Partida Rol por web

14 de mayo de 1999

A la corte habían acudido todos, incluso la Condesa. Había corrido la noticia de que la Dama Axelle había retado a duelo a Lord Ibrahim y que el enfrentamiento tendría lugar ese día, de modo que todo el mundo estaba pendiente. Incluso Lady Marjolaine y Lord Quent habían acudido. El motivo del duelo era desconocido, pero debía de ser grave para que la Canciller hubiese exigido al Barón la satisfacción. Y eso lo hacía mucho más interesante para todo el mundo.

El Conde se sentaba en el trono, rodeado de los cortesanos. Lady Sarianne reposaba en un asiento cercano, sin perderse ni un ápice de las negociaciones del duelo. Axelle e Ibrahim hablaban de pie frente al Gwydion, tratando los detalles del mismo.

Lord Ibrahim había sido perturbado en sueños por una visión repetitiva. En ella Axelle vencía el duelo y cortaba la mano a Sir Bastien. El Conde lo despojaba de su título y perdía el feudo. ¿Se haría realidad o sólo era un futuro posible?

Mientras observaba lo que decían los dos sidhes, Earil sintió el poderosísimo olor del Glamour. Axelle expelía un aura de hechizo tan fuerte que era difícil que el Adivino no se hubiese dado cuenta. Tenía encima dos cantrips: uno era el rastro, probablemente de días atrás, de Espía. Conocía muy bien ese hechizo y sus usos aunque no podía ejecutarlo. Alguien había observado los movimientos de Axelle. Había sido excelentemente ejecutado, a juzgar por su claridad. El siguiente cantrip era aún más poderoso. Se trataba de Lo malo es bueno y lo bueno es malo. Y eso sólo podía significar una cosa: o la habían bendiecido o maldecido. Y el sabor amargo, como a hiel, indicaba que se trataba de una maldición. Algo tan poderoso sólo podía significar que su Dàn había sido retorcido para hacerla enfermar o hacer fallar sus fuerzas en el momento menos indicado.

Una jugada sucia, my sucia. Alguien había trucado la balanza a su favor. Eso estaba prohibido en los duelos, a excepción de los que se hicieran entre Eiluned. Si investigaba un poco más podría descubrir quién había sido el culpable, si es que se encontraba en la habitación. Y su olfato le decía que sí...

Lord Ibrahim sonrió a Axelle, y asintió a los Condes.

- Entonces, sea. Mi campeón será Sir Bastien, de la casa Gwydion y Canciller de mi Feudo, el Aliento de las Dunas. Él defenderá mi honor, y en caso de derrota, acataré la decisión de Lord Lothar y Lady Sarianne con firmeza y devoción.

Hizo una reverencia, y luego señaló a Sir Bastien, que caminó hacia delante, y se arrodilló frente a él y los Condes. Luego se levantó y se mantuvo a la izquierda del Beaumayn. Luego, Ibrahim miró a la Canciller, esperando su movimiento. Para desgracia de Axelle, pensó, aquellas manchas de vino sí habían salido de su ropa.

-Así sea -concedió el Conde-. Dama Axelle, vos lucharéis por vuestro honor, imagino. Entonces, disponed de esta sala para luchar. Yo decidiré cuándo uno habrá ganado dependiendo de sus heridas.

Se apoyó en el codo y contempló a los dos sidhes que se batirían en duelo.

Sir Earil debía darse prisa si quería enterarse de algo más. Observó los alrededores. Por supuesto, si Axelle había sido maldecida, aquello significaba que se trataba de un partidario del Barón. No tenía otra explicación posible. Probablemente habían lanzado la maldición desde el mismo conjuro de Espía. Earil no se fiaba en absoluto de acusar a nadie. Y sin embargo, tenía que actuar rápido. Permitirlo sería injusto, por mucho que la Canciller y su reputación nunca le hubieran gustado demasiado. De todos modos, siempre era mejor mantener a los Oscuros de tu lado...

Con suavidad, se movió hacia el Conde Lothar y se inclinó para susurrar algo en su oído.

-Mi lord -su voz era firme.- Os pediría que retrasáseis el comienzo del duelo un momento con la excusa de un contratiempo de última hora. Alguien ha usado la magia para desequilibrar la balanza entre los dos contrincantes -hizo una ligera pausa para mirar a ambos sidhe, con el ceño ligeramente fruncido.- Un hechizo obvio y poderoso, que hace injusto este duelo.

Deslizó la mirada por los asistentes que estaban a la vista, concentrándose e intentando distinguir algo.

El visir de la Corte estaba en su asiento cuando ambos sidhes se acercaron. Tras observarles durante unos segundos, frunció el ceño. Con suavidad, pero también rapidez, se movió hacia el Conde Lothar, a su espalda. Se inclinó ligeramente para susurrarle un par de frases. Alzó la vista de nuevo frunciendo ligeramente el ceño hacia los contrincantes y volvió a decir algo. Por supuesto, sólo fue realmente obvio para quienes estuviesen mirando al Conde. Los duelistas, por ejemplo.

Lo que dijera Earil perturbó visiblemente el semblante del Conde. Lothar frunció el ceño y se agarró al reposabrazos. Su rostro comenzó a ponerse rojo. Se volvió hacia el Adivino con igual discreción aunque mucho peor humor.

-¿Quién lo ha hecho? ¿Y qué ha sido? -preguntó insistente-. Vamos, vamos, ¡descubridlo! No podrán negarlo ante mí sin que lo detecte.

 Danielle observaba la escena con atención. Ignoraba que había ocurrido para llegar a esta situación, pero no le gustaba en absoluto.

Buscó con la mirada a Axelle para tratar de ver su estado de ánimo mientras anotó mentalmente hablar con Ibrahim al acabar el duelo.

 -Un hechizo de espionaje seguido de un conjuro de mala fortuna... Bastante bien realizados, añadiré -la mirada del vidente recorrió a los contrincantes, a los espectadores, mientras respondía con esa rapidez a la segunda pregunta...

En cuanto a la primera... Sir Earil entrecerró los ojos, abrió las manos, escondidas entre la multitud, canalizando, sintiendo. Sus dedos se movieron invisibles rozando el glamour de la audiencia, de los nobles, de los sirvientes, de los contrincantes... Buscaba algo y no estaba seguro. Invisibles, sus dedos, su magia se movió hasta tocar, hasta alcanzar, sí, un sabor, un color un... sentido no del todo descriptible que le hizo abrir los ojos de golpe. Estaba mirando a... 

 El vidente intercambió algunas palabras más con el Conde y acto seguido entrecerró los ojos, sin mirar a nadie. Su expresión era serena. Al cabo de unos segundos, los abrió de nuevo.

Sus ojos se fijaron en Lord Ibrahim.

Axelle, quien se había presentado con su pulida armadura negra, se adelantó para hablar ante el Conde.

-En mi caso no necesito más representación que mi espada, y estoy preparada. Mil gracias por dejarme defender mi honor en vuestra corte, mi señor -la dama hizo una reverencia y retrocedió varios pasos hasta colocarse frente al barón, a quién le dedicó una mirada penetrante y fria. Cogió una cinta que guardaba entre las placas de su armadura y levantó ambas manos para recogerse el pelo en una coleta con parsimonia. Parecía muy segura de si misma.

-Acabemos cuanto antes -dijo Sir Bastien entre dientes. Llevaba una refulgente armadura dorada y verde con una capa oscura. El yelmo le tapaba la nariz y los lados de la cara, dejando la afilada mandíbula al descubierto.

El sidhe desenvainó su espada y tomó el escudo Gwydion en la otra. Se puso en guardia.

-Cuando queráis, Fiona.

Lady Marion estaba de pie entre los cortesanos, expectante. Llevaba deseando que llegara el momento del duelo desde que se había anunciado, no porque tuviera ningún interés personal en ninguno de los dos contendientes sino porque lo consideraba todo un acontecimiento.

Desde su posición, cerca del Conde, pudo ver cómo Sir Earil hablaba con el Conde. No podía ver a Lothar desde donde estaba, a su espalda, pero la ira de un Gwydion podía olerse en el aire y sentirse en la cara como los rayos del sol; un mecanismo del Ensueño, pensaba Marion, para dar tiempo a los demás a apartarse. Algo sucedía. Siguió la mirada del adivino hasta sir Ibrahim, y lo anotó mentalmente.

Tal vez Lord Ibrahim no fuera tan Luminoso como todos pensaban, después de todo. Pero Marion había acudido a la corte para presenciar un duelo, y la Canciller y el campeón de Lord Ibrahim eran quienes atraían su atención.

 Los ojos de Earil se abrieron con sorpresa al descubrir que no se trataba nada más y nada menos que del Barón Ibrahim, supuestamente luminoso y supuestamente inteligente. El Vidente había estado esperando que fuese algún criado: sólo a alguien de baja categoría se le ocurriría pensar que, ante la vista de tantos sidhes incluyendo al Vidente de la Corte, un hechizo iba a pasar desapercibido. Que el Baron no lo hubiese pensado bajaba bastante el criterio que Sir Earil hubiese podido tener de él. Habló de nuevo al Conde:

-Mi señor, fue el Barón Ibrahim. No hay duda.

 Sir Earil abrió los ojos, la sorpresa imponiéndose durante unos segundos sobre su serena expresión. Sus ojos estaban clavados en el Baron Ibrahim. Se inclinó para musitar un par de cortas frases hacia el Conde, con el ceño fruncido. 

Al pronunciar Earil las palabras, el Conde Lothar se levantó de su asiento con gran ímpetu. Sus ojos refulgían de ira, una ira que amenazaba tormenta. Fuera se escuchó lo que parecía un trueno. Señaló al Barón Beaumayn y apretó el puño.

-Deteneos.

Bajó los dos escalones que llevaban al nivel del suelo y avanzó hacia Lord Ibrahim.

-¿Habéis maldecido a la Canciller? ¿Os habéis atrevido? ¡Contestad!

 Danielle levantó ambas cejas al escuchar al conde, reprimiendo el impulso de golpearse la frente con la mano... de todas las maniobras estúpidas... Aunque empezaba a sospechar. Demasiadas cosas malas pasaban en la corte del barón ultimamente. ¿Habría alguien más implicado?