6 de marzo de 2000 - 17:21
Un criado le indicó que Lord Lothar acababa de llegar a Hoja de Hiedra para visitarla. En cuestión de un momento el Conde se presentó en su habitación y la saludó con una tibia sonrisa. Se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla mientras buscaba sus manos para sostenerlas entre las suyas.
-Me alegro de verte. Te echaba de menos.
Marion estaba agotada emocionalmente después de hablar el día anterior con Evonne y no tenía ganas de pasar por otra velada parecida. Aún así le devolvió la sonrisa, le ofreció la mejilla para que la besara y le acarició las manos cuando se las sostuvo. El ruiseñor rondaba por el dormitorio, buscando sitios elevados desde los que cantar.
-¿Cómo estás? -preguntó, ofreciéndole asiento.
Lothar miró con enfado el ruiseñor y luego a su alrededor, como si calculase algo con lo que espantarlo. Al no hallarlo o al pensárselo mejor, centró sus ojos en los de Marion y se sentó, más calmado.
-Bien. Extraño, pero bien. He estado pensando mucho en todo lo que ha pasado últimamente. Nuestros problemas, los problemas del Condado... -Lothar ya no sonreía, pero no parecía desesperadamente triste, como siempre-. Me he dado cuenta de que ha sido todo culpa mía y te pido perdón por ello.
Marion hizo un mohín y se apartó de Lothar, desganada.
-No quiero oírlo -le cortó-. Ya sé a quién tengo que hacer responsable de cada cosa, y no es a ti. Si de verdad lo crees, no es cierto, no lo digas más. Y si te disculpas para aplacarme... Tampoco quiero que lo digas más.
-No, escúchame -dijo Lothar levantándose y tocándole el hombro-. No es lo que tú crees. No te estoy quitando responsabilidad en lo que ha pasado, pero el origen de toda esa culpa soy yo. Te has ocupado de mí, me has protegido... Has sido muy buena conmigo y te lo agradezco. Pero soy un hombre adulto y debo comportarme como tal. Tengo que cuidar de mí mismo... y ahora también de ti.
El Gwydion buscó sus manos para tirar de ellas y que se volviera.
-¿Lo entiendes? Soy tu señor y tu marido. Por ambos motivos debo evitar que te pase nada malo. -Le acarició el pelo con ternura-. A partir de ahora, yo me ocupo de todo. No te preocupes.
La Eiluned le miró, no muy convencida. No era la primera vez que veía a Lothar decidido a hacer algo y luego dejándolo de lado. Tendría que ocuparse de todo otra vez, y pronto, estaba segura. El gesto era tierno, y le hizo sonreír... Pero aún así le sentó mal que Lothar pensara que podía llegar y arreglarlo todo, una vez que Marion había terminado con las partes escabrosas.
-¿Y cómo vas a hacerlo tú solo, Lothar? -preguntó con suavidad-. Yo no he podido protegernos. Mira lo que ha pasado. ¿Qué vas a hacer tú que no haya hecho yo?
-Voy a hacer las paces con lady Sarianne -dijo Lothar-. O al menos, a suavizar las cosas entre nosotros. Y voy a centrarme en las verdaderas amenazas. Además, voy a reunirme con lady Hiver en breves para continuar con nuestros negocios.
Sintió que se saltaba un latido. Tenía que pensar rápido. Marion retiró las manos de Lothar de su pelo y las sostuvo entre las suyas.
-Lady Sarianne está entre esas amenazas, Lothar. No te acerques a ella. -Besó los nudillos de su marido y buscó sus ojos-. No me dejes fuera de eso, por favor. No podría soportar que te pasase algo.
-Ya lo sé -dijo Lothar con irritación-. Pero no puedo enfrentarme a todo de una sola vez. Lo de Sarianne fue culpa mía y por eso debo arreglarlo yo. Si tengo que fingir que me arrepiento de lo ocurrido, lo haré. Si tengo que estrecharle la mano, lo haré. Luego ya nos ocuparemos de ella con ayuda de Lady Hiver...
Marion se levantó y le puso a Lothar las manos en la cintura, agarrándose a su ropa angustiada.
-¿Y si te hace algo? ¿Y si vas a su corte y no vuelves? ¿Qué voy a hacer yo sin ti?
-¿Qué iba a hacerme? Soy el Conde Luminoso. No puede matarme como si nada -dijo Lothar levantando la barbilla.
-Si se empeña. Pero no le hace falta, ¿y si te manipula con magia, como hizo Axelle? ¿Cómo sabemos que no tiene a su alcance Artes más poderosas que ella, para volverte de su lado?
-Porque ya he aprendido. No voy a dejar que nadie juegue otra vez conmigo. Sé lo que siento y quién soy, y eso es todo -aseguró él-. No temas por mí, mi amor. Nada nos va a volver a separar.
Marion se mordió el labio. No parecía que fuera a dar marcha atrás. No era más razonable después de tomar la decisión de madurar que antes. Sarianne iba a acabar con él, iba a hacer que la olvidara, iba a darle otra Mariona, y no podía permitirlo, no podía dejar que Lothar caminase hacia su perdición porque había querido esconderse y quedarse lamiendo sus heridas.
Alzó la cabeza para buscar los labios de Lothar y le besó.
-Lo sé, mi vida -susurró junto a su boca-. Pero no puedo evitarlo. Tengo miedo. Abrázame -pidió, antes de volver a besarle, más profundamente.
No tuvo que pedírselo dos veces. Lothar envolvió a Marion entre sus brazos y la correspondió en su beso. Y según fue volviéndose más intenso y los labios no eran suficientes para expresar lo que sentían, la desvistió y yacieron juntos por primera vez desde que ocurriera todo lo malo.
Abrazados y disfrutando del calor mutuo, los dos sidhes recuperaban el aliento entre las sábanas. Lothar le acarició el hombro mientras hablaba:
-No voy a ir solo, no temas. No van a hacerme nada.
Marion se acurrucaba contra Lothar, feliz de volver a encontrarse entre sus brazos. No se podía creer que le hubiese mantenido alejado tanto tiempo... Y sólo habían pasado unos días. Levantó la mirada, perezosa, y acarició la barbilla de su marido.
-¿De verdad tienes que hacerlo? No es un buen momento, Lothar, si quiere hacerte cualquier cosa... No después de... Es culpa mía. Quizá en Beltaine... O en el Equinoccio, al menos. Cuando se reúnan las dos cortes.
Lothar negó con la cabeza.
-Para entones será demasiado tarde. Quizá ya sea demasiado tarde. -Pasó el dorso de los dedos por la mejilla de Marion con suavidad-. Pero tengo que hacerlo. Iré con Morgan y con Albert. No van a hacernos nada, te lo prometo. Sólo hablaremos y le pediré perdón.
-¿Con Morgan?
Marion se incorporó, apartando las manos de Lothar, y se retiró el pelo de la cara. Miró al Gwydion con un mohín.
-Morgan mató al Canciller de Sarianne hace poco. Fue una muerte quimérica, pero aún así, llevarle es una provocación. Sabes que se lo tomará así. Y sin él no estás seguro. Con Albert no basta. -Se deslizó hacia él y tironeó juguetonamente del colgante de la Bruja que le había dado-. Retrásalo un poco, por favor. Hasta que te reúnas con Lady Hiver, al menos.