Partida Rol por web

-Suerte con eso -dijo Van Doren en alto tratando de entender que estaba haciendo el fiona.

El chico felino volvió a bufar, erizándose del todo. No parecía comprender las palabas de Silveth, o quizá no quería hacerlo. Las pupilas verticales se dilataron como harían las de un gato antes de cazar.

Nadim habló con tono serio y calmado, articulando cada palabra con claridad

Da unos pasos atrás, pero no rompas el contacto visual. Eso le pondrá nervioso

A Shyam le faltó tiempo para tirar de la camisa de Silveth y echalo hacia atrás, desenvainando por precaución.

-¿Qué leches haces, Silveth? -le reprendió. No cruzó la mirada con él, demasiado atento a lo que hacía el 'animal'-. ¿Crees que tus maravillosas dotes diplomáticas van a servir con algo que acaba de desgarra a un lagarto tan grande como tú? No te hagas el valiente con lo que no conoces.

El chico bestia siguió con la mirada a Shyam. Los músculos de sus brazos, más poderosos de lo que parecían a simple vista, se tensaron como si fuese a saltar sobre ellos. Pero en los dos segundos que faltaban para que lo hiciese de veras, algo cambió. Las orejas del chico se movieron suavemente y dejó la postura de ataque. De un grácil salto subió al árbol donde había reposado el lagarto y luego al siguiente y al siguiente. ¿Se había asustado por algo?

-Que alguien le vuelva a meter en la Senda de Plata antes de que se deshaga el suelo, por favor... -dijo la pooka suspirando-. Que nadie se salga otra vez del camino pase lo que pase. Y no os dejéis distraer por la fauna o la flora.

Van Doren pensó que no estaba de más recordarlo de nuevo antes de que ocurriera algo grave.

-Mientras esté dentro de la Senda, no podrá abalanzarse sobre mi. ¿Recuerdas?.- con un mohín de fastidio me acerco al grupo otra vez, despacio. - Además prefiero intentarlo primero por la vía diplomática, como tu dices, matar algo no permite cambiar de curso de acción una vez está muerto. En fin, continuemos, hasta que nuestro guía marque otro rumbo.

El sidhe, algo más relajado, envainó y se plantó delante de Silveth señalándole con un dedo acusador. Sus ojos verdes refulgían. Aquello era demasiado peligroso como par andarse con tonterías, y él ya se había saltado la primera norma: No salirse de la senda de plata.

-Si vuelves a hacer algo así te voy a llevar con correa. Camina.

Como Silveth esperaba, aquello parecía un pooka. Se decía que en el Ensueño Cercano había habido muchos de estos changeling enloquecidos por el Resurgimiento. Escondidos en madrigueras durante la Ruptura, el regreso del Glamour en oleadas los empujó a la locura.

-Estaba fuera de la carretera, no se interponía en nuestro destino y Ashantii sabe de sobra como guiarnos por este parque. Cuanto menos interactuemos con los seres del Ensueño más posibilidades tendremos de volver cuerdos y enteros. Los habitantes de esta ciudad pueden ser mezquinos y traicioneros como un travesti despechado, hablo con la voz de la experiencia.

-Las quimeras no pueden entrar en la Senda de Plata -dijo Ashantii-. Pero las hadas sí pueden.

El eshu pidió silencio y miró a su espalda. Un coro de gruñidos bajos aumentó en volumen. Entre la hierba y detrás de los árboles surgieron orejas, dientes y ojos. Colas erizadas y garras, muchas garras. Ashantii tragó saliva.

-Corred. ¡CORRED!

El eshu cogió a Nadim del brazo y tiró de él hacia delante. Las cabezas escondidas se levantaron. Eran ocho o diez bestias. Leones, pumas, jaguares, guepardos, linces... Una manada heterogénea de felinos que buscaba su sangre.

-Por más que  me estés dando motivos para querer volverme a salir de la senda de plata, Shyam, te prometo qu eno lo haré. Es más, te diré que nuestro compañero pooka que se ha ido por las ramas, no se merece su estado de Confusión. Por cierto, ahora que lo pienso, si era un pooka, aun estando en la senda, podría haber saltado a por nosotros en cualquier momento. Aunque desquiciado, es un changeling. Supongo que lo mejor será que no envaines tu espada.

Me pongo de puntillas y me acerco a su oído:

-Además, los límites, están para romperlos.

Al oír el tumulto, dejo mi momento de evasión del aburrimiento para otro rato, y comienzo a correr a la orden de nuestro guía.

Van Doren echó a correr con los tacones puestos, a falta de tiempo para quitárselos y lanzárselos a alguien a la cabeza. Por suerte estaba acostumbrada a moverse por sitios peores con ellos, así que no le resultó difícil ponerse a la carrera. Sin embargo no tenía la forma física de una corredora de los cien metros lisos, por lo que iba bastante rezagada.

Nadim no se lo pensó dos veces. ¿Qué diablos eran esas cosas?

Durante la discusión sobre el chico salvaje Calandra se mantuvo callado, pero la imagen le había llegado a lo más profundo. Ya no le pedía al Dán sobrevivir y volver a casa. Se conformaba con no terminar como aquel chico, si es que no regresaba. La idea de pasarse la eternidad llevando harapos y comiendo lagartijas gigantes cuando aún estaban vivas le revolvía el estómago.

Aún no había tenido tiempo para reponerse cuando de la nada salieron un montón de fieras. Soltó un grito y trato de alejarse de ellas volando, pero no pudo reaccionar a tiempo.

Shyam no iba a correr, no hasta que todos estuviesen a salvo. Se movió rápidamente para cubrir a Calandra desafiando a las bestias con el filo de su arma.

Ashantii iba a la cabeza, corriendo como una gacela. El resto no tardó en ponerse en marcha, pero Silveth y Calandra quedaron rezagados. El pooka se vio en apuros cuando una mezcla de guepardo y mujer saltó a por él con las garras por delante, casi a punto de partirle en dos con ellas. Shyam se interpuso y la detuvo de un tajo. La mujer guepardo rodó por el suelo ensangrentada, pero los otros se acercaron en su ayuda.

Aunque tres de los felinos continuaron persiguiendo al grupo, cuatro quedaron atrás acechando a Shyam y a Calandra.

Se volvió hacia las criaturas. Hubiera preferido seguir corriendo, y la verdad no lo descartaba. Pero Shyam estaba con él, lo que eliminaba la posibilidad de huir por el aire. Y hubiera sido muy vergonzoso dejar a alguien atrás.

No tenía ni idea de dónde podía estar su espada, así que se arrancó el pañuelo de Bernardette del cuello y se lo tiró a la bestia más cercana, tratando de atraparla con él.