pieles oscuras, y ojos ligeramente rasgados, aunque el fondo de Abanisinia está presente en todos, pues ya hace muchas generaciones desde el Primer Cataclismo, que trajo la costa a esta zona, y la mezcla de origenes ya es evidente...

Preguntas en la propia Plaza de la Villa, y un aldeano que empuja un carromato con pescados frescos, que apenas se fija en ti... Ah, no, es que es muy miope (te das cuenta)  indica con el dedo, desde detras de unas pobladas cejas blancas, a la vez que sonrie, con una boca que ha visto ya muchas decadas, y contiene ya pocos dientes, la mayoria podridos, hacia el otro lado de la plaza, ahora vacia, pero por las argollas del suelo, y la parafernalia de palos ordenada en un lateral, supones que se debe montar un buen mercado, donde puedes ver la fachada de un edificio con base de piedra, y resto de madera recia, tratada y pintada de ocre, con un dibujo que ocupa casi toda la fachada, de un gallo estirado, como si desafiara a los cielos, y por encima, el nombre del local: "El Orgullo de Ergoth". Te acercas, y en la puerta te cruzas con un muchacho del color del azabache, que haciendo una reverencia, se acerca y te dice:

- Bienvenidos a "El Orgullo de Ergoth", la mejor Posada de todo Encrucijada!! Puedo recomendarle algo que comer, o una habitación en la que descansar, señor?? Dentro, mi padre, Uther Xaliber, le atenderá gustoso, si es que necesita hospedaje, o una buena comida. Le recomiendo el guiso de anguila. Está francamente impresionante!!!, te dice desde una permanente sonrisa de cuentas marfil del mas puro blanco, sin cambiar el gesto al ver que eres un draconiano.

Kartag asintio al joven y entro en la gran posada, dirigiendose a la barra, pidio al tabernero una bebida y quien sabe alguna información interesante.

Una Jarra de hidromiel, buen tabernero y un poco de anguila, para un modesto hermano de majere!
 

 Cuando entras en la taberna, se huele el mar en cada una de sus tablas, que cubren toda la superficie visible, y que crujen cuando entras en la sala comun, y te acercas a la barra. Adornos marineros decoran el local, con buen gusto, y muchos barriles, grandes, hacen de mesa, aunque algunas normales tambien hay. Algunos marineros, que no han debido poder salir a faenar hoy, se demoran con el desayuno, y aquí y allí, hombres de armas toman sus ágapes. En una mesa del fondo, ves una pequeña compañia de Caballeros de Solamnia, con sus petos lustrosos, y sus bigotes, algunos incipientes, creciendo en sus labios superiores...

Uther, el tabernero, se afana detras de la barra, secando barro, tras haberlo lavado en un barril enorme lleno de jabón. Cuando te acercas, puedes ver, que, obviamente, el chico de fuera es su hijo, pues ambos comparten la misma sonrisa, pero de la del padre, alguna perla blanca, se ha trasformado en platino, y una serie de tatuajes (tribiales, supones) adornan su lado derecho de la cara. Aunque en los 50, aun tiene un físico muy bien cuidado.

A tu requerimiento, quiza algo mas crudo de lo que te hubiera gustado (obviamente, la palabra no es lo tuyo), el te responde con una sonrisa:

- Por supuesto, hermano. Los seguidores de La Mantis son bien recibidos en mi casa!! Toma asiento en cualquier mesa, y enseguida te lo llevamos!!, tras lo que se gira, y grita en un idioma que no entiendes. Al momento, el chaval que viste fuera, sale por una puertas abatibles de detras de la barra (la cocina, a juzgar por el olor delicioso que sale de allí) con unos cubiertos de madera, un plato de barro, u una jarra, tambien de barro, cargada de hidromiel, y te lo pone en la mesa, con una sonrisa, y un: - Con permiso!!

En menos de 3 minutos, sale con un perol de guiso de anguila, y te sirve generosamente. Cuando llevas un rato comiendo, Uther, con una pequeña hogaza de pan, se acerca, y te la pone en la mesa: - Disculpa a mi hijo, hermano, aun está aprendiendo... Tras lo que se sienta, y pregunta: - Puedo saber tu nombre?? Eres el primer monje de Majere que veo de tu raza, y la Dama del Mar me lleve, si no te lo pregunto!! Jajajaja!!!, dice, con una risotada que enseña hasta el ultimo de sus perfectos dientes. Miras alrededor, y practicamente todos en la sala están mirando hacia vosotros.

Por supuesto, mi nombre es kartag! y si, creeme cuando te digo que soy el primero de mi raza en seguir a Majere.

Asiendo su medallon y haciendo una reverencia solemne al exclamar el nombre de su Dios.

Y aunque te parezca extraño hay otros como yo, que desengañados y hastiados de la maldad, siguen a otras deidades benevolas y neutrales.

Y si he saciado tu curiosidad buen Uther, quizas podrias ayudarme, hablandome de esta tierra y de sus peligros, puesto que una misión me lleva por estos lares.

Sonriendo, le ofrece a continuación una copa de hidromiel.

Aceptando tu copa, da un leve trago, y levantándose a la barra, coge un barro para él, lo carga de hidromiel, y te dice:

- Por supuesto, mi buen Kartag, Seguidor de Majere!!, habla, en tono bien alto, haciendo un brindis a los Caballeros de Solamnia, que, con cara de sorpresa, le corresponden.

- Dime, Kartag, hacia donde partes?? Por cada pregunta que responda, habréis de corresponder mi curiosidad, dice, ampliando su sonrisa.

Brindando con Uther, y alzando su copa a los caballeros solamnicos, Kartag exclamó:

Me dirijo a la cordillera norte de Solace, y no me vendria mal compañía.

Mirando a los allí presentes, por si alguno fuera en esa dirección.

Aprovechas bien el empuje del Uther, y cuando ofreces el brindis, pidiendo un compañero de viaje, ves que todos te miran, expectantes, incluidos los Caballeros de Solamnia...

Mirando a los allí presentes, Kartag aprovecho el tirón, fijandose sobre todo en los caballeros de Solamnia, a los que admiraba.

Erguido y adoptando una pose seria y distinguida, como a su orden caracteriza, exclamó:

Caballeros, bien me vendria vuestra ayuda, pues en mi viaje, Majere tiene interés de que consiga el exito. Creedme cuando os digo que esta aventura esta a la altura de los más altos ideales de la caballería, puesto que la oscuridad amenaza al final del camino.

No os miento cuando os digo que esta empresa no esta libre de peligros, pero si pensaís en el bien común y en la experiencia adquirida, esa oscuridad empequeñece.

Haciendo una pausa, mirando en derredor, apostillo finalmente,

Cualquiera es bienvenido, a compartir mi camino en esta aventura.

Sujetando su medallon, a modo de faro, penso en que ahora sería buen momento para recibir algo de ayuda, en su camino a Solace.

Cuando acabas tu arenga, te sorprendes de tu propia energia, hablando con el corazón!! Cuando eres consciente de que todos te miran, bajas los brazos, que en algun momento de esta has subido, agarrando con una mano el Medallon de la Mantis, mientras el silencio se cierne sobre la Sala Comun de la Posada.

Enseguida, Uther da un par de golpes a la mesa, y levanta de nuevo la jarra de barro:

- Por una empresa exitosa contra la Oscuridad para Kartag, el buen hermano de Majere!!, a lo que ves que la mayor parte de la gente responde con entusiasmo. Se debe ese entusiasmo a tu discurso, o a la evidente labia del posadero?? Aun pecando de orgullo, crees que tu mensaje a llegado a muchos!!

Uther se levanta a atender a una mesa, mientras tu apuras tu plato de guiso de anguila que, como te dijo el chico de Uther, es un autentico manjar de Dioses!!

En esas estás, cuando se acerca uno de los Caballeros de la Corona mas jóvenes, de unos 18 años recien cumplidos, que aun no puede siquiera dejarse el caracteristico bigote de la orden, con cierta tendencia al sobrepeso, pero un fisico muy trabajado. Lleva una cota de mallas muy cuidada, con una sobrevesta con el emblema de la Corona, el pelo ni corto ni largo, ensortijado, de un tono rubio que vira a castaño, y los ojos verdes, con punteado amarillento en algunas zonas, y lo mas caracteristico: pecas, muchas pecas.

- Señor, sería un gran placer para mi señor, Lord Laymish, que nos acompañara en la mesa..., dice, cuadrándose ante ti, como si con otro Caballero estuviera hablando, y señalando al Caballero de la Rosa, este sí, con un bigote no muy largo, pero sí poblado, ausente de las canas que pueblan su pelo, que fuma una larga pipa, sentado a la mesa, ahora ya lo sabes, con sus hombres.