El baile de los sueños

A pesar de que la posada se había vuelto un lugar algo tenebroso y siniestro desde el extraño suceso que había provocado que varios de los huéspedes y del personal cayeran repentinamente dormidos, el desván parecía ser un lugar tranquilo. Lejos del azulado y sospechoso fuego helado de la chimenea, y acondicionado a medias por la joven muchacha. Los desvanes no solían ser sitios muy agradables, pero Sophia, con su teatro, había logrado dar un aire acogedor al lugar, especialmente dadas las circunstancias.

Sophia apagó la luz ya de por sí exigua de la lámpara que iluminaba el desván y encendió con un fósforo los farolillos del teatro que proporcionaban un aspecto espectral y permitirían cobrar vida a las sombras que proyectaban las figuras. Con una sonrisa de emoción en los labios hizo girar la manivela que hacia que las figuras se movieran y con su suave voz comenzó a narrar la historia.

Sophia comenzó narrando el viaje de un joven por Europa, describiendo una ciudad que para Eamon resultó ser bastante familiar. No tardaron en darse cuenta que la joven hablaba de París, el fondo sobre el que se proyectaban las sombras recordaba a los edificios y parques de aquella ciudad. El protagonista de la historia, un artista dedicado al teatro, contemplaba cosas asombrosas que poca gente tenía la suerte de presenciar: bailaba con reinas en Versalles y el Palais Royal, donde presentaba sus obras y recibía alabanzas.

—Su vida transcurría como si fuera un sueño —narraba Sophia—. Pero llegó la revolución francesa, con fuego y explosiones, y los que cantaban y bailaban acabaron muertos en una cuneta.

El fondo del escenario mostró una París bien distinta, con fuego en las calles y gente armada. Las siluetas cambiaron las guitarras y las flores que le lanzaban al artista por bayonetas y antorchas. Una gran sombra se convirtió en una guillotina, y el protagonista logró huir corriendo por el filo de su peligrosa hoja. La voz de Sophía había adquirido un tono más grave y preocupado, acompasándose a las imágenes que mostraba su teatro.

—Nuestro héroe regresó a su hogar en una ciudad del norte, sin zapatos, pobre y enmudecido. La casa que lo vio nacer había quedado reducida a cenizas y su familia había desaparecido —la silueta se arrodilló en la calle, suplicando mientras otras siluetas que pasaban iban lanzándole monedas —. Nadie sabía que en su día se pronunció su nombre en los mayores palacios de Europa.

Era increíble la precisión de los movimientos del teatro de sombras, sustituyendo los fondos y moviendo las siluetas conforme Sophia hacia girar la manivela. La muchacha se había relajado sentada en una silla y miraba al techo mientras narraba la historia con voz grave.

—Pronto empezó a ver cosas que nadie más veía: criaturas que lo acechaban, que volaban y se arrastraban —unas siluetas con forma de monstruos aparecieron en la escena girando alrededor de la figura principal—. Se le aparecieron los Invisibles. Pero cuando trató de contárselo al resto, se mofaron de él e incluso le dieron una paliza —varias figuras humanas aparecieron para golpear a la del protagonista, hasta que una última figura se acercó a consolarlo. La voz de Sophia se hizo más suave y el fondo se desplegó descubriendo una casa hermosa y adinerada—. Pero un hombre le recogió de la calle y le ofreció un baño y ropa nueva. El hombre se llamaba Albert, y su mansión era un lugar de amor y música. Nuestro joven héroe interpretó allí sus obras y cantó para Albert durante días y noches, comiendo fruta y bebiendo vino. Albert le presentó a sus amigos. En los sueños del joven, todos bailaban juntos. Pero los sueños mienten.

»Fuisteis vosotros. Vosotros me trajisteis aquí. Me invitasteis a sentarme y hablar. Conversamos sobre el futuro del mundo. Tengo derecho a negarme. Me lo dijisteis, sonriendo. Y entonces me descuartizasteis como a un cerdo colgado del techo. Enterrasteis mi cuerpo en terreno impío, sin sacerdote ni consagración —la voz de Sophia se volvió gradualmente más profunda y fuerte, todos se dieron cuenta de que no era su voz, sino la voz de un hombre que resonaba como si procediera del interior de un agujero. Sophia tenía la mirada clavada en el techo y su cuerpo había perdido toda la tensión, a excepción del brazo que continuaba haciendo girar la manivela como si se moviera solo, suspendido del techo por hilos invisibles—. Y ahora los sueños son lo único que me queda. Contemplo al público del Palais Royal, bailo con una princesa, degusto una tarta, te miro a los ojos, Albert, y dejo que tomes mi mano sucia. Me citáis en la posada de Pyri. Me hacéis una propuesta malvada, y yo me niego. Me descuartizáis. ¡Grito! ¡No quiero morir! Al menos habéis vuelto. Bienvenidos.

Aquella última palabra resonó en la habitación, prologándose como un mal sabor de boca. El edificio entero comenzó a temblar y un olor a podredumbre invadió sus fosas nasales. La figura que había protagonizado la historia comenzó a crecer hasta salir del teatro de sombras y tomar la forma de un cuerpo espectral que se lanzó hacia ellos alzando unos brazos fantasmagóricos.

Eamon observaba como las sombras se movían al compás del relato que la chica contaba. Por unos instantes quedó hipnotizado por la magia del escenario y por la maestría de la joven hasta el punto que olvidó su nerviosismo anterior. Súbitamente la voz de la chica cambió, se hizo más grave, tanto que sintió la vibración dentro de sí mismo. De repente su ansiedad volvió y se puso en alerta agarrando con fuerza su puñal escondido. Cuando la sombra se hizo enorme y invadió toda la habitación la ansiedad se transformó en pánico e instintivamente sacó el puñal de su escondite. 

-sabía que no podía fiarme, malditos demonios!

El sacerdote escuchó la historia fascinado, al mismo tiempo le asombró la habilidad que tenía Sophia para manejar todo aquel instrumental. Todo parecía discurrir en un excelente ambiente hasta que todo cambió.

El sacerdote, que venía de sufrir una situación complicada que lo había llevado al límite de sus nervios, se levantó de su asiento en cuanto el edificio comenzó a temblar y una de las sombras del teatro empezó a crecer. En un instante, Víctor llevó una de sus temblorosas manos al bolsillo y, sacando su biblia, se la mostró al fantasma que acababa de aparecer. La utilizaba como si de un talismán protector se tratara, esperando que aquella acción pudiese protegerlo de alguna forma del mal que se había formado frente a él.

—¡Atrás!— le gritó

Kiran se llevó a la mano al revólver. La obra había empezado a ponerle los pelos de punta, pero el último acto le habría hecho saltar de no ser por la presencia de Alex. Tengo que cumplir mi promesa, se dijo a sí mismo, tengo que permanecer en pie y ser su escudo.

Ser su espada.

Alzó el revólver sin apartar la vista del espectro. Le temblaban las piernas, pero trató de mantener el pulso firme. Ambas manos sobre el arma. Sabía que las balas eran inútiles, pero servía a su propósito de dotarle de un aura amenazante y protectora. Si quería dañar a alguien, tendría que pasar por encima de su frío cadáver.

—¿Te crees que eres el primer espectro que me encuentro?

La representación estaba resultando muy entretenida para Lotta. Todo estaba yendo bastante bien, incluso la escritora no dejaba de admirarse del dominio que Sophia tenía del teatro de sombras. Pero de repente todo cambió. Desde el tono de la obra, que pasó de ser feliz y alegre a un tono más oscuro, hasta la misma voz de la joven que contaba la historia.

Lotta sintió un estremecimiento a medida que la historiase volvía más oscura y más trágica; y sintió cómo todo el vello de su cuerpo se erizaba al escuchar la profunda voz masculina salir de la boca de Sophia. Pero lo peor vino cuando una de las sombras que formaban el espectáculo comenzó a crecer a la vez que toda la posada parecía temblar.

De un salto la escritora se puso en pie, alejándose lo que pudo de la mesa donde reposaba el teatro y de la sombra que se mostraba amenazante. Pero la curiosidad innata de Lotta era mucho mas fuerte que su miedo.

—¿Quién es Albert? —preguntó, a la sombra o quizás simplemente al aire—. ¿Ya habías estado aquí con anterioridad? —La última pregunta sí iba dirigida al espectro ya que había nombrado al anterior propietario.

A pesar de sus preguntas, Lotta se había alejado lo que pudo. En su cabeza no dejaba de resonar el consabido refrán: «La curiosidad mató al gato».

La sombra pasó ignorando las preguntas de Lotta y las palabras de Kiran y del padre Simonsson. Su figura fantasmagórica se lanzó aullando contra el grupo y los atravesó como si fueran de aire. Inmediatamente sintieron un frío intenso que pudieron superar en cuanto la sombra desapareció atravesando también la pared del desván, disolviendo los últimos jirones de su cuerpo espectral como si fueran humo. Un escalofrío recorrió sus cuerpos pero se recuperaron rápido. A excepción de Eamon que se quedó como congelado, incapaz de moverse. 

Sophia se recuperó de golpe, tomando una fuerte bocanada de aire y levantándose de un salto de la silla. Había recuperado el control de su cuerpo pero estaba conmocionada y no tardó en romper a llorar. Se la veía asustada, tiritando de miedo y desconsolada. La niña no tenía ni idea de qué había ocurrido, pero había sentido todo el mal y el odio que ellos mismos habían podido ver. Aquel era un vaesen peligroso. 

Víctor giró la cabeza hacia un lado, mantuvo los ojos cerrados y aguantó la respiración con los dientes apretados en cuanto vio a ese ser fantasmal dirigirse hacia él, como cualquiera que espera aguantar un daño cuando es golpeado, Pero solamente sintió un helado escalofrío. El espectro desapareció de la habitación.

El sacerdote abrió los ojos y, con la respiración agitada, observó que Sophia había vuelto en sí, comenzando a llorar. Con rapidez Víctor se acercó a la muchacha para comprobar su estado de salud e intentar tranquilizarla.

—Tranquila,.. tranquila,.. ya ha pasado todo, Sophia, ya ha pasado todo..— le dijo mientras le cogió la mano y comenzó a acariciarla, con el fin de que ese contacto pudiese ayudar a calmarla.

Aprovechó ese momento para echar un vistazo a sus compañeros y comprobar, también, cómo estaban ellos. Todos ellos pudieron ver la seria cara de preocupación y miedo del sacerdote después de la escalofriante experiencia que acababan de vivir. 

Eamon vio venir al Vaesen, no se puede decir que le pillara por sorpresa, tenía agarrado el puñal con fuerza preparado para usarlo, pero en cuanto la sombra creció e invadió todo el techo quedó paralizado por el miedo durante un par de segundos. Justo cuando volvió en sí dispuesto a atacar el vaesen lo atravesó a toda velocidad sin dejarle tiempo de reacción. Lo único que pudo hacer es saltar de la caja en la que estaba sentado y quedarse sentado pegado a la pared, en posición fetal. Su cuerpo había quedado paralizado, no solo por el miedo sino también por un por un frío helado, si alguna vez existió un infierno helado Eamon lo estaba sintiendo ahora mismo. La cara se había vuelto pálida y una parte de su cabello se había vuelto gris.

-algún día lo pagarás maldito demonio.- decía mientras le temblaba la boca y las palabras salían tropezando unas con otras. 

Ante la visión del vaesen acercándose hacia ellos, Lotta reaccionó cerrando los ojos y estirando sus brazos hacia adelante, como si de alguna forma quisiera detener al recién aparecido espíritu. Pero nada sucedió aparte de un helador escalofrío que la recorrió cuando el vaesen la atravesó.

Abrió los ojos justo a tiempo de ver cómo el espíritu se desvanecía al traspasar la pared del desván. Y con la desaparición del espectro todo su cuerpó recobro poco a poco su calor natural. Había sido una experiencia desagradable pero increíble. Fue el llanto de Sophia el que consiguió sacarla de sus pensamientos y, al igual que había hecho el sacerdote, la escritora también intentó calmarla.

—Tranquila Sophia... —solapó su voz a la de Victor—. ¿Nunca antes te había pasado algo parecido cuando representabas la obra?

Lotta y su eterna curiosidad que ni en los momentos en los que la joven necesitaba calma era capaz de aguantar.

Kiran vio cómo a su espalda el bravucón Eamon y el padre Simonsson temblaban como flanes de huevo. Él, que se mantenía erguido e impertérrito, les dirigió una mirada tranquilizadora. Algo raro en el criado, pero aún así lograba transmitir algo de calidez.

—¿Cómo decía aquel salmo, padre? "Aunque camine por el valle de sombras y muerte, no temeré mal alguno porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento". Vamos, no es momento de desfallecer. Tenemos una misión.

A Kiran no le gustaba demasiado rememorar su infancia con los misioneros, pero no podía negar esa parte de sí mismo.

Lograron aguantar el tipo ante la siniestra presencia de aquel vaesen, aunque Eamon fue quien más lo sufrió. El francés ya estaba alterado tras los sucesos abajo en el salón, y aquella aparición repentina le impactó hasta el punto de volver grises algunos de sus cabellos. Kiran, que había aguantado el tipo con mejor temple, trató de decir unas palabras reconfortantes.

Mientras Eamon se recuperaba, Lotta y el sacerdote se encargaron de Sophia. La muchacha estaba asustada, lloraba a moco tendido y se mostraba confusa. Apenas sí pudo responder a las preguntas que le hicieron, y lo hizo balbuceante para expresar lo mucho que echaba de menos a su madre. Unas gruesas lágrimas caían por sus mejillas sin consuelo.

No parecía que las palabras surtieran efecto y Sophia seguía llorando sin encontrar consuelo alguno. La escritora podía entenderlo ya que la joven creía que, una vez realizada la función, todo se solucionaría; pero en cambio lo único que se había conseguido había sido que el vaesen responsable apareciese.

—Tranquila. Vamos Sophía... Ya se ha ido... —repitio Lotta, pero en ningún momento se acercó a la joven que aún tenía su mano entre las del sacerdote.

Por un instante la escritora dejó de prestar atención a Sophia para mirar a su alrededor, a sus compañeros. Todos parecían estar más o menos bien pero Eamon... El pobre hombre estaba sufriendo lo suyo, aterrorizado y temblando, y seguramente él también necesitaría unas palabras de ánimo. Pero antes había que calmar los llantos de Sophia.

Víctor agradeció las palabras de Kiran a la vez que se sintió ligeramente sorprendido por ello. Esto hizo que entendiera por qué Alex lo había contratado como su criado. 

Con la mano de Sophia entre las suyas, Víctor intentó disimular su preocupación, para no asustarla de más y le siguió hablando:

—Tranquila, ya estás a salvo, ya estas a salvo,.. estás con todos nosotros,..— entonces mirando a cada uno de sus compañeros continuó —..¿Ves?... estás con nosotros, y vamos a intentar acabar con el ser que está causando todo esto,..¿vale?..— le dio entonces un par de suaves golpecitos en la mano que le sujetaba —..pero antes necesito que nos respondas a unas cuestiones..— a continuación miró a Lotta para que se acercara a hablar con Sophia —..habla con la señorita Sjöberg, por favor— y soltando la mano de la joven, Víctor se dirigió a comprobar el estado Eamon.

Víctor esperó que nuestras palabras calmaran un poco a Sophia y pudiésemos obtener más pistas sobre el espíritu maligno que estaba causando todo aquello.

El sacerdote se sentó junto a Eamon y agarrando su brazo intentó tranquilizarle.

—Hey,.. Eamon,.. ya ha pasado todo, necesitamos tu ayuda, Eamon,.. vamos a cazar a ese ser, ¿me oyes?..vamos a cazar ese ser ¿vale?, no nos falles ahora,..te necesitamos—

Había que actuar con rapidez, pues también recordó que habían dejado en el piso de abajo a varias víctimas y desconocía cómo estaban.

Se centraron en Sophia, pero Victor tuvo un momento para acercarse junto a Eamon y dedicarle unas cuantas palabras tranquilizadoras que sirvieran para animarle. El sacerdote sabía cómo hacerlo, una mano amiga en el hombro y unas palabras calmadas. Esta vez fue mucho más convincente que cuando lo había intentado anteriormente, y logró que Eamon se relajase y  respirase hondo para recuperarse del susto. 

Sophia sollozó un poco más. Sorbió por la nariz y asintió a las palabras de Victor. Estaba dispuesta a que le preguntaran lo que fuera. Pero antes de que Lotta pudiera hacer ninguna pregunta se lanzó sobre ella y la abrazó con fuerza. Por alguna razón, la escritora se había ganado la confianza de aquella niña. Entre sus brazos, Lotta sintió como la muchacha temblaba, y como se fue calmando gracias a su tranquilizadora presencia. 

Eamon quedó sentado en su rincón de la sala con la respiracón acelerada y mirando al vacío hasta que las palabras del padre Simonsson le hicieron volver en sí. Poco a poco recobro la tranquldad al ver que ya había pasado todo y no había rastro del Vaesen. Parecía que había subido la temperatura de la habitación y recuperó un poco de color en las mejillas. Respiró profundamente y respondió al padre:

-Me encuentro mejor, gracias. Solo necesito unos minutos. Debemos cazar a ese ser, sino el nos cazará a nosotros, no hay que tener compasión.

Kiran se mantuvo al margen. Sabía que su carácter huraño sería más un estorbo que una ayuda, especialmente en una situación tan delicada como aquella. En su lugar, permaneció alerta, buscando indicios del paradero del espectro, pues temía que siguiese rondando mientras trataban de reagruparse y obtener información.

—¿Qué sabemos del espectro? ¿Es posible que se trate del protagonista de la historia? Si es así, probablemente buscará justicia o reconocimiento. Parece tener una personalidad algo teatral.

Lotta se quedó paralizada cuando Sophia se abrazó de forma repentina a ella. No estaba acostumbrada a esas muestras tan espontáneas y no supo muy bien cómo reaccionar. Abrazó a la chiquilla y le dio unas palmaditas en la espalda intentando que se calmara del todo.

—Ya está Sophia... Ya pasó —dijo, empleando el tono más suave y dulce del que fue capaz—. Pero tienes que contarnos si esto ya había pasado en alguna otra ocasión —Lotta, apoyando sus manos en los hombros de Sophia se agachó hasta que sus caras quedaron a la misma altura—. ¿Oíste alguna vez hablar de los vaesen? ¿Sabes quién podía ser ese espectro que ha escapado?

Eran muchas las preguntas que se debían hacer aunque la escritora dudaba que Sophia pudiera contestarlas.

—¿Por qué tu padre está convencido de que todo lo que sucede es culpa de tu madre?

Lotta miró a sus compañeros esperando que ellos también preguntaran.

Alex aún estaba tratando de organizar sus ideas con lo que acababa de presenciar. Aquello había sido horrible pero por suerte no habían herido a nadie, al menos no entre ellos. Finalmente se recompuso un poco y comenzó a pensar en el siguiente paso a dar.

-Ha dicho que lo descuartizaron en la posada y que lo enterraron en terreno impio-dijo el detective-. Quizás sea un espiritu molesto por ello, deberíamos buscar sus restos. Puede que aún queden huesos enterrados en algún lugar del terreno que rodea la posada... es lo único que se me ocurre, pero si dejamos que siga haciendo esto y utilice a la pobre Sophia para sus "representaciones" puede que la próxima vez sea más peligroso-sugirió.

Víctor escuchó las preguntas y deducciones de sus compañeros, en esos momentos todos estábamos tratando de averiguar a qué nos íbamos a enfrentar y la razón de por qué el vaesen actuaba de esa forma.

—Sí, es posible..— le dijo a Kiran —..tal vez los horribles sueños que tienen los huéspedes sean visiones del asesinato en cuestión..— continuó hablando —..pero, qué relación hay entonces con este lugar, por qué ataca esta posada— de repente una idea se le cruzó por la cabeza y, alejándose de Sophia para evitar que lo oiga, dijo —Tal vez,…quizás,..la madre tenga algo que ver en ello, o sea algún testigo..—

A continuación le respondió a Alex —Muy buena idea, posiblemente sea una solución, pero desconocemos si el asesinato se cometió aquí. Tenemos que saber más—

Tras esto se dirigió junto a Sophia esperando que pudiese responder a las preguntas formuladas, o nos pueda ofrecer alguna pista que seguir.