Chester bostezó al tiempo que se atusaba los bigotitos.
—Quiero recalcar que sabía que la picaruela cogería la Llave que Era el Mal. Taaaan predecibleeee… Ve buscándole sustituta porque va a palmarla. Lo tengo clarísimo —aseguró Chester lamiéndose la pata con aires de alta alcurnia, lo cual eran aires muy álgidos para un gato común.
El felino alzó las orejas de pronto y sus ojos ambarinos se posaron en una esquina de la despensa.
—¿Pero qué ven mis ojos de gatuno? ¿Podría tratarse de una linda ratita? —Chester se escurrió sigiloso cual alfombrilla de pelusa mientras acechaba a su presa, una hermosa —quiero decir, oronda— rata que tenía problemas manifiestos para escapar por un pequeño agujero en la pared.
—Sal, ratita. Veo tu colitaaa…
¡ZAS!
Chester lanzó su jab de derechas, raudo y relampagueante.
—Horror… ¿He fallado? Qué vergüenza. Qué descrédito. ¡Con lo que yo he sido! Talina, date la vuelta, cariño… ¡PORQUE VOY A LLORAR!
El felino bromeaba con su habitual estilo deadpan. En su lugar, investigó la ruta de huida de su presa y llegó a una conclusión lógica.
Se le había escapado rodando.
—Qué lista eres, croquetita…
Afanado en atrapar a la escurridiza nave nodriza roedora, y dado el flagrante maltrato psicológico al que estaba siendo sometido —recordemos: sin catar leche de la cosecha del 87 desde el mismísimo prólogo—, Chester lanzó una mirada de recriminación a su dueña.
—Exijo una satisfacción. De lo contrario, te comunico que pienso sindicarme.
Talina observó la llave en la palma de Manon, examinándola con la misma atención que un ladrón dedica a una cerradura imposible. No detectaba magia. No veía inscripciones ocultas ni sentía ese cosquilleo familiar en el bello de la nuca cuando algo arcano se encontraba cerca.
Y, sin embargo…
—No hay magia… ni trampa aparente —murmuró con ceño fruncido—. Pero eso no significa que no la haya.
Se acercó un poco más a ella, como si pudiera sonsacarle un secreto a fuerza de miradas.
—¿Por qué dejarla? ¿Por qué dárnosla antes de tener el libro? —reflexionó en voz alta, suprimiendo la tentación de tocarla—. Es una apuesta. Una prueba. Nos está observando. Lo que hagamos con esto le dirá quiénes somos… o quiénes cree que somos. Y me fastidia admitir que me gusta.
En ese momento, desde una esquina de la sala, se oyó un «¡ZAS!» seguido de un «¡Horror…!». Talina ni siquiera tuvo que girarse. Sabía exactamente qué había pasado.
—No puedes estar en huelga si nunca has trabajado, Chester… —dijo, devolviendo la atención a la llave.
Hubo una pausa cargada de silencio dramático.
—…pero veré qué puedo hacer con la leche. Siempre que no esté fermentada como tu sentido del drama.
El gato soltó un bufido digno de los salones de Té de la nobleza, claramente ofendido.
Talina suspiró. Se giró hacia el resto, paseando la mirada entre las Cat Queens.
—Tenemos la llave, aunque no creo que debamos usarla bajo ninguna circunstancia, y tenemos el mapa del exterior. Nada más. Así que…
Avanzó un par de pasos, mirando el plano extendido.
—A ver, gatitas… acercaos un momento.
Talina estiró el mapa sobre la mesa improvisada de la despensa, alisándolo con ambas manos mientras Chester, sobre sus patas traseras, se asomaba curioso al papel como si esperase que de allí saliera un bocadillo de jamón etéreo.
—Fijaos bien —señaló con el dedo, manchado aún de tinta de su libreta de apuntes mágicos—. Las entradas principales, aquí al sur, son demasiado vistosas. Doble escalinata, mucho espacio abierto… Demasiado riesgo.
—Sin embargo… —el dedo de Talina se deslizó hacia el extremo norte del mapa— aquí hay otra entrada, mucho más discreta. Vegetación, cobertura natural… Si vamos a colarnos como sombras en una noche sin luna, será por ahí.
»El jardín rodea toda la villa, y estos árboles podrían servirnos de tapadera. Podríamos movernos sin ser vistas… si no vamos haciendo ruido con armaduras o el ego, ¿eh, V?
Miró de reojo a la paladina con media sonrisa traviesa.
—Aquí, al noroeste, tenemos un edificio anexo. Podría ser un almacén o una cochera. Tiene el techo más bajo. Ideal para escalar y ver si hay ventanas o algún acceso alternativo.
»Y recordad lo del portal: no hay carruaje, ni trayecto. El libro ya está dentro. Así que esto es una infiltración pura y dura. Magia, sigilo… y un toque de estilo, por supuesto.
Talina miró el plano, mordiéndose el labio inferior, pensativa.
—Esto es lo básico. Todavía no tengo un plan maestro… pero se está gestando. Como un pastel en el horno. Necesito un poco más de tiempo, algunos detalles más… y quizás un sombrero nuevo.
Chester carraspeó teatralmente.
—Y leche —añadió él—. O el sindicato de felinos arcanos tendrá noticias tuyas.
—Que sííííííííí. Leche también. Vaaaaaaaaale. ¿Alguna sugerencia de nuestras ilustres compañeras? —preguntó Talina alzando la mirada—. Esto se empieza a parecer peligrosamente a una aventura...
»…y si vamos a jugarnos el cuello esta noche, prefiero hacerlo sabiendo a qué juego jugamos. Necesitamos más información: sobre la villa, sobre ese Le Corbeau, sobre la seguridad. Incluso sobre el libro. Especialmente sobre el libro. Y si no podemos conseguirla por medios normales… —se encogió de hombros— …quizá haya que buscar a alguien que la tenga y hacerle una oferta que no pueda rechazar.
Luego miró a Lyndara con una media sonrisa afilada.
—Estás tomando nota de todo esto, ¿no? No quiero que luego pongas que yo estaba “parloteando” mientras el gnomo repartía trampas y estrellas fugaces…
Miró a V y a Manon a continuación, con ese brillo rápido y felino en los ojos que aparecía justo antes de que empezara a tramar algo verdaderamente peligroso.
—¿Buscamos contactos? ¿Compramos favores? ¿O entramos a lo loco y rezamos a Tymora?
Chasqueó los dedos una vez y señaló con teatralidad hacia la llave en manos de Manon, —y tened cuidado con eso, chicas— dijo mientras se alejaba del centro de la habitación.
—Ahora yo voto por salir de este cuchitril y empezar a movernos. Las mejores ideas no nacen en despensas.
Y entonces, en un tono más bajo, casi confidencial, añadió mientras pasaba junto al umbral:
—Sea lo que sea esto… prueba o juego, el gnomo ya nos ha puesto en marcha.
Y yo pienso llegar hasta el final.
Manon chasqueó la lengua cuando Talina confirmó que la llave no parecía desprender magia. Había estado casi segura de que el gnomo la había dejado con la intención de poder vigilarlas, utilizándolo como el foco de algún conjuro de espionaje, pero parecía ser que sólo era una simple llavecita de plata.
La hechicera se mostraba demasiado entusiasmada para el gusto de Manon. A ella no le gustaba una mierda nada de todo aquel asunto. Bueno, miento, el oro era lo importante. Lo único importante. Y parecía que Morkar había cumplido con parte del trato, dejándoles un anticipo, tal y como había prometido.
— Tiene que ser una falsificación. Si el tomo está protegido con trampas mágicas y sólo se puede abrir con su llave, cualquier cosa que lo intente forzar hará que las trampas se activen.
Dedujo, formando una mueca sardónica con los labios. En algo tenía razón la hechicera, lo mejor era no probar abrirlo una vez lo consiguieran. Dependiendo de cómo fueran las cosas, ya se las ingeniaría para conseguir la verdadera llave...
Cerró la mano e hizo un movimiento sutil, haciendo que la llave desapareciera de la vista de las chicas. Fuera o no la auténtica, la guardaría por si las moscas. Cualquiera que estuviera atenta y consiguiera seguir los fluidos movimientos de la ladronzuela, podría percatarse que se la había metido por dentro de la camisa, escondiéndola en un bolsillo interno que estaba oculto a simple vista.
El gato de Talina no paraba de maullar y había empezado a seguir a un roedor mientras su dueña le hablaba de conseguirle leche. Manon siguió al felino con la mirada, pensando en lo calladito que se quedaría si lo agarraba de la cola y lo estampaba contra la pared, cuando Talina las llamó por ese nombre que tanto despreciaba. Giró la cabeza, lentamente, hasta encontrarse con la mirada de la mediana y entrecerró los ojos. Si hubiera podido lanzar rayos con la mirada, en ese momento la susodicha mediana estaría fulminada.
— No vuelvas a dirigirte a mi así.
Siseó con voz amenazante y dirigió su atención hacia el mapa.
Lo estudió mientras Talina mostraba las diferentes entradas. Apenas tenían información y, si iban con lo poco que tenían, sería un suicidio.
El mapa tan sólo mostraba entradas principales. La muralla que rodeaba la mansión debía estar bien protegida, pero seguro que había puntos ciegos, o quizás hubiera alguna entrada para el servicio. Una entrada que el gnomo había obviado dibujar...
— Si me dais tiempo puedo estudiar las rutas de guardia y las diferentes vías de escape. Vosotras podéis ir a buscar información sobre Le Corbeau o intentar averiguar de dónde ha sacado lord Daigneault los refuerzos para su seguridad... Lo que os dé la gana...
Soltó un pequeño bufido y levantó la mirada.
— Podemos quedar a una hora en concreto y, ya con algo de información, podremos planificar mejor el asalto.
Talina ya se había acercado a la puerta, con la intención de marcharse de la habitación y Manon frunció el ceño.
— No corras tanto, joder... Si vamos a separarnos será mejor que decidamos aquí a dónde vamos cada una. Las calles tienen demasiados oídos...
Motivo: Juego de manos
Tirada: 1d20
Resultado: 5(+10)=15 [5]
—Si esa llave hace lo que se supone que debe hacer, sí, quizás no sea lo más sensato llevarla con nosotros a esta incursión —dijo, secundando a Manon mientras esta hacia desaparecer la llave entre sus prendas. Cuantos desearían ser esa llave...—. Aunque... en ningún lugar va a estar tan segura como con nosotras. Y vamos a tener éxito de todas maneras —sentenció, siempre optimista.
—Quizás el libro maldiga a la primera persona que lo abra, y Morkar quiera asegurarse de que no va a ser él —sugirió en respuesta a Talina—. Solo tenemos su palabra para lo contrario, después de todo. Y está claro que sabe más de lo que dice.
De fondo, se escuchaban los movimientos y golpes que daba Chester, así como sus maullido. No dejaba de sorprenderla que la mediana le respondiera como si nada. Se puso al lado de la mediana, y se inclinó hacia ella, acercando la cabeza sin llegar a agacharse.
—¿De verdad entiendes lo que dice y le contestas? ¿O simplemente te inventas tus propios diálogos? —le preguntó. Después de todo, Talina era la que tenía unas inclinaciones más similares a las suyas propias—. Y por supuesto que estoy tomando buena nota de todo lo que hablamos. Mira.
Le enseñó su cuaderno, en el que acababa de escribir una última anotación raíz de lo último que había dicho la hechicera. En el papel, ponía:
Nota: confirmado, a Talina le gusta el gnomo.
Nota 2: ¿Cómo no has caído antes, Lyndara? Una misión de sigilo es la excusa perfecta para la reducción de prendas entre los héroes y heroínas. Estar especialmente atenta a V.
El casoplón sería difícil de asaltar, pero incluso a ella, que no tenía mucha idea de allanamientos, le parecía claro que la mejor opción sería hacerlo por el norte, como apuntaba Talina. Solo había un pequeño problema en lo que sugería la ansiosa hechicera.
—Pero... tenemos menos de ocho horas para robar el libro, y dar el cambiazo. Y la mansión está en Alta Ciudad y nostras estamos en... —hizo un gesto con los brazos, señalando todo a su alrededor—...todo lo contrario. No vamos a tener mucho tiempo para hacer averiguaciones de última hora. Aunque podría intentarlo. La información, después de todo, es mi especialidad —se giró entonces hacia la ladrona—. Manon, tu eres la experta en esto, ¿Alguna sugerencia?
Nooo, me pisaron xD
Talina levantó ambas manos en gesto conciliador cuando Manon la fulminó con la mirada.
—Vaaaale, Sombra Uno. Gatita queda vetado. Constancia anotada, tono hostil recibido. Prometo no volver a herir tu delicada susceptibilidad felina… —dijo con una media sonrisa mientras enrollaba lentamente el mapa—. Qué carácter. Si me das un zarpazo, al menos que sea con estilo.
Se giró hacia Lyndara sin perder el ritmo, solo para encontrarse con el cuaderno abierto.
—¿Me estás anotando como una admiradora secreta de Doomvault? —alzó una ceja y bajó la voz con teatralidad—. No es mi tipo. Demasiada barba.
Chester, indignado, se levantó de un salto.
—¡Y yo lo vi primero!
—Y sí, entiendo lo que dice —añadió Talina con naturalidad—. Al menos la mitad. La otra mitad la ignoro por higiene mental. De todos modos, si alguna vez empieza a hablar en verso, ya sabéis que es posesión demoniaca.
Volvió la vista al plano con un gesto más serio, dejando que las piezas comenzaran a alinearse en su cabeza.
—Yo podría volar hasta la villa y echar un vistazo rápido desde el aire. No es lo ideal, pero sería más rápido que cruzar a pie media ciudad…
Se quedó pensativa un instante.
—O… podría hacer una parada previa. Ver si el tío Norris sigue despierto a estas horas. Tiene más contactos que pestañas, y le encanta hablar. Conmigo, al menos. Podría saber algo de Le Corbeau… o del libro.
Alzó la mirada de nuevo, con ese brillo que anticipaba problemas y planes imposibles.
—Vosotras decidís: investigación, vigilancia o ambas cosas. Pero que sea ya. Esta noche va a pasar a la historia —miró de reojo a Lyndara—, y prefiero que no sea como nota al pie de página.
Chasqueó los dedos.
—Chester, mueve el culo. Tenemos trabajo.
El gato la miró con dignidad ofendida.
—Apurad. El tiempo no espera ni a los mejores grupos de aventuras con nombre absurdo.
Mientras las voces de sus compañeras seguían flotando en el aire, Talina se detuvo un instante, con la mano ya en el marco de la puerta. Le vino a la cabeza aquella advertencia, susurrada por La Mismísima Muerte como una amenaza… o una promesa.
“Tú y yo tenemos una cita… esta noche…”
No dijo nada. Tragó saliva, y bajó la mirada apenas un segundo…
No sé si es viable por tiempo/distancia volar a Middletown para hablar con el queridísisimo tío Norris… (la escoba voladora tenía turbo, verdad???). ;)
Mucha información, demasiada ambigüedad y escaso tiempo. Mala combinación.
Cuando reaparecieron en la despensa, toda la tensión recién experimentada estalló en forma de histérico brainstorming. ¡Y no era para menos! Ocho horas. Ocho míseras horas para planear el asalto a una finca de Alta Ciudad sin más información que un mapa esquemático de los exteriores de la ubicación. Y eso sin tener en cuenta las posibles injerencias de los Necromitas o de otras cuadrillas de alquiler que husmearan tras la pista del funesto libro.
Medio rostro seguía oculto bajo el velo de gasa negra; el otro medio esbozó una ligera sonrisa ante la pulla de Talina. ¿Se trataba de una expresión de complicidad o de la mueca hambrienta de una hiena? Difícil de discernir.
—Creo que yo también puedo recabar algo más de información por mi parte —comentó mientras se abrochaba el cierre de la capa al cuello. La capucha cubrió su corta cabellera blanca y volvió a parecer un tipo cualquiera—. Una hora. Una hora y volvemos a encontrarnos para poner en común nuestros hallazgos. Más vale que consigamos algo más jugoso que el mapa de un jardín y esa maldita llave...
Le dio una palmada en la espalda a Lynda —a punto estuvo de descoyuntarle un hombro a la orejas largas— y le dedicó a Manon un asentimiento silencioso. Se volvió hacia Talina para despedirse y se encontró con la mediana y su gato, ambos mirándola con la misma sonrisa extática de un cachorro a punto de recibir un ansiado premio.
No supo cómo reaccionar.
—Yo... Ehmm... Ten cuidado... Bueno..., los dos... Tú y... —negó con la cabeza y alzó las manos dándose por vencida—. Olvídalo.
Y cruzó embozada la sala común de La Corona de Cobre para perderse después en la fétida bruma del callejón.
Desoyendo el célebre mantra que reza «debéis reunir a vuestro grupo antes de continuar» y aprovechando las posibilidades técnicas que ofrece la libertad deambulatoria, nuestras entrañables aventureras y su gato sindicalista decidieron dividir sus caminos durante un breve lapso antes de iniciar la operación Vermiis Misteriis...
CONTINUARÁ...
EN EL PRÓXIMO EPISODIO DE LAS CAT QUEENS...
Insólitas revelaciones
Chester: ¿¡El tío Norris es el Bayou King!? Úntame en cheso feta y sacúdeme la raspa, nena.
Terribles (?) reencuentros
Vilryn Karr: ¿Se te ha comido la lengua el gato?
Alfredo, con gesto libidinoso: Mi señora, deseo vuestro cuerpo.
Tío Norris: ¡Ese libro debería permanecer en un museo! ¡Uno esotérico, para mayor precisión!
Hermana Comandante Kane: (...) Y entonces conocerán el Miedo.
Nuevos aliados
Calumnia: Tengo una oferta que puedes rechazar, pero si lo haces, vivirás triste y desolada durante el resto de tu laaaarga y aburrida vida preguntándote... ¿Y si sí?
Jorvanna: Eh. ¿Me echabas de menos?
Alfredo: Amada mía, os he compuesto una oda, pues además de espadachín, soy tremendo rapsoda. ¿¡Eh!? ¡No huyáis, bellaca! Hum, bellaca sea dicho como superlativo inusual de bella, matizo. ¡Venid aquí y escuchadla os digooo! ¡El trabajo que le ha costado a Larfayete concluirla no ha sido ni remotamente humanooo!
Y nuevos enemigos
Líder necromita: ¿Oléis eso, hermanos? Es la putrefacción que antecede a lo inevitable. Hermano Fémur, alárgueme esa ración de viaje. Sí, la chocolateada. Hum. Tasty.
Lord Daigneault, con mueca de desprecio nobiliario: ¡PATÉTICO!
Le Corbeau: ¡NUNCA MÁS!
Agárrese a su asiento y permanezca atento a la nueva serie de Umbría.