Partida Rol por web

Los viales estaban a salvo, de momento, pero las suspicacias que había despertado en el enano el relato de Ylva dejaba el destino de los mismo en manos de un tal Uwa. Debía ser un sabio, un experto, y quién sabía si un mago. De lo que no cabía duda era que descubriría el engaño con mayor facilidad con la que Merial había comprendido la verdadera naturaleza de las pociones. ¿Y entonces qué?

- Eso- confirmó las palabras de su amiga.- Servimos a la princesa Ingelyn de Skald- se aventuró a añadir temiendo que la vaguedad del relato de Ylva no bastara a sus captores. Quizá ese nombre ayudara a eliminar sospechas. O todo lo contrario...

Entonces ya verían, suponía. Últimamente en eso se había basado su vida, en soluciones a corto plazo. Veían la piedra que obstaculizaba su camino y en buscaban un modo de sortearla sin preocuparse en que la solución encontrada a lo mejor les llevaba a un abismo. ¿Pero qué más podían hacer? No se podía planear nada ante unos supuestos que Glyrhel nunca hubiera podido imaginar.

Mientras Ylva le pasaba su arco a uno de los enanos que les escoltaban, el cual por cierto se quedó bastante sorprendido por ello, Urri escuchaba la historia que los dos jóvenes le contaban. No dijo nada durante un momento, aunque una de sus cejas había vuelto a alzarse ante la mención de los no muertos.

—Sí, ese lugar es nuestro —dijo al fin—. O lo fue, al menos, hace tiempo. Pero debe llevar siglos sellado, porque ninguno de nosotros tenía constancia de que estuviese ahí. Todo esto es bastante extraño...

Reflexionó durante un par de segundos más.

—Así que formáis parte del grupo de la princesa Ingelyn. Bueno... si eso es verdad, explicaría varias cosas. Pero si es así, ¿dónde están la princesa y el resto de vuestro grupo? ¿Y de dónde han salido la joven elfa y la criatura de los bosques? Dudo que ellas también formasen parte de una comitiva skaldi.

Urri no parecía ser alguien a quien se le pudiera tomar el pelo fácilmente, aunque por su tono daba la impresión de que se inclinaba por creer a los chicos y que lo que intentaba era aclarar los puntos oscuros de aquél encuentro.

- ¿La princesa? No lo sabemos- respondió encogiéndose de hombros.- En la granja en la que la dejamos antes de que nos separáramos para explorar, o eso espero.

Miró preocupado a su amiga. El riesgo sobre sus propias vidas, sobre la situación en la que se encontraban, le había hecho olvidar lo que podía estar pasando el resto. No se olvidaba de los esqueletos, de los muchos que habían y de cómo habían sido incapaces de escapar de ellos. Si estos habían alcanzado la granja en la que se habían refugiado Ingelyn y el resto...

- Fuimos a explorar y... Eh... Bueno, eso que ha contado Ylva. En nuestra huida de, ya sabe, los esqueletos, nos encontramos con Merial y con Mawi, que nos ayudaron a quitárnoslos de encima justo antes de...- su mirada revoloteó a su alrededor cansada, con resignación.- De aparecer aquí. No sabíamos dónde estábamos hasta ahora. Bueno, más o menos. Porque... Esto... ¿Dónde estamos?

—Están bien. Padre los habrá protegido.— Ylva había asentido a las palabras de Glyrhel hasta que había expresado aquel deseo. Había pensado en su padre y en Ingelyn. Y en Runi y en Strumni... ¡hasta se había preocupado por Sven! Aunque su voz había sonado firme, un quiebro en la voz reveló que sentía una punzada de preocupación. Por mucha confianza que la chiquilla tuviese en Gunnar, sabía que hasta los mejores guerreros tenían un final. Intentando alejar funestas imágenes de la cabeza, la niña añadió algo más de información. Parecía un animal saliendo de su refugio poco a poco, comprobando que todo estuviese seguro antes de dar el siguiente paso.

—No solo es eso lo que está ahí abajo, señor... — Ylva miró a sus compañeros y tragó saliva antes de hablar de "Sonrisitas"— Hay... algo más. Un ser... extraño. Mágico. Él nos trajo aquí a todos, a nosotros y supongo que a otros compañeros, no sé si los habréis visto y luego... Bueno, hizo desaparecer la flecha que tenía en el arco y apareció en sus manos.

Al decir aquello un estremecimiento recorrió la espalda de Ylva. Aquello había sido lo más aterrador que había visto nunca.

— ¿Por qué decís que eso explica muchas cosas? ¿Qué es lo que explica? ¿Esta fortaleza ERA vuestra? ¿Por qué la abandonasteís? ¿Tiene algo que ver con... lo que sea que haya ahí abajo?— Parecía que una vez comprobado el terreno, la chica volvía a soltar las preguntas con su curiosidad habitual— Es mucha casualidad que volváis y se despierten los muertos ¿no? ¿No será que algo no quiere que regreséis? Si es así, espero que consigáis vencerlo, claro.

Ylva cerró la boca unos segundos antes de mirar de nuevo su arco, ahora en manos de un enano y suspirar.

— No sé si podrá arreglarse o tendré que conseguir otro— murmuró algo enfurruñada— Lo que sé es que ahora es peligroso disparar con él. Y eso no me gusta.

La patrulla recorrió algunas galerías, mejor iluminadas que el lugar en el que Ylva y Glyrhel habían despertado, mientras los dos chicos ampliaban su historia. Urri, el capitán enano, escuchó con atención todo lo que le contaron.

—Ahora mismo, estáis en los Caminos Subterráneos de los enanos —dijo—. El lugar en el que os hemos encontrado parecía ser una de nuestras fortalezas, en efecto. Pero yo, por lo menos, no sé nada de ella. Y eso me resulta muy sospechoso. Los enanos no abandonamos nuestros bastiones así como así, y tampoco los construimos en lugares tan llanos. Sólo puedo pensar que la magia está detrás de esto. Una magia poderosa y de la que no me fío ni un pelo...

Se calló durante algunos segundos, pero luego volvió a hablar.

—Quizá eso explique la presencia de ese ser del que hablas. Pero sobre eso, no tengo la menor idea. Hay quien sabe de esos temas mucho más que yo, ya le preguntaré... Y ahora, basta de charla. Estamos llegando al cuarto de guardia.

La patrulla llegó a una bifurcación, en la que pudieron ver que el camino continuaba adelante, pero también un amplio arco se abría a la izquierda. Había allí una garita enana de piedra, y más allá un montón de mesas alargadas frente a una hoguera grande y acogedora. Casi una veintena de guerreros enanos se concentraban allí, y el murmullo de sus conversaciones cesó en cuanto el grupo que custodiaba a Ylva, Glyrhel y sus dos compañeras alcanzó el arco.

Urri les hizo pasar al interior, les indicó unos asientos en los que sentarse y ordenó a dos de sus guerreros que les vigilasen. Pero no hubiera hecho demasiada falta, ya que la gran mayoría de enanos de la sala les miraba con el ceño fruncido de forma suspicaz.

En ese momento, cuando Urri estaba escribiendo algo en un pedazo de papel, un guerrero enano pequeño y delgado entró a la carrera en la sala.

—¡Capitán! —exclamó, y corrió hasta Urri sin fijarse siquiera en los cuatro prisioneros—. ¡Algo está pasando! Hay informes de actividad en los túneles. ¡Varias patrullas han encontrado accesos a una fortaleza abandonada, pero nadie la conoce! ¡Y no debería haber ninguna...!

Se interrumpió cuando Urri le ordenó callar con un gesto brusco y señaló a los chicos. El mensajero reparó en ellos, y pareció tan sorprendido como los demás enanos.

¿Más accesos a esa nueva fortaleza? ¿Qué estaba pasando ahí?

Por debajo de la mesa, Ylva apretó el brazo de Glyrhel al oír aquello. No tenía muy claro que era lo que estaba pasando, pero sabía que no estaban en la mejor de las situaciones. Y tenían que encontrar la forma de recuperar esos dichosos viales. Por un momento se le ocurrió decir que podían darles algo de intimidad y salir de allí, pero sería insultar la inteligencia de los enanos. Además, que les pondrían escolta. Y encima, si lograban escabullirse lo harían sin los viales, y eso no podía ser. Claro que... si daba una vuelta a la idea...

—Capitán... si tienen que hablar algo en privado, podíamos salir a los pasillos. Con escolta, claro— añadió rápidamente como muestra de buena voluntad. Esperaba que, con aquel ofrecimiento, los enanos tuviesen una mejor disposición hacia ellos. Aquello les vendría bien, tanto si había que escapar, como de cara a intentar recuperar los viales o simplemente para que no les encerrasen. Además, quizás desde fuera podrían oír algo—. Respetamos mucho al pueblo del Rey Grummdar y no queremos molestar. Como mucho, ayudar.

"Los Caminos Subterráneos."

Glyrhel anotó aquel nombre en su memoria después de repasar los escasos conocimientos que tenía sobre los enanos y llegar a la conclusión de que nada le sonaba. Y cómo le iba a sonar cuando la mayoría de información sobre aquellas fascinantes criaturas (como fascinante era para él todo lo que desconocía y que no amenazaba de forma inmediata su vida), la había obtenido básicamente mirando un diente enano.

¡El diente!

El muchacho lo buscó. ¿Lo había tenido al despertar? ¿Lo había perdido? Ya no sabía que había hecho con él. Pero poco importaba, suponía.

- ¡Oh, sí!- exclamó en respuesta a la propuesta de Ylva haciendo gala de un entusiasmo que no tardó en bajar de intensidad por miedo a resultar inapropiado.- Nunca antes había estado en un asentamiento enano. O lo que sea esto. Por cierto... ¿Qué es?

Los enanos se quedaron callados un momento, mirando a Ylva y Glyrhel. El chico palpó sus bolsillos... y efectivamente, ahí estaba la pieza dental. Como todos los demás objetos que les pertenecían, lo había llevado todo el tiempo. Nadie se lo había quitado.

El enano mensajero sonrió ante las sugerencias de los chicos, y comentó algo para el resto de la sala.

—Hasta mi sobrina pequeña levanta más del suelo que estos "grandes exploradores". Pero desparpajo no les falta.

El resto de guerreros coreó con risas aquél chascarrillo.

Urri gruñó para que las risas cesaran, y luego negó con la cabeza.

—No será necesario —dijo—. Os quedaréis aquí mientras comprobamos qué pasa en los túneles.

Luego se volvió hacia uno de sus guerreros, que parecía ser su ayudante. Le preguntó algo en un tono que pudieron escuchar perfectamente.

—¿Qué hacemos luego? ¿Les llevamos a la atalaya sin más o preguntamos primero a Uwa y Snorri? Quiero creerles y lo que cuentan tiene sentido, pero si son espías podemos liar una buena...

—¡No soy ninguna chismosa!— protestó Ylva, que había adoptado una expresión seria al oír aquello. Por alguna razón, ni la inocente burla, ni el que la hubiesen quitado las armas, los viales y les tuviesen retenidos parecía molestarle, pero la insinuación de que fuese una espía... La chanza sobre exploración no le importaba, sabía que era buena y era lo que contaba; el tema de los viales le preocupaba mucho, pero no era molesto, solo angustioso; las armas y la vigilancia no era una situación insalvable y sobre todo, no era tan ofensiva como que pensaran que iban a ir de correveidiles

—Entiendo que sea raro que estemos aquí, pero también es raro para nosotros. ¡Nosotros no queríamos estar ahí abajo! ¡Queríamos volver a ayudar a los nuestros y ahora ni siquiera sabemos donde están! Ni siquiera sabemos donde están los que fueron dormidos con nosotros. Quizás estén perdidos en alguno de esos corredores.

- Exactamente- reafirmó lo dicho por su amiga.- Desde que despertamos en los túneles, a oscuras y sin saber dónde estábamos, lo único que hemos querido es salir. Reunirnos con los nuestros. Pero no hemos encontrado más que dificultades. Ese maldito trol por el que casi morimos aplastados y...- Glyrhel inspiró profundamente intentando que el valor acudiera a él con la misma facilidad con la que el aire había llenado sus pulmones.- Y el otro. Esa silueta negra con aquella sonrisa.

El muchacho se tomó un momento. Le apetecía ir a aquella atalaya ahora que la habían mencionado, ver cómo era y si se diferenciaba mucho de las humanas, pero si aquello iba a despertar infundadas suspicacias...

- Si llevarnos a la atalaya es un problema, véndennos los ojos. Así no veremos nada.- Aunque viendo tampoco se creía capaz de orientarse. ¡Es que aún con el nombre no sabían ni dónde diablos estaban!- O... O... No sé. Llévennos a la superficie. Díganos como volver adónde estábamos. Si es posible, claro.

Cuando Ylva y Glyrhel se levantaron de un salto para protestar por las sospechas de los enanos, se hizo el silencio en la sala. Lo único que se escuchaba era el crepitar de las llamas de la gran hoguera, mientras todos los enanos miraban a los dos chicos con una expresión de alarma y confusión. Después, empezaron los murmullos.

Por el rabillo del ojo, Ylva y Glyrhel se dieron cuenta de que Merial y Mawi les miraban también muy sorprendidas. Pero no parecía ser solo porque hubieran tenido el valor de protestar, si no por algo más...

—¿Qué demonios pasa aquí hoy, capitán...? —preguntó el enano mensajero, frunciendo el ceño confundido.

Urri no dijo nada. Escrutó durante unos segundos a los chicos, con una expresión pétrea en su rostro curtido. Luego se dio la vuelta y con un escueto "vigiladlos", se alejó de allí en dirección a la salida.

Ninguno de los enanos dijo nada más, aunque muchos siguieron mirándoles con desconfianza. Entonces Glyrhel notó la mano de Merial en su brazo. La elfa tiraba de él para que se sentara, y cuando lo hizo, les habló con un susurro.

—¡Entendéis khazkil! —siseó, asombrada. Nunca habían oído ese término, pero supusieron que debía ser como los enanos llamaban a su lengua—. ¿Qué han dicho? Yo no he entendido una palabra cuando se han puesto a hablar entre ellos...

Merial tenía una sonrisa trémula, como si cada vez estuviera más sorprendida por lo que estaba viviendo junto a sus dos nuevos compañeros de aventuras. Bajó la voz aún más, de forma que ninguno de los enanos que les rodeaba pudiera escuchar.

—Entendéis khazkil y teníais Viales de Poder... Es alucinante, ¿quiénes sois vosotros?

A su espalda, Mawi parecía tan sorprendida como ella, pero bastante más confusa.

Ylva miró a los enanos sin comprender a qué venían aquellas miradas. Se había mantenido firme, sí, pero tampoco habían dicho nada que pudiese provocar demasiado escándalo. Las palabras de Merial solo la hicieron quedarse más confusa que antes, si es que eso era posible. Ella no se había dado cuenta de que estuviesen hablando en otra lengua. La niña giró levemente la muñeca, tratando de hacer entender a Merial que luego le dirían lo que habían dicho. Lo último que quería era alterar aún más a sus vigilantes con cuchicheos. 

—Y... ¿en qué idioma nos estás hablando tú ahora? —susurró sin saber muy bien qué pensar y sin atreverse a decir nada más, pues los enanos estaban tensos como la cuerda de un arco a punto de disparar. Esperaba que la muchacha no le dijese que en élfico, pues entonces su cabeza terminaría por explotar. ¿Cómo demonios entendían aquella lengua? Y además, los dos. ¿Sería por haber curioseado el diente del enano? ¿O los viales? ¿Sería cosa de "Sonrisita"? Un escalofrío recorrió su espalda. Tras un intenso silencio, la chica se atrevió por fin a dirigirse a los enanos. —O... ¿Ocurre algo?

Merial miró a Ylva y continuó hablando en voz muy baja.

—En lengua común —dijo—. Vosotros habéis hablado común todo el tiempo, pero cuando esos enanos han hablado khazkil, vosotros les habéis entendido. ¿Queréis decir que no lo habláis...?

La elfa parecía tan confusa como si los ojos estuvieran a punto de empezar a darle vueltas en cualquier momento, pero no pudo decir nada más, porque el enano que había llegado corriendo con un mensaje para Urri se les había acercado mucho.

El enano, que tenía un aspecto mucho más desgarbado que el resto, y en cierto modo recordaba un poco a Strumni, se aproximó con un taburete en la mano. Lo dejó en el suelo ruidosamente, justo delante de los cuatro compañeros, y se sentó.

—Hola —saludó jovial—. ¿Cómo estáis? Mi nombre es Trondni, explorador al servicio del capitán Urri, al que creo que acabáis de conocer. No os preocupéis, es muy estirado, pero en el fondo es un buenazo...

Los dos enanos que custodiaban a los chicos fruncieron el ceño al escuchar eso, pero no reprobaron a su compañero.

—¡Es la primera vez que encuentro a unos humanos que hablan nuestra lengua! ¿Dónde la habéis aprendido? Los enanos no solemos enseñar nuestros secretos a otras razas, es algo sorprendente...

Hacía días Glyrhel no hubiera podido ser capaz de creérselo, pero en las últimas horas lo imposible había probado que podía llegar a ser muy cierto. Así pues el muchacho se limitó a encogerse de hombros respondiendo a Merial antes de dirigirse al enano. No obstante guardó silencio por unos instantes, cavilando. Finalmente se decidió por contar la verdad, no sin antes mirar a Ylva pidiéndole perdón en caso de que la verdad no era lo que quería.

- En ningún sitio, creo. No sabía. Bueno, no sabíamos que lo sabíamos. Tiene que haber sido culpa del hombre de la sonrisa, ¿no? Pero entonces Merial debería saberlo también, ¿verdad? Y Mawi. En cualquier caso debe ser magia. Porque no lo entiendo. De verdad...

Se llevó la mano a la cabeza extrañándole que no le doliera con todo lo que estaban pasando.

- ¿Ahora lo estamos hablando?- preguntó mirando a enano y elfa.- O sea, ¿me entendéis todos? Porque no sé ni en qué lengua estoy hablando ya- añadió esbozando una sonrisa nerviosa.

Aunque la actitud de Trondni le resultaba demasiado parecida al de los adultos que intentaban desesperadamente caer bien a los niños, Ylva devolvió la sonrisa al enano. Al fin y al cabo, no era culpa suya que su actitud se pareciese forzada. La situación era lo suficientemente rara como para no actuar con naturalidad. Intentando no removerse demasiado en el sitio, esperó a que su compañero terminase de contar la historia.

—No creo que sea excesivamente estirado. O al menos no al lado de Sven. Pero es lo que dije antes... Todo esto es raro, es normal que desconfiéis... Y también es normal que nosotros nos sintamos incómodos —la niña miró a sus compañeros antes de seguir. Hablaba con la seguridad de saber que las cosas escapaban de su control y que de nada valía dudar— No hablamos vuestra lengua. Ni siquiera nos hemos dado cuenta de que hablabais en otro idioma. Sería absurdo que nos diésemos cuenta y no os lo dijéramos, ¿no crée? 

Aunque podía parecer que lo que había dicho era algo descarado, Ylva solo trataba de usar la lógica con Trondni y los demás. Si fuesen espías no se habrían descubierto de esa forma. Simplemente hubiesen fingido que no entendían nada. Y si conocían la lengua lo lógico hubiese sido que hubiesen respondido en khazkil. La exploradora miró entonces a sus amigas con una idea en la cabeza. 

—Mawi, Merial... ¿Podéis... Podéis decir algo en vuestro idioma? Una palabra o dos, no hace falta mucho. Solo para saber si... Bueno, eso.

Merial y Mawi se miraron un momento, y luego la arbórea se encogió de hombros y emitió unos ruiditos muy curiosos, mientras movía el follaje de su cabeza. Sonaba como una brisa entre los árboles, mezclada con gotitas de lluvia que cayeran sobre hojas. Pero si estaba diciendo algo en concreto, ni Glyrhel ni Ylva lo comprendieron. Después, Merial se aclaró la garganta y dijo algo que sonaba como "Imae gellyan araelas?". Tampoco aquella vez entendieron nada.

Las dos se quedaron expectantes, esperando para ver si sus compañeros habían comprendido lo que les habían dicho. Pero por la expresión de sus rostros, debió quedar claro que no tenían ni idea de lo que acababan de escuchar.