Partida Rol por web

La comida no escaseaba, la paga era buena, y encima iba todo como la seda...

El episodio de los jinetes acercandose a la barcaza quedaba ya muy lejos, tanto que casi hasta le empezaba a caer bien el noble. Las horas pasaban de manera tediosa y el enano solo tenía que preocuparse de que el carromato siguiera su camino,  que el carro liderara la marcha a un paso aceptable sin matar a las bestias y de no pegarle una "colleja" al cachorro humano por no estarse quieto mas de treinta segundos.

- Leopold. Si no vas a mejorar el silencio cierra ese pico humano, disfruta del pai-...

En ese momento vio como un árbol caía a la mitad de la carretera. 

Puede que sea un poco agorero, pero, ¿Que caiga ese árbol no es un poco sospechoso, y justo ahora?

En una rápida maniobra y teniendo en cuenta que iban a un paso lento giró el carro hacia un lado del camino, instando al carromato que venía detrás que hiciera lo mismo, al mismo tiempo que gritaba a sus compañeros:

- ¡¡¡EMBOSCADA!!! ¡Tomemos la izquierda y luego ya veremos! ¡Ni os lo penséis, cubríos detrás del carromato!

Y es que en emboscadas como esas lo primero que había que hacer era, como decía su abuelo: Cargar como un poseso contra uno de los flancos para luego poder plantar batalla de cara. 

Y así lo haremos.

También podía haber sido mala suerte que el árbol cayera, pero era mejor prevenir que curar.

La vida del escolta parecía una buena vida. Buena paga, poco que hacer, siempre alguien con quien conversar...en cierto modo no era diferente a viajar por los caminos como él hacía, pero esta vez era él el temido, y no el que temía a lo peligros del camino.

La vida del escolta parecía una buena vida...hasta que llegaban los problemas. No le hizo falta que el enano gritara "Emboscada" para percatarse de lo que estaba sucediendo. Bajando su capucha para poder ver mejor Angran preparó su arco y una flecha. Sin tensar la cuerda acarició las plumas de la flecha, buscando a los emboscados.

Le sorprendía que no hubieran empezado a llover las flechas. También que se atrevieran a atacar a un grupo tan numeroso.

El viaje transcurrió bastante bien, no se podía negar. Tenían comida y la verdad era que no estaban muy ajetreados, pudiendo viajar con una tranquilidad relativa. Como Gerard tenía su propia montura, abría muchas veces la marcha por delante de los dos carros, procurando estar atento a todo lo que podía, ya que era de los pocos lo bastante pertrechados como para poder hacer eso y, claramente, los enanos no iban a poder hacerlo.

Puede que a otros no les gustara, pero el bretoniano apreció la tranquilidad del trayecto. No todo iba a ser correr de un lado a otro o temer que en cualquier momento les saltaría alguna bestia del camino o pielesverdes.

Sin embargo, tamaña tranquilidad parecía que no podía durar nunca demasiado pues, cuando estaban a poco más de medio día de su destino (mejor dicho, del poblado dónde se separarían del noble y sus criados), sucedió algo inesperado. Él iba delante y pudo apreciarlo mejor, además de que fue sus caballo el que se llevó el mayor susto debido a la cercanía, teniendo que calmarlo con suaves palabras. Un gran árbol había caído en el camino, bloqueándolo. De haber estado ya allí quizás hubiera sido menos sospechoso, pero dado lo oportuno del momento, no pudo sino pensar lo mismo que Grii.

En un momento tenía la lanza en la mano, pero no centró toda su atención en el lado de la izquierda, como dijo el enano. Si era una emboscada por ambos lados, eso podía ser fatal.

Una vez bajamos de la barcaza y continuamos nuestro viaje, las preocupaciones causadas por los extraños jinetes quedaron detrás nuestro. La verdad es que el camino fue lo suficientemente agradable y exento de peligros, que esas sensaciones que emanaban del secretismo del comportamiento de nuestro patrón fueron desapareciendo. 

La comida incluida en nuestro pacto no era una maravilla pero bastante mejor que las raciones u otras cosas que habíamos tenido que comer durante nuestras correrías por los campos. Parecía que nuestro objetivo era importante y no solíamos pararnos en las aldeas que íbamos pasando, tan solo en la población Hermdorf y una pequeña parada.

Cuando continuamos el viaje en medio del camino un gran árbol cayó ante nosotros, los caballos se encabritaron e incluso nosotros sufrimos cierto sobresalto. Una vez calmada mi montura pude reaccionar. Grii ya gritaba emboscada cuando el polvo no se había asentado. No era de los miembros mas combativos del grupo y la idea del enano podía ser acertada, así que guié a mi asustada montura hacia el lado izquierdo de la formación.

El trayecto resultó ser más tranquilo de lo esperado. Nuestro cliente no dio demasiados problemas y ninguno de nosotros hizo nada que tuvieramos que lamenter, por lo que el tiempo transcurrió entre pensamientos, alguna charla espórdadica con mis compañeros y pocas cosas más sucedían según pasaban los días.

A mitad de camino de nuestro destino, de repente, oímos el ruido producido por un árbol al caerse en medio de la carretera. A punto estuve de caerme del caballo cuando éste se encabritó, pero gracias a los dioses logré dominarlo y ponerlo nuevamente a cuatro patas. Justo en ese momento, oí las palabras de Grii, por lo que mire alrededor intentando ver a nuestros agresores.

Viaje, viaje, viaje. Encerrados. Aburridos. Sin nada que hacer. Día tras día, puedo ver cómo algunos de mis compañeros aprecian la vida de protectores, disfrutan de no tener nada que hacer o se entretienen mirando las manchas del suelo, como dirían entre los míos, para perder el tiempo no haciendo nada. Mientras tanto, yo punteo mi lira y reviso mis flechas, sin nada en absoluto que hacer excepto caminar de un lado a otro. Y eso sin salir siquiera de la barcaza.

El camino a caballo al menos añadía un toque decente de trabajo, sin quitar los ojos de todas partes por lo que pudiera pasar. Por fortuna, nada, pero nunca una puede estar lo suficientemente segura como para aseverarlo de manera perpetua. Y vaya que sí, pienso para mí, la caída de un árbol en medio de un camino humano nunca es buena señal, tengo entendido. Si sólo supiesen cuidar los árboles...

No me hace falta el grito de Grii para hacer dos rápidos movimientos, bajándome del caballo arco en mano y usando la otra para acariciar a mi montura y evitar que se vuelva loca. Si hay que volver a moverse, no me cuesta subir de nuevo, pero desde luego prefiero que si hay un enfrentamiento pueda abrir fuego sin tener un caballo moviéndose debajo mía a la hora de soltar la cuerda y hacer blanco.

La situación del árbol derrumbado justo frente a ellos por sobre el camino que los llevaba directamente a Lieske tomó a todo el grupo por sorpresa. La sensación general era que se trataba de una emboscada, sobre todo tras la rápida reacción de Grii quien bajando de la carreta había puesto a todos en alerta. Gurnik quien se encontraba con Grii bajo también de forma apresurada y emocionado por al fin poder esgrimir sus habilidades a plenitud.

Leopold por su parte, sentado aun sobre el ataúd de hielo donde reposaba su maestro, parecía no querer entender que era lo que sucedía, y ante la reacción de Grii y otros de observar en todas direcciones como si algo fuera a surgir de repente, optó por hacerlo mismo, solo que poniéndose de pie por sobre el ataúd de hielo, siendo visible para cualquiera que les observara a la distancia.

Con lo dicho por Grii, un muy asustado cochero se dispuso a orillarse a la izquierda del camino lo más rápido que pudo, siendo secundado por Resha quien ahora permanecía algo detrás de la elfa silvana y del bretoniano. Por su parte, sin saber con toda certeza que sucedía en el frente, se encontraban el alto elfo y el elfo vagabundo quienes tenían suerte de que Gurnik estuviera cerca por si algo surgía para atacarlos por la retaguardia.

Desde la ventanilla del carromato, el noble señor Gorete preguntaba con un tono de molestia el por que había tanto alboroto y que había sido aquel estruendo, su sirviente, con algunas dificultades intentaba narrarle el asunto del árbol y las preocupaciones de los mercenarios.

Lo difícil en aquellos momentos era saber si sus preocupaciones estaban bien fundamentadas, no obstante, si no era así, lo peor que podría pasar era que tuvieran que pasar todo el resto del día quitando aquel árbol para después acampar allí mismo y partir al amanecer. Para su suerte o malestar, sus dudas fueron despejadas cuando una flecha surgió desde el flanco izquierdo del bosque para incrustarse cerca de la ventanilla del señor Gorete. Un intenso grito de una mujer se hizo sentir en el lugar justo antes de que la ventanilla del carromato se cerrara con un golpazo.

Una voz se hizo sentir entonces desde el bosque, desde un lugar cercano a donde se encontraba el árbol caído.

-Bajen todos sus armas, dejen sus caballos y márchense- clamó aquella voz que sin duda pertenecía a un hombre, seguramente del imperio –no tiene caso derramar su sangre de forma estupida, váyanse ahora y vivirán otro día. Quédense a proteger a esa bola de masa adinerada y les aseguro se arrepentirán en poco tiempo, y entonces será muy tarde-.

Por un momento, Gerard consideró la posibilidad de que se hubieran equivocado y la caída del árbol fuera una simple coincidencia. Pero sólo un momento, lo que tardó la flecha en aparecer y clavarse en el carromato de los nobles. A continuación una voz que dejaba claras sus intenciones, aun que tampoco parecía extremadamente amenazadora. Al menos, los atacantes parecían ser humanos.

- Madmoisell Aria, ¿conseguís verlos? - le preguntó bajito a la elfa, sabiendo que ella tenía mucha mejor vista que él. Y no por el simple hecho de ser elfa.

A continuación, se adelantó un poco con su montura para cubrir a las mujeres, respondiendo a la voz al tiempo que discretamente cogía su lanza y su escudo:

- Me temo, monsieur, que no podemos hacer eso. No somos personas que abandonemos nuestro deber.

¿Y no podríamos solucionar esto hablando? -preguntó el elfo- Quiero decir, todos tenemos el dominio del lenguaje hablado, podríamos llegar a un acuerdo.

El elfo sujetó las riendas con la mano izquierda.

Todos nos movíamos intentando buscar una posición desde la cual fuéramos útiles. No estaba claro que esto fuera una emboscada o un simple incidente, pero una voz salida de "padre invierno" sabe donde nos sacó de la duda.

- Estad preparados esto no se va ha solucionar hablando. 

Me concentro para invocar la magia, poco mas podría hacer sin ver a la persona o personas que nos amenazaban. Atraer el frío hacia mi y la posición que ocupaba me serviría para ayudar con mas facilidad a mis compañeros.

A pesar de estar montado a caballo y que éste no paraba de dar vueltas sobre sí mismom, desde la altura que me proporcionaba podía ver todo lo que en el horizonte se podría ocultar.

Viendo que todos tomaban posiciones, comencé a manipular los vientos de la magia, esperando ver qué sucedía y si se podría resolver esto sin derramar sangre. Todo parecía indicar que esos hombres hombres querían los caballos, bien para comer, bien para poder seguir asaltando, aunque eso poco importaba, sin los caballos no llegaríamos a ningún lado.

Estaban quietos, y quietos parecía que se iban a quedar, así que tomó el primer paso como buen enano.

Con el escudo levantado sin que llegara a molestarle y en constante movimiento procedió a cargar por la izquierda, instando a todo los guerreros a hacer lo mismo. 

- *¡¡¡Muerte!!!* ¡A por ellos valientes!

Y es que aunque estaba seguro de que solo los enanos y el jóven pero intrépido humano iban a cargar, y quizás, pero solo quizás el sirviente, se "auto-arengó" para lo que parecía una maniobra suicida, que de salir bien podría cambiar el curso de la escaramuza.

Ante la sorpresa de todos, tras las palabras de negación pronunciadas por Gerard, el que parecía ser el líder de los bandidos, simplemente pronuncio –que así sea entonces-, y enseguida emitió un fuerte chiflido que para todos o prácticamente todos fue un claro indicio de que el enemigo iba a atacar. Y dicho ataque no se hizo esperar, los mercenarios apenas se preparaban para lo que estaba por ocurrir cuando de la nada surgieron múltiples bandidos en todas direcciones por tanto arcos, los cuales no tardaron en empezar a escupirles flechas.

Una flecha impactó al cochero del carromato hundiéndolo en su asiento al instante, probablemente la herida había sido letal. El carromato por si mismo había sufrido 3 impactos, lo cual era un tanto sospechoso al no ser un objetivo viable. Dos flechas surcaron los aires en dirección a Leopold quien parecía estar asiendo dibujos con su mano por sobre el ataúd de su maestro, las flechas extrañamente parecían perder toda su fuerza al estar ya muy cerca del joven humano, quien por este motivo no tenia dificultades en hacerse aun lado cuando las veía venir. Gerard, Gurnik y Arianne también fueron impactados por flechas pero salvo en el caso de Gurnik, el asunto no era preocupante de momento.

Gerard no había pretendido ser amenazante con sus palabras, ni mucho más. Sólo exponerle al bandido que ellos no podían retirarse así como así, pues ¿cómo quedarían ante aquellos que los habían contratado o ante otros que quisieran hacerlo? Bueno, eso sobre todo por sus compañeros, él lo hacía más por una cuestión de honor.

Las flechas volaron, muchas más de las que había esperado el caballero. Una lle impactó en la cabeza, pero el casco le protegió, haciendo que esta rebotara. No fue el único al que dieron, pues también parecieron alcanzar a algunos, sin embargo sí daba la impresión que fue el único ileso. Quién se llevó la peor parte fue sin duda el cochero, que murió al momento.

Dada la situación, el bretoniano decidió actuar con un golpe de efecto. Lamentando el hecho de que muy pocas veces tenía tiempo para rezar a la Dama antes de un combate, decidió ir directo a por el líder de los bandidos. Quizás, si lo eliminaba rápidamente, los demás se desmoralizaran y huyeran. O al menos, se sintieran amenazados.

Antes de cargar notó el frío generado por la hechicera. No le gustaba dejar solas a la elfa y a Resha, pero sabía que tampoco le iban a aceptar que se comportara como el caballero protector que debía ser cuando sus enemigos iban a dedicarse a dispararles flechas desde lejos. Sin embargo, eso no impedía que no pudiera aconsejarlas algo:

- ¡Póngase a cubierto y tratad de centraros en un único oponente para asegurarnos de eliminarlo rápidamente! - gritó mientras atacaba.

Fue directo a por su su enemigo, impactando con la lanza con bastante acierto, o eso pensó, pues por un momento creyó que apenas había rozado al jefe bandido. Más no, la lanza le dió en el brazo isquiero y le dió bien. Era una de esas heridas de las que uno no se recupera fácilmente.

Angran no vio otra salida cuando el enano cargó contra el bandido que tenía más cerca. El elfo observó al situación y miró a los bandidos que le rodeaban. Intentó priorizar sus objetivos. Lo primero era mantenerse a salvo. Cruzó la pierna derecha por encima de la montura y descendió por su lado izquierdo, ambas sandalias dieron en el suelo al tiempo que preparaba una flecha en el arco.

¡Aenalor! -gritó el elfo en Eltharin- ¡Encárgate de ese! ¡Me ocupo de aquel!

O lo intentaré...

Angran no había demostrado ser precisamente muy ducho en temas de guerra, pero era por su supervivencia por lo que estaba luchando. Su primera opción había sido huir, claro, pero no lo había hecho. ¿Por qué no?

Niego con la cabeza cuando veo que se han dispuesto a atacar Que así sea murmuro mientras doy la vuelta a mi caballo y comienzo a llamar a los vientos de la magia antes de invocar el hechizo.

Una vez que la magia ha respondido a mi llamada, saco un pequeño dardo y, arrojándolo hacia el bandido que nos ataca por detrás, éste vuela veloz mientras se transforma en pura energía antes de impactar en el bandido.
 

Los asaltantes salieron de sus escondites, al menos nueve figuras podía observar desde mi posición. Parecía que el plan estaba lo suficientemente bien trazado como para que salieran a encontrase con nosotros en vez de desgastarnos a flechazos aunque no es que no lo intentasen. El hechizo que había invocado hacía que un frío helador me rodeara, no es que fuera del agrado de los caballo pero servía para que mi poder mágico fluyera.

- Maldición son demasiados.

Apunto a uno de los asaltantes e invoco hacia mi los vientos de la magia, intentando hacer que soltara el arma para hacerlo parar en su acercamiento.

Cargaba nuestro menestral cuesta arriba, cuando de repente, un ser salió de entre los matorrales con un arco en la mano. También vio como el niño parecía repeler las flechas mientras dibujaba mientras subía como un loco la pendiente.

¿Que narices está pasando? Tendré que preguntarle al chico luego...

- ¡Poneos cerca de la carreta! ¡No os darán!. Y es que si el crío podía parar flechas, había que aprovecharlo... Ya hablarían mas tarde sobre eso.

Apenas le había dado tiempo al pobre hombre salir de su agujero y ya tenía el martillo de Grii en la cabeza. Un ¡Bang! se escuchó en bastante distancia, y por los ancestros que le iba a dar a ese bellaco su merecido.

- Por mi madre que te arranco la cabeza del sitio hijo. Suelta las armas y corre mientras puedas, o te haré pagar por agravios tuyos y ajenos.

Dicho esto y viendo que no atendía a maneras, lanzó otro potente golpe que siseó en el aire en dirección a la cabeza del bandido, de nuevo.