Partida Rol por web

Shyam localizó rápidos las coloridas alas de Calandra, y se movió hasta allí esquivando a gente.

-Ey. ¿Podemos hablar un momento? Necesito que me presentes a alguien.

Van Doren exhalaba el humo a la noche, pensativa; Greg, a pesar de ser un desconocido, le había hecho reflexionar. Durante años estuvo cambiando de cama como de ropa interior y no podía evitar que de vez en cuando aquella vida volviera a su mente para golpearla. Había cosas que echaba de menos: la emoción, la novedad... Pero la estabilidad que le habían proporcionado Eddie y el Terciopelo era algo difícil de conseguir y mantener.

No, iba a hacer nada, lo había decidido. Demasiado drama por un mes.

Van Doren acababa de dar la tercera calada cuando escuchó una voz familiar en el dormitorio.

-Aquí no se puede estar. Esto es sólo para la Madame.

Luego unos pasos que se dirigían al balcón y la sonrisa traviesa de Rose saludándola.

-Hola. ¿Te puedo pedir uno? -dijo cogiéndolo igualmente. Rose esperó a que se lo encendiera y dio una calada. Sujetaba el cigarrillo igual que la propia Van Doren, y de no ser por el pelo rojo, podría haber encarnado a la pooka en su juventud. Tenía más o menos la misma edad que cuando conoció a Eddie, cuando dejó Los Ángeles para mudarse a San Francisco, hace ochenta millones de años-. Te veo triste. La fiesta va bien. Hasta yo puedo verlo.

-¿Rose? ¿Pasa algo? -preguntó sorprendida de ver ahí a su hija cuando todos estaban abajo. Al hablar se le escapó el humo entre los labios-. Ah, si, toma.

Van Doren le dio a coger un cigarrillo de la caja y se lo encendió con un mechero. Rose tenía razón, la fiesta iba bien, aunque todavía no había terminado de explotar el glamour... Quizás tendría que bajar y enrollarse con la sátiro para dar el toque final como en los viejos tiempos.

-Estoy bien, cielo. No tienes por qué preocuparte. Solo necesitaba un descanso.

-Estoy orgullosa de todo esto -dijo Rose-. Es muy raro decirlo, ¿a que sí? Si mis padres lo vieran... Y sin embargo, me siento más afín a esto que a lo que me tenían reservado. Prefiero esta fiesta medio porno que la vida que habría tenido. -Rose se apoyó en la balaustrada del balcón y miró a las estrellas, despejadas en la noche otoñal-. Shyam me ha explicado lo que es la Banalidad y el Glamour y por qué haces lo que haces. Y yo he pensado que podría ayudaros. Si consigo convertirme en una diseñadora, me emplearé a fondo por crear Glamour para mantener vivo el mundo. Y... -Del bolso se sacó un par de papeles donde había dibujado unos diseños-. Aunque no me guste el BDSM para practicarlo, ¡me encanta el estilo! Se me han ocurrido unos trajes y me gustaría que les echaras un vistazo.

Al tocar el papel, Van Doren no tuvo duda de que habían sido realizados en un momento de gran inspiración. El Glamour se derramaba desde las páginas.

-Bueno, lo de medio porno... -comenzó pero dejó estar para que siguiera diciendo todas esas cosas bonitas.

Van Doren cogió los bocetos miró unos y otros mientras se le formaba una sonrisa en la cara.

-¡Son estupendos, Rose! Me los puedo ver puestos solo mirando estas líneas -dijo rozando el grafito con los dedos, aunque no lo suficiente como para emborronar las páginas, no deseaba estropear los diseños-. Estoy muy orgullosa de que hayas empezado a dibujar de nuevo, y de que entiendas mi mundo...

La Madame, emocionada, le dio un fuerte abrazo a Rose.

-Después de dos meses limpiando potros y pinzas de metal, como para no entenderlo... -dijo mientras devolvía el abrazo.

-Vamos a la fiesta. Todavía tengo trabajo que hacer... Bueno, espera, tengo que retocarme el maquillaje, ahora me uno a vosotros. Toma -le dijo cediéndole el látigo quimérico-. Quedas de encargada en mi ausencia.

La pooka cerró la puerta del cuarto con la misma llave con la que lo había abierto y suspiró. Necesitaba pistas, y para algo había estado estudiando diferentes formas de adivinación en sus tiempos libres. ¿Y si no lo usaba en su beneficio para qué le servía? Van Doren encendió la radio y sintonizó KFAX, una radio religiosa de San Francisco que existía en el aire desde tiempos inmemoriales, esperando tener una epifanía. No sería la primera vez que la voz de un comentarista se había dirigido directamente a ella para decirle algo.

"¡Qué el señor esté contigo!"

-¡Amen!

Van Doren esperó a que dijeran el número de contacto y llamó para que le pasaran con el presentador del programa de madrugada.

-Señor Edwards, hola, si, me llamo Vanessa. Si, es un placer. Verá, he preparado una vigilia esta noche para velar por las almas perdidas. Como sabrá en San Francisco hay mucho pecador... Si, una desgracia. El caso es que a la vigilia le falta algo y no se que es, y quiero que sea un éxito para que nuestra voz se una y le llegue al Señor.

-Dios esté contigo, Vanessa. Me alegra saber que hay almas puros ahí fuera, en estos tiempos de perdición, preocupadas por que el resto llegue a buen puerto. Alabo tu iniciativa y te envío mis buenos deseos, a ti y a quien esté contigo.

Las almas perdidas necesitan ver el camino, Vanessa. Las almas perdidas precisan de un alma bondadosa que les muestre el camino de vuelta a Jesús. Pues en nuestra ignorancia y en nuestra debilidad causamos daños a nosotros, a nuestras familias, a nuestro prójimo. Es preciso que nos ayudemos los unos a los otros y nos insuflemos la palabra del Señor. Volver sobre nuestros pasos, buscar el momento en que renegamos de Dios y subsanarlo. Pues no debemos olvidar lo que nos llevó a pecar, porque gracias a ello lograremos invertir el mal y transformarlo en bien. ¡Regocijaos aquellos que me escuchen! Todo tiene solución mientras hay vida. Cualquier alma con disposición a escuchar puede ser salvada. ¡Abandonad vuestro pecado! ¡Abandonad vuestros vicios! Pues cuando cerrasteis los ojos a la dicha divina os apartásteis del camino, ¡pero aún podéis abrirlos de nuevo! ¿Y qué hay más digno de Dios que el amor y el perdón? ¡Llévalos a un renacer, a un nuevo inicio! Nunca es tarde.

Van Doren bajó abajo y se paseó para comprobar que todo seguía en orden.

Cuand Eddie le rodeó con el brazo, Calandra soltó la mano de Craig y le dejó volar libre. Aceptó el billete, aunque no tenía muchas ganas, y le devolvió la sonrisa.

-Lo mismo digo, señor Eddie -respondió-. Oiga, ¿lleva usted un machete debajo del abrigo, o es que me ha cogido cariño?

Esperaba que Eddie no se enfadara, pero por si acaso Shyam se estaba acercando. Le saludó con la mano.

-A quien tú quieras, cielo. Calandra está muy bien informada.

Shyam saludó también a Eddie y luego buscó con la mirada a la nocker que pululaba por allí para señalársela a Calandra.

-¿La conoces? Necesito un apaño para mi nueva mano -Y dicho aquello le enseñó la diestra, que estaba vendada hasta los nudillos y en el centro, donde deberían estar los dedos corazón y anular.

-El otro día no te parecía tan gracioso el machete, ¿eh? -dijo, perdiendo fuelle. Parecía que esperaba otra respuesta.

Soltó a Calandra y le dio a Shyam de una palmada en la espalda.

-¿Todo bien? ¿Cómo llevas la mano? -Cuando le respondió, acudió a la barra-. A ver qué ha comprado la araña.

Cuando Van Doren bajó, una escena en especial parecía haber llamado la atención de gran parte de la audiencia. En una de las mazmorras, dos dom (hombre y mujer) jugaban con dos sub mixtos con gran maestría. Habían realizado un intrincado juego de cuerdas para tenerlos justo donde querían. La escena parecía a la mitad y la intensidad del juego subía, no por el nivel de dolor, sino por el erotismo que inspiraban, electrizando la habitación.

Craig estaba allí, mirando desde una esquina muy concentrado. También Greg. Al llegar ella, el humano asintió con deferencia.

Van Doren sonrió satisfecha a Greg, pero a quién se acercó fue a Craig.

-Craig, espero que esto no esté causando en ti secuelas irreparables... No se si es una buena idea que estés haciendo ronda por aquí abajo... -le dijo al oído para no romper el ambiente.

-¿Secuelas irreparables? -susurró-. No, señora Van Doren, no se preocupe. Ya han dicho que todo es consensual y parece... curioso. Mi madre me daba a entender que era mucho peor, como tortura de verdad o algo así. -El chico sonrió-. Por lo que he visto hay cosas que duelen mucho, pero esto está bien. No parece demasiado malo.

-Madame, soy Madame, no... Eso -contestó disgustada. Ella no era ninguna señora-. ¿Qué excusa le has dado a tu madre?

-Perdón, es la costumbre. Pues le he dicho que iba a darme una vuelta, que soy mayor de edad y que puedo hacer lo que quiera. Ha dicho unas cosas bastante feas sobre Cal, pero... -Craig se encogió de hombros-. No le diré que he estado aquí, no se preocupe. Probablemente crea que he ido al Castro. Y desde luego que no se va a acercar a mirar.