Partida Rol por web

- Respondiendo a Gemme: - Pues la verdad no sabría deciros pues salí corriendo y no me fijé en los caminos que estaba transitando. La única forma de orientarnos sería encontrando aquellas bocas de ventilación, para así poder saber que el encapuchado había corrido por esa zona. También es algo inverosímil ver a un hombre encapuchado por las alcantarillas, a no ser que aquí se refugie alguna orden de ladrones que hagan sus fechorías desde aquí. Pero sería algo muy difícil de encontrar sin tener pistas... pero se podría intentar ya como veáis. 

Alder, pasando por alto su lamentable y húmedo estado se cruzó de brazos, escuchando el parecer de sus acompañantes.

-Las alcantarillas son un sitio de lo más usual para que gremiso de ladrones de segunda fila se establezcan... seguido muy de cerca por catacumbas y grutas de poca monta...-añadió al comentario de Adso.

-Pero si tuviese que apostar por algo, lo haría por las bocas de ventilación... las del rastro de color verde- concretó.

-No tenemos mucho más de donde tirar-se lamentó-. Sí, podríamos dar vueltas sin rumbo fijo en búsqueda de pistas o señas, pero por lo que se, la sustancia extraña es un rastro por si solo. Uno que podría desvanecerse si nos descuidamos...-Se encogió de hombros, antes de darle una palmada fuerte a la espalda del mago

-¡Vamos Ches! ¡Que resfriado ni que mago muerto! El que no arriesga no gana.

Después de andar unos cuantos cientos de metros a través de los túneles hediondos de las alcantarillas y de girar un par de veces a la derecha, los cinco miembro de aquella expedición a través de las cloacas de la ciudad llegan a la zona que Chester y Adso habían descrito. En el techo se encuentra lo que parece ser una boca de ventilación que alivia un poco el repulsivo olor a heces y putrefacción. Dicha boca de ventilación está cerrada por barrotes de hierro, que aunque se encuentran bastante oxidados, siguen cumpliendo con su función. Es allí donde Adso señala el rastro de un líquido denso de color verdoso, que para nada parece ser más lodo apestoso y no huele tampoco como tal.

Gunther observó el agujero enrejado, el rastro verdoso, y finalmente el túnel por el que dicho rastro se alejaba. Cierto era que no olía a mierda tan fuertemente como en los túneles pero tampoco olía a rosas. 

Una vez en aquella estancia más abierta, Alder se agachó, buscando cualquier tipo de rastro significativo que pudiese encontrar, siguiendo luego en las paredes

Alder a duras penas logra reconocer un rastro goteante de aquella sustancia verdosa impreso en los pegajosos adoquines del pasillo de aquel túnel de las alcantarillas que se alejan del lugar. Por ello se decide a seguirlo no sin dificultad y tras el todo el grupo. Tras zigzaguear en una serie de túneles secundarios, el rastro termina en lo que parece ser una puerta de madera quebradiza, enclaustrada en un muro lleno de fango.

Por los lados de dicha puerta se observa un rayo de luz proveniente del otro lado de la puerta. Es el propio Alder quien trata de mirar por dichas rendijas hacia el interior de la estancia, pero le es imposible ver nada. Tampoco es capaz de escuchar nada del otro lado. Uno a uno todos se van acercando a la puerta con similares resultados, aunque lo que si es cierto es que al otro lado hay luz artificial.

Es en ese momento cuando el propio Alder reconoce una señal impresa en dicha puerta. Se trata de un símbolo secreto utilizado por el gremio de ladrones, dos círculos concéntricos, el cual indica "guardia secreta". Dicho símbolo indica que el lugar marcado es utilizado por el gremio para ocultar a personas u objetos robados a las autoridades. O al menos eso quiere decir en la región de Ostenmark, de donde Alder es natural.

La sacerdotisa de Sigmar se situó junto a la puerta, invitando al grandullón, Gunther a hacer lo propio del otro lado. La idea era abrirla y ver que había en su interior.

- Ahí dentro debe haber alguien... Entremos a la de tres... - Dijo, antes de ponerse a contar en voz baja y abrir la puerta preparada para lo que encontrasen.

Resignado a volver por donde Adso y yo acabamos de venir, guiamos al resto de nuestros compañeros hasta las rejillas de ventilación y desde ahí es Alder quien toma la iniciativa para conducirnos ante una puerta que probablemente ninguno de nosotros hubiera encontrado sin él. Me admira su capacidad de seguir rastros, aunque sinceramente en esta ocasión hubiera agradecido que no fuera tan hábil para que todos hubiéramos podido volver a la superficie.

—¿Estáis seguros de que queréis entrar ahí? —pregunto con voz temblorosa por el miedo y sin saber lo que significan los círculos concéntricos que Alder señala con tanto interés—. Probablemente no será más que un almacén lleno de herramientas de los trabajadores de las cloacas infestado de ratas.

- ¿Alder poder abrir sin ruido? - preguntó el grandullón en un susurro - Si romper puerta hacer mucho ruido y alertar enemigos... y trampas, poder haber trampas. - podía no ser el más brillante de los presentes, de hecho era seguramente el menos inteligente, pero hasta él sabía que una puerta nose tira si puede abrirse en silencio y que las trampas siempre están en las puertas con dibujos... casi siempre.

- Creo que sería buena idea entrar seguro que conlleva a una salida a la superficie, por otro lado los goblins son muy inclinados a los robos. Puede que el goblin sabía hacia donde dirigirse o si no puede que los ladrones sepan algo de él. 

Adso observó la puerta y sus alrededores por si estaba escondida la llave hacia el interior.

El joven pícaro observó la puerta y se mesó una inexistente barba en gesto pensativo. Posando suíndice sobre los labios solicitó silencio a sus acompañantes  movió la mano mostrando la palma arriba y abajo con lentitud, indicando a la bonita clériga que esperase un momento.

Con calma inspeccionó la cerradura, las bisagras, el dintel de la puerta y las losas que se encontrasen bajo el quicio. Luego pegó su oreja sobre las tablas, tratando de escuchar algo del interior.

Alder abre la puerta no sin dificultad y tras unos cuantos minutos hurgando en la cerradura. Detrás de la misma se encuentra un húmedo y angosto pasadizo que avanza unos cinco metros hasta unas escalera de mano que asciende otros cuatro o cinco metros hasta una trampilla. 

Alder, seguro de si mismo, camina hasta dicha escalera y escala hasta la trampilla. Tras escuchar del otro lado decide abrirla. No está atrancada y puede levantarla. En el otro lado no hay nadie, salvo lo que paree ser un almacén situado en un sótano. El lugar esta lleno de cajas de madera, barriles y sacos. Además de la trampilla, hay una nueva escalera que asciende hasta una puerta.

Puedo sentir el corazón desbocado en mi pecho, latiendo a toda velocidad mientras espero que algo horrible e innombrable le salte encima a Alder en cualquier momento. Y, cuando mis peores temores no se materializan, todavía me mantengo en tensión temiendo que algo aparezca de repente de entre las sombras.

—De... deberíamos irnos... —insisto con voz temblorosa—. Aquí no hay nadie... No está el goblin que buscamos... ¿Por qué no seguimos por otro lado? No está bien eso de ir allanando casas ajenas.

- Creo que deberíamos ascender... ya que estamos aquí sería una buena forma de buscar la salida, pero por este lado siempre podremos volver por aquí, además de descubrir las fullerías del gremio. Adso se acercó a Alder para acompañarle mientras agarraba su bastón con las dos manos.

-Sigamos-se limitó a decir en tono resoluto, echando una mirada golosa a todo aquel cargamento que a saber qué objetos podía contener, si bien tenía claro que no era el momento para aquel menester.

-Y te recomiendo que me des unos pasos de ventaja, compañero-añadió con una media sonrisa, dirigiéndose a Adso, el cual parecía lo suficientemente valiente y decidido como para acabar llevándose por delante alguna trampa que se le pudiese pasar a él por alto.

-No me malinterpretes. No es que me moleste sentirte cerca cubriéndome las espaldas, si bien preferiría la cercanía de Lady Gemme a la tuya, eso vaya por delante-bromeó susurrando.

-Pero si esto es una guarida del gremio, lo más normal es que nos encontramos alguna que otra trampa. Y si mi aparente ineptitud me lleva a activarla sin querer, prefiero que este humilde servidor sea el único que lo pague con sangre-dijo en tono melodramático. -O con ampollas, o quemaduras, o con aplastamiento de miembros-chasqueó la lengua.

Adso no había caído en ello, cuando Alder le advirtió que podía estar provisto de trampas mortales. El monje dio un paso atrás dejando que fuera Alder el primero en ir por delante e indicarle a los demás que podían proseguir, que era seguro. Por un momento la confianza del monje se llenó de temeridad y suspicacia. - Gracias Alder, así lo haré.

Adso ya había tenido bastante con caer en aquel lodo putrefacto, que le había revuelto el estómago provocándole mareos y vómitos. Ahora que estaba hecho un estropicio lo único que le faltaba era caer en una de esas trampas del gremio. Así que se detuvo viendo como Alder avanzaba y esperando que diera la señal de avance una vez que viera que estaba despejado.

Alder ascendió de forma sigilosa las escaleras hasta llegar a la puerta. Enseguida localizó lo que parecía ser un resorte en la misma que activaba un mecanismo. Posiblemente fuera una trampa, pero él sabía como desactivarla y no dudó en intentar hacerlo, no sin antes advertir al resto de sus compañeros que se mantuvieran alejados por lo que pudiera pasar.

Fue nada más tocar el pomo de la puerta cuando sintió un "click" y abriendo los ojos de par en par supo lo que estaba a punto de suceder. Trató de echarse a un lado y lo consiguió en parte, pues una lluvia de dardos salió de la pared en su dirección y de haber podido quedar totalmente lleno de púas, tan solo dos de ellos se le incrustaron en la espalda. Fuera como fuera, al menos la trampa estaba desactivada.

Fue entonces cuando la puerta se abrió de golpe. 

El hombre al que habían estado siguiendo Chester y Adso salió de detrás de la puerta armado con una ballesta y apuntándoles. No iba solo, otros cinco hombres que sin duda por su aspecto parecían pertenecer a los bajos fondos iban con él. Todos ellos estaban armados con ballestas prestar para disparar y en sus cintos portaban armas de mano. 

- ¿Qué hacéis aquí? - Preguntó aquel hombre. - No deberíais estar husmeando en la casa de otros. - Sonrió.

¡Ay!, ¿por qué nadie atenderá nunca mi prudente consejo...?

No puede decirse que encontrar rufianes y trampas en una guarida de ladrones sea algo sorprendente e inesperado. Media docena de ellos nos han descubierto merodeando por aquí pero no a mucho tardar pueden duplicar o triplicar ese número y abrumarnos por completo.

—Señores, esto no es más que un desafortunado malentendido —intento razonar con todos los presentes, haciendo un esfuerzo inútil por ocultar el miedo de mi voz—. Estábamos persiguiendo a un goblin fugitivo de la justicia y nos topamos con su almacén por casualidad. Queríamos comprobar que no se hubiera escondido entre los barriles pero ya está claro que el tipo al que buscamos no está aquí, así que nos marcharemos de inmediato y no le hablaremos a nadie de este lugar.

Adso se quedó sorprendido cuando vio como Alder no pudo desactivar una trampa y unos dardos se le clavaron en la espalda... El monje sorprendido siguió en aquel estado cuando vio que la puerta se abrió y unos hombres les esperaban con armas en mano. 

- ¡Oh vamos Chester di la otra parte de la verdad!, comentó el monje, - la verdad que cuando le vi - le dice al hombre que se camuflaba y que parecía el líder. - Supe que el gremio de ladrones estaba por aquí, os estábamos buscando, aquí le presento a uno de los vuestros, aunque ha sido un poco torpe en desactivar esa trampa con dardos la verdad que es un buen guante blanco, y yo bueno me llamo Adso y puedo ser un buen falsificador de documentos y demás, creo que damos la talla, los demás bueno son nuestros compañeros ninguno legal claro está, todos huímos de la ley por una cosa u otra. Comentó el joven monje decidido a colarle a aquellos ladrones una de sus mentiras, ya que en el monasterio siempre había querido poner en práctica su talento para convencer a los demás de cosas inéditas.