Partida Rol por web

5 de noviembre de 1984

El cine porno apestaba a sudor y a semen, a saliva y a tapizado sucio. Unos quince hombres se habían acercado al cine aquella noche en busca de un polvo rápido o emociones más fuertes, y para cuando la primera de las películas terminó, la mayoría había iniciado algún tipo de maniobra sexual solos o en compañía. El joven llevaba un rato con la mano en una bragueta ajena. Las cosas se habían calentado bastante y ya no bastaba con eso. Necesitaban encontrarse piel con piel, a solas, rápido. Ya.

Bajaron la leve pendiente de la sala hasta la salida de emergencia y salieron aun sabiendo que no podrían volver a entrar. Pero, ¿para qué volver, cuando la emoción que buscaban estaba ya al alcance? El joven sintió el aire frío en la cara notó que las pálidas mejillas se le sonrosaban, pero eso no le arrebató las ganas. Su acompañante tampoco parecía dispuesto a echarse atrás. El callejón era tan sórdido como esperaban, con su contenedor maloliente tras el cual podrían follar sin que nadie los viera. Tampoco es que a la una de la mañana hubiese mucho tránsito junto al cine porno.

Los preliminares ya estaban hechos de sobra. Los dos se bajaron los pantalones y se miraron intensamente. El otro se escupió en la mano y el joven se dio la vuelta. Pero antes de seguir, el otro murmuró:

-No tendrás nada, ¿no?

-¿Qué? -preguntó el joven pálido-. ¡No!

El otro no avanzó. Dudaba.

-Oye, mírame, estoy bien -dijo-. Soy joven. -Se palmeó el pecho como si intentara demostrar lo recio de su constitución-. Sigue, venga.

El joven giró la cabeza hacia el fondo del callejón. El otro hizo lo que le pedía y él se mordió el labio. Distinguió en la oscuridad el resplandor de unos huesos negros a la luz de la luna. Escuchó el sonido de una risita y el de una capa al ondear.

Está creciendo, pensó.