Mientras Lothar guardaba la espada de nuevo en el expositor, dijo:
-Espero que mis padres no se olviden de vos. No sé si es por la Banalidad, pero les ocurre.
Frunció el ceño, extrañada.
-¿Mariona?
Lothar asintió.
-La conocieron y todo fue bien, pero al cabo de unos días no la recordaban. Era como si las Brumas se la hubiesen tragado.
Tuvo que morderse la parte interior de la mejilla para no exclamar algo inapropiado. En vez de eso mostró la expresión de tristeza y comprensión que siempre ponía cuando Lothar hablaba de Mariona.
-Estoy segura de que a mí no me pasará lo mismo. Y si pasara, volveré a presentarme las veces que sean necesarias.
-Con una basta, amor mío. No querría haceros pasar por el mal trago una y otra vez.
Un criado llamó a la puerta débilmente.
-Señor, sus padres me han pedido que le diga que la comida se servirá en breve.
-Gracias -contestó Lothar-. Ahora vamos.
Antes de abandonar la habitación besó a Marion con suavidad. Y luego, como si se diera fuerzas, retrasó unos segundos la apertura de la puerta.
Lothar condujo a Marion al comedor, ya preparado. La mesa era bastante grande, suficiente para una decena de personas, pero habían colocado cubiertos sólo para cuatro personas. El padre de Lothar presidía, con su mujer a la derecha. Sus asientos estaban enfrente. El Gwydion se sentó y desenrolló la servilleta para ponerla sobre sus rodillas.
Los entremeses y el primer plato fueron bien. Marion fue interrogada poco menos que sutilmente acerca del estado de las cuentas bancarias de sus padres, sus contactos en la alta sociedad y sus intereses personales. Cuando agotaron el tema de Marion, se volvieron hacia Lothar.
El sidhe contestó como pudo a las preguntas acerca de su estado, si comía bien, si pensaba terminar ese proyecto suyo en algún momento, si pensaba visitar a la familia de su hermano en algún momento... Finalmente su padre pasó al ataque directo:
-Esto que haces tenía sentido cuando estabas en la veintena. Pero ahora, Eric, lo único que haces es perder el tiempo. Tienes treinta y dos años. Tu hermano pequeño ha hecho algo de provecho con su vida, ¿no crees que deberías hacer algo con la tuya, en lugar de seguir en las nubes con esos aires de artista?
Sus palabras estaban llenas de Banalidad. Lothar encajó el golpe con una mueca. Incluso Marion percibió el frío dolor extendiéndose por su cuerpo.
+1 de Banalidad temporal
Dejó el tenedor en el plato y se llevó la mano al pecho, como para comprobar si se le había congelado. Pero Marion era como un toro, no huía sino que respondía al dolor atacando. Más aún si el dolor era el de Lothar.
-Me encantaría conocer a tus sobrinos, Eric -cortó, fría y seca. No miraba a Lothar, sino a su padre. A los ojos, dura y desafiante-. Podrías llamarle para quedar la semana que viene. Si Guy se encuentra mejor, claro.
-¿Estás bien, querida? -preguntó Camille al observar su gesto.
-¿Quieres conocer a mi hermano? -preguntó Lothar a su vez, incrédulo.
-¡Ah, podemos hacer un picnic! -propuso encantada su madre.
Lothar la miró con los ojos desorbitados de horror.
-Me parece que todavía es pronto para enfrentarme a la familia al completo -respondió, haciendo un esfuerzo para suavizar su voz.
No apartó la mirada de Daniel hasta que consideró que había quedado clara la intención asesina de la misma. Le dedicó entonces a Camille una sonrisa tensa.
El padre de Lothar le sostuvo la mirada. Era evidente que, como buen empresario y accionista, sabía echar duelos mentales. Camille parecía absorta en sus pensamientos, ajena al hecho de que su nuera y su marido se miraban como un par de fieras amenazadoras.
-¿Qué planes tenéis a largo plazo? No es que me disguste la idea de volver a ser abuela...
-Aún soy joven para pensar en niños -respondió.
Esperaba que fuera suficiente para cerrar el tema. Marion tenía veinte años, y no aparentaba más de diecisiete. Y no se planteaba tener un hijo ni en ese momento, ni nunca. Pero eso no iba a decírselo a Camille.
-Eric no -contestó la madre, extendiendo una mano y cogiendo a su hijo de la mejilla-. Aunque tengas esa cara de niño, cariño, llega un momento en el que hay que sentar la cabeza...
-Por lo menos parece que tiene novia formal, Camille, no aceleres las cosas -dijo su padre-. No hay por qué correr.
Daniel clavó su mirada en los ojos de Marion una vez más. Parecía que le gustaba la idea de no tener nietos... al menos si los engendraba ella.
-Ya basta -dijo Lothar, y por un momento pareció volver a ser el gobernante que era. Miró a su madre con frialdad y luego a su padre-. No he venido a hablar de eso. Ya es suficiente con los reproches. Haré lo que deba hacer cuando deba hacerlo. Hay cosas más importante, los creáis o no. Yo ya he terminado. No quiero postre.
Miró a Lothar, sorprendida. No sabía si debía sentirse orgullosa o alarmarse, y no estaba segura de que le gustase aquel arranque. De cualquier manera extendió la mano hasta la de él y la acarició con dulzura.
-¿Quieres que nos marchemos?
-Siempre tan dramático... -se quejó Camille.
-Deja que se vaya -dijo el padre con desgana.
Lothar dejó la servilleta sobre la mesa y se levantó.
-Voy a dar un paseo. Quiero enseñarle el jardín a Marion.
Aceptó la mano que la Eiluned le tendía y tiró de ella para salir del asfixiante comedor. Mientras se alejaban, ella alcanzó a escuchar la pregunta de Camille:
-¿Quién es Marion?
El arranque de energía de Lothar los arrastró hasta la parte más alejada del jardín, oculta por los árboles y llena de flores. El Conde buscó un banco de apariencia desgastada y se sentó en él. Parecía muy disgustado.
-Tenéis que disculpar este desastre. No sé si pensaba que saldría bien. Nunca sale bien. Con Mariona fueron más amables, pero luego lo olvidaron por completo. -Apoyó la cabeza sobre el respaldo del banco y suspiró-. Quería que esto fuese diferente. Me habría gustado poder hacer algo bien por una vez...
Apenas tuvo tiempo de tirar su servilleta sobre el plato, aunque falló y cayó en la silla. Siguió a Lothar como pudo, y cuando llegaron al banco estaba sin aliento. Se apoyó en el respaldo de piedra para no desplomarse en el banco.
-No tengo nada que disculpar -aseguró cuando los jadeos remitieron-. Ni vos de lo que lamentaros.
Se sentó a su lado y le cogió de las manos. Estaba roja por la carrera, y recordó el día del cumpleaños del Gwydion, cuando le persiguió entre los árboles. Acarició el dorso de sus manos para llamar su atención, y se las llevó a los labios para besarlas.
-No habéis fallado en nada, ¿cómo podéis pensar eso? No debéis escucharles, ellos... no saben de lo que hablan.
-Quería que conociérais a mis padres, que les gustáseis. Así... Como debe ser.
Lothar aprovechó la cercanía de su rostro para acariciarlo con ternura. Marion había comprobado que, en la intimidad, Lothar estaba completamente fascinado por su belleza. Podía pasar horas acariciándola, y no era una exageración. Quizá tuviese algo que ver el hecho de haber utilizado Grandeza en lo más profundo de su sueño (la gente tendía a aceptar inconscientemente cualquier elemento extra que añadiese a ellos, lo cual podía ser bueno y malo), pero el modo en que el Conde la miraba podía sacudir el alma de cualquier ser sensible.
-Quería que este día fuese especial para vos, pero sólo ha sido dañino.
Marion siempre se había sabido observada y admirada por los demás, pero la intensidad con la que Lothar la mirada le resultó perturbadora al principio. Después entendio por qué: de manera parecía solía quedarse mirándola Adéle. Sin embargo, cuando Adéle la miraba se quedaba como catatónica, y hacía sentir a Marion fuerte y terrible, como una diosa a la que adorar. Con Lothar no era así. La hacía sentir a gusto, amada, y le amaba aún más.
-Ningún día que pase a vuestro lado puede ser malo -dijo en voz baja, como si temiera interrumpirle.
Lothar sonrió melancólico. Después se irguió y se soltó de ella suavemente.
-Parece que nuestro amor no goza de la aprobación que merece. Pero en las buenas historias, los romances nunca son perfectos. Sé que el nuestro no lo es. Desde el primer momento ha sido algo prohibido y complicado. Eso no quiere decir que no sea bueno. Me gusta estar con vos. Siempre sabéis cómo hacer para animarme y por ello os amo.
Ya estamos unidos por algo más fuerte que cualquier cosa. Hemos hecho un Juramento. Mi corazón os pertenece igual que el vuestro a mí. Quizá por ello esto sea redundante, pero... Os he traido aquí hoy por una razón.
Lothar hincó una rodilla en el suelo y la miró a los ojos.
Marion se quedó blanca. Habían pasado dos semanas desde el cumpleaños. Suponía que, Gwydion, Luminoso y habiendo crecido en un hogar sin afecto ni reconocimiento, ese momento llegaría. Pero no tan pronto. Había invertido más tiempo en decisiones menos importantes.
Estrujó la falda de su vestido.
-Lothar...