Partida Rol por web

El general Antilles se alegró de escuchar a Sicks. La insinuación de aumentar el precio de salida indicaba que había trato. Se encogió de hombros y asintió a un hombre que "andaba por allí".

- Bien, pues serán 10000 por adelantado, pero entonces subiré hasta 15000 más el precio final. Una cosa que compense la otra. Sabréis entender que estamos en construcción. Habéis visto el planeta y no estamos para hacer recortes de ningún tipo. Tenemos un trato - confirmó al final - y espero saber de vosotros pronto, porque el tiempo apremia. No puedo ayudaros mucho con hombres o material, lo principal en este caso es el subterfugio, pero como digo, hay otros poderes implicados en este asunto. El último heredero de la desaparecida Orden Jedi también está muy interesado, como podéis imaginar. Tiene planes propios, claro, pero comulgan bien con la República. Es posible que por su parte sepáis más.

Quiero que me tengáis informados puntualmente, utilizando la frecuencia encriptada que os enviaremos. No podremos daros información sensible en nuestros contactos, por si a pesar de todo el cuidado acaban descubriéndonos. Por lo demás, no puedo daros un punto de comienzo. Como digo, en este caso confío y dependo completamente de vosotros.

Un pensativo y comedido Syrus permanece de brazos cruzados tras su líder, haciendo ligeros asentimientos cuando corresponde, aunque no tan interesado como cabría esperar. Hasta que surge el tema del dinero, claro.

Yuju, tenemos trabajo. Tal vez de los más chungos que hemos tenido, pero esos 10.000 créditos me irán bien. Bueno, mi parte proporcional. ¿Cuánto me toca exactamente? Seguro que nuestro amigo calamar hace el cálculo de cabeza sin pestañear. Claro que tiene cabeza, cerebro y falta de pestañas de sobra para ese trabajo, jejeje. -piensa para sí.

Hm... el general había aceptado que le subiéramos el precio sin regatear... si Seldon fuera un paranoico, pensaría que eso era porque no esperaba volver a ver al grupo con vida, o sea que no le importaba decir que les pagaría un zillón de créditos o más. Total...

Nah, conjeturas de alguien acostumbrado a que le persiguieran.

Pero lo que SÍ le había llamado más la atención aquella historia del Último Heredero: probablemente, al ser el último heredero, había logrado alzarse con el control de todo el patrimonio familiar y podía permitirse pagar más para contratar a unos investigadores privados con ganas de regatear al alza como eran ellos.

Era lógico que estuviera interesado en la investigación: después de todo, si aparecía alguien que también tuviera derecho a heredar lo que él hubiera heredado, debería repartirse la fortuna con un desconocido, y seguro que esto no le interesaba para nada. Y menos si, como decía el General, "tenía planes propios"...

Aunque había que ir con cuidado con los últimos herederos: según tenía entendido, los Últimos Herederos eran la causa de defunción del 90% de los Penúltimos Herederos, en general menos afortunados y menos astutos.

Seldon meneó la cabeza y abandonó el asunto: él nunca iba a heredar nada, o sea que más valía olvidarse de ello y meterse en el trabajo.

La sonrisa sesgada de K´orin se ensanchó. Le tendió la mano a Antillies.

-Entonces ya tienes tus oidos y tus ojos en el asunto. Saldremos en cuanto repostemos.- Le hizo un gesto a los muchachos, para que se prepararan y compraran lo que necesitaran para el viaje. Confiaba en la capacidad individual de cada uno para pertrecharse con lo mas util para sus habilidades. (Lo que incluia material belico de calidad). -Enviame el codido a la Viento. Buena proa Antillies.-

La Viento Solar salió de la formación de fragatas y corbetas con la elegancia de una aguja afilada que cosiera una tela liviana. El espacio se abrió delante de ellos. Al lado tenían Froz, pero no les habían dado instrucciones de ir a ningún lugar concreto. Eran sus propios jefes en esta misión. En muchos sentidos, Wedge Antilles era el mejor cliente que habían tenido nunca. Siempre había confiado en su criterio, aunque sus encargos solían ser más aburridos de lo normal.

Algo les hacía pensar que este no sería el caso.

Syrus, como casi todos, algo había oído de la Orden Jedi, de los sables de luz y del psicópata del casco oscuro que servía al emperador, pero lo del último heredero quedaba demasiado... misterioso. O sugerente. En fin, cosas de jedi, al fin y al cabo la Orden era algo bastante místico. Luke Skywalker era uno de esos nombres que todavía hoy resonaban, pero que, de alguna manera, había ido desapareciendo de escena.

El ex-pandillero opta por buscar el consenso de la tripulación sobre el destino a seguir. Sabían con bastante precisión dónde habían visto el objeto centro de la atención. Ahora la cuestión era deducir dónde podrían encontrarlo en estos momentos.

-¿Sugerencias, chicos?

Seldon estaba convencido de que a quien debían perseguir ahora era a su antiguo empleador, aquel hombre de apariencia tenebrosa a quien, por lo que parecía, incluso sus guardaespaldas apreciaban más bien poco. Quizás lo mejor sería volver al punto de encuentro, y tratar de averiguar hacia dónde partió aquella sospechosa comitiva.

En todo caso, no había tiempo que perder: como había descubierto gracias a los muchos guardaespaldas que les habían perseguido anteriormente, cuanto más caliente está un rastro, más fácil es pillar a la presa.

Volvamos sobre nuestros pasos y veamos qué encontramos.

La Viento Solar se alineó y Ophara programó las coordenadas de memoria. Ni siquiera le hubiera hecho falta consultar la tabla, a pesar de lo cual la consultó, era un oficial prudente.

La nave aceleró hasta la velocidad luz y se perdió en el subuniverso de luces estroboscópicas.

Se detuvo apenas unas horas después, casi sin tiempo para asimilar el cambio radical en los acontecimientos. La superficie de Corellia volvió a presentarse ante ellos, esta vez con un propósito semejante pero en el fondo muy distinto.

No había restos del destructor estelar que les había secuestrado en su primera visita. Ni visualmente ni en los radares. Daba la sensación de que nunca hubiera estado allí, pero los tripulantes de la nave lo recordaban bien.

Coronet era la ciudad más grande. Un rápido vistazo indicó que ya era de noche en la capital del planeta. El lugar donde el Resto Imperial aún mantenía su sueño de poder.

La consabida transmisión de entrada les recibió como un sopapo. Se tragó la primera excusa que le dio Sicks como si nada. No era algo muy normal. El Imperio tenía normas cerradas acerca de la seguridad de los astropuertos que aún conservaba y, de todos ellos, Coronet era sin duda uno de los más importantes.

Una vez en la superficie del planeta, las luces indicaron el lugar donde posar la nave. La oscuridad cubría a la ciudad de una extraña paz.

Había que establecer un plan. La ciudad no parecía tener pensado ponérselo fácil a nadie. Una rápida comprobación inicial permitió constatar que aunque la entrada en el astropuerto había sido sencilla, la seguridad en el interior era absoluta. Varios grupos de soldados de asalto patrullaban la zona y pilotos enfundados en sus uniformes negros se dirigían a grandes hangares en grupos de a dos.

Había en el ambiente una extraña sensación.

Syrus aparece por la cabina de mando con ese paso más bien arrastrado de alguien permanentemente cansado, típico de las bandas callejeras. Su aspecto sin duda le traería problemas en la ciudad.

-Ey, chicos, seguro que cualquiera que haya visto al enmascarado chungo-misterioso lo recuerda vivamente, pero el tipo cogía una nave, ¿no? ¿Sabíamos que venía aquí o vamos dando palos de ciego? Sí, ya sé, soy un incordio, pero ¿a que soy vuestro incordio favorito? Sin ánimo de ofender, ¿eh, Ophara? -dice medio en serio medio en broma, como suele ser habitual en él.

El lugar de encuentro estaba en mitad de ninguna parte, pero valía la pena dirigirse hacia allí. La Viento Solar volvió a despegar. Desde el puesto de control fueron informados de que por 100 créditos imperiales (unos 150 créditos republicanos) se podía reservar el puerto de embarque hasta la vuelta.

Llegaron pronto a la zona de encuentro y la sobrevolaron un par de veces. La reconocieron por casualidad, Ophara recordaba la posición de varios pequeños promontorios y en su cabeza privilegiada pudo triangular el lugar donde se había producido el intercambio.

Visualmente no parecía quedar ningún resto, pero los sensores mostraron ciertos restos de energía que se escapaban en varias direcciones. Ophara se puso manos a la obra. Filtró todo lo que podía filtrarse y exprimió hasta el último bit de los ordenadores. No fue fácil, pero encontró un rastro. Afortunadamente, una de las naves era más vieja que cualquiera de ellos. El motor expulsaba cierta radiación ionizada y se podía trazar su ruta durante un buen trecho. Extendiendo la amplitud del mapeado, estaba claro que al menos esa nave, de las varias que había, había tomado un camino concreto. Hacia unas montañas donde había varias poblaciones pequeñas.

Interesante; ¿por qué usaría alguien una nave de propulsión iónica tan anticuada como aquella?

Probablemente por el mismo motivo que usaría un sable de luz en vez de una pistola como está mandado, se respondió Seldon a sí mismo. Había cosas que no tenían más explicación: sencillamente, como decía uno de sus antiguos compañeros de correrías, "hay gente pá tó".

Ahora, su objetivo estaba claro: debían seguir aquel rastro y ver hacia dónde les llevaba.

Venga chicos, en marcha: no hay tiempo que perder.

La Viento Solar siguió el rastro. Volando bajo, todos pudieron disfrutar de unas espléndidas y verdes praderas, surcadas de vez en cuando por un riachuelo y habitadas por manadas de animales salvajes que levantaban la vista ante el paso del carguero espacial.

Tardaron apenas unos minutos en llegar a la cordillera que podía verse en el mapa. Ophara disfrutó más que nadie de la caza. Para él era un reto matemático. Seguía el rastro creciente, cada vez más seguro de su posición debido a que las emisiones eran más recientes. Con una fiabilidad del 87% y algo, señaló el lugar donde se habría debido dirigir esa nave que tanto necesitaba una buena revisión (o una chatarrería).

La dirección llevaba a un montículo del que se asomaba una pista de aterrizaje pequeña, escondida entre rocas en lo alto y junto a lo que parecía una apertura que se debía adentrar en la misma montaña. Una especie de hangar excavado en la roca.

Los sistemas de alarma se encendieron en ese momento. Había sistemas de defensa activándose. La pantalla situó tres torretas armadas con cañones láser gemelos.

Pero no se abrió un canal de comunicación. De hecho, parecía que se habían cortado las comunicaciones.

-Ummm, ¿acción evasiva, mi capitán? Creo que una aproximación directa no es la mejor opción -dice rápidamente el ex-pandillero cuando se encienden las luces de advertencia en la cabina. 

Era demasiado bonito como para ser verdad: tanto prado, tanto follaje y tanta naturaleza no podían esconder nada bueno, y un sistema de baterías de fásers acoplados apuntándoles entraba dentro del conjunto de cosas que Seldon clasificaba como "nada bueno".

Dime, Ophara; cuando hace unas semanas nos dijiste que deberíamos comprar algunos energizadores extra para aumentar la potencia de los escudos de la nave, ¿te hicimos caso, verdad?

- Caso no es una palabra que relacionéis mucho conmigo - contesta Ophara atropelladamente. Sus grandes ojos parpadean exageradamente intentando buscar una salida al bonito lío que acaba de presentarse -. Escudos activados. Tardarán un momento en ponerse al máximo. Maldita resistencia del aire...se cargan más rápido en el vacío.

A Ophara no le gustaba nada olvidarse de esos pequeños detalles.

- ¡Sicks! ¿Vas a darle marcha a este trasto o esperas una invitación cordial? ¡Larguémonos de aquí antes de que tenga que pasarme una semana poniendole parches a esta preciosidad de nave que tenemos! - dice el técnico, golpeando cansinamente sus dedos contra el tablero, impaciente por que los dichosos escudos acabaran de cargarse.