Partida Rol por web

18 de noviembre de 1984 - 17:30

Uno de los muchos relojes que poblaba la mansión dio las cinco y media y pronto el resto empezó a trinar y a resonar como una orquesta desafinada. La casa parecía más vacía de lo habitual a juzgar por cómo el sonido llenaba el silencio. Pronto todos quedaron callados y no susurró ni un alma. Ni los fantasmas del piso superior corrieron de un lado a otro ni la orquesta de violines fantasmales reiniciaron su tonada. De pie en mitad del pasillo, respirando por primera vez el conocido polvo de su feudo, los siete changelings sintieron un frío gélido extendiéndose por sus venas.

Estaba cansado y confuso por todas esas experiencias en el Ensueño que no podía recordar. Aunque no sabía nada del remolino de formas y tamaños por los que había pasado se sentía un poco incómodo en su forma natural, tan limitada aunque indudablemente fabulosa. Sintió el silencio con el que la casa respondió a su llegada como una premonición, y pensó que la mejor manera de expulsar aquella predicción de su mente era llenar los pasillos de ruido. Empezó a revolotear por debajo de las telarañas del techo, presumiendo de la copa que llevaba ante los muebles y llamando a sus amigos a viva voz.

-¿Hola? ¡Bernardette! ¡Suri! ¡Mamá está en casa!

Aun no me acostumbraba al apagado mundo al que retornamos. Sentía pena por Amelia, pero tarde o temprano iba a ocurrir, pero haber sacado provecho de esa circunstancia y alegrarme de que así el dragón no estuviera en nuestro camino de vuelta a casa, me provocaba cierta culpabilidad. 

Es inquietante que un feudo tan lleno de...¿vida? se encuentre en tal silencio sepulcral, por contradictorio que parezca dada su naturaleza. 

-Las tierras son al rey lo que el rey es a sus tierras.- Era una frase de antaño, si un titulo no estaba ocupado, las tierras correspondientes caían en la decadencia. Para los Feudos no era diferente. Me acerco a la chimenea más cercana, el Glamour que quedase se encontraría en sus llamas, si no había ninguno... ¿Habríamos llegado demasiado tarde? ¿Habría pasado de manos el feudo?

Enciendo las llamas y las contemplo, tratando de percibir alguna magia que provenga de ellas.

Damara se quedó inmóvil un momento, inclinando ligeramente la cabeza. Se concentró en ignorar los ruidos que estaban haciendo sus compañeros de viaje. Después de unos segundos negó con la cabeza.

-No oigo nada. No hay nadie aquí.

A pesar de que su voz era suave como siempre, el solo hecho de oirla le causó una pequeña ola de satisfacción.

Aunque no recordaba demasiado, el Fiona se sintió orgulloso al ver su copa y darse cuenta de que había podido superar los retos que se habían presentado. Sin embargo aquella sensación duró hasta que Calandra alzó el vuelo llamando al resto de los habitantes. Miró de reojo al sidhe, esta vez dándole la razón, y echó a caminar por el lugar frunciendo el ceño.

-Quizá ya sea demasiado tarde... -musitó, poniéndose en lo peor.

Van Doren no recordaba nada del ensueño, pero tenía una sensación de incomodidad y angustia y sabía que no era ni por el feudo ni por el barón. La pooka abrió la pitillera, sacó un cigarrillo y lo encendió con manos nerviosas.

-Tengo que irme, me acaban de llamar por teléfono -dijo, aunque no había ningún teléfono cerca y desde luego no lo había descolgado-. Odiaría tener que llevarte conmigo, Shyam, sobre todo en estas circunstancias, pero no he traído el coche y necesito a alguien que me lleve en moto. ¿Vienes o te quedas?

-Voy. Aunque deberíamos ir primero a darle esto al Barón.

Van Doren dio una calada al cigarro y lo apartó dejando un rastro de humo junto a su cara.

-Está bien, cinco minutos. ¿Quién conduce?

La puerta de la entrada se abrió y escucharon a varias personas entrar. No tardaron en doblar la esquina y aparecer en el pasillo: Bernardette, Meredith y Suri, los tres vestidos de negro riguroso. Las dos chicas habían estado llorando y conservaban el brillo pegajoso en las mejillas. El niño ya no parecía un niño. Había crecido en su ausencia y sus ojos habían cambiado. Ahora brillaban estrellados y luminosos, tan hermosos que era difícil dejar de mirarlos. Sus ropajes eran ricos, de seda e hilo de oro y plata, y en la mano portaba el cetro y en la cabeza la tiara de Barón.

-Demashiado tarde -dijo la sátiro, que se apoyaba en la boggan con dificultad. Los miraba con ojos vidriosos y arrastraba las palabras. Era evidente que había estado bebiendo-. Habéiss fallado.

-Bienvenidos de nuevo -dijo el Infantil, cuya voz sonaba más autoritaria y adulta que antes-. Lamento profundamente que hayáis llegado tarde. Lord Stevron murió hace dos días. Su funeral ha sido hoy.

Tomó asiento en el trono del Barón y la Hoguera crepitó con algo más de fuerza, aunque no como lo había hecho antaño.

-Podéis llamarme Lord Schazzenan. Antes de morir, el Barón me invistió con sus poderes. Tengo que admitir que os he ocultado algo acerca de mí. No soy un Eshu, sino un Oba, y la sangre nobiliaria corre por mis venas. Lord Stevron consideró, antes de morir, que yo sería un candidato más apropiado para gobernar el feudo. Prometo ser justo y amable como lo fue él. Juradme vasallaje, amigos, como lo quiso Lord Stevron.

-¿Como te atreves h usar la voluntad de Stevron para justificar tu autoridad?- Pregunto sorprendido e indignado.- Tu no eres su legitimo heredero. ¿Donde está Garim? Tanto él como yo fuimos testigos de que nombro como tal a Calandra. Nosotros si estuvimos durante la prueba del cetro, no tú, pequeño usurpador.-  aprieto los puños con fuerza.- Planeaste todo esto, no sabía si lo estabas haciendo con ayuda de fuera o solo. Pero bajo la capa de tus buenas intenciones presentándonos a Astantii, solo se encontraba tu podrido corazón. No voy a doblar rodilla ante ti. Púdrete en tu grandeza, rata.

Cogiendo la copa que había dejado a mi lado, y con paso decidido, echo a caminar fuera del feudo.

-¡Silveth! -exclamó Bernardette horrorizada-. ¿Pero se puede saber qué mosca le ha picado a este chico? Todos estamos deprimidos por la muerte del Barón, p-pero esa no es manera de hablarle a nadie. ¡Y menos al nuevo Barón!

El eshu tragó saliva al ver cómo se desenvolvían los acontecimientos.

-Creo que no estáis siendo justos. Suri me encontró y me dijo lo que estaba pasando. Fui sincero cuando os hablé de las Aguas, ¿o no? Aquí tenéis las copas. Hemos llegado tarde, eso es todo...

-De acuerdo, creo que todos necesitamos calmarnos un poco -dijo en tono mesurado, mirando directamente a Silveth y poniéndole una mano en el hombro-. Acabamos de llegar de un viaje muy largo y... todo esto nos ha pillado por sorpresa. Estamos cansados y conmocionados. Creo, Lord Schazzenan, que lo justo sería que nos permitieses reposar este asunto un poco antes de tomar una decisión tan importante. No me parece apropiado para la memoria de Lord Stevron que discutamos así.

Shyam estaba tan confuso y abatido como el resto, e igual que Silveth veía algo raro en todo aquello. Recordaba la advertencia que le había dado hacía tiempo, y por una vez quería tener en cuenta su palabra porque pensaba que estaba en lo cierto. Sin embargo, no podía arriesgarse a enfrentar al nuevo Barón. Todos podían acabar en la calle debido a ello, y primero había que aclarar muchas cosas.

La noticia afectó a Van Doren más de lo que había pensado, después de todo llevaba tiempo mentalizándose y preparándose para la muerte de Stevron, pero la misión al ensueño y el poseer las aguas le había dado esperanzas. Además le estaban tocando las gónadas con aquella conversación tan falocéntrica sobre el cetro.

-Que Silveth sea un maleducado y una persona horrible no le quita la razón en este caso, Bernardette -sentenció Van Doren tras dar otra calada al cigarrillo sin saber muy bien que hacer a parte de terminárselo y encenderse otro. Tanta información le hacía sentir que tenía jet lag en su versión de viajes entre planos-. Si es cierto que el cetro le cantó una serenata a Calandra entonces es el legítimo heredero, y lo que dice el ensueño está escrito en sangre de vírgenes. Mientras Calandra estaba en el ensueño mariposeando el cetro ha podido interpretar que no existía en el mundo gris, ya que se encontraba en otro guateque. Así que si Suri ha usado el cetro estando Calandra en el ensueño y ha brillado para él eso no le convierte en el heredero del recientemente santificado Stevron, sino en el heredero de Calandra. Lo justo en este caso, dado que ya teníamos un heredero firmado y aceptado por el departamento de animales peligrosos, es que tanto Calandra como Suri vuelvan a coger el cetro ahora que están ambos de cuerpo presente y nos quitemos de dudas.

Calandra no entendía muy bien lo que estaba pasando. Lord Stevron estaba muerto, eso lo había oído. Eso fue lo único que entendió. Oyó mencionar su nombre, y dirigió una mirada bovina primero a Silveth y luego a Van Doren, pero finalmente se acercó a Shyam arrastrando los pies.

-Sí, yo... Ahora no puedo...

Sentía unos deseos horribles de acercarse a Bernardette y abrazarla, y aprovecharse de su naturaleza de boggan para que le consolara y le cuidara hasta que pudiese digerir la muerte de Lord Stevron, pero un nuevo sentimiento de solidaridad hacia sus compañeros de viaje, que no sabía muy bien de dónde venía, se lo impidió.

-¡Calandra! ¿De que shirve Calandra, eh? Yo pensaba que habríais muerto, pero él estaba seguro... Me dijo que te vio en sueños, Calandra. Que habías conseguido el Agua y se la habías dado -Meredith soltó a Bernardette y se encaró al grupo-. No habéis llegado a tiempo. Habéish fracasado. Y Garin... ¿Creéiss que iba a querer que eshtuviera aquí el que le contagió el sida a Stevron? ¿Qué bien haría? ¿Eh?

Se tambaleó. Le corrían lágrimas de rabia por las mejillas. El tono se volvió aún más furioso.

-Marchaos de aquí. Ya veo que traéis el Agua: ¡Puesh vendedla! Lo habéis utilizado para curaros vosotros y habéis dejado que se muriera él.

El Oba carraspeó sin abandonar el trono.

-Creo que Shyam tiene razón. Ahora no es el momento. Si necesitáis tiempo para pensarlo, no hay prisa. Las puertas de mi feudo están abiertas para cualquiera de vosotros... no importa los insultos que profiráis ahora, que acabáis de conocer sobre la muerte de Lord Stevron. Lo comprendo, pero no voy a seguir siendo el blanco de vuestras injurias. Si no vais a quedaros, será mejor que os vayáis, al menos hasta que recuperéis el sentido y os disculpéis.

Van Doren puso los ojos en blanco a Meredith. No se podía hablar de nada serio con la sátiro en ese estado. En otras circunstancias se habría llevado a la canciller a parte, le habría metido la cabeza bajo el grifo y la habría puesto en su sitio, pero estaba ansiada y necesitaba irse de allí corriendo.

-Ahora mismo me voy encantada, mi señor.

Después de todo llevaba esperando poder irse desde que había pasado las baldosas del feudo.

-¿Shyam?