Partida Rol por web

Kiran y el sacerdote se habían quedado con los Harjula en la habitación, habían dejado la puerta abierta por lo que ambos podían escuchar los intentos infructuosos de sus compañeros por abrir la puerta. Tanto Eamon como Alex zarandearon la puerta con fuerza pero esta resistió sin inmutarse. Era una puerta maciza y resistente, echarla abajo no parecía tarea sencilla para ellos. Lotta probó algo más sutil, intentando usar sus horquillas del pelo para forzar los goznes de la cerradura, pero le faltaba práctica en ese asunto. Alex se percató de que tenía un juego de ganzúas en sus bolsillos, que podrían servirle para seguir con los intentos de la escritora, ella que además tenía más experiencia en ese campo. 

-Venga, un último intento...-dijo probando una vez más con las ganzuas. Pero no, aquella puerta parecía no querer abrirse, por lo que volvió a sacar su revolver dispuesta a abrirla a balazos si hacía falta.

Eamon estaba empezando a perder la paciencia y volvió a patear la puerta pero la puerta seguía sin abrirse. Parecía cosa de magia, no podía ser que fuera tan resistente. 

¿Estaría el vaesen protegiendo de alguna forma aquella habitación e impidiendo que ellos pudieran entrar? Esa era la pregunta que Lotta se estaba haciendo al comprobar como ninguno de ellos era capaz de abrir aquella maldita puerta. Ni empleando la fuerza ni empleando destreza. Era desesperante.

Pero si algo tenía la escritora era su cabezonería y, tras los distintos intentos de sus compañeros se dispuso a probar de nuevo ella. La horquilla que había utilizado con anterioridad había quedado un poco doblada; así que, tras dejarla a su gusto, se agachó de nuevo ante la cerradura y comenzó a hurgar en ella. Esperaba que tras los golpes recibidos y el resto de tentativas en esa ocasión lo conseguiría.

Victor escuchó los intentos que sus compañeros efectuaron con la intención de abrir la habitación de Nora. Miró a Sophia preocupado por si ella también había llegado a oír el jaleo. Entonces se acercó a ella, que seguía sentada a un lado de la cama, junto a su padre.

—Tranquila, mis compañeros saben lo que se hacen, sabes que es imperativo que entremos en esa habitación a investigar para averiguar qué está ocurriendo, así que no te preocupes. Quédate cuidando de tu padre, el quería lo mejor para ti—

Alex sacó sus ganzúas y trató de forzar la cerradura, pero ni con esas logró abrirla. No sabían si era cosa del vaesen, si eran los nervioso, o si la dichosa puerta contaba con una cerradura que ya querrían para sí muchos bancos. Cuando Alex se dio por vencida sin haber logrado ningún éxito, Eamon se acercó y le propinó una patada a la puerta que no sirvió más que para que el vagabundo se hiciera daño y se retirara cojeando y maldiciendo. No solo la cerradura era buena, sino que además la madera era maciza y los goznes estaban bien armados en su sitio y no querían vencerse. 

Lotta volvió a probar suerte con su horquilla. Hurgó en la cerradura subiendo y bajando, moviendo a derecha y a izquierda, sintiéndose cada vez más frustrada hasta que al final escuchó un clic y al girar el pomo de la puerta sintió la liberadora sensación de victoria al abrirse la maldita puerta. Habían tenido que sudar para lograrlo, pero la puerta al fin estaba abierta. La habitación estaba a oscuras, y desde el interior les llegaba el fuerte olor a cerrado y humedad que se condensaba en su interior. 

Sophia estaba más serena y tranquila, respiraba con normalidad, había dejado de llorar aunque sus ojos permanecían algo rojos todavía, y aunque la preocupación todavía no había abandonado su rostro se la veía mucho mejor. Calmada, sosteniendo la mano de su padre. Escuchó las palabras del sacerdote y asintió con la cabeza. 

—No se preocupen, señores, vayan con sus amigos, serán más útiles allí. Aquí estaremos bien. Yo vigilaré a mi padre y si se despierta y ocurre algo les llamaré inmediatamente. 

Cuando a punto había estado de darse por vencida, Lotta vio sus esfuerzos recompensandos. Lo había logrado, ahora ya podían descubrir los secretos que se encerraban en aquella habitación. Pero en lugar de sentirse eufórica, la escritora se sintió angustiada, convencida de que todo aquello era una pérdida de tiempo.

La curiosidad, el querer desvelar el misterio de la posada y de aquella extraña función dio paso a una sensación de desesperanza, de frustración e incluso de impaciencia. Convencida de que, hicieran lo que hicieran, no iban a solucionar nada, Lotta dejó que fueran sus compañeros los que accedieran a la habitación en primer lugar. La oscuridad y el fuerte olor a humedad que desprendía el cuarto no ayudaron a que se calmara la angustia que había empezado a sentir.

- vaya al fin se ha abierto! Esto parece cosa de brujería. 

Dijo Eamon con la respiración entrecortada, con la tensión del momento no de había dado cuenta del esfuerzo que estaba haciendo y ahora se sentía agotado. 

Era el momento de ver si podían encontrar algo que valiera la pena dentro. 

Víctor miró a Sophia con ternura

—¿Estás segura?— le preguntó el sacerdote mientras la miraba, y no esperó que le respondiera pues sabía la respuesta —Esta bien. Pero si hay algún cambio quiero que nos avises inmediatamente— Víctor miró a Kiran en un tono de complicidad y se dirigió a la habitación donde estaba el resto del grupo.

El sacerdote abandonó la habitación donde se encontraba Sophia y su padre y se acercó con el resto de sus compañeros. La situación parecía mejorar pues habían conseguido abrir la puerta del dormitorio de Nora.

—¡Buen trabajo!— les dijo en un tono de ánimo.

Aquella era una habitación a oscuras, que a juzgar por el hedor que salía de su interior parecía llevar mucho tiempo cerrada. Allí dentro se ocultaban las principales pistas que nos llevarían a desentrañar este terrorífico misterio, y tal vez, a poner fin a la maldición.

Junto a sus compañeros, al lado del quicio de la puerta el sacerdote preguntó —¿Quién quiere ser el primero?—

Al principio, Kiran se mostró reacio a abandonar a Sophia y a su padre, pero su convicción de proteger a Alex era mayor y decidió aceptar las palabras de la joven. Tras despedirse con un gesto silencioso pero lleno de significado, siguió al padre Simonsson hasta la habitación la que iba a internarse el resto del grupo.

—Prefiero ir delante —respondió, situándose en la puerta junto a Eamon—. Sea lo que sea, estamos preparados.

Kumari y el padre Simonsson se unieron al grupo cuando estos lograron abrir la puerta y se disponían a entrar en la habitación de Nora, la esposa de Sami y madre de Sophia. Entraron a la habitación iluminando con sus lámparas las frías paredes, la solitaria cama y el abandonado escritorio. Las sombras parpadeantes que proyectaban los diversos objetos bailaban sobre el armario con ropa apolillada, la pequeña biblioteca cubierta de polvo y los cuadros antiguos que había en la pared. Además del olor a cerrado y las manchas provocadas por la humedad, el polvo dominaba la estancia cubriéndolo absolutamente todo. 

Kiran fue el primero en entrar a la habitación, seguido por el resto. Pronto notaron que el ambiente de la habitación, además de estar recargado por la humedad, tenía algo más. Una sensación extraña. Un presentimiento de que algo iba mal. ¿Estaría el vaesen esperándoles? 

Alexi siguió a su fiel compañero. Les había costado mucho abrir aquella puerta y ahora, en parte, deseaba que se hubiera quedado cerrada. Allí había algo malo, olía como si alguien hubiese guardado un cadáver y rezó internamente por no encontrarse los restos de la madre de la muchacha ahí tirados. Comenzó a observar a su alrededor tratando de encontrar algo que les fuese de utilidad... y sobre todo tratando de ver si había algún peligro.

-Tsk-chasqueó la lengua- Esto no me gusta... Esas lámparas apenas dan luz, ¿tenéis una vela a mano?

Víctor siguió a sus compañeros hacia el interior de la habitación, nada más entrar percibió un sentimiento extraño, algo que hizo que se le erizaran los pelos de la nuca. Tenía la sensación de haberse metido en la boca del lobo.

 --Señor, defiende y protege a los hombres justos, y a tus aliados que ahora libran este terrible combate, contra los dominadores del mundo tenebroso..-- empezó a rezar mentalmente el sacerdote.

Tan pronto cómo escucho la petición de Alex, Víctor escudriñó, entre la penumbra, los muebles que tenía a su alrededor, buscando algo con lo que crear una fuente de luz más potente.

Con la misma sensación de pesimismo que había tenido al conseguir abrir la puerta, Lotta siguió a sus compañeros al interior de la habitación. El polvo era el rey absoluto del lugar, lo que demostraba que ese cuarto no había sido abierto ni ventilado en mucho tiempo. Parecía que, desde el momento que la mujer había abandonado la posada, aquel lugar había quedado olvidado y prohibido para todo el mundo.

Pero ya no era ni el olor a humedad ni la oscuridad, ni siquiera el polvo lo que estremeció a la escritora. Fue una extraña sensación de que allí había alguien, quizás no de forma física pero al menos si espectral. Quizás el vaesen había elegido esa habitación como su escondite, y eso solo consiguió que la desesperanza de Lotta creciera en su interior. No entendía porqué se sentía de esa forma, pero tenía la sensación de que algo iba a suceder. Algo que seguramente no sería bueno y eso solo provocaba angustia en la escritora.

Lograron exceder unas vela son las que mejorar la iluminación de aquella oscura habitación. No era gran cosa, pero al menos les servía para espantar algunas sombras. Fuera, la tormenta colaboraba de vez en cuando al iluminar con los relámpagos al completo la estancia durante un breve momento. Un extraño aire se levantó en la habitación, las llamas de las velas parpadearon a punto de apagarse e incluso la luz que emanaba de las lámparas pareció estar a punto de extinguirse. Pero luego no ocurrió nada. Todo volvió a la calma y a la normalidad. La quietud reinaba en la habitación polvorienta. Era una sensación un poco abrumadora la que sentían, pero nada les impedía buscar pistas en aquel lugar. No parecía haber ningún peligro. 

Un frío terrorífico se apoderó de Alex. De pronto se dio cuenta de que estaba rodeada de enemigos. Aquellos que se decían sus amigos eran crueles traidores que tiempo atrás habían cometido un terrible crimen contra ella con total impunidad. La habían asesinado a sangre fría, y habían enterrado su cuerpo en tierra no consagrada, de modo que su espíritu no podía encontrar la paz. Por ello tenía que matarlos. 

Qué magnífica sensación el peso del revólver que sentía en su cadera. Podía usarlo para eliminar a aquellos taimados compañeros que le habían procurado tantas desgracias. Los odiaba. Los odiaba a muerte. Y ahora estaban distraídos. Podía eliminarlos fácilmente. Solo tenía que deslizar la mano hacia aquella magnífica arma y cobrarse venganza. 

Kiran seguía mosqueado. Tenía la sensación de que el vaesen estaba jugando con ellos en un macabro teatro de marionetas, haciéndoles ir de un lado para otro de la posada. Confiaba en el saber hacer de Alex y los demás para averiguar la forma de apaciguar al espectro, pero él seguía con la convicción de que debía ser el muro que protegería al grupo.

—Manteneos detrás de mí. Sea lo que sea que haya en esta habitación, tendrá que derribarme si quiere tocaros un solo pelo.

Alex comenzó a respirar rápidamente, como si le estuviera dando un sofoco o un golpe de calor. Se había quedado mirando hacia la oscuridad pero empezó a apretar los puños y los dientes, haciendo un ruido desagradable. Los nudillos se le empezaron a poner blancos y comenzó a murmurar algo. Primero en voz baja. Luego un poco más alto y la pudieron entender:

-Vosotros... es

                 Culpa

                     VUESTRA!

La mano agarró rápidamente el revolver y apuntó a Victor con él.

-No me dais descanso... pues no dejaré que salgais-dijo marcando cada palabra- de la posada ¡Con Vida!-y diciendo eso un estallido retumbó por todo el cuarto haciendo que sus oidos pitasen. Acababa de disparar al joven cura.