Partida Rol por web

28 de febrero de 2000 - 16:25

Axelle se sintió llamada al bosque. Como si la criatura que llevaba dentro tirase de ella, no pudo sino tomar el camino oculto hacia el interior, al claro donde Gilhem siempre estaba esperándola. Allí estaba el sidhe, tan regio como siempre, despreciando a piel descubierta el frío de febrero.

Pero, en lugar de saludarla con un abrazo o un beso, o arrancándole la ropa (como era habitual), Gilhem la cogió de los hombros y la miró a los ojos, enfadado.

-¿Qué es lo que has hecho, Axelle? ¿Qué has hecho?

Axelle borró la sonrisa de su cara y le miró de igual manera, solo que además en la suya había un sentimiento de incomprensión. La mujer se paró en seco.

-Lo que sentía que debía hacer, eso he hecho.

-¿No te dijimos que esperaras? ¿No te dijimos que no podías vengarte de Lady Marion hasta que fuese oportuno? -El Fiona le sujetó la cara con una mano para que lo mirase con atención-. ¡Has pateado un avispero!

-¿Y cuando iba a ser oportuno? ¿Cuando alguien más muriera? ¿Cuando otra alma inocente se corrompiera? Si te parases un poco a pensar y a mirar a tu alrededor veías que lo que he hecho solo facilita lo que sea que la bruja y tu pretendéis hacer -Axelle apartó la mano de Gilhem de su cara. No iba a tolerar que la reprendiera como si fuese una cría-. ¡Marion tiene ahora muchas más cosas de las que preocuparse! 

Gilhem le quitó el amuleto. Al instante, su figura se deformó. Sus caderas se redondearon, sus pechos se volvieron más grandes, su vientre se hinchó. El Fiona la señaló con una mano.

-¿Te has olvidado de que estás embarazada? ¿Te has olvidado de lo que te hizo Marion la última vez? -El Barón posó sus cálidas manos en la tripa de Axelle. El niño se movía en su interior, dando patadas y recolocándose-. ¿Quieres que mate a nuestro hijo? ¿Quieres que te mate a ti? He percibido el dolor de su traición, mi amor. No va a parar hasta vengarse de ti. De nosotros. ¿Eso es lo que quieres, Axelle?

Axelle retrocedió consternada por su imagen. Nunca se había quitado el medallón desde que se lo dio la bruja. No quería verse gorda e hinchada.

-Por eso lo he hecho, porque me acuerdo perfectamente de lo que le hizo a mi hijo -dijo, aunque no era cierto. Al menos no en parte-. Marion DEBE sufrir. Además no hay manera de que sepa que he sido yo, he ocultado mi magia y me consta que desconoce que soy capaz de realizar cantrips de ese tipo, ya que no los suelo usar y menos si se que voy a ser descubierta. Y lo sabes, ¿por qué desconfías tanto de mi? Y ahora que lo pienso... ¿cómo lo has sabido?

-Porque hoy ha hablado con Hesperia y saben que lo sabes. Y he sentido lo que has hecho y el dolor que le has causado, y va a matarnos a los tres. ¿Quieres que nos vuelva a matar a mí y a mi hijo? Axelle, por favor, márchate. Huye de aquí. Ve a Castilla o las Rosas, o las Flores o a Concordia. Pero vete. Ahora. Vete.

-Es imposible -sentenció Axelle sin querer creerse sus palabras-. Y me he tomado muchas molestias para que así sea. No te creo.

Gilhem la zarandeó.

-Axelle, ¡esto no es una broma! Confía en mí, ¿quieres? Antes lo hacías. Por favor, escúchame: tienes que irte. Por favor.

-Basta, me estás mareando -le dijo y volvió a zafarse. Se alejó y le miró de soslayo, con el pelo revuelto sobre la cara y una mirada doliente como un animal salvaje-. Parece que ahora ninguno de los dos confiamos en el otro -le contestó con dureza-. Pensaba que tu entre todos lo entenderías.

La dama se apartó el pelo de la cara.

-¿Y que voy a hacer yo sola, cómo voy a viajar? ¿Tu no vas a venir?

-Estoy intentando ponerte a salvo -explicó Gilhem-. Porque te quiero. No sé lo que puedes hacer, pero tienes que huir ya. Yo no voy a poder acompañarte.

-¿Por qué no?

-Porque estoy atado al bosque. La única razón por la que estoy aquí es el bosque. No puedo irme de aquí, no puedo salir. Lo siento.

El Fiona apretó los labios, apenado, y le acarició la cara.

-No pudimos despedirnos la última vez, pero esta sí. Mi amor... -El sidhe acarició la mejilla de Axelle-. ¿Recuerdas nuestro Juramento? ¿Recuerdas que prometimos no abandonar al otro jamás? Ni la muerte ha logrado separarnos... Quizá volvamos a encontrarnos otra vez...

El rostro de Axelle se suavizó al escuchar las palabras de su amante.

-Si no vas a venir conmigo no voy a irme -sentenció-. Desde tu muerte todo lo que hice fue buscar un sustituto para ti sin mucha suerte. Dos años he ido tambaleándome sin rumbo, dos años que se me han hecho eternos, y aún así cada uno de esos temblorosos pasos fueron dados solo para volver a tus brazos. Si no es contigo no quiero huir y no voy a criar a nuestro hijo entre harapos y callejones, al menos no sin su padre. Que la bruja nos ayude.

Gilhem la estrechó en un abrazo. El sidhe besó su pelo y la meció suavemente, emocionado por la elección de su amante. Axelle sabía que Gilhem no era muy dado a las expresiones de afecto. Él era más de lujuria exacerbada. Lo que compartían era diferente. Quizá no romántico, pero sí apasionado. Sí potente. Sí real. Y por ello no escuchó a su amado sollozar, como habría hecho otro cualquiera. No obstante, en virtud del amor que se profesaban, Axelle comprendió que Gilhem le daba las gracias por quedarse junto a él.

Pero Axelle notó que, de pronto, se desvanecía. Como una bruma. Como el vapor. Como la nada. Antes de que pudiese preguntarse algo, una mano fría le tocó la frente. Unos labios gélidos se apoyaron en su oído.

-Si quieres volver a verlo alguna vez, aunque sea en tus sueños, márchate.

La felicidad y la esperanza se vieron pronto sustituidas por el desazón. Los brazos de Axelle se cerraron sobre la nada y el frio volvió a inundar su cuerpo. Gilhem había desaparecido y el tiempo que habían pasado juntos le había sentido a poco. La dama estalló en llanto, sus piernas flaquearon y calló de rodillas sobre la hierba, abrazándose a si misma. La dama se acababa de dar cuenta de algo que, en el fondo, ya sabía: Gilhem nunca había estado allí.

Axelle lloró y se convulsionó hasta que empezó a faltarle la respiración, restregó las manos por la tierra y arrancó briznas de hierba. No podía hablar, no podía gritar. Su angustia eran tan grande que se había quedado muda y ni siquiera se escuchaban sus lamentos ni gemidos, solo el aire intentando llegar a sus pulmones.

Entonces oyó la manipuladora voz de la bruja. "Si quieres volver a verlo alguna vez, aunque sea en tus sueños, márchate". Entonces su lucha desesperada cesó y pudo respirar libremente. La idea de que la bruja pudiera volver a crear esa ilusión le dio falsas esperanzas. Gilhem nunca sería real, pero a ella le bastaba con creer que si. Axelle tenía fuerza y dureza, pero jamás había tenido voluntad y necesitaba esa ilusión como alguien que necesita una droga para seguir adelante, para creer que su vida tenía algún sentido.

-El amuleto -comenzó a decir la dama. Axelle se limpió las lagrimas y miró al frente. Podía ver la sombra que se cernía sobre su costado de reojo-. Devuélvemelo.

La mano arrugada puso en la suya el amuleto otra vez.

-Cuida eso que tienes en el vientre, niña, porque es lo único que tienes de Gilhem. Y si Lady Marion te encuentra, te abrirá en canal para sacártelo.

-¿Cómo puedo saber que es de Gilhem, "vieja"? -preguntó al levantarse recuperando cierto control sobre si misma. Aún así fue un insulto facilón, casi infantil. No se atrevía a morder la mano que le daba de comer, por mucho que le asqueara. Aún así dudaba de que la bruja se ofendiera, era lo mínimo que podía esperar después de lo que le había hecho-. ¿Y no de una serpiente?

-Tú lo engendraste, así que tú sabrás -dijo la mujer con una risa fría.

-Puedo estar tuerta, pero no ciega. Se que me engañaste... -logró decir, aunque le costaba decirlo en voz alta. Lo único que quería era soltarlo cuanto antes para volver a olvidarlo-. Pero lo haré siempre que, si este niño sobrevive, me devuelvas a Gilhem para siempre. Me da igual como lo hagas y lo que necesitéis para ello.

Axelle estrechó el colgante en su mano.