Tirada oculta
Motivo: AdM vs. Lord Bauer - 1 Adm 2 Bauer
Tirada: 1d2
Resultado: 1 [1]
Tirada oculta
Motivo: Jorvanna TS Muerte
Tirada: 3d20
Resultado: 15, 13, 12 (Suma: 40)
It's done.
Sé que os gusta mi nuevo truco.
No podéis engañarme.
;-)
Talina se giró sobre sus talones, aún agarrada con fuerza a su hermana. A su alrededor, todo era una insondable mortaja de negrura en la que el horizonte, tan oscuro e impenetrable como la brea, se fundía con un mar sumido en una perturbadora quietud. Los pies de las dos medianas se hundían hasta los tobillos en un agua capaz de cortar la respiración de un súbito tajo.
Al reparar en la construcción que se erigía sobre aquel paraje onírico, Jorvanna lanzó un silbido de fascinada maravilla.
—¡Guau! —exclamó, admirando la arquitectura imposible del templo que se alzaba tras ellas como si emergiese de las quietas aguas, más antiguo que el propio Tiempo.
—¿Dónde diablos estamos? —preguntó la guerrera, tratando de discernir qué era ese enigmático lugar y quién era la figura encapuchada que hacía su entrada en escena.
—Oh, me parece que sé dónde diablos estamos… —musitó Jorvanna.
Encima de la escalinata, alzándose como un presagio funesto e inevitable, aguardaba El Segador, su mirada de todo punto indescifrable, como los secretos que abarca el cosmos. A diferencia de los Magos, La Muerte llegaba sin proponérselo siquiera. Su función, en esencia, era equivalente al de un control de accesos.
—JUSTO A TIEMPO —dijo, su voz ajena a todo rastro de emoción—. EL TÉ ESTÁ LISTO.
Cuando uno compara en la balanza de sus prioridades vitales tomar un té negro con La Muerte o recorrer descalzo la vastedad de un océano de nada, la infusión no parece la elección más amarga…
El Templo de la Medianoche de los Tiempos estaba decorado con austeridad y poco ornamento, con cierta tendencia hacia la macabra funcionalidad que representaba. Una abrumadora colección de relojes de arena se apilaba en vetustas estanterías, cada uno de ellos con un diseño bastante abigarrado, un nombre delicadamente grabado a mano y una fecha y una hora bajo la leyenda: «CITA PREVIA.»
Al parecer, La Muerte, tan críptica e impredecible para los mortales, era un ser antagónico al CAOS y solo le faltaba digitalizar la base de datos del Almímetro para ofrecer un servicio de calidad a sus clientes. De ahí quizás el axioma que rezaba en un pequeño legajo publicitario que reposaba abandonado sobre una de las muchas estanterías: LA MUERTE SOMOS TODOS.
En el centro de la nave del templo había una mesa, humilde y antigua, pero de buena factura. Sobre ella, un tablero y un juego de té. Cerca del tablero, una bolsa de cuero. En el interior de la bolsa, varios icosaedros, todos ellos esculpidos en hueso.
La Muerte tenía preparados tres de ellos, alineados con pulcritud.
—¿HACE UNA PASTITA? —preguntó, extrañamente amistoso.
—Si tienes de moras salvajes, eres mi ídolo —confesó Jorvanna, algo sorprendida de que la mismísima y aterradora Muerte ofreciese pastitas .
—TSK… SOLO TENGO DE JENGIBRE ¿TE HAN COMENTADO QUE LLEVAMOS AÑOS SIN PRESUPUESTOS GENERALES?—El espectro miró a la hechicera—. MENUDA NOCHE, ¿EH?
Señaló los dados.
—TIME TO ROLL. POR ENCIMA DE DIEZ, GANAS UN PUNTO. POR DEBAJO DE DIEZ, PIERDES UN PUNTO. NECESITAS TRES PUNTOS PARA CANCELAR EL TICKET AL MÁS ALLÁ.
» TAMBIÉN DEBES SABER QUE UN 20 SUMA DOS PUNTOS. Y UN 1… BUENO, UN 1 SUPONE QUE GANA LA BANCA.
Las dos mellizas intercambiaron una mirada solemne y preocupada, sabedoras de que había llegado ese momento en la vida en el que uno puede aseverar que, si no Dios, La Muerte sí que juega a los dados.
Talina alargó la mano en dirección al primer dado, una melodía familiar resonando en su cabeza de modo repentino.
—TÚ NO, QUERIDA —dijo de pronto La Muerte, tendiendo con gentileza los dados a Jorvanna Vexshadow—. SOLO ESTÁS DE ESPECTADORA. CONSIDÉRALO… UNA CORTESÍA PROFESIONAL.
Jorvanna no pareció darle demasiada importancia al asunto, pero la música se reavivó con más ahínco en los tímpanos de Talina. Ese alegre piano… Esa festiva sección de viento… Ese indescriptible olor a jambalaya.
—Así que esto es todo, ¿no? —preguntó Jorvanna con una sonrisa melancólica cargada de entendimiento mientras observaba los dados.
—ESTO, JOVENCITA, ES SOLO EL PRINCIPIO —replicó La Muerte sin aclarar muy bien la cuestión, su huesudo índice tamborileando sobre la empuñadura retráctil de su guadaña de bolsillo.
—Soy bastante mala con los dados. ¿Puedo despedirme de mi hermana antes de tirar?
—CONCEDO.
Jorvanna puso sus manitas encallecidas en las mejillas de Talina.
—Eh, no llores. Yo iré primero. Eso es todo. Además, tiene sentido, ¿no? Uno no puede ir por ahí partiéndole la cara a todo el mundo y aspirar a alcanzar la avanzada edad de treinta y seis años —Rio, ajena a toda preocupación, algo muy propio de una guerrera nata como ella—. Casi me cargo a todos esos Meeseeks y te rescato como en mis sueños más salvajes. Te fallé en el último momento, pero quiero que sepas que no te reprocho nada. Eres mi hermana. Y te quiero. Ojalá hubiese estado ahí cuando me necesitaste, pero… Ya sabes, soy terca como una mula.
» Y golpeo con la misma mala idea.
La abrazó con fuerza.
Con MUCHA fuerza.
Talina no podía respirar, no podía replicar, pero aún podía oír.
—Te espero en el otro lado, Tali —susurró a su oído. Luego, la besó en la sien.
Jorvanna tomó los dados y los lanzó sobre la mesa sin mucho miramiento, todos a un tiempo, para sorpresa de la propia Parca.
—QUÉ INTRÉPIDA.
Talina nunca llegó a ver el resultado.
La música la arrastró de vuelta hacia Puerta de Baldur.
Talina abrió los ojos. Los ojos muertos de Le Corbeau le devolvieron la mirada. Todo su pequeño cuerpo chillaba de dolor. Tosió, casi atragantándose con el hedor a sangre del pequeño descendiente de los Daigneault, muerto a pocos pasos de ella, y al toser creyó que sus pulmones iban a estallar. Las yemas de sus dedos estaban en carne viva. El peaje de la magia salvaje.
Ni rastro de Chester. Ni rastro del Vermis. Ni rastro de Manon.
Algo no andaba bien en su cabeza.
Su tío estaba allí, delante suya, no en carne y hueso, sino en sombras y ceniza, tocando con ese vibrante vigor, como cuando volvió a verle en la Canción Élfica ataviado con las estrafalarias galas de su alter ego, el Dr. Chuck. Sus manos, rechonchas y provistas de deditos rollizos pero veloces, brincaban entre las teclas de su piano con un tempo perfecto, transportando a Talina a un pasado más feliz, más brillante.
—Podría hacerse realidad… —siseó la inconfundible y diabólica voz del Animal de Medianoche, su córvida e inconfundible silueta recortándose tras la hechicera, demasiado cansada y muy debilitada para otra cosa que no fuese sonreír con hastiada ironía.
—Solo tienes que desearlo, mi preciosa Talina.
Se movía a una velocidad de vértigo como si todas las sombras de la cámara subterránea fuesen las puertas de un laberinto del que solo él tenía la llave maestra.
—Tu hermana, tu tío… Incluso tu gato. Puedo devolvértelos. Y mucho, muuucho más, mi pequeña Talina.
» For the riiight priiiice…
Una sonrisa se dibujó en su afiladísimo e imponente pico.
—Rinde tu alma ante mí, oh, preciosa Talina, y juntos regaremos Puerta de Baldur con los cadáveres de tus enemigos. Oh, será un maravilloso festín para los buitres…
La voz de Jorvanna surgió quebradiza y moribunda de alguna parte.
—Talina… No…No le escuches… Lucha… Lucha… Hasta el final.
¡ESTÁ VIVA!
¡TU HERMANA ESTÁ VIVA!
El Animal de Medianoche se materializó junto a ella, observándola con evidente desconcierto.
—Inesperado... Inesperado y fascinante. Se sobreviene un reencuentro lacrimógeno en nuestro futuro cercano, me temo. Pero oh, ¿Qué ven mis ojos de cuervo? Tu espina dorsal, muchachita. Está muy rota. Creo que el diagnóstico es claro: No volverás a caminar de nuevo.
» A menos, claro, que tu hermana Talina desee fervientemente que lo hagas.
*¡Puff!*
La mirada del Animal de Medianoche se clavó en la hechicera a escasos pasos de ella.
—For the riiiiight priiiiiice…
La tentación, dulce e irresistible, flotaba en sus palabras. Una promesa de poder sin límites. La posibilidad real de conseguir su revancha y alcanzar sus preciados sueños, todo por la módica cantidad de su alma inmortal.
El Animal de Medianoche mostraba, por fin, su cara oculta. Y provenía de alguno de los nueve niveles del Infierno.
—No… ¡No aceptes! ¡Talina, te lo pido por favor! ¡Hermana, no aceptes! —dijo entre temblores de dolor e impotencia Jorvanna, sus labios besando la grava, incapaz de moverse desde el cuello hacia abajo, una cabeza presa de un lastre con forma de cuerpo. Cruel destino para la mejor guerrera que había visto nacer en su seno Middletown.
—Pero quieres hacerlo, mi pequeña Talina. En el fondo de tu ardiente corazón, deseas hacerlo.
*¡Puff!*
El Animal de Medianoche se situó a su espalda, su pico muy cerca de su pequeña oreja.
—Claro que podrías dejarlo estar… —añadió, pausado y comedido—. Podrías dedicar el resto de tu vida a dar de comer a tu hermana con una pajita. La verías marchitarse lenta, muy lentamente, tendida en un lecho hasta que, una noche, se muerda la lengua y se quite la vida, incapaz de soportar su actual estado. Porque… Mírala. Mírala bien, mi preciosa Talina… ¿Cuánto tiempo crees que soportará vivir así? ¿Cuánto tiempo crees que soportará que le limpies su propia mierda?
Jorvanna derramó lágrimas de rabia.
—¡Tú…! ¡Eres…! ¡Un…! ¡Pedazo…! ¡De...! ¡CABRÓN…!
El Cuervo Diablo rio, lúgubre y destilando una malicia abrumadora.
—¿Te lo he comentado, mi preciosa Talina? —inquirió.
Sus alas envolvieron como un manto sombrío a la hechicera mientras la música de aquella versión espectral del tío Norris resonaba cautivadora en sus oídos, socavando su mente y devastándola en sus últimas y moribundas emociones.
—Ella… me dio... de comer… a tu gato.
*¡Puff!*
El Cuervo se alzaba ahora sobre su cabeza, imponente y poderoso, sabedor de que su propuesta era irresistible, irrechazable.
—…Pero no tiene por qué acabar así.
Pausa dramática.
—…For the riiiight priiiiiice.
Llegamos al emocionante final.
Lo confieso: He sido bastante maligno durante toda la aventura, pero en particular en el tramo final. He ocultado algunas cuestiones mecánicas para potenciar el DRAMA, como por ejemplo que Talina no moría por efecto del veneno (superó la TS). Y aún más: he dramatizado por gusto personal el combate de Jorvanna y los Meeseeks hasta límites absurdos, pero la hermana de Tali ha superado las TS de Muerte como la auténtica guerrera que es, con TRES ACIERTOS SEGUIDOS.
Las Vexshadow sobreviven in extremis a la aventura, pero queda lo mejor…
LA TENTACIÓN DEL ANIMAL DE MEDIANOCHE.
Sin su huésped durante casi toda la aventura (The night cries Mary) el temible demonio, un schemer de manual, se presenta a Talina con una propuesta que suena obscenamente bien, pero claro, siguiendo las reglas demoníacas, Talina debe aceptar de modo libre y voluntario.
Talina, tú eliges. Haz lo que te pida el PJ y todo irá bien.
…Probablemente.
Tú redactas el mensaje final de esta escena: La Decisión de Talina.
Por otro lado, Manon saca la friolera de un 27 en la tirada de Sigilo, así que, básicamente, escamotea la máscara de Red Mary (¡Hecha de sangre coagulada, bleeeeargh!) y se las pira con Astarion como una auténtica Maestra de las Sombras.
Ishie decía que no era capaz, pero ha jugado al PJ más grimdark que ha jugado en su vida. Mi más sincera enhorabuena.
Más cuestiones que no me interesa realzar ahora en la narrativa para no saturar:
Y ahora, antes de colgar el ‘pílogo como tal, solo necesito, además de saber la decisión de Talina, conocer tres cosas de Manon.
Ishie, replica en modo Solo para el SdlG, plis.
Después de todos los sucesos de esta noche, Manon le llevará el libro al gnomo. Ha conseguido sobrevivir sin una sola herida o.o pero ha visto morir a mucha gente que, aunque no lo demostrara, tenían un pequeño huequecito en su corazón (minúsculo, pero lo suficiente como para sentirse todavía en shock) Por el gato no, era sólo un gato...
Irá a ver al gnomo y le pedirá 8.000 po por el libro. Ofreció 1000 po por cabeza y dijo que podía doblar la oferta... Que mínimo que pagar lo que había ofrecido...
Ni de broma abrirá el libro... Ha cumplido con el trabajo y no quiere saber nada de él...
Es verdad que podría vendérselo a los necromitas, pero después de las cosas que ha visto no quiere darles más poder (por mucho dinero que le den, aunque gracias a ello pudiera cumplir sus sueños... Demasiados intereses oscuros tiene ese libro y no va a arriesgarse a que todo se vaya a la mierda... Aunque al gnomo le hará creer que no le importa y que si no paga, tiene compradores más dispuestos a ello...
Se la va a ofrecer a Astarion y que él se lleve el mérito. Le pedirá que le explique a Linvail que ella encontró a Mary la Roja y se enfrentaron pero que cayó. Cuando él llegó se la estaba comiendo y consiguió rematar a la Roja. Le doy un pañuelo que Linvail me regaló hace tiempo y le digo que se lo ofrezca, como prueba de sus palabras (y para que Linvail sepa que siempre lo llevé conmigo)
Manon se siente dividida... En el fondo le duele irse, pero sabe lo que implicaría si se quedara... Ahora mismo necesita desaparecer, irse de Baldurs y empezar una nueva vida...
Sí, aunque antes intentaría limpiar un poco la sangre que lleva encima en alguna fuente...
Epílogo
Manon Ravenmane regresó como un alma en pena al Callejón de la Peste, esa emblemática calleja de la Puerta de Baldur que destilaba una fragancia única en su especie, tan singular, tan extraordinaria, que según algunos científicos podía llegar a paladearse.
Incluso, masticarse.
Por algún motivo que no alcanzó a comprender, el hedor, en esta ocasión, no le resultó tan repulsivo. Quizás estar bañada en la sangre y las vísceras de la que fue una de sus únicas amigas en Baja Ciudad y el hecho de haber sobrevivido a una de las noches más duras y difíciles de toda su miserable vida tuviesen algo que ver.
Pero se avecinaba un cambio…
Podía divisarlo en el horizonte.
Lady Ravenmane le sonreía al otro lado de la sucia y difuminada superficie del mugriento espejo que Tom Poe tenía en el reservado de La Corona de Cobre.
La cerveza sabía más amarga que de costumbre y tuvo la sensación de que la sangre que se había frotado con rabia de sus mejillas al escapar de la mansión de los Daigneault no se había lavado del todo. Sin embargo, Manon era de esa clase de personas que consideraban que un buen montón de oro puede silenciar bajo su propio peso la conciencia y enterrarla en un sótano oscuro bajo una densa capa de amianto.
Se miró una furtiva vez más al espejo y su reflejo lloró sangre mientras le devolvía la mirada con fijeza. Apartó la vista asqueada y maldijo para sus adentros mientras sentía el sobrecogedor peso del Vermis Misteriis en su zurrón.
Necesitaba salir de allí.
Necesitaba… huir.
¿Dónde estaba el condenado gnomo?
* * *
El rostro de Tom Poe emergió tras la apolillada cortina con aire confidencial.
—Psssh —dijo tratando de captar su atención de forma poco sutil—. La persona a la que aguardaba… Está aquí.
» Errr… No viene sola.
Tom Poe abrió mucho los ojos, asintió enfático y desapareció tras la cortina.
Manon se levantó hecha una furia, sus nervios a flor de piel, dispuesta a despellejar a Doomvault a improperios y maldiciones. Luego, le reclamaría el doble de lo estipulado por las sensibles molestias que había tenido que superar para hacerse con el condenado tomo mohoso.
Pero no fue Morkar Doomvault el que hizo su aparición…
Manon se dio de bruces con el Fantasma de Seda.
Y asociados.
—Menuda zorra estás hecha —dijo Vilryn Karr, una sonrisa tan curva como su daga serpentina dibujándose en sus carnosos labios negros—. Tienes agallas. Eso te lo reconozco.
Con un gesto de su mano enguantada uno de sus sicarios tomó una silla y la acomodó para que la asesina tomase asiento.
—Siéntate, niña. Hablemos de negocios. Tú y yo. Sin intermediarios.
Sus ojos reflejaban un alma negra y codiciosa. Sus hombres estaban armados. Sonreían. Dentaduras maltrechas. Todos tatuados con motivos del Gremio de Ladrones de Amn.
—Acláramelo: ¿Te cargaste a esa puta y le cediste el mérito a ese elfo albino? ¿Le hundiste tu daga en el corazón y no quieres el reconocimiento del Gran Maestro?
» ¿Por qué?
Manon era una bestia acorralada, una loba con una pata atrapada en un cepo de un malnacido cazador. Tragó una gruesa y ácida mezcla de saliva y sintió su propio Destino difuminarse aún más, velándose hasta quedar irreconocible en el espejo.
Vilryn Karr cruzó las piernas, sugerente y sensual. Los ojos desencajados de Manon no se despegaron de su zurda. ¿Por dónde llegaría el golpe? ¿Por dónde llegaría el abrupto final?
—¿De verdad piensas que puedes huir? ¿Que es tan sencillo como coger el dinero y correr? —Su séquito de matones empezó a reír con descaro—. Solo hay una manera de salir de Puerta de Baldur, preciosa… Bocabajo. Flotando en el Chiontar.
Su tono tenía el mismo filo que su célebre estilete. El mismo ápice de piedad.
—Ya puedes salir… Astarion.
El elfo cetrino atravesó la cortina con una sonrisa comprometida que Manon erró en interpretar como traición. La realidad, la cruda y pestilente realidad, era que nada sucedía en Baja Ciudad sin llegar a oídos de la Cofradía.
—Nuestro común amigo, aquí presente, dice que tienes en tu poder un libro de gran valor. Puedo cogerlo de tus manos frías… O mientras aún estén calientes. Tuya es la elección, niña. Te pagaré con la moneda más valiosa que el Fantasma de Seda puede otorgar —Su rostro se endureció y su mirada cobró un matiz incisivo—: Te perdonaré tu miserable vida. Te pagaré un pasaje en barco hacia ninguna parte. Viajarás lejos, muy lejos de aquí. Y nunca, jamás, volverás. Porque si lo haces, Manon… Si regresas a la Puerta… Bueno, sabré encontrarte. Al fin y al cabo, una rata como tú no tiene demasiadas alternativas.
Sin previo aviso, propinó una sonora bofetada a la ladrona de melena negra como la garganta de un pozo.
—Alégrate, niña. Alégrate de que me contente con no exhibir tu cadáver en el paseo de Waukeen para privar del sueño a las escasas almas inocentes de esta ciudad. A los Viejos Dioses pongo por testigos de que cuando supe que faltaste a nuestro acuerdo, mi imaginación se debatió incontenible elucubrando la forma de tortura idónea para lograr desfigurarte el alma.
» Ahora… Dame ese libro. Y vete al infierno.
La Decisión de Talina
Las palabras de Jorvanna colgaron en el aire como niebla congelada.
—“¡No lo hagas, Talina!”
Pero Talina ya no miraba a su hermana. No del todo. Su vista estaba clavada en el abismo con plumas. En aquel ser cuyas alas eran como cortinas que ocultaban las estrellas. El Animal de Medianoche no parpadeaba. No respiraba. No vivía como nosotros.
Pero esperaba. Esperaba su respuesta. Y Talina… no la tenía aún. No la verdadera.
El silencio se extendió como alquitrán en la cámara arrasada. Solo se oía el piano de Norris, distante, irreverente, mecánico…
Como si aún tocase por costumbre, por inercia, por amor. Y de pronto, todo el peso del mundo cayó sobre sus pequeños hombros. La sangre seca de su hermana le ennegrecía las uñas. El suelo bajo sus pies era ceniza. A su alrededor: muerte, traición, vacío.
Norris.
Jorvanna.
Chester.
Las Cats.
¿Dónde estaban ahora? ¿Dónde estaba ella? ¿Qué quedaba de Talina Vexshadow?
Nada. Solo cenizas. Y el eco de una risa cruel que no era la suya… pero que, si lo pensaba bien, no le era del todo ajena.
* * *
El Animal de Medianoche avanzó un paso.
—For the riiiight priiiiice… —repitió, como un mantra.
Talina alzó una mano. Y por primera vez, el demonio calló.
—Aún no.
Su voz era piedra.
—No soy idiota. Sé lo que eres. Y sé lo que esto significa. Sé lo que me convertiré si te dejo entrar. Pero mírame, cuervo. Mírame bien. ¿Qué crees que soy ya?
La criatura ladeó el cuello.
—He perdido a mi tío, mi familia. He perdido a mis compañeras. He perdido incluso a Chester.
Y lo que no me han arrebatado, lo he perdido yo sola. Por confiar. Por ser débil. Pero si tengo que convertirme en un monstruo para salvar lo único que me queda… para poner orden en esta maldita ciudad... entonces que así sea.
Hubo una pausa.
—Pero no soy estúpida. Si quieres mi alma, habrá condiciones.
El demonio alzó una ceja, si es que tenía de eso.
—Tres. —Talina levantó tres dedos, despacio, como un verdugo contando las campanadas de una sentencia—. Si no las cumples, el contrato se disuelve. Y tú… tendrás que buscarte otro recipiente. ¿Queda claro?
—Continúa —ronroneó el demonio, con intrigada diversión.
—Uno: Quiero a mi hermana de vuelta. No medio vuelta. No recuperada con secuelas. Quiero a Jorvanna Vexshadow entera. Fuerte. Sonriente. Luchando con esa maldita hacha suya. Si vive, vive de verdad.
—No, hermana...— murmuró Jorvanna desde el suelo, rota, entre lágrimas—. Así no...
Talina no la miró.
—Dos: Vamos a ir a por el Vermis. Ese libro va a ser mío. Nuestro. Pero antes, vamos a arrancarle la lengua a esa arpía traidora llamada Manon. Primero ella. Luego el libro.
Un crujido surgió de algún punto invisible del cuerpo del demonio. ¿Una risa contenida?
—Y tres —continuó la hechicera, bajando el tono—: Quiero a Chester. Quiero al jodido gato. Entero. Vivo. Y sin traumas. Si no puedes escupirlo con todo el pelaje, ni te molestes en seguir hablando.
No era casualidad que Talina no mencionase a su tío entre las condiciones del pacto, y sí, en cambio, reclamase a Chester. Norris… no. No así. No después de esto. La sola idea de verlo de nuevo, sabiendo lo que estaba a punto de hacer, le revolvía el alma más que entregarla. Él no lo aprobaría. No como maestro, ni como mentor… y mucho menos como familia. Talina lo sabía. Y no podría soportar su mirada —ni siquiera una imaginaria— juzgando en silencio el precio que estaba dispuesta a pagar. Prefirió callarlo. Dejarlo en el recuerdo, intacto, limpio. Como debía ser.
La cámara se sumió en un silencio profano. Entonces, con gesto metódico, Talina se arrodilló junto a su hermana. La tomó del rostro, con manos temblorosas.
—Tienes que irte —susurró, esta vez sí mirándola a los ojos—. Lejos de Puerta de Baldur. Lejos de mí. Encuentra un lugar con sol, con aire limpio… donde nadie sepa quién eres. Ni qué fuiste.
—No. No sin ti.
—Escúchame. —Talina tomó su rostro con firmeza—. Si salgo de esto… si gano… te buscaré. Pero si pierdo… Quiero saber que vives. Que eres feliz lejos de todo este caos y locura.
Las dos hermanas se fundieron en un abrazo breve, áspero, lleno de palabras que jamás se dirían. Y entonces Talina se incorporó, de nuevo sola, y se giró hacia el demonio.
—Quiero un contrato —dijo—. Por escrito. A la vieja usanza. Sellado con fuego. Vinculado por sangre. Que si me engañas, se deshace. Que si rompes una palabra, te desencadenas de mi alma. Que si me traicionas… me arrastro contigo al infierno y no te suelto jamás.
El Animal de Medianoche… sonrió (?). Y con un graznido hueco, agitó las alas.
¡THOOM!
El suelo tembló. Una mesa de mármol surgió de entre la piedra. Sobre ella, descansaba una pluma tallada con huesos de lenguas humanas y un pergamino negro como la noche. Habían sellos de cera ardiente que lloraban lágrimas escarlata acompañados por el olor del azufre que impregnaba el aire. El demonio deslizó el pergamino hacia ella.
—Entonces, mi preciosa Talina… leamos la letra pequeña…
FIN
…o no.
Al ver que quién aparecía tras la apolillada cortina era la Fantasma de Seda y no Morkar Doomvault, el corazón de Manon se detuvo un latido.
Llevaba rato esperando, contando los minutos mientras se repetía para sí misma lo que le diría al gnomo. Pero éste no aparecía y la ladrona había empezado a inquietarse. Cuando Tom asomó su rostro, Manon se levantó del asiento y apretó con fuerza los dientes, pero no fue el esperado gnomo quién entró....
Mierda...
La puta Fantasma de Seda...
Esta vez no tenía escapatoria. La zorra se había asegurado de ir bien acompañada. Aquella larga noche, Manon había conseguido esquivar la muerte, pero esta vez no iba a tener tanta suerte. Tragó saliva y se sentó, mirándola a los ojos.
— ¿Y por qué no? Él cumplió su parte del trato...
Le respondió y sus labios formaron una mueca. Ella no buscaba reconocimiento en el Gremio, estaba cansada, deseaba dejar aquella mierda de vida y empezar una nueva lejos de allí. Por eso había aceptado aquel trabajo y había engatusado a las chicas para hacerlo juntas. Porque quería huir... Pero ahora su libertad se volvía óxido entre sus dedos...
La Fantasma de Seda le había pedido una cosa y ella había sido incapaz de cumplirla. ¿Pero cómo se lo explicaba? Era tan necia y orgullosa que sería incapaz de comprender que Mary la Roja estaba muy por encima de ella... ¿Cómo explicarle que la Roja era un puto parásito demoníaco? Matarla había sido fácil, sólo había tenido que esperar su oportunidad, pero lo realmente jodido era la criatura que había salido de su interior.
Escuchó su amenaza y sintió un escalofrío recorrer su espalda.
No tenía escapatoria. La Fantasma de Seda no iba a dejar las cosas tal y como estaban... Joder, había creído que podría huir, pero ella...
Mierda...
Pestañeó al escuchar el nombre del elfo y dirigió su mirada hacia la cortina...
«Hijo de puta...»
Había confiado en él, gilipollas... Había sido una imbécil... Enseguida lo comprendió y sintió como se hundía poco a poco en el pozo de mierda que se había ido cavando bajo ella. Él la había traicionado.
«Como tú traicionaste a las chicas...»
Se dijo y sintió un ligero vahído...
«No, no las he traicionado... Yo... Yo no quería que pasara todo esto...»
Apretó con fuerza los dientes y volvió a mirar a la Fantasma de Seda.
Estaba sola... Siempre había estado sola... La bofetada que ella le propinó no le dolió tanto como el tormento que sentía en su interior. Cada palabra de la asesina cayó sobre ella como una losa de piedra.
Quería el libro, muy bien, por ella se lo podía meter por el culo... Lo sacó del zurrón que llevaba colgado del hombro y se lo tendió con una mirada de odio.
— Aquí lo tienes... Y no te preocupes, no pienso volver a esta pocilga...
Le dijo y escupió al suelo. La Fantasma de Seda era una puta cobarde que tenía que rodearse de sus matones para sentirse alguien. Sin ellos no era nada...
Omitió deliberadamente que la llave que abría el libro la llevaba escondida junto a su pecho. Era la única moneda que le quedaba y las únicas que lo sabían estaban muertas...
— No necesito nada de ti. Ahórrate pagarme ese puto pasaje...
Se levantó de la silla y su mirada se afiló.
— Se trata del Vermis, seguro que no te faltan compradores. Pero vigila en las manos en las que pueda caer. Ese puto libro sólo trae destrucción...