Partida Rol por web

A Runi le gustó que fuese Gunnar el que le dijera a la princesa lo que había hecho, y lo que no le dejaba hacer. Sobretodo porque así se lo ahorraba él. Que ya bastante tenía entre manos con los heridos.
De los traidores ni se preocupó, pero de los valientes que habían caido defendiéndoles dió todo lo que su ciencia le permitía.

-Muy bien princesa. Sujetad aquí fuerte. Le va a doler y va a convulsionar, impedid que se muerda la lengua. Bien. Ahora aguantad mientras aprieto ésta venda. Lo estáis haciendo muy bien. No todo el mundo aguanta las carnicerías que se ven después de una pelea. No todos se quedan.-

El viejo skaldi trataba de mantenerla ocupada para que no se preocupara por la pelea de fuera. No tenía duda alguna que el guerrero daría buena cuenta de lo que hubiese allí, pero no quería que a la princesa le entraran ganas de "ir a mirar".

A pesar de todo lo que sabía no les pudo salvar a todos. No era la primera vez, y no era tan inocente como para pensar que sería la última. Lo único que podía hacer es salvar a los máximos posibles. El resto estaba en manos de los dioses.

Cuando acabó con lo hombres leales dedicó unos minutos más a revisar a los traidores. Si había alguno que no estuviera muy mal herido trataría de estabilizarlo y despertarlo. Pudo notar la mirada de Ingelyn en su espalda.

-No sabemos si van a lograr capturar a alguno con vida. Así que quiero asegurarme de tener a al menos a uno para poder interrogar.-

No había dejado de notar de que Sven se había quedado muy quieto durante todo el combate.

-¿Todo bien Sven? ¿Te han herido? No has dicho nada durante todo ésto. Imagino que te habrá pillado de sorpresa como al resto.-

La situación exterior se resolvió con la misma brutalidad con la que comenzó. El último virote de Strumni impactó aunque no asesinó al traidor. Cuando el skaldi enemigo echó a correr el enano dudo en disparar de nuevo para rematarlo o no, pero finalmente bajó su ballesta. Era un traidor, no había duda y posiblemente él no hubiera tenido la misma piedad sin embargo era un humano que en algún momento podría perder su vida de una forma útil, luchando contra orcos o similares. Casi se alegró de que huyera y no tuvieran que matarle. Las palabras de Mormnir le sacaron de su ensoñación.

—Nos vemos dentro —dijo al otro enano al que esperaba para resolver la situación del interior.

Tras eso se puso en marcha y corrió todo lo rápido que sus cortas piernas le permitían para ir en dirección a una zona de acceso. En una primera instancia hubiera querido entrar por la puerta pero era demasiado obvio así que optó por buscar alguna ventana lateral por la que poder colarse con el mayor sigilo posible.

Strumni echó a correr hacia el acceso a la granja más próximo, y en ese momento se dio cuenta de que Gunnar, el capitán skaldi, venía hacia él. Aquello era buena señal, al menos los traidores no habían ganado la batalla en el interior del edificio.

Con la ballesta en la mano se sobresaltó al encontrarse a Gunnar fuera de la granja. El enano detuvo su carrera para hablar con el hombre y tratar de averiguar que había sucedido en el interior.

—¿Qué ha pasado con la princesa Ingelyn? ¿Está bien?

Trató de mirar tras la espalda del enorme y musculoso hombre para ver si aparecía la princesa aunque no logró ver mucho al otro lado.

—Los de fuera están... derrotados. Hemos intentado minimizar todo el daño posible.

— La princesa está herida, pero viva —respondió el capitán—. Entró a la refriega valientemente —continuó, más amargado que orgulloso de aquel hecho.

El capitán suspiró y palmeó el hombro del enano.

— Tranquilo, allí dentro no es mejor que acá afuera —dijo con pesadez. Acto seguido empezó a andar hacia Mormnir, el guerrero skaldi y aquella mujer de pelo corto y rojizo.

Justo cuando Gunnar comenzaba a dirigirse hacia aquella guerrera pelirroja, ella descargaba un tremendo golpe con su espada sobre el skaldi contra el que combatía, que cayó fulminado por el mandoblazo. Mormnir se había dirigido a la carrera a ayudarla, pero no había llegado a tiempo de hacerlo porque ella se había bastado para despachar al traidor.

El enano rubio se paró en seco cuando el skaldi con el que la guerrera combatía cayó.

—Vaya... —murmuró—. Eso no ha estado mal. Quizá no todos los humanos sean unos inútiles, después de todo...

Runi no perdió el tiempo y en cuanto hubo hecho lo posible por salvar a los guerreros leales heridos, hizo lo propio con los traidores. No porque merecieran un trato honorable, si no porque en efecto, era imperativo averiguar el por qué de ese asalto infame.

Las heridas de los guerreros eran fatales, pero el viejo mago logró que uno de ellos no muriese, al menos por el momento. Estaba muy débil y le costaba mantenerse consciente, pero con la hemorragia detenida había esperanzas de mantenerlo vivo.

Sven, medio agazapado tras la mesa de madera de la granja, casi dio un respingo cuando Runi se dirigió a él. Carraspeó y se irguió con actitud digna.

—Estoy bien... —dijo simplemente.

Luego caminó hacia la princesa y el mago, teniendo cuidado de evitar los cadáveres que habían quedado en la sala, como resultado de la refriega.

—Lo sabía. Sabía que algo raro estaba pasando. Nos encontramos con esos enanos, y justo después caemos en una trampa...

Ingelyn siguió al pie de la letra las instrucciones del anciano, posiblemente tan movida por ayudarle a salvarlos como por distraer su mente de lo que ocurría fuera. Su gesto se quedó totalmente abatido ante los leales skaldi que no habían podido sobrevivir a las heridas y sencillamente se levantó como pudo, ligeramente tambaleante al sentir sus piernas como si fueran gelatina por el carrusel de emociones.

Se sentía impotente y sobrepasada por completo, pero sabía que pronto tendría que lidiar directamente con las consecuencias de lo ocurrido. Fue al recordar ésto cuando se le encogió el corazón al pensar en Ylva e Glyrhel, aunque se consoló a si misma pensando en el vial que ambos tenían mientras, discretamente, tocaba el suyo para sentir la dureza del vidrio.

Runi se dirigió al consejero, que se acercó alegando que se encontraba entero, pero Ingelyn nisiquiera lo miró. No lo hizo hasta que Sven volvió a mencionar el asunto de los enanos y entonces el gesto abatido de la princesa se transformó en uno de pura rabia. Girando los talones para enfocarle a una velocidad vertiginosa lanzó una bofetada con la que le cruzó la cara al consejero, resonando aquel chasquido por toda la habitación.

—Si vuelvo a escucharte mencionar a esos enanos, Sven, juro que cuando todo esto acabe yo misma lanzaré tu cabeza cortada a los pies de mi padre por tus continuas insolencias.— se hizo el silencio durante un par de incómodos segundos e Ingelyn estalló, mas sólo fue un instante—. ¿¡HA QUEDADO CLARO!?

Ante la bofetada de la princesa hasta Runi se quedó sorprendido. No dudó un momento en ponerse justo al lado de Ingelyn por si al consejero se le iba la cabeza y pensaba hacer una tontería. Sabía que la joven no debía haber hecho aquello, a pesar de que en el fondo a él también le habría gustado hacer eso mismo, pero seguramente tendría consecuencias.

-Ejemm. La situación es muy tensa, y todavía hay adrenalina en el ambiente. Vamos a tratar de calmarnos, pues necesitamos tener la cabeza fria. Echemos un vistazo fuera a ver cómo está la cosa. Pero con cuidado por si acaso.-

Miró a Sven.

-Consejero Sven, ¿prefiere ser de los salen fuera a mirar o de los que se quedan a velar por lo valientes heridos en nuestra defensa?-

Gunnar se plantó de cara a la guerra, pero se quedó fuera del rango del espadón de la misma.

— A ellos los conozco —dijo, refiriéndose a los enanos—, pero ¿quién eres tú y qué haces aquí? —preguntó sin muchas maneras, empuñando aún su espada y con su escudo listo para bloquear cualquier golpe.

Strumni respiró visiblemente aliviado al ver que la princesa seguía con vida, aunque saber que estaba herida no le relajaba demasiado. Todo había salido relativamente bien aunque fue por muy poco. Con un asentimiento respondió a Gunnar y se giró para comprobar como la guerrera a la que no conocía derrotaba a su oponente antes de que Mormnir la ayudara.

—¿Todos los que se fueron en el grupo de exploración eran de fiar? —preguntó el enano especialmente a Gunnar que era el que conocía a todos—. Quizás deberíamos ir a buscarlos para salir de dudas. Aunque lo primero es la princesa.

Mitras hablaba al resto, Strumni echó un vistazo al escenario en el que se había resuelto la batalla y suspiró con pesadez. Lamentaba haber gastado virotes encima de hombres que en otra situación hubieran podido ser aliados. Al ver la actitud de Gunnar, Strumni decidió mediar.

—Al igual que Mormnir y yo mismo, esta joven ha luchado contra los traidores. Es un momento complicado, lo sé pero precisamente por eso debemos cuidar a los aliados aunque sean inesperados —dicho eso miró a la chica a la que él tampoco conocía y dijo—. Estoy agradecido por tu intervención guerrera, has luchado con valor y buena mano. ¿Qué te trae hasta aquí?

Al ver a un hombre con una espada en la mano acercarse, Tressa apretó la empuñadura de la suya sintiéndose amenazada nuevamente.

Luego al oír al enano hablar se tranquilizó un poco, parecía que solo estaban siendo cuidadosos. Es normal después de una pelea, ella estaba en las mismas.

Se dispuso a sacar el mensaje que llevaba con ella sin apartar la mirada del hombre armado. Puede que solo estuviera siendo precavido, pero no iba a arriesgarse a bajar la guardia y ser atacada por segunda vez.

- Me llamo Tressa, el rey Thoran me ha enviado para entregarle un mensaje a la princesa y unirme a su grupo. - Respondió al enano mientras mostraba el papel con el sello real adornándolo.

— Todos los que formaban parte de la expedición eran de fiar —respondió amargamente—. Pero supongo que ellos más —continuó, meditabundo—. Glyrhel es buen amigo de Ylva y la Princesa Ingelyn, Mara ha demostrado ser útil y honesta y Astrid... bueno, no tengo razones para dudar de su lealtad —concluyó.

Gunnar envaino su espada y se acercó a la muchacha.

— Mi nombre es Gunnar, y soy el capitán de la escolta de la Princesa Ingelyn —dijo, un poco más calmado pero aún alerta—. ¿Puedo ver ese sello más de cerca? —preguntó, extendiendo su mano derecha, la que antes empuñaba la espada, hacia la guerrera.

¿Era buena idea entregarle el tan importante mensaje a un desconocido?

Había bajado el arma pero eso no garantizaba que no iba a atacarla, aunque había dicho que es parte de la escolta de la princesa y eso hacia que Tressa quisiera confiar en él.
Miró al enano de la barba marrón, definitivamente el no parecía tener intenciones de hacerle daño a alguien.

Con un par de pasos lentos se acercó al hombre y teniendo fe en que no haría ningún movimiento extraño le entregó el mensaje.

Gunnar tomó el mensaje y se dedicó a examinar el sello del pergamino durante un par de segundos. Luego de examinarlo, volvió a extenderlo a la guerrera.

— Muy bien, se lo entregarás. Lo mejor será volver a la granja un segundo para informar que la situación acá también fue controlada y subir a buscar a los demás —miró a Strumni y a Mormnir—. ¿Dónde está Gungnar?

Sven se quedó helado cuando la princesa le propinó aquél guantazo. Por un momento, incluso pareció que iba a caerse al suelo de espaldas, pero consiguió mantener el equilibrio y se llevó una mano a la mejilla en la que había recibido el golpe. Miró a Ingelyn y en sus ojos se reveló un atisbo de rabia, pero no se movió de donde estaba.

—Como la princesa ordene —dijo muy serio—. Mi deber es aconsejar, pero no puedo obligar a la princesa a escuchar mis consejos...

Luego miró a Runi y negó con la cabeza.

—Me quedaré aquí —respondió—. No soy un guerrero, y aunque dentro hayamos salido bien parados, quizá fuera no hayamos tenido tanta suerte.

En ese momento, Olaf entró en la granja. Su torso musculoso estaba cubierto de sangre, al igual que la hoja de su hacha. Sin embargo, su expresión era la de siempre. Daba la sensación de que para él una carnicería como aquella era algo cotidiano...

Miró a la princesa y al comprobar que estaba viva, emitió un gruñido y asintió. No dijo nada.

Al oír aquella pregunta de Gunnar, Mormnir se volvió preocupado. No había visto a su compañero enano desde antes de que comenzara la escaramuza.

—Voy a buscarlo —le dijo a Strumni—. No tardaré...

Y se volvió para tratar de encontrarlo cuanto antes.