Partida Rol por web

La vieja confiable demostró el porqué era confiable. El virote dejó fuera de combate a uno de los taimados patas largas. Eso provocó un corto regocijo en el vientre del enano que agradeció que su puntería siguiera acompañándole tras tantos años. Con premura se dispuso a cargar otro virote sobre su arma. Gracias a la práctica era capaz de colocar un proyectil sin mirar por lo que utilizó sus ojos para echar un vistazo a la situación.

El combate era crudo y duro, los gritos en el interior de la granja no hacían presagiar nada bueno y él no estaba dispuesto a fallar. La prioridad era la rubia princesa, tenía que salvarla de aquellos traidores y para eso debía dejar de perder el tiempo combatiendo en el exterior. No sabía que se podía encontrar en el interior de la casa así que prefería ir acompañado del duro Mormnir. Para usar eso empleó la más antigua y burda de las tácticas.

—¡Mormnir maldito anciano date prisa ahí! ¡Tenemos una princesa que rescatar! —gritó buscando espolear el orgullo del guerrero y tratando que los dos bandos les identificaran como aliados o enemigos. No quería tener que luchar contra nadie que pudiera ser un aliado.

Tras eso achinó un ojo de nuevo y buscó impactar al guerrero que Mormnir acababa de herir en el combate.

Strumni disparó su ballesta una vez más, tratando de acabar con el enemigo al que su compañero había atacado. Pero el virote falló por poco, pues el montaraz había intentado alejar el tiro lo más posible del enano rubio. Entretanto, Mormnir rugía como un león mientras blandía su hacha y la descargaba sobre uno de los skaldi traidores, acertándole en el cuello y casi decapitándolo. El skaldi cayó muerto en el acto.

—¡Ya lo sé! —respondió el guerrero enano a Strumni—. ¡Apunta bien esa cosa y acabaremos antes!

Runi sacudió la cabeza cuando escuchó a la princesa. No es que fuera mala idea, de hecho le habría encantado que se rindiesen, pero estaba bastante convencido de que llegados a este punto los traidores no se rendirían. Después de todo la pena por traición era la muerte. Lo único que podían era aspirar a vivir un poco más mientras se les sonsacaba quién era el artífice de todo aquello.

El viejo skaldi volvió a conjurar mientras su mano derecha seguía congelada, y en ésta ocasión apuntó al soldado solitario que tenía justo delante suyo, pues del otro que acababa de atacar a la princesa se estaba encargando Gunnar. No obstante el traidor logró apartarse en el último momento de la trayectoría del rayo helado y tan sólo le rozó el hombro derecho. Apenas un rasguño.

-Mmmmm.-

Después de aquello tendría que reservarse un poco. Pues estaba agotando su reserva mágica a grandes pasos. Y todavía quedaba mucha noche.
Se acercó un poco más a la princesa para ponerse delante en caso de que el traidor que acababa de atacar quisiera llegar a ella.

Ver la sangre corriendo por el brazo de la Princesa Ingelyn fue todo lo que necesito Gunnar como aliciente de seguir luchando, pues instantes atrás, Gunnar había tomado una pausa para escuchar las palabras de la princesa, instando a los traidores restantes a rendirse a cambio de su vida. No habría tal misericordia ahora. Implacable, Gunnar volvió a atacar al skaldi traidor que estaba frente a él, y tras finiquitarlo, se movió para interceptar al traidor restante.

— Manteneos detrás, Princesa —espetó, aunque no carente de cierta deferencia.

—¡¡Agh!!—gritó la princesa al sentir como el frío acero cortaba su piel que, aunque protegida en parte por la gruesa capa que llevaba a sus hombros ésta no fue capaz de evitar la herida que comenzó a sangrar copiosamente. La vista se le nubló un instante pero recordó sus entrenamientos y apretó con fuerza los dientes para ser capaz de luchar un poco más.

Sólo quedaba uno de ellos y temía que, pese a la magía que había visto a Runi lanzar sobre si mismo, el anciano fuese herido también por el traidor que quedaba, así que aun sabiendo que eso le valdría una reprimenda después por sus actos se dirigió hacia el último guerrero a grito de —¡Gloria a los fieles a Skald!— para lanzar una poderosa estocada bajo la axila del traidor, buscando el punto más débil de su armadura para tratar de incapacitarlo por completo.

El espadazo de Gunnar fue terrible, y acabó con la vida del traidor que había osado herir a la princesa sin que este pudiera hacer nada por defenderse. Luego el capitán trató de cubrir a Ingelyn, pero esta se zafó de él y lo rodeó para lanzarse sobre el último de los renegados. La joven atacó con habilidad, y la hoja de Rimkant penetró el cuerpo del enemigo como si fuera mantequilla. El skaldi lanzó un alarido terrible y se desplomó, muerto.

Se hizo el silencio en la casa, y sólo pudieron oírse los jadeos de la princesa herida. Pero afuera, los gritos y el entrechocar de armas y escudos seguía escuchándose. El enfrentamiento continuaba en el exterior, y nadie dentro de la granja sabía quién iba ganando...

La skaldi que acababa de llegar se lanzó con un grito sobre el traidor que acababa de atacarla, y con una finta hábil logró romper su defensa y herirle. No fue una herida fatal, pero bastó para dejarle en seria desventaja. Al menos, no tendrían que preocuparse por ese de momento...

El skaldi que se enfrentaba a Mormnir atacó al enano rubio, pero este bloqueó el golpe con el hacha casi con desdén. Ese skaldi tendría que hacerlo mucho mejor si quería compararse a un veterano de Krar Umgar como Mormnir.

Mientras tanto, la guerrera skaldi se defendía del contraataque de su rival. Logró detener el golpe con su redondo escudo de madera sin demasiados problemas. Los dos skaldi que luchaban a la espalda de Strumni continuaban su contienda, pero esta terminó con rapiden cuando con un hábil tajo, el traidor decapitó a su adversario. La cabeza del guerrero vencido rodó por el suelo, y el traidor corrió hacia donde se encontraban los dos enanos.

El combate había acabado, aunque por el ruido sólo el del interior. Runi estaba agotado, hacía mucho tiempo que no participaba en una pelea a muerte, o gastado tanta magia. No quería gastar más, pues estaba convencido de que la iba a necesitar después de que acabara todo.

No le hizo falta decir nada a Gunnar, pues el guerrero sabía hacer su trabajo. Pero le preocupaba la princesa, ya que a buen seguro iba a querer salir a seguir peleando junto a sus hombres. Lo cuál la honraba, pero también la ponía en peligro.

-Rápido princesa. Si hay posibilidad de salvar a algunos de los heridos ha de ser actuando rápido. Dejad a Gunnar hacer lo que mejor sabe y ayudadme con vuestros hombres. La diferencia entre la vida y la muerte puede ser cuestión de segundos.-

Tras decir ésto el viejo skaldi se acercó al soldado leal más cercano para comprobar si estaba vivo o no, y ayudarle en caso de que lo estuviera. Y rogaba por que Ingelyn hiciera lo mismo.

Estuvo a punto de caerse de rodillas cuando vió cómo el último de los traidores se desmoronaba ante su estocada. Las piernas le fallaron y tuvo que sacar toda su determinación para mantenerse en pie y mirar a su alrededor. Fue mientras comprobaba la situación que la herida del brazo derecho comenzó a arder y apretó los dientes con fuerza mientras se enrollaba la capa alrededor de ésta para evitar perder mucha sangre. Pasó su mirada por todos los allí presentes, incluido el consejero Sven, y mientras aún se preguntaba el por qué de todo lo ocurrido escuchó las sabias palabras de Runi.

—Gunnar, sal a ayudar afuera.— aunque el guerrero sabía perfectamente qué hacer, esa orden era más bien una manera de decirse a si misma que debía quedarse allí y dejar la lucha fuera en sus manos. Se dispuso entonces a ayudar al anciano para estabilizar a los heridos—. Y que nadie más salga de este edificio hasta que lo ordene.

Gunnar, aún alerta a causa de los sonidos de lucha en el exterior de la granja, se tomó un momento para contemplar el panorama y asegurarse de que los traidores, los que habían quedado vivos, realmente no fueran una amenaza. Tras asegurarse de que todos estaban fuera de combate, el capitán miró al soldado leal que aún se mantenía en pie.

— Quédate con la princesa y no dejes que nadie que no sea yo entre —ordenó. Luego miró a la princesa y a Runi, pero en especial a la chica—. Lo que habéis hecho ha sido muy valiente, pero no quiero que volváis a poner en peligro vuestra vida innecesariamente—acto seguido se dirigió hacia la puerta para salir. Los enanos aún necesitaban ayuda, parecía ser.

Strumni decidió que lo más sensato sería hacer blanco en el traidor que se acercaba a la carrera. Lo mejor sería evitar el cuerpo a cuerpo tanto como fuera posible. Sin embargo, su virote no alcanzó su objetivo, por lo que el enano decidió alejarse cuanto pudiera del rival.

Ingelyn y Runi se apresuraron a atender a los skaldi que se habían mantenido leales y les habían ayudado a seguir con vida. Si todos se hubiesen sublevado, probablemente ahora la princesa y el mago estarían muertos. Los dos heridos continuaban vivos, pero uno de ellos estaba tan malherido que nada más ver su estado, Runi supo que no sobrevivirían. Aún así trataron de haccer algo por él, pero acabó expirando. No obstante, lograron estabilizar al otro, por lo que no tendrían que temer por su vida. Eso sí, para él, el viaje había terminado.

Gunnar había salido de la casa, y fuera los gritos y golpes habían disminuido en intensidad. La lucha debía de estar cerca de terminar.

Cuando salió de la granja, Gunnar se encontró fuera con un espectáculo dantesco. Había cadáveres alrededor de toda la granja, y no hubiera podido decir cuáles de ellos eran de guerreros leales y cuáles de traidores. Algunos todavía combatían al otro lado del edificio, junto al cobertizo. Podía oírlo. Y los enanos debían estar allí, porque le pareció escuchar la voz de Strumni diciéndole algo a su compañero Mormnir.

Mormnir no perdió el tiempo. Volvió a describir un arco ascendente con su hacha, de manera que el skaldi contra el que combatía no pudo defenderse con el escudo y recibió el golpe en el pecho. El hacha le seccionó el brazo por la axila como si fuera una ramita, y el traidor cayó fulminado.

—¡Bien! —exclamó el enano—. Acabemos de una vez aquí.

El skaldi que luchaba contra la guerrera que había llegado a caballo atacó una vez más y estuvo a punto de hacer blanco, pero su adversaria se cubrió con el escudo y evitó el ataque. El último de los traidores se acercaba a la carrera a los enanos, con evidentes intenciones asesinas.

Gunnar lanzó algo parecido a un gruñido al ver los cadáveres rodeando la granja. Sin embargo, ya estaban muertos y no representaban una amenaza, pero los que aún combatían si. Por tanto, luego de prometerse a sí mismo que se encargaría de ellos tan pronto todo acabase, empezó a correr hacia el cobertizo.

Mormnir demostró ser un el porqué era un orgulloso guerrero de la vanguardia enana. Su hacha implacable destrozó a sus oponentes. Strumni respondió aliviado, el trabajo casi estaba hecho, no podían relajarse pero parecía que iban a salir vivos de esa. 

El enano se desplazó todo lo rápido que pudo junto a su compañero para ganar algo de distancia del atacante que apareció por su espalda y con toda la calma que fue capaz de reunir dada la situación elevó de nuevo su ballesta y descargó un disparo contra el enemigo.

—Acabamos con este y vamos a salvar a la princesa.

Parecía una frase de cuento y sin embargo aquello no tenía nada de infantil.

El virote de Strumni salió disparado hacia el skaldi que le atacaba, que trató de cubrirse con su escudo de madera, pero no llegó a tiempo por muy poco. El proyectil se clavó en su hombro, lo que no bastó para derribarle... pero sí para hacer que se pensara dos veces sus probabilidades de salir bien parado de aquél enfrentamiento si tenía que luchar solo y herido contra dos enanos que habían demostrado ya sus habilidades. Se dio la vuelta y cubriéndose la espalda con el escudo, echó a correr hacia los campos para escapar.

Mientras tanto, Mormnir no se lo pensó dos veces y echó a correr hacia el último de los traidores que quedaba en pie, luchando contra aquella extraña guerrera que había llegado a caballo.

—¡Ve a ayudar a esa princesa! —le gritó el rubio guerrero a Strumni—. ¡Yo me ocupo de terminar de limpiar aquí!

Y enarboló el hacha para hundirla cuanto antes en el cráneo del traidor que quedaba en pie.

Gunnar se dirigió a la carrera hacia el cobertizo, justo a tiempo para ver cómo Strumni ponía en fuga a un skaldi renegado con un buen virotazo de ballesta que se le clavó en el hombro derecho. Mormnir, por su parte, se dirigía a la carrera para intervenir en la lucha entre un guerrero skaldi y una joven de pelo corto y rojizo que le resultaba vagamente familiar, aunque no estaba muy seguro de conocerla.