-Que si tenía en cuenta los deseos de la Reina o algo así -contestó Lothar dilatando las fosas nasales-. No lo he querido escuchar.
-Deberías. No sobre esto, a lo mejor, pero Jorggen ha tenido razón en ocasiones. Cuando empiece a hablar de un atentado plebeyo, o de mi asesinato, o de cualquier otra cosa... Es mejor tenerle cerca. Es un buen vasallo que sólo desea el bien de su señor.
Marion sonrió.
-Pero anímate. Tengo una sorpresa. Algo que espero que te haga sonreír.
-Oh... Lamento la confusión -se excusó con inocencia-. Lamento no poder defender en absoluto vuestra opinión. La decisión del Conde y Lady Marion hace felices a ambos. ¿Qué problema habría de haber con ello?
Jorggen miró con los ojos entrecerrados a Lady Evonne.
-Mi señora, me temo que no comprendéis o que no queréis comprender. Somos un Condado vasallo de la Reina. Para casarse, Lord Lothar debería pedirle permiso a su señora según las antiguas tradiciones. Y aunque no se lo pidiera, lo menos que puede esperarse es que se comprometa con alguien afín a su Majestad...
La sombra del terror asomó a los ojos de Lothar cuando Marion habló sobre su asesinato. Ni siquiera su promesa logró hacerla desaparecer. El Gwydion apretó su mano en torno a la muñeca de la Baronesa como si se la fuesen a arrancar de su lado en ese momento.
-¿Y qué es?
No esperaba que empezase a escuchar a sus consejeros de la noche a la mañana, pero tenía que intentarlo.
-Como he dicho, una sorpresa. Un regalo de compromiso.
El Conde sonrió, todavía asustado.
-Estoy deseoso de verlo.
-Eh. -Le dio unos golpecitos cariñosos en la mano con la que la agarraba-. Todo va a salir bien. Parece que nadie más quiere acercarse a felicitarnos. Tenemos el camino libre.
Marion y Lothar salieron de la habitación tan pronto dejaron de felicitarlos.
Guió a Lothar a los aposentos que compartían. Le pidió que cerrase los ojos y volvió junto a él con un paquete alargado envuelto sin mucha ceremonia. Se había preocupado más de mantenerlo oculto que de envolverlo con gracia. Se lo puso en las manos a su prometido y se retiró con una sonrisa expectante.
-Adelante. La cogí de casa de tus padres; espero que no te importe.
-¿No será...? -Lothar rasgó el envoltorio del regalo y extrajo de él su antigua espada. El rostro del Gwydion se iluminó. Pasó la mano por la hoja quimérica reforjada mientras observaba los brillos irisados que arrancaba la luz de ella. Cogió la empuñadura con la mano la acercó a su cara para observarla-. Marion, es perfecta. ¿Cómo has...?
Lothar dejó su regalo a un lado y abrazó a Marion con fuerza.
-Gracias, mi amor. Me encanta. -Se separó de ella lo necesario para mirarla a los ojos y le acarició la mejilla-. A veces eres tan perfecta que me da miedo que seas sólo un sueño y te desvanezcas...
Evonne negó suavemente, con lástima.
-Comprendo vuestra posición, creedme. Pero, ¿y dónde queda el amor que se profesan? Quizá no sea lo más adecuado, cierto es, pero no habríamos de castigar un sentimiento puro de tal manera. Igualmente, gracias por concederme vuestra opinión, Jorggen. Que tengáis un buen día -se apresuró a decir, intentando evitar cualquier conversación más.
Axelle miró a Aster y sonrió del mismo modo cuandos e aproximó.
-No son merecidas... -murmuró-. Pero me alegra saber que está recuperando su espíritu. El condado no es lo mismo sin ella. Si la véis decidla que no tengo intención de olvidar nuestra conversación, así que puede seguir descansando y recuperándose tranquilamente.
Por último agarró discretamente el antebrazo de Sir Aster y se acercó a su oido.
-Y cuidadla bien, procurad que esté acompañada. Se acercan tiempos oscuros y no quiero que la baronesa sufra más de lo que ya ha sufrido.
-Lo intento, Canciller. Pero... ¿por qué no vais vos a verla más a menudo? Por mucho que yo sea su hermano, cuando vos estáis con ella, Marjolaine resplandece. Os adora. Si no la conociera, podría pensar que está enamorada de vos...
La dama pensó en su primer encuentro con Marjolaine, y después en Gilhem. La baronesa había sido muy importante para ella durante este año y lo seguiría siendo, pero su antiguo amante era su todo. Aún así ambos se mezclaban en sus pensamientos.
-Y yo la quiero a ella, más de lo que pueda parecer -siguió diciendo en voz baja-. Pero me encuentro en una situación complicada. Probablemente no pueda visitarla tan amenudo a partir de ahora, por eso confio en vos para cuidarla.
-Lo lamento mucho. -Aster le devolvió el apretón del brazo-. Se lo diré, aunque no estará demasiado contenta. Pero cuidaré de ella. Vos también deberíais cuidaros. Os veo un poco pálida.
-A veces pienso que vos sois el único hombre que merece a Marjolaine -Axelle sonrió-. No os preocupéis por mi.
Un beso en el hombro de Lothar le permitió disimular una mueca. Se apartó para mirar al Gwydion y procuró sonreír.
-Me alegro de que te guste. Debes tener una espada acorde a tu posición. -Marion quiso decir algo más, pero pareció pensárselo mejor y cambió las palabras por un beso.
Lothar alargó el beso, feliz de encontrar sus labios. Cuando se separaron, hizo una mueca.
-Un Conde debe tener una espada, pero no me gusta la idea de blandirla. De todos modos, será necesario. Con lo que se avecina, tendré que usarla más de una vez.
-Entonces no apartes el oído de las palabras que no te gustan, y a lo mejor conseguimos que permanezca envainada. Escúchame cuando te digo que debemos protegernos de los vampiros, y a Jorggen, cuando te pide que cuides el afecto de la Reina.