Partida Rol por web

Domingo, 25 de noviembre de 1984 - 13:15

Calandra se encontró con Craig en el Chainges, que de diario era más una cafetería que un club de baile. De alguna manera se las arregló para hacer su cita comprensible. Allí estaba, quince minutos tarde y despeinado por el viento, con las mejillas encendidas y heladas por el viento de finales de noviembre.

Le dio un beso antes de sentarse sin dejar de mirarlo todo a su alrededor. En la barra estaba Héctor, uno de los camareros, cuyas patas de sátiro asomaban bajo las bermudas. Los ojos de Craig se abrieron tanto como su boca.

-¡Ni te imaginas lo que he visto viniendo para acá! La ciudad está completamente cambiada. ¡Es asombroso!

Cuando le vio entrar pidió una cerveza al camarero por señas. Recibió a Craig con una sonrisa y le puso el dedo índice en la barbilla para cerrarle la boca.

-Mi pan de cada día, tesoro. Perdona lo de esta mañana, estoy teniendo un día de locos.

Craig le tomó la mano y la besó cariñosamente.

-No importa. La próxima vez me gustaría acompañarte, si puede ser. No sabes lo mal que lo he pasado en casa pensando en que había alguien intentando matarte a ti y a tus amigos o algo así... -Le besó la palma y la apretó contra su mejilla-. ¿Puedo ir la próxima vez? ¿Por fa?

Soltó una risita que disimuló bastante bien el temor que le causó imaginar a Craig mezclado con espadas, batallas y los Oscuros, y apoyó la barbilla en la mano que le quedaba libre como si se lo estuviera pensando.

-Hmmmmm... Bueno, a mí no tienes que preguntarme, no soy nadie para prohibirte hacer nada. Van Doren sí. Me ha dicho que le tengo que pedir permiso para pasar tiempo contigo y llevarte a cualquier lado, así que se lo puedes preguntar a ella.

-¿En serio? -Frunció el ceño-. Bueno, pues espero que le hayas dicho que no piensas pedirle permiso. O sea... La señora Van Doren es la señora Van Doren, pero creo que habíamos estado de acuerdo en no dejar que nadie, ni siquiera mi madre, se metiese en si debíamos vernos o no.

Sabía que se le había puesto una sonrisa bobalicona en la cara, y aunque se sentía culpable por estar sonriendo después de que hubieran matado a Bernardette y los otros, no lo podía evitar.

-¿Quieres venir a una fiesta el viernes? -preguntó de pronto.

-Claro -respondió Craig con una cara muy parecida a la que debía de tener él-. ¿Sabes? Me gustabas mucho antes, pero ahora eres... ¡jo! Es muy raro descubrir que tu novio es un chico mariposa y que tiene unas alas tan bonitas. Y esas antenas te quedan genial. Tienes que contármelo todo, Cal, todo lo que no sé. ¿Hay muchos hombres cabra y muchos hombres mariposa? ¿Hay muchos palacios y castillos? ¡Me ha parecido ver a un gnomo viniendo hacia acá! Es todo maravilloso y necesito saber. Es como un cuento, ¿sabes? Como un sueño. Parece que en algún momento sonará el despertador y volveré a mi cama y nada de lo que haya ocurrido será real. -Craig pareció invadido por una súbita angustia-. Pero es real, ¿no?

Calandra puso su mano sobre la de Craig y le dio unos golpecitos, inclinándose hacia él.

-Muy real, tesoro, y puedes matarnos si vas por ahí diciendo esas cosas. ¿Es que no has visto Peter Pan? Pero no te preocupes, que yo te lo explico todo. -Se recostó contra el respaldo y levantó la mano para señalar a Héctor con el dedo índice y la muñeca muerta-. Eso de ahí, saluda, Héctor, es un sátiro, y si alguno intenta cantarte algo al oído tienes que decírmelo inmediatamente para que me ponga a partir caras. Shyam... Andrew, es como una especie de rey o alguna mierda así. Estoy bastante seguro de que estuve casado con él en una vida pasada. Mi amiga Damara no tiene dientes. Es... muy popular. Y Van Doren es más o menos como yo, pero yo soy muchísimo más mono. Aunque ella ve el futuro (o bueno, eso dice) y tiene colmillos venenosos, así que... -dijo, moviendo arriba y abajo las manos con las palmas hacia arriba, como los platos de una balanza-. Y su novio, Eddie. Come carne humana. Bueno carne y hueso y lo que le eches. Es un tío muy divertido. ¡Ah! Y tengo una espada, ¿quieres ver mi espada?

Craig tomó nota y asintió, extasiado, hasta que llegó a la parte de Van Doren. La mención de los colmillos venenosos le hizo fruncir al ceño, pero la idea de que el señor Castle, el novio de la señora Van Doren cuyo coche caro aparcaba a veces delante de su casa y saludaba con desdén a su madre cuando vigilaba tras las cortinas, fuese un caníbal, pareció revolverle el estómago. Ni la idea de que Calandra le enseñara la espada le animaba demasiado.

-¿Pero va en serio? ¿No me estás metiendo una bola?

-¿Cómo? ¿No me crees? -Calandra se llevó la mano al pecho, haciéndose el ofendido-. Pregúntale a cualquiera. Mira, pregúntale a Héctor, que está ahí, cómo es la boca de un redcap. Pero una cosa te advierto, Eddie va a estar en la fiesta el viernes, así que cuidado con lo que dices delante de él, que es mi jefe.

-Pero la señora Van Doren es buena, no saldría con un caníbal -contestó, aún pálido-. Además, es un hombre de negocios. No, no es un caníbal.

-Sí, un tiburón de los negocios. Me pregunto dónde aprendería a aplastar y nutrirse de los que son más débiles que él. Aw, pero no te preocupes, cielo -dijo, y se estiró para coger a Craig de la mano-. A ti no va a hacerte nada. Van Doren cerraría las piernas y tiraría la llave. ¿Qué más cosas quieres que te cuente?

-¿Cómo se convierte uno en hada? ¿Podría hacerlo yo también, o es una cosa con la que se nace? -preguntó, interesado.

-Bueno, no puedo hablar por otras personas, pero para ser tan espléndido como yo tienes que nacer así. Deberías preguntarle a Van Doren, se le dan mucho mejor todas estas chorradas mágicas. O puedes buscar un hada de las de antes que te arranque el alma y se quede con tu cuerpo, pero no hagas eso. Quiero el paquete completo.

-Humf. ¿Me enseñas la espada?

-Claro -respondió con una sonrisa, y empujó el servilletero hacia él-. Cógela tú mismo. Está aquí dentro.

Craig, no muy seguro, metió los dedos en el servilletero hasta palpar la empuñadura de la espada. Sorprendido y maravillado, tiró de ella y se encontró con la resplandeciente hoja del pooka ante él.

-¡Wow! ¡Magia!

-¿Eso? Ah, qué va. Eso es sólo mi pobre espada. Tírala por ahí cuando te aburras. Y cuidado a dónde apuntas, ¿eh? Eso mata.

Craig miró la hoja de cerca y pasó los dedos por ella como si aún no creyera su tangibilidad. La respuesta fue un corte en la yema de los dedos.

-¡Au! -Se chupó la sangre que fluía de ellos mientras le tendía la espada de nuevo a su dueño-. Vaya tontería...