Partida Rol por web

 Donde los jugadores llegan a la ciudad y participan en el alegre y animado Festival, mientras conocen el lugar.

             Las tres montaraces os miráis un momento, un poco intranquilas por la serie de sustos, pero a todas os resulta obvio que no sois una amenaza unas para las otras. Parece más interesante la caravana, un conjunto heterogéneo de carros, carretas, animales y personas que avanza por el camino del Arrabal en dirección a las carpas, tenderetes y demás estructuras que se preparan para el Festival.

            La gente del Arrabal interrumpe sus tareas para ver pasar las caravanas, con buen humor y saludando alegremente a los visitantes. La caravana empieza a disgregarse tan pronto como pasan la plaza del Festival, que está ultimando su engalanamiento para la fiesta de mañana.

            Los guardias de la caravana cobran su dinero y se dirigen a sus asuntos mientras los recién llegados se ponen diligentemente a montar sus puestos, carpas y tenderetes, algunos de ellos después de dirigirse a la plaza para buscar mano de obra que contratar.

En cualquier caso, el festival parece estar terminando de prepararse y en la plaza empieza a haber un buen número de artistas itinerantes haciendo sus primeros espectáculos.

             La caravana entre la ciudad humana de Mercaleste y el enclave comercial de Zoquejo, en la que todos os habéis embarcado, cruza el Sureste del reino humano en poco más de una semana.

            Un montón de gente de diversa condición se ha unido a ella para viajar más seguros y aunque lenta es la forma más sencilla de llegar, además de una oportunidad de hacerlo ganando unas monedas para algunos de vosotros.

            La caravana está formada por una veintena larga de carros, carretas y diligencias, varios animales sueltos y medio centenar de personas. El jefe de la caravana, Albur Nazario, es un hombre de mediana edad, de piel bronceada y bastante curtida. Parece un hombre competente y no exento de habilidad con las armas, es quien ha contratado los servicios de Evea como guía y exploradora, Karlack como guardia y escolta y de Drieric como vigía y arquero.

            La escolta de la caravana está formada por una guía humana, un experta rastreadora llamada Evea (ver personaje), tres guardias: Karlack (ver personaje) y los gemelos Aryn y Treyn Ynson, dos rubicundos guerreros del norte, grandes y bulliciosos y dos vigías: el atractivo joven Drieric (ver personaje) y “Cuatrojos” Tibur, un mediano comodón y sigiloso que siempre parece estar dónde hay algo interesante, sea comida o diversión.

            Las cuatro diligencias están ocupadas por varias familias nobles que llevan a sus refinadas hijas al festival, con la esperanza de que el unicornio las elija (o más frecuentemente sin ninguna preocupación de que algo así pueda pasar pero con el deseo de que la malcriada niña deje de dar la barrila), salvo una que ocupan cuatro tipos de aspecto siniestro, callados, aislados y sólo parecen tomar cierto interés en las actuaciones de la famosa bardo Gaëlle Bellerose.

            La preciosa Gaëlle (ver pesonaje) es, probablemente, la presencia más destacada entre las cuatro carretas que llevan a otras diez familias de gente menos ilustre que también desea acudir al Festival, con la misma ilusión que los nobles pero más discretos vestidos (y más amables y apropiadas hijas).

            Otra decena de carretas, carromatos y recuas de animales de carga pertenecen a unos cuarenta feriantes, adivinas, titiriteros, juglares itinerantes y otras gentes de las que frecuentan las ferias. Entre todos ellos destaca Madame Neeska, una reputada vidente de quien se dice que tiene sangre de lilenda y sus vestidos que arrastran por el suelo y que casi nunca salga de su carromato se debe a que tiene cola de serpiente en lugar de piernas.

            Media docena de carros corresponden a mercaderes y proveedores que llevan bebida, comida y otros pertrechos al festival y suelen ir conducidos por entre una y tres personas, el comerciante y sus ayudantes cuando los tienen.

            Los últimos tres carros son mamotretos pensados para desplegarse y se corresponden con otras tantas familias de entre uno y seis miembros y sus negocios, suelen ser barracas de comida y bebida portátiles y ambulantes. De ellos es especialmente significativo Garamm Destilador, un enano bullicioso que no para de hablar del fantástico concurso de bebida que va a organizar y contar historias sobre experiencias anteriores en eventos similares mientras no deja de reírse a carcajadas.

            Su llegada al festival es acompañada por vítores y mucha alegría, aunque cuando alcanza la feria no tarda en dispersarse, unos a sus alojamientos y otros a montar sus negocios, quedándoos solos los guardias y la Maestra concertista. Los hermanos Ynson y el halfling no tardan en ir a gastar sus monedas en las tabernas, mientras los primeros artistas comienzan a tomar la plaza en espectáculos, sobre todo musicales, no oficiales.

La joven, al verse sorprendida por otras dos elfas, levanta las manos en un acto reflejo. Igual que ellas, se ha sobresaltado al encontrarse con otras dos curiosas que miraban la caravana. Liz salio del arbusto en el que estaba, y saludo a las dos mujeres.

-Hola, ¿vosotras tambien habeis venido al Festival del Unicornio?-pregunto en un perfecto elfico.

En la cara de Gaëlle podía verse que estaba feliz por haber
llegado allí. Se había mostrado alegre y animada durante todo el viaje, y la
sonrisa que lucía desde que se dio cuenta que estaban a punto de llegar no
dejaba lugar a dudas. Ni siquiera el incómodo asiento en el que viajaba había
sido capaz de importunarla.

Se había pasado gran parte de las últimas horas ensimismada,
entre canturreos y murmullos de “casi he llegado…”, solo interrumpidos cuando
al fin se acercaron al pueblo y un buen número de personas salieron a recibir a
la caravana. Desde entonces había pasado tanto tiempo devolviendo saludos y
despedidas, y sonrojándose ante la cantidad de gente que parecía conocerla, que
apenas había tenido tiempo a pensar.

Justo tras bajarse de la carreta, tras recoger sus efectos
personales y atender con amabilidad a todos aquellos que quisieron despedirse
de ella, se dirigió a la escolta de la caravana. Uno por uno les agradeció su
servicio durante el viaje y les felicitó por su trabajo. No habían tenido
problemas, pero en su experiencia había aprendido que eso generalmente se debía
al buen hacer de quienes guiaban y protegían a los viajeros más que a la
suerte.

-Ha sido un placer compartir este viaje, ojalá pronto
coincidamos de nuevo – se despidió de ellos con su dulce voz y una sonrisa dibujada en los labios, y se dispuso
a dirigirse hacia el interior del pueblo, quería echarle una ojeada antes de
que las festividades oficiales diesen comienzo.

Si la suerte la acompañaba encontraría allí a alguien conocido, o quien sabe, a alguno de sus hermanos.
 

 Al final, tras largas jornadas replestas de cosas por hacer, como adelantarse a la caravana, dar vistazos por la zona precedente a la marcha y asegurarse de que no habría sorpresas aguardando, la caravana alcanzaba su destino. Solo entonces la joven muchacha, que se a dado a conocer como la Gata, por sus gracia y andares sigilosos, y por ocupar los sueños de algunos de los varones de la caravana, se permite exhalar un profundo suspiro.

 Otro trabajo terminado y con satisfactorio resultado. Como debe ser.

 Tras llegar se despidió de los hombres con quienes había compartido el trabajo de velar por la seguridad de la carvana, con algunos cruzó palabras y un estrechar de manos, con otros sirvió un gesto con la cabeza a modo de despedida. Luego visitó a Nazario para dar por terminado el contrato y cobrar la escasa paga que la esperaba y ponerse manos a la obra con su búsqueda particular.

 Sin añadir nada más partió hacia la zona del pueblo donde parecían encontrarse las autoridades locales.

Varios días de largo viaje habían merecido la pena con tal de ver la cara de excitación del joven Drieric al estar en una ciudad tan sorprendente,tanto por su ambiente,como por la diversidad de personas que residían en ella durante la feria.

El viaje transcurrió sin incidencias,no cabe destacar ningún suceso en especial.A medida que la caravana se acercaba a la ciudad,se percibían los aires de alegría y júbilo.

Una vez en el pueblo y con la seguridad de un trabajo bien hecho,recogió una pequeña bolsa de tela que se echó al hombro y se acercó a Albur Nazario para reclamar sus honorarios por su labor.
Tras esto,fue a despedirse de algunos de sus camaradas de viaje,que iban a explorar las tabernas, y observó como la llamada Gata se adentraba en el pueblo,mientras que otra preciosa joven de cabello rojo como el fuego se despedía de ellos con una sonrisa en los labios.

-Parece que estamos solos vos y yo - miró fijamente al guerrero que tenía frente a él con un aire tranquilo y sosegado.

- Hola, dijo al sorprenderse cuando vió salir a la mujer desde detrás de unos arbustos.

Parece que hoy va a ser día de sobresaltos...

- Uhm... ¿Festival del Unicornio? No, yo venía buscando a... bueno, buscando otra cosa. ¿Y vosotras? A propósito, mi nombre es Auria, una amante de la naturaleza y en especial de los bosques. Allá de donde vengo está a bastantes kilómetros de aquí, pero mis andanzas me han llevado hasta este lugar. Y bien, ¿cuál es vuestra historia?

Karlack por fin había salido de su pueblo. Llevaba esperando ese momento toda su vida. 17 años de sueños fuera de la paredes de su humilde casa.

Así que cuando la caravana pasó por allí no dudó en ofrecer sus servicios de escolta. Lo cojieron en seguida, no sabía si porque hacía falta personal y una espada de más nunca estaba mal, o por su aspecto físico y la buena armadura que tantos sacrificios había hecho para poder comprar

Tampoco importaba, ya estaba en camino, sin importarle el destino

El viaje fue tranquilo y le dio tiempo a conocer un poco a todos los componentes de la caravana

Al llegar a su destino la bella barda Gaëlle se despidió de ellos, cosa que hizo que los colores se le subieran en seguida. No es que no hubiera tenido contacto con chicas, porque ya había tenido relaciones con algunas mozas de su pueblo, pero ninguna se le podía comparar a la bella dama.

Una de las exploradoras, Gata, también hizo lo mismo.Con ella tampoco había tenido relación porque siempre estaba en la avanzadilla y apenas volvía por las noches para las reuniones de seguridad.

Después de reunirse con Albur Nazario para recojer su paga, se encontró con Diedric, otro de los guardias de la caravana...pues sí, y con dinero fresco en el bolsillo. ¿Qué te parece si buscamos una buena manera de gastarlo?.- dijo el guerrero con una gran sonrisa

Levantó su mano derecha señalando al interior del pueblo y dijo:
-Vamos a buscar algo interesante.

Caminando con calma, admirando la ciudad y a sus gentes, sin
prestar demasiada atención a su camino, casi deseando perderse, Gaëlle se dirigió
hacia el Arrabal de Zoquejo. Para ella, que aun siendo humana no había vivido
como tal hasta hace pocos años, aquel lugar era especial. Y aunque la mayoría
de elfos lo despreciasen, ella sabía muy bien que aquel lugar, una autentica
puerta entre dos mundos, era una joya que merecía admiración. Por eso le
encantaba visitarlo, aunque era la primera vez que lo hacía durante el
festival.

Caminaba canturreando para sí, con la mirada casi perdida,
admirando todo lo que la rodeaba. No veía el momento de poder dejar a buen
recaudo sus pertenencias, cambiar sus cómodas aunque espartanas ropas de viaje
por algo más apropiado, y acercarse al recinto ferial.

Pese a que parecía no tener un rumbo fijo, ella sabía muy
bien a donde se dirigía. Oculta entre el resto de comercios y tabernas, casi en
el límite de Zoquejo, se escondía una modesta posada. Se trataba de un lugar
especial para ella, el primero en su aventura entre los humanos, y en el que
siempre se alojaba cuando regresaba. Se trataba de un pequeño edificio de
piedra, no demasiado grande ni demasiado pequeño, de dos pisos y tejado de
adobe.

Cruzando su sólida puerta de madera, colocada en el borde
derecho de la pared que da a la calle, uno encontraba un salón de moderado
tamaño. Aquella sala hacía las veces de recibidor, comedor y taberna una vez
que el sol había caído. Al fondo de aquel salón podía verse un escenario,
levemente levantado del suelo, donde de cuando en cuando algún bardo invitado o
contratado, o algún guerrero curtido en mil batallas, amenizaban la noche con
su música, sus trucos o sus historias. Bajando del escenario un buen número de
mesas indicaban el lugar de reunión, comida y degustación de bebidas
espirituosas donde durante los próximos días decenas de desconocidos
compartirían anécdotas, ilusiones, penurias y alguna que otra pelea. Una barra,
una chimenea, y un camino despejado desde la entrada hasta las escaleras eran
los elementos que completaban la sala principal de aquella posada, y unidos a
su cocina, su despensa y un piso de arriba lleno de pequeñas habitaciones,
ocupaban todo el espacio habitable del edificio.

Lo regentaban una agradable pareja de semielfos, asociados
con un venerable enano de carácter campechano. Cuando había empezado su viaje
la habían ayudado mucho, y nunca había siquiera considerado la posibilidad de
alojarse en otro lugar de Zoquejo. Cada vez que iba temía que no la recordaran,
y siempre se equivocaba.

Aquella posada de se llamaba Limyè Maten, Luz del Alba, y
allí era a donde su andar distraído, casi errático, la estaba llevando.  

Vayamos pues.- el guerrero palmeó el hombro de Diedric invitándole a ir juntos a explorar aquel sitio y dispuesto a probar nuevas experiencias.

¿Un trago para empezar? El camino ha sido largo y llevo el gaznate seco

-Claro,¿por qué no? -Dijo,mientras caminaba en busca de una taberna,junto al que parecía su nuevo compañero de aventuras.

Se dirigían hacia el Arrabal del Zoquejo para tomar una copa en alguna de sus numerosas tabernas y,ya de paso,buscar alojamiento para pasar la noche tras el agotamiento del largo viaje.

 Theonil y Evea dan un par de pasos hacia atrás, mientras formulan sus respectivas disculpas, tomando distancia suficiente para reaccionar ante cualquier imprevisto tras la curiosa llamada a la puerta, que más bien acabó siendo llamada al inquilino.

Se miraron unos breves segundos, evaluando la situación, antes de hablar.

        Karlack y Drieric vieron cómo la caravana se dispersaba, Evea fue la primera de los guardias en marcharse, tras hablar con un guardia la vieron dirigirse a la torre de vigilancia que dominaba tanto el Arrabal como la plaza de la feria, por su parte de hermosa Gaëlle se despidió de ambos y tras darles las gracias por su protección se fue zigzagueando por las calles de Arrabal sin rumbo aparente.

            Poco después de que los hermanos y el halfling partieran a una taberna, los compañeros guardias emprendieron juntos el camino. Posadas y tabernas parecían ser lo que menos faltaba, les llamó la atención una que unía ambas, situada cerca de la plaza del festival, en el paseo principal justo frente al Fielato.

            El edificio élfico estaba formado por varios pequeños árboles que cubrían un elegante espacio de taberna en torno a las raíces de un gran árbol que hacían a modo de barra de bar; una escalera natural en torno al tronco del árbol sube a ramas que se cierran sobre sí mismas para formar habitaciones perfectamente aisladas.

            La taberna está bastante animada, con música en directo y varias camareras, todas elfas o semielfas bastante atractivas, entre ellas destaca especialmente una elfa pelirroja preciosa con formas contundentes como si fuera humana, que se levanta del regazo de un elfo de sonrisa resplandeciente para atenderos diligentemente.

            La camarera se acerca con un andar elegante, hace una ligera reverencia y sin perder su sonrisa encantadora os dice:

            -“Bienvenidos, caballeros, soy Trellana y tendré el honor de ser su camarera esta noche. ¿En qué puedo ayudarles?” – muestra una amplia sonrisa y os guía elegantemente hasta una de las mesas más pequeñas, tanto unas como otras parecen formadas por nudos y raíces de los árboles de alrededor, que a su vez forman con sus troncos y ramas las paredes y con sus ramas las ventanas.

             El paseo de Gaëlle se veía de vez en cuando interrumpido por un fan o admirador, o, unas cuantas veces, un pretendiente deseoso de pedirle un hueco en su tarjeta de baile o invitarla a unas bebidas. Aún así consiguió disfrutar de un agradable paseo, amenizado por los músicos y artistas callejeros que parecían decididos a empezar la fiesta antes de tiempo.

            La ciudad estaba totalmente transformada por el Festival, era casi irreconocible aunque perderse en el Arrabal no era un peligro dado que en el punto más ancho tenía cuatro calles.

            El trayecto hasta Limyè Maten, que tenía sus buenos 500 metros le llevó casi veinte minutos, entre los rodeos y las interrupciones, más allá de la posada sólo queda, en el Arrabal, un almacén que dirías abandonado y que marca el final del pueblo. En lo que respecta a la feria, las últimas tiendas se están montando a más de cien metros de la posada, salvo una gran carpa roja que está apenas a cincuenta metros, y bien en el interior del campo, muy separada del resto de la feria. La están levantando en torno a un escenario y lo que parece una taberna junto a pequeñas tiendas interiores, los carteles dejan bien clara la naturaleza del espectáculo, se trata de imágenes que te provocan sonrojo, de mujeres y algún hombre sin nada de ropa y en unas posturas que dejan bien claro que no van a bañarse al río precisamente.

            Esa instalación parece el centro de la gran discusión que hay entre lo que parece ser un grupo de elfos locales y los dueños de la instalación, acompañados de otro grupo de locales entre los que no sólo hay elfos.

             Entras en la posada y el posadero no tarda en salir de la barra para recibirte:

            -“Maestra Bellerose, qué agradable sorpresa, teníamos la esperanza de que acudiera al Festival, ¡oh, sí! ¿no te lo dije, querida?” – pregunta a su esposa que se ha asomado de la cocina y asiente enérgicamente mientras sostiene un cuchara de madera por el mango con la boca y un perol en cada mano – “Siéntese unos minutos junto a la ventana y tómese algo, tendremos su habitación habitual preparada en poco tiempo, seguro que Bricks ya está subiendo el tonel de baño a su cuarto.”

            Te sientas un rato a esperar que acaben de preparar tu cuarto, mirando por la ventana la sonora discusión que se produce en el burdel. Entonces te parece ver una figura conocida cruzando entre los curiosos, ¿Podría ser esa chica Pia? Lo cierto es que está lejos y no estás segura, te levantas tratando de no perderla de vista entre la concurrida multitud, mientras te dispones a disculparte un momento con Maese Buenamesa, el posadero; cuando alguien te coge por los hombros desde atrás.

             A la vez que notas cómo alguien te toma delicadamente por los hombros, esa persona habla:

            -“¿Gaëlle?”- suena la voz élfica de Ásvaldr pronunciando tu nombre con la entonación adecuada a la que cada vez estás menos acostumbrada, al pasar poco tiempo entre elfos. Ásvaldr te da un fuerte abrazo y dos sonoros besos, todo tan fraternal que después de la última conversación tan tensa y dolorosa que te pilla totalmente desprevenida, pero el brillo de sus ojos, sincero y cariñoso te dice que no miente. ¿Es posible que haya superado “lo vuestro”, por llamarlo de alguna forma, dado que no hubo realmente nada.

Si vienes a robar no esperes encontrar mucho, joven-Digo, con una sonrisa cándida- Y si quieres contratarme, he de decirte que tengo el cupo hasta arriba.

Extiendo mi mano con una expresión relajada:

Theonil Bremârck, a su servicio, señorita.