Partida Rol por web

Otra vez te hallas en la explanada que hay detrás de la mansión. Observas los tres caminos que parten del claro: el camino para automóviles, el sendero de la zona sur y el sendero de la zona norte. ¿Qué haces?

Poco había conseguido sacar de la entrevista al jardinero. Nada parecía saber y David empezaba a frustrarse. En aquella casa parecían no tener interés unos por otros. Pero tendría que seguir investigando si quería cobrar su remuneración... Y vaya si quería hacerlo.

Solo le quedaba la alternativa de recorrer el camino que aún no conocía; aquel que se adentraba más en el interior del jardín. Esperaba que al menos, si no conseguía algo, poder pensar con tranquilidad mientras se fumaba otro cigarrillo.

Tras una treintena de metros discurriendo por un sinuoso sendero desembocas en un cruce del que parten cuatro caminos: el que te ha traído hasta allí, uno que sigue recto, otro a la izquierda y otro a la derecha. ¿Cuál tomas?

Aquel lugar parecía un auténtico laberinto. La propiedad era enorme y David temía comenzar a dar vueltas sin sentido, pasando una y otra vez por el mismo sitio.

Intentó orientarse y, cuando llegó a un nuevo cruce de caminos, se decidió a coger el que tenía a su izquierda. No había elegido ese en concreto por intuición ni nada parecido, simplemente lo eligió porque por alguno de ellos tendría que ir.

Al cabo de unos treinta metros de sinuoso sendero llegas a un pequeño claro en el centro del cual hay un pozo de piedra bellamente tallada. En una esquina del claro hay un cómodo banco de madera y hierro forjado. El pozo dispone de cuerda y cubo de madera y el brocal apenas tendrá un metro de altura más o menos. Echas un vistazo a su interior para ver algunas hojas secas en su fondo, a no más de metro y medio de profundidad, y eso contando desde el borde. El cubo y la polea parecen relativamente nuevos comparados con el pozo, que parece muy viejo.

-Probablemente se trate de una antigüedad, estos millonarios no saben en qué gastarse sus dólares. Supones.

Había llegado a un lugar perfecto para disfrutar de un momento de relajación. Un lugar apartado donde pensar sin que nadie molestara. Pero al igual que había visto en la casa, allí también había elementos cuyo valor era muy superior a lo que David podía ni siquiera llegar a imaginar.

Como aquel pozo, viejo y hermoso como una antigüedad aunque por la cuerda y el cubo se notaba que el uso era más bien poco. Seguramente solo el jardinero lo utilizaría para sacar agua de vez en cuando. Eso si es que tenía agua... David se asomó por el brocal para ver solo hojas, a una distancia más cercana del borde de lo que él hubiera supuesto.

Cuando ibas a salir del claro observas algo que te llama la atención en una esquina del mismo. Te acercas para descubrir un rastro en la tierra como si alguien hubiera arrastrado un bulto. Decides seguirlo y te internas en el bosque. Lo cierto es que el rastro es bastante fácil de seguir si uno sabe dónde mirar. Pronto te hallas frente a la pared oeste de la mansión para descubrir que el rastro finaliza frente a uno de los ventanales del edificio, concretamente el que se halla situado en el extremo sur de la pared. La parte inferior de las ventanas de la planta baja no se halla situada a más de metro y medio de altura del suelo, por lo que no te resulta muy difícil echar un vistazo a través de los cristales.

Es evidente que se trata de un despacho: paredes de colores sobrios, una mesa grande con un sillón a juego tras la misma y dos sillones de menor lujo al frente de esta, algunas estanterías con almanaques y lo que parecen libros de consulta legal o similar, una mesita baja con cuatro sillones a su alrededor para entrevistas de tono más cordial y otros elementos típicos. En este momento la habitación no está ocupada y, en la pared de enfrente puedes ver la única puerta que da entrada a la habitación. Antes de regresar observas por última vez las pisadas que hay en el suelo...

Por fin había encontrado una pista interesante que seguir. Una pista que le llevó de nuevo a la mansión, al exterior de una de las habitaciones que seguramente estaban cerradas con llave ya que, lo que veía a través del cristal no era un lugar que le resultara conocido. Un despacho, seguramente el del seño White, que en esos momentos permanecía cerrado.

Alguien había arrastrado un bulto de considerables dimensiones, solo había que saber si había sido desde la mansión al jardín o al revés. Observó las pisadas, pero poco más le pudieron decir.

...

Piensas que es posible encontrar más rastros por la zona, por lo que te encaminas rápidamente hacia el claro del pozo y de allí hasta la encrucijada que lleva a la misma.

Una vez allí observas los otros caminos: a tu derecha está el que regresa al claro tras la casa, luego hay los otros dos, el que se dirige al noroeste y el que continúa hacia el suroeste. ¿Cuál escoges?

David empezaba a hartarse de aquel laberinto de caminos ya que todos le parecían iguales. Ya empezaba a dudar si estaría caminando en círculos o si ya había pasado por aquel seto tan bien recortado.

Ni siquiera se paró a pensar sino que simplemente cogió el camino que iba en dirección suroeste, convencido de que tarde o temprano acabaría llegando al mismo punto en el que se encontraba en esos instantes.

Después de algunas decenas de metros, el sendero desemboca en una pista de tenis recubierta en parte por hojas secas. No tiene la red instalada y es evidente que nadie juega en ella al menos desde el último verano. En el breve examen que dedicas al lugar, encuentras varias pelotas de tenis entre los arbustos cercanos, cosa bastante lógica si tienes en cuenta que la cancha carece de reja que la rodee. Aparte de ello no ves nada más de interés. Das media vuelta y regresas por donde has venido.

Regresas sobre tus pasos hasta el cruce que te ha llevado a la pista de tenis. Una vez allí observas los otros caminos: frente a ti está el que regresa al claro tras la casa, luego hay los otros dos, el que se dirige al noreste y el que lo hace hacia el sureste. ¿Cuál escoges?

Primero un rincón tranquilo junto a un pozo, ahora una cancha de tenis que hacía mucho tiempo que había desaparecido de la memoria de los habitantes de la casa... Poco de interés era lo que David estaba descubriendo. El detective tenía la impresión de que, a pesar del dinero invertido en aquel jardín, poco era lo que los dueños lo frecuentaban. Por lo menos quedaba claro que el tenis no tenía ningún atractivo para ellos.

Ligeramente frustrado por sentirse tan perdido como cuando había llegado a la mansión; pero su cabezonería, además del dinero por el trabajo, le impedían mandar al cuerno la investigación. Él no era así, no le gustaba dejar las cosas a medias y tenía pensado llegar al fondo del asunto.

Cuando llegó de nuevo al cruce de caminos no se lo pensó dos veces; aún le quedaba uno de ellos por recorrer y, si allí tampoco encontraba algo digno de llamarse pista, entonces regresaría a la zona de la mansión.

Tras doblar un recodo del camino descubres un claro donde se encuentra la piscina de la mansión. Esta se encuentra rodeada de un amplio margen de cuidado césped por tres de sus lados, el cuarto lado está formado por un área embaldosada donde puedes ver una mesa y seis sillas de jardín, así como dos tumbonas a juego, todo ello en madera pintada de blanco. La mesa dispone de un agujero central para poder colocar una sombrilla aunque, al ser invierno, no te sorprende ver la sombrilla tirada en el suelo a un lado y que las sillas y las tumbonas carezcan de los cojines que suelen acompañarlas. La piscina está llena de agua para favorecer su conservación y mantenimiento durante el invierno, aunque esta sea un agua turbia y sucia, recubierta de hojas e insectos muertos, que no dejan ver el fondo de la misma, por lo que no logras averiguar cuán profunda es. No hay nada de interés aquí.

Por supuesto... la piscina. Como cualquier otra mansión de ricos estaba claro que los White no podían dejar de tener una piscina, y estaba claro que esa zona del jardín si se usaba, al menos en verano.

David echó un vistazo alrededor del rectángulo, tanto la zona de césped como la cubierta por baldosas. Miró las sillas sin cojines y la mesa, pero no encontró nada que fuera de su interés. Se acercó al borde de la piscina para contemplar el agua, intentando descubrir no solo su profundidad sino también si pudiera haber caído algo allí dentro que le sirviera.

Pero el agua estaba demasiado sucia como para distinguir algo en un primer vistazo.

Hay un detalle inusual que te llama la atención, aunque al principio no le has dado mucha importancia: tu mirada se posa en la sombrilla que hay tirada en el suelo.

-¡Qué extraño! Estas sombrillas suelen llevar un pie lastrado en la parte inferior que evita que el viento las haga caer. Piensas, pero no ves ninguno por allí.

Tu mirada se fija en la parte superior de la sombrilla: de un lado cuelga un trozo de cordón que sin duda debía de servir para mantener apretada la tela alrededor del palo para que un golpe de viento ocasional no la abriese. Te fijas que el cordón tiene un corte limpio, como si lo hubiesen seccionado con una tijera o cuchillo. No acabas de encontrarle sentido a tu descubrimiento.

Un segundo examen más concienzudo le llevó a darse cuenta que había algo raro con la sombrilla. Le faltaba el peso que lograba que, una vez abierta, el viento no se la llevara y que el cordón que la ataba, una vez cerrada, estaba cortado de tal manera que no parecía fortuito; el corte era demasiado perfecto para haber sido un simple desgarro.

Los ojos del detective se giraron de nuevo a la piscina y una sospecha empezó a cruzarse en su cabeza. Solo esperaba que su presentimiento fuera erróneo y que el cuerpo de la chica no se encontrase en el fondo del agua.