Partida Rol por web

 29 de febrero de 2000 - 00:15

A diferencia de otras veces, Morgan llegó a la alcoba de Evonne a pie, no volando. El Eiluned lucía una expresión de profunda preocupación cuando abrió la puerta, y a juzgar por su modo de jadear, había subido corriendo la colina hasta Hoja de Hiedra.

-Evonne, ¿qué te ocurre? -preguntó nada más ver el rostro turbulento de la Leanhaun-. ¿Qué ha pasado?

Evonne había permanecido el resto del día sin hacer nada y sin permitir que nadie la visitara exceptuando por una carta que había llegado desde Blois. Estaba acurrucada en un sofá, cubierta por una manta y vencida por el sueño y el cansancio. La repentina aparición de Sir Morgan la sobresaltó. Le miró confusa unos instantes y se incorporó.

-Morgan, yo...

Sintió como se le hacía un nudo en la garganta y las palabras dejaban de salir. Había pensado muchas formas de decírselo y al verle se le habían olvidado todas. O quizá le siguiese faltando la entereza suficiente como para hacerlo.

-Esta mañana tuve un sueño y... Fui a Blois pero no estaba Marion, sino Lothar y no pude... -se llevó una mano al corazón mientras las lágrimas volvían a resbalar por su rostro-. Me hicieron lo mismo que a él y... ¡Oh, dioses... soy miserable!

Pensarlo y decirlo en voz alta logró derrumbarla de nuevo, haciendo que volviese a sentarse en el sofá cubriéndose el rostro con las manos.

Morgan se quedó quieto, como alelado. La verdad le había dado en plena cara y todavía tenía que comprobar que seguía en pie. Pero era Eiluned y su temperamento calmado. En lugar de rabiar o de dejarse llevar por las emociones, Morgan se quedó pensando en lo que acababa de escuchar.

El sidhe parpadeó un buscó asiento junto a Evonne. Hubo un momento incómodo durante algunos segundos en los que Morgan no hizo nada, pero finalmente alargó la mano y levantó la barbilla de Evonne para mirarla a los ojos.

-No, no lo eres. Se trata de un hechizo. ¿Recuerdas lo que te dije? No pude creer que Lothar estuviese detrás de ti. Apenas puedo comprender cómo han podido doblegar su honor por otra mujer. Él ama a Marion. -Limpió las lágrimas de las mejillas de Evonne-. Y tú... Tú no querías.

La Leanhaun le miró largamente, confusa. No mentía en sus palabras, pero eso no reparaba el daño que todo aquello había generado, ni cambiaba el hecho de que había compartido algo tan íntimo de manera obligada con un hombre que había detestado. Ni que había traicionado a su mejor amiga. Eran demasiadas cosas.

Apartó la cara y se limpió las mejillas con insistencia.

-Se ha roto su juramento, van a llevar ese ruiseñor de por vida y... Marion me ha confinado entre estos muros hasta que se repare el daño que he hecho. No puedo salir. No puedo... Olvidarlo -dijo con un hilo de voz.

Morgan la abrazó. Fue un abrazo algo forzado, pero intenso. El Eiluned no parecía nada contento, pero podía transmitir su calor a Evonne, intentar confortarla. Le dio un beso en la cabeza y acarició su pelo rojo, mimándola como a una niña triste.

-¿Quién ha hecho esto? -preguntó suavemente.

Al notar los brazos del Eiluned se puso rígida. Una parte de sí lo agradecía mientras que la otra lo detestaba. Cerró los ojos, suspiró, y trató de reconfortarse con su calidez sin lograrlo demasiado.

Cuando escuchó su pregunta se apartó con suavidad.

-No lo sé. La única persona que me viene a la cabeza es la Condesa, pero es algo demasiado poco sutil. Sarianne no arriesgaría tanto de forma tan inconsciente. Pero... Si no, ¿quién tendría tanto odio arraigado como para pretender hacer tanto daño?

Evonne calló, mirando el suelo.

-Sarianne.

El nombre flotó en el aire un momento. Morgan siguió sosteniéndola, pero tenía la mirada perdida.

Evonne se levantó y caminó lentamente hasta apoyarse en el escritorio, donde estaba el tintero destapado de haberlo usado recientemente. Guardó silencio un momento.

-¿En qué estás pensando? -preguntó con cierto temblor en la voz.

-En tener unas palabras con ella -dijo él, amenazador.

-No. Ni siquiera sabemos si ha sido ella. Tengo que hablar con Marion primero... Cuando esté un poco más tranquila. Hacer algunas predicciones y... No sé.

-Evonne -Morgan acortó el espacio entre ambos-. Eres la primera mujer por la que realmente me preocupo desde hace mucho tiempo. Me has hecho realmente feliz. Pero la felicidad no dura en este maldito lugar. A mí no. No esperes que me quede de brazos cruzados mientras hacen daño a la persona a la que... a la que amo.

La Adivina quiso retroceder más, pero el mueble no se lo permitía. Se agarró al borde de la mesa como si temiera caerse y le miró con tristeza hasta que terminó de hablar. De nuevo las ganas de echarse a llorar y aferrarse a él desesperadamente. Pero se contuvo. No podía borrar de su memoria aquellos fragmentos que cruzaban por su mente una y otra vez.

-Morgan, ahora no puedo... Me siento destrozada, atormentada y vejada. Me han usado para entrometerme en algo que yo jamás haría. No sé cómo mantenerme en pie con esos recuerdos. Marion me odia, es como si me hubiesen arrancado el alma. También te amo, he sido tan feliz soñando contigo estos días... pero...

Evonne se llevó las manos crispadas a la cabeza y se apretó la sien como si quisiera sacar todo el dolor que llevaba dentro.

-Ya lo sé, ya lo sé -musitó Morgan cogiéndole la cara con las manos-. Si hubiera un modo de borrarlo, si hubiera un modo de hacer que no hubiera pasado, lo haría sin dudar. Pero como no se puede, sólo me queda ir a ver a Sarianne. No puedo estar así, viéndoos sufrir, sin hacerle pagar.

De repente los ojos de Evonne se iluminaron al mirar a Morgan.

-Puedo... Puedo hacerlo. ¿Dónde está?

Se separó de él para rebuscar en uno de sus armarios donde tenía varios utensilios que utilizaba para sus cantrips. ¿Cómo no había caído antes en ello? Podía quitarlo de su mente igual que se borraba a sí misma de la mente de aquellos a los que rapsodiaba. Sólo dejaría el recuerdo del hecho, pero no del acto. Podía eliminar todo aquel dolor y sufrimiento. Podía volver a hacer su vida sencilla...

Evonne regresó junto a él con una botella de vino ya descorchada. Vertió parte del líquido en un vaso vacío con bastante poco atine.

-Es... es algo que me regaló mi mentor. Hay cosas que jamás deberíamos ver o recordar, sobre todo haciendo lo que yo hago -explicó de forma atropellada, más para sí misma que para el Eiluned-. Puedo borrarlo y... quitar todo este dolor.

Morgan le pidió el vaso y olfateó su contenido. Arrugó el gesto, pero no dijo nada.

-¿Sólo borrará lo que queires que borre? ¿Y si nos borra a nosotros?

Evonne aprovechó para darse la vuelta y escribir en un trozo de papel, bien explicado y definido, la parte que quería borrar.

-No lo hará -contestó, robándole el vaso de nuevo, más aliviada, e introduciendo el papel-. Pude que me maree y pierda la consciencia unos segundos. Se me pasará, pero me despertaré desorientada y confusa.

Guardó silencio, sostuvo el vaso y miró a Morgan apretando los labios. Cuando se despertase podría encarar aquello desde otra perspectiva mucho más calmada. Le abrazaría y besaría y le diría lo mucho que lo sentía. Volvería desearle sin culpabilidad y sin dudas. Sólo a él, porque lo otro no habría existido en su cabeza.

-No voy a olvidarte. Nunca lo haré -repuso. Se acercó a él y le dio un beso tibio y suave antes de llevarse el vino a los labios.

Evonne sintió que las piernas le fallaban y de pronto se encontró sobre la cama. Notaba en la boca un ligero sabor a vino y a tinta, una mezcla curiosa. Morgan se había sentado cerca y la miraba expectante. No recordaba la escena. Ya no. Sabía lo que había pasado, pero no cómo. Ya no sentía las manos de Lothar, ni sus labios, ni su aliento en su oído. El único hombre que la había tocado recientemente era Morgan, y había sido maravilloso.

El Eiluned le tocó la frente.

-¿Ya?

Evonne le miró y esbozó una media sonrisa, todavía algo adormilada o lo que fuera. Sentía vacío, y un profundo alivio por esa niebla que le impedía ver todo aquello. Morgan volvía ser el único, y eso le reconfortaba a pesar de que las ansias de venganza todavía le recorriesen el cuerpo.

Asintió y alargó la mano para rozar su mejilla.

-Lo siento por haberte hecho venir así y hacerte pasar por esto. Lothar me dijo que retiraría el Geas.

-¿No es extraño que sea tan sencillo? -murmuró él-. Estabas tan mal hace sólo un minuto, y ahora...

Morgan apretó los labios mientras le acariciaba el pelo.

-Es como si no hubiera ocurrido. Pero lo ha hecho.

La Leanhaun bajó la mano como aturdida por sus palabras. Tardó en responder, sobre todo porque había olvidado la angustia y el dolor de hacía unos minutos. Sólo quedaban pequeñas molestias en comparación.

-Pero no quiero recordarlo. No quiero que eso me marque de por vida y me impida estar contigo.