Partida Rol por web

El Viento Solar se asomó a la comitiva desde arriba. La sombra que proyectó sobre los cazas permitió que Ophara estableciera un protocolo de escaneo. Fijó sus grandes ojos bulbosos en la pantalla, parpadeando ominosamente cada poco. Cuando hacía eso daba la sensación de que ninguna cosa podría escapar de su escrutinio.

- Bueno - respondió al fin - los cazas están en buenas condiciones y bien armados. Los hombres también, curiosamente, excepto solo uno de ellos. No hay otro rastro de vida inteligente en todo el entorno de escaneo que he situado. Yo diría que en este páramo estamos ellos, nosotros, y la fauna autóctona.

-Vamos allá entonces, ¿no? Ardo en deseos de que alguno la cague y me pueda desquitar después de lo de ahi afuera... -dice el expandillero bocazas. Mejor haría en no hablar, pues después de esto seguro que recibe una reprimenda o bien le advierten que de eso nada... pero lo hecho, hecho está. Si hay un adjetivo que no acabe de ir bien con su descripción es el de "reflexivo".

- Todos armados menos uno... bueno, ya sabemos quién es el más peligroso, ¿no?

Seldon tenía cierta experiencia con estos personajes a los que no les hacía falta un bláster para cargarse a alguien. Las palabras de estos individuos viajaban más rápido que un haz de neutrones, y podían tener el mismo efecto destructivo.

En cualquier caso, parecía que el final de aquel extraño viaje ya estaba cerca.

Bajemos ya y terminemos con esto... pero no estaría de más que alguien se quedara en la nave por si hay que salir por patas, o por si tenemos que acabar usando los turboláseres contra nuestros "amigos".

Aquel "amigos" no había sonado nada, nada amistoso.

-Ophara, traza una trayectoria de descenso. No dejeis de apuntarles con las armas chicos. Ophara, te quedas dentro con toda la nave lista para salir disparada de este sistema. Mantén nuestro sistema de autodefensa activado y apuntando a la cabeza del que parezca su lider.- Sus manos volaron por el cuadro de mandos. -Y Ophara, pon cara de duro a traves del cristal de la cabina.-

La nave descendió suave frente a la comitiva, bien cerquita, por si había que salir corriendo de la zona...

El Viento Solar se posó suavemente en el brillante césped. La rampa descendió con un soplido de gas hidráulico y sus tripulantes descendieron. Sólo el mon calamari permaneció en el interior, muy serio.

Fuera, el grupo de hombres parecía una foto ganadora de un concurso de caracterizar mercenarios. En el centro, muy diferente de los demás, una figura alta y ominosa, cubierta por una máscara y una túnica negra que no dejaba ver más que unos ojos negros, se movió como si estuviera impaciente. Su voz era un cúmulo de ecos graves que, a pesar de mezclarse unos con otros, podían comprenderse bien.

- Bienvenidos al final de sus obligaciones, señores. Debo decir que son bastante puntuales para lo que podíamos esperar. Sin duda han tenido más suerte o más destreza de lo habitual en estos casos. Bien, eso exigirá una recompensa llegado el momento.

El individuo misterioso abrió las mangas y se encogió de hombros lentamente.

- Bien, sé que es una pregunta retórica pero ¿tenéis la mercancía? Quiero verla.

No pareció alterarse cuando las torres rotatorias del carguero se movieron para apuntarles, aunque el resto de tipos sí parecían inquietos por ello.

El extraño "guardaespaldas", con su apariencia de haber sido sacado de una de las calles de los barrios bajos de un mundo poco afortunado, parece completamente despistado, fuera de lugar y necesitado de algunas instrucciones para actuar en algún sentido. En efecto, se le diría entretenido mirando el paisaje y no a los personajes que tiene cerca, sus manos alejadas de las armas que cuelgan inofensivas de sus muslos. Pero quien sepa más, quien entienda cómo funciona la mente del ex-pandillero, sabrá que Syrus está buscando cada uno de los recursos de los que dispone su potencial enemigo y pocas veces se ha visto una mano más rápida que la suya en desenfundar no uno, sino sus dos blásters.

Los acompañantes de la figura enmascarada era sin duda mercenarios de la peor ralea. Gente dispuesta a disparar por unos pocos créditos, casi por el gusto de hacerlo. Sin embargo, a pesar de que mantenían su aire bravucón, procuraban mantener una cierta distancia con el que se diría su jefe, como si de él emanara un aura de miedo o prudencia. Desde luego, la imagen era perturbadora, y tras observar algún tiempo la máscara, uno tenía la sensación de que se iba transformando en una cosa oscura y hambrienta.

Los individuos portaban todos blasters. Dos de ellos, además, tenían un blaster pesado. También llevaban carabinas de distinta calidad y armaduras algo usadas ya. Lo más representativo era que, en el fondo, no parecían ser mucha amenaza individualmente. Los que no parecían demasiado mayores, parecían demasiado jóvenes, y los que estaban en la edad justa para ser un peligro estaban menos equipados.

Eso sí, las naves estaban completamente nuevas, como si las hubieran sacado directamente de la cadena de montaje.

Sicks K´orin se cruzó de brazos. Se apoyó sobre una sola de sus piernas sin mostrar preocupación. Todo se podía ir a la mierda en cualquier momento. -Supongo que tienes tantas ganas de ver la mercancía, como nosotros de ver vuestros creditos. Cuando me enseñes los creditos, uno de mis colegas te bajará la mercancía.-

El 90% de los intercambios fallidos se estropeaban justo en aquel instante, cuando había que entregar la mercancía y el dinero.

Si todo tenía que irse a la mierda, sería justo entonces. Seldon no quitaba ojo a los guardias (es de donde podía proceder el peligro), pero echó un breve vistazo a Syrus. Los dos estaban atentos a cualquier cosa que pudiera suceder.

Seldon no tenía ninguna intención de desenfundar sus armas... por ahora.

Por una vez, estaría bien salir de uno de estos atolladeros sin tener que pegarnos de tiros.

- Por supuesto - dijo el enmascarado, y emitió una risa que sonó metálica -. El pago por vuestra parte está aquí, junto a mí.

Hizo una señal, y un individuo acercó una porta-caja. La colocó frente al hombre de negro. Se notaba que al individuo no  le gustaba estar tan cerca del oscuro personaje. Éste introdujo la contraseña y la caja se abrió con ruido de despresurización. Ante todos aparecieron dos tarjetas de cargo.

- 10000 créditos en cada una - informó -. Por supuesto, podéis comprobarlo ahora mismo. No hay prisa. Las tardes son largas en este planeta, y no creo que seamos interrumpidos. Cuando quedéis suficientemente convencidos, espero impaciente mi mercancía.

Había cierta sorna en la voz, pero el timbre extraño que le confería la máscara hacía difícil determinar los detalles.

Sicks no perdía de vista ni por un instante al hombre de negro. El resto parecían mercenarios, no compinches. Despues le hizo un pequeño gesto a Syrus, para que se acercara y lo comprobará.

-Si quieres, uno de tus chicos puede comprobar la mercancía.-

A Seldon cada vez le gustaba menos todo aquello. Las personas con las que acostumbraba a tratar no eran precisamente tecnomédicas del Ejército de Salvación Corelliano, pero el hombre de la máscara le daba escalofríos.

Terminemos ya con esto y vayámonos de aquí antes de que tengamos que arrepentirnos...

El granuja empezaba a ponerse nervioso, sin estar del todo seguro de por qué. Simplemente, empezaba a sentir unas irrefrenables ganas de freír al pájaro enmascarado.

Syrus, aparentemente distraído, prosigue con su inspección del bello paisaje planetario, bastante ajeno tanto a la conversación como a los movimientos nerviosos de la otra parte. La realidad era completamente diferente a las apariencias. Un observador experimentado lo notaría enseguida. Posiblemente muchos de los guardaespaldas presentes no tenían la mínima cualificación como observadores experimentados.

Sicks esperó a que Syrus se acercara a comprovar el dinero.

-Ah, perdón, jejeje, estaba distraído... -dijo el pandillero, acercándose apresuradamente hacia los contenedores.

Ahora ya no quedaba tan claro si era un guardaespaldas de gran calidad haciéndose pasar por uno descuidado o si era un guardaespaldas descuidado tratando de... ¿escurrir el bulto? En todo caso se apresuró a ir a cumplir con su cometido. Esperaba que no le tocara contar todos los créditos, eso podía ser muuuuy aburrido y largo. Echó una mirada furtiva al capitán. Fijo que le tocaba contar, cagüentó...

Y pese a todo, sentía el peso de sus blásters en sus muslos, Winny y Minny, rebotando ligeramente con cada paso. Sabía que era rápido. Y sabía que si algo se torcía el que tuviera delante se iba a llevar una descarga de bláster a bocajarro antes de poder empezar a apartarse. El problema sería lo que harían los otros después y dónde refugiarse...

20000 créditos. Todo correcto. Syrus hizo un simple gesto de asentimiento en el que se apoyó el personaje enmascarado para insistir.

- Bien, espero ser merecedor ya de ver la mercancía por la que pago este dinero.

Más cerca de él, Syrus advirtió que la presencia del individuo era verdaderamente perturbadora, como si extendiera un aura de peligro en torno a él. Daba la impresión de ser todo menos lo que parecía, o más aún. Era difícil de asegurar. Como una enorme nada que sólo pudiera dar información contradictoria. En todo caso, lo que Syrus percibió más allá de toda duda en el personaje, era sincera y genuina impaciencia.

Parece que me toca...

Mientras se dirigía a buscar la mercancía, Seldon lanzó una última mirada a Sicks, buscando alguna señal que le indicara que no debían cumplir el trato.

Pero claro, ellos se dedicaban precisamente a eso, y no era cuestión de empezar a ganarse mala fama. Con lo que costaba convertirse en un contrabandista fiable...

Por ahora se estaban cumpliendo las cosas. Sicks esperaba que uno de los tipejos de ellos se acercara a comprovar la mercancia. Huelga decir que no pensaban acercar su "parte" al grupo de mercenarios, sin antes iniciar un intercambio simultaneo.

En cuanto lo hubieran hecho, syrus y el tipo podrian cruzarse para intercambiar los paquetes.

El enmascarado hizo una seña al mismo hombre que había mostrado el dinero a los contrabandistas. Éste hizo un gesto de resignación y se acercó lentamente. En ese momento, el tiempo pareció detenerse. Los hombres dejaron de mantenerse en posición despreocupada y se afianzaron bien, atentos a las reacciones. No hacían nada claramente peligroso, pero al igual que los contrabandistas, sabían que era en aquel momento en el que más fácilmente se echaban a perder los buenos tratos. El enmascarado era el único que parecía mantener la indolencia, como si no concibiera que aquel intercambio pudiera tener un mal final.

El hombre enviado llegó a la altura de la caja y miró a Seldon, con las manos abiertas y separadas del cuerpo.

- Bueno - dijo, con voz insegura - supongo que cuanto antes acabemos, mejor para todos. Aquí tenéis los créditos.

Acercó las dos tarjetas a Seldon con una mano, y con la otra pidió la caja de la mercancía por la que se estaban jugando el dinero...y quizá la vida.

La tensión se mascaba, pero nadie se salía del guión, de momento.