Partida Rol por web

Sin pensárselo mucho, Calandra empujó la puerta para dejar pasar a la bola de luz, y esperó a que Shyam y Garin entraran. Si Damara estaba por allí seguro que podría ayudarles. Ya había vaporizado a la quimera una vez, después de todo.

Hizo una floritura con la mano para indicarles a Shyam y Garin que siguiesen la bola y se acercó a la chica. Apoyó los codos en el mostrador y la barbilla sobre las manos muertas. No tenía ni idea de libros, pero improvisaría algo.

-Hola, encanto. ¿Podrías ayudarme un momentillo?

-¿Pero qué cojones dices? -inquirió el redcap con tono irritado-. Annie, ¿tienes fiebre o qué? ¿Desde cuando me llamas Edward? Sabes que lo odio. -Eddie la sostuvo por los hombros una vez más y habló con mucha seriedad-. Mira, creo que o tu hermana negra te ha lavado el cerebro o la fiebre te ha quemado las neuronas, porque no tengo ni la menor idea de a qué vienen todas esas chorradas. ¿Desde cuando quieres casarte conmigo? Esta mañana me has dicho que no te va eso, ni los niños, ni una vida como esta. Me parece que voy a tener que darte un par de hostias para que se te pase la tontería.

-No lo se, todo es una mierda... -dijo dejándose caer sobre Eddie otra vez como si fuera un peso muerto-. Mi osteopata me odia, Freddie Mercury quiere matarme, mi negocio apesta y alguien ha dejado de pagar el gas en el feudo. Si tuviera vente años menos ya habría hecho las maletas y me habría ido a otro sitio, pero tengo el culo demasiado gordo.

- Escucha. Sólo lo voy a decir una vez. Sólo una y luego ya nunca más, así que ya puedes abrir bien las orejas. -Eddie la señaló con el dedo, tan cerca de su cara que ella podría mordérselo si quería. Su expresión se volvió concentrada, furiosa y tensa. Como si estuviera haciendo fuerza en el baño. De manera emocional y metafórica-. Te quería cuando eras una guarrilla descastada con pájaros en la cabeza, te quería cuando empezaste con el Terciopelo y te volviste tan seria y tan lista y te quiero ahora que has sabido conservar lo que te hace especial. Tienes el culo gordo. Siempre has tenido el culo gordo. Igual un poco más gordo ahora, pero yo también he ganado unos kilos, y qué. ¿Vas a rendirte ahora, sólo porque un par de quimeras te hayan dado una paliza y hayas pillado un constipado? ¿Tú? ¿Después de todo lo que has hecho? ¡Mira por la ventana! -A estas alturas, Eddie soltaba perdigones de saliva y la estaba poniendo perdida-. Ahí fuera está tu obra. Conseguiste sacarla adelante aunque yo intentara hundirla y ahora vas a hacer lo mismo aunque ese payaso de Silveth te la haya jugado. Y en algún momento me dejaré atar y me harás lo que quieras, pero no estaremos casados, no será aburrido, no será banal y no será en un puto suburbio. Si quisiera tirarme a una secretaria lo estaría haciendo ahora mismo, pero como ves estoy aquí diciéndote todas estas cosas que ya sabes porque no puedo dejar que te apagues. ¿No te das cuenta? De los dos, eres la única que aún tiene luz propia. ¿Quién me va a guiar si no eres tú, so tonta? -Eddie apretó la mandíbula y apartó la mirada-. ¡El puto día de Eddie se sincera! ¿Quién me mandaría liarme con una pooka?

Disimuladamente -todo lo que pudo dado que habían entrado los tres a la vez- el Fiona siguió la bola tratando de mantener el contacto con la vista en vez de echar a correr por la tienda.

Van Doren le obligó a volver la cara hacia ella, le limpió la saliva de los labios con la corbata y le dio un pequeño beso.

-¿Me vas a dejar que te ate? -preguntó nada más echarse hacia atrás, pero antes de que Eddie pudiera contestar, la pooka retomó la palabra-. Gracias. Estoy en mi mejor momento, solo eso. Y si tu me dices que va a mejorar me lo creo. Solo conozco a una persona más sincera que tú, y esa soy yo. Supongo que mientras tenga el culo gordo me podrás seguir sin problemas, y no estoy exactamente a dieta... Deberías llevarme a casa en brazos y cuidarme, porque me estoy planteando seriamente el dejarte por Korah. Ella me ha hecho huevos con patatas fritas y me ha dado leche con galletas, y tu te has comido mi cena.

Van Doren le miró con el ceño fruncido.

-Siento no haber encendido los intermitentes... Pero estaba muy triste. No quería preocuparte.

Eddie enarcó una ceja mientras ella parloteaba y sólo pareció ofendido de veras cuando ella dijo lo de la cena.

-¡Te esperé una hora! Después de una hora estaba en mi derecho. Iba a comprar comida de emergencia cuando te encontrara. Además, mi secretaria ha hecho la compra. No te vas a poder quejar de nada.

Se levantó, se alisó el pantalón y le tendió una mano.

-Discúlpame si no te llevo en brazos, pero estoy bastante cansado. ¿Le dices a tu vecina que te vas?

Mientras Van Doren se alejaba, escuchó a Eddie murmurar:

-La verdad es que eres un poco tonta. Mira que venir a refugiarte en la casa de al lado... Si llego a ser Silveth no lo cuentas.

Van Doren suspiró y llamó a la puerta de la habitación de Korah antes de entreabrirla lo suficiente para dejar pasar su voz.

-¿Korah? Eddie me va a llevar a urgencias a que me den algo y probablemente me quede en el hotel en el que me estoy hospedando. ¿Estarás bien si te dejo sola? Sea como sea mañana voy a ver si encuentro a Craig para traerle de las orejas, te lo prometo.

Cuando Van Doren salió hacia el pasillo, escuchó unos pasos rápidos y cómo la puerta de la habitación de Korah se cerraba. La encontró extrañamente incómoda en mitad de ella. Su amiga frunció el ceño y puso los brazos en jarras.

-Mira, perdona que te lo diga, pero he estado escuchando y no... no creo que debas irte con ese tipo. Me ha parecido oir cómo te amenazaba con pegarte. No sé si es una perversión de las vuestras o iba en serio, pero hay algo en él que no me gusta. Nunca me ha gustado. Pensaba que le habías dejado de una vez por todas por abusón y pesado, pero ya lo veo... Aquí te puedes quedar y no pasa nada, ¿eh? No tienes por qué marcharte.

-No te voy a negar que Eddie es un imbécil... Se que suena a cliché, pero ha dado un giro de tresciendos sesenta grados. Ya no es el mismo de antes. Te prometo que solo me va a acompañar a urgencias. No voy a poder dormir con esta congestión y necesito que alguien conduzca por mi. Lo de pegar son perversiones nuestras...

Van Doren apretó los labios en una sonrisa y apoyó una mano en el hombre de Korah.

-Muchas gracias por la cena, la leche y la butaca de primera. Craig se puede dar con un canto en los dientes con una madre como tu.

Korah levantó un dedo frente a Van Doren.

-Si alguna vez te toca un pelo sin tu consentimiento, dímelo. ¿Me oyes, Anne? Va en serio. Estos yuppies parecen muy normales pero luego acaban siendo unos psicópatas. ¡Te lo digo yo! -La rodeó con los brazos y le frotó la espalda-. Mejórate y cuidado con lo que haces. Ya puede tenerte entre algodones para que te recuperes bien y rápido, ¿eh?

-Claro.

Van Doren respondió al abrazo con las pocas fuerzas que le quedaban y le dedicó a Korah una sonrisa sincera y agradecida. Después de aquello la tendría en mucha más estima. Tras despedirse y esperar a que Eddie se calzase, se subieron al coche de Van Doren. La pooka no quería dejar ahí el suyo después de lo que había dicho Eddie; Silveth no era muy avispado, pero podría pensar que estaba en casa de Korah.

La chica miró a Calandra con una ceja enarcada. Los observadores menos acostumbrados a lo estrafalario de su persona solían poner esa cara: una mezcla de estupor, desagrado y confusión. En algunos podía verse un debate sobre si calificarlo de chica o de chico, aunque la dependienta de la librería no era una de ellos.

-¿Sí? ¿Qué queríais? -Se centró en Shyam, que era el más adulto de los tres y por tanto el más... normal.

La bola ululó en dirección a la trastienda.

Calandra juntó las palmas de las manos y se las llevó a la boca. Después alzó la voz y empezó a hacer florituras y aspavientos para centrar la atención de la chica en él y darles un poco de cancha a Garin y a Shyam para buscar el libro.

-¡Madre mía! Eres clavadita a una amiga mía. ¿Tú no tendrás una hermana o una madre espectacularmente joven y maciza verdad? ¿Como así de alta, con una melenaza negra que parece del pelo que usan para las extensiones de Cher, y con problemas para tragar sólidos? Y siempre con la nariz metida en un libro, vaya manera de desperdiciar esas pechugas que tiene.

-...¿Qué? ¿Eres... sois amigos de mi hermana Diana? -preguntó Purnima después de dar un paso hacia atrás-. Si la estáis buscando, no está aquí. Está en casa, creo. No le tocaba bajar hoy.

Silveth acudió aquella noche al Panhandle. No había motivos para celebrar gran cosa, ni siquiera para el grupo de Oscuros que se reunía allí. Pandora había muerto no hacía apenas tiempo y, después de todo, era su líder cuasioficial. No obstante, tal y como el Fiona esperaba, las siluetas que se recortaban sobre el banco pertenecían al grupo de marrulleros y saqueadores de San Francisco. Los ojos de los cuatro presentes se volvieron en su dirección. La nocker saltó y se presentó frente a él, muy seria y enfadada.

-¿Qué haces aquí, listillo? ¿Buscas problemas otra vez?

-No. Ni lo más mínimo.- Replico sin un atisbo de temor.- Me dijiste donde encontrar al adivino y él me dio la información que quería, hice lo que tenía que hacer...luego, ya sabes, ocho horas de sueño. Se me hizo tarde, y sabía que te encontraría aquí. -despreocupadamente continuo.-¿Qué caras más largas no? ¿Me vas a ofrecer un asiento o me sirvo solo?

Viendo que les habían cazado de lleno, y que poco podían hacer salvo correr y asustar a la muchacha, Shyam se acercó al mostrador con una amplia sonrisa.

-¡Sí! Somos amigos de Diana. Dijo que nos iba a prestar un libro y que nos pasáramos por la mañana por aquí. Era un asunto algo urgente -comentó-. ¿Seguro que no está aquí?

El tipo más marrullero y ancho de espaldas farfulló:

-¿Qué dice el maricón este?

Maggie le chistó y se volvió hacia Silveth:

-Nos debe un favor, o eso me dijo. Siéntate, anda. Pero no te creas que te vamos a dar nada gratis hoy. A Pandora le gustabas, pero a Pandora.