Partida Rol por web

La charla entre las druidas quedó interrumpida por el repentino gruñido de pánico de Tronador, que echó a correr, probablemente asustado por la inquietante presencia que llevaba un rato siguiéndolas. Casi por instinto las dos se apresuraron tras él, intentado calmarlo, en un movimiento peligroso pues el bosque era tan denso que no podían ver más del siguiente paso y sólo porque su zancada forestal se lo permitía.

Unos segundos después algo menudo, no mucho mayor que ellas, pero veloz como un rayo y fuerte como un elefante, atravesó la vereda detrás de donde habían estado. No pudieron distinguirlo, pero era obvio que se había lanzado al ataque contra la última posición en la que habían permanecido hablando; por su sintonía con la naturaleza pudieron sentir en el alma cómo era segada la vida de un joven árbol de unos diez centímetros de grueso en el que Auria había estado apoyada sincerándose con Nívea Selen.

Mientras apretaban el paso, en parte por el susto en parte por seguir a Tronador, pudieron escuchar al monstruo girando en un círculo amplio, probablemente preparándose para atacar de nuevo. A unos quince metros giró y empezó a reducir distancias. Las elfas apretaron el paso, pero poco a poco lo que quiera que las persiguiera, reducía distancias rompiendo los espinos a su alrededor. ¡Lo que quiera que fuera tenía que tener la piel dura como la de un dragón!

En unos metros más las alcanzaría, repentinamente, el bosque se disipó a su alrededor, cuando llegaron al límite de la ciudad donde los espinos daban paso a la zona residencial. El pequeño jabato seguía alejándose, pero más tranquilo y husmeando el suelo. Se detuvieron espalda contra espalda, ligeramente aliviadas, listas para combatir ahora que el monstruo no tenía toda la ventaja y podían verle acercarse. No querían ni imaginar qué podría haberlas pasado si no fueran hábiles druidas al internarse en la espesura pues ni en sueños hubieran podido salir del bosque antes de que el monstruo las alcanzase y un escalofrío les recorrió al recordar que uno de sus nuevos amigos había estado a punto de acompañarlas en esa expedición.

Lo que quiera que las perseguía aulló de furia, un rugido propio de algo con mente, no de un animal, casi articulado, aunque si era un idioma ninguna de las dos podía siquiera imaginar cual. Pudieron sentir cómo se alejaba, al mismo ritmo al que las había perseguido, tal vez en busca de presas más sencillas o quizás para replantear la estrategia.

Cuando se giraron pudieron ver que estaban en una zona de la ciudad que no conocían, siguiendo el rastro y con la carrera posterior parecían haber llegado a un punto desconocido y abandonado de la urbe. La tierra en derredor estaba yerma, poca hierba crecía y en el centro del círculo que formaba la deforestación había los impresionantes troncos de cuatro de los más grandes robles de la ciudad. Estaban esqueléticos y retorcidos y en sus ramas había los restos de varios edificios élficos, obviamente abandonados desde hace muchas décadas. Parecía un pequeño barrio en el que tras morir sus árboles, los elfos dejaron sus estupendas casas para mudarse a otro lugar; incluso era posible que un incendio hubiera tenido algo que ver, por el aspecto de los edificios y la cantidad de escombros que había.

Tronador parecía haber captado un rastro, olisqueaba de aquí para allá y, poco a poco, parecía centrarse en el árbol. Puesto que Nívea Selen no le había pedido que rastrease nada desde hacía mucho, la única posibilidad de que el jabato reconociera un rastro es que coincidiera con la última zona que su ama había registrado a conciencia. Alguien implicado en la lucha debía haber estado en las últimas 30 horas en las ruinas.

Justo en ese momento un ruido en el descuidado camino que debía llevar – a juzgar por las luces y sonidos – a la ciudad les sobresaltó, por suerte parecía provenir del grupo formado por sus nuevos amigos, que se acercaban hacia las ruinas con cara de sorpresa al verlas a ellas allí

Los cuatro compañeros habían avanzado a buen ritmo. Aunque Theonil, que empezaba a estar mayor para pasarse el día – y parte de la noche – corriendo de un lado a otro, parecía respirar con dificultad, no había abreviado el ritmo.

El guardia del arco de entrada, ni siquiera les miró, dirigiéndoles un distraído buenas noches; aparentemente estaba más interesado en ver si captaba algo de lo que pasaba en el pueblo que en dirigirles miradas ceñudas, o lo que quiera que desease hacer por tener que dejar entrar humanos en su ciudad.

En el templo parecía haber un cierto revuelo, con gente fuera contrita, llorosa o preocupada. De pasada pudieron oír que habían traído otras dos víctimas del monstruo, una muerta y uno de los guardias que buscaban a Nasha tan malherido que probablemente estaría muerto a esas alturas. Aunque no pudieron obtener muchos más detalles, dado que no había tiempo que perder interrogando a la gente y sólo pudieron escuchar al vuelo lo que se hablaba.

Tuvieron que atravesar toda la ciudad, dado que las ruinas de las que hablaba el aasimar estaban alejadas del resto de la urbe. Poco a poco los cuidados caminos rodeados de parterres, setos y árboles decorativos, dieron paso a lo que debió ser un paseo espectacular, pero que llevaba cien años abandonado a la suerte del bosque.

Llegó un momento en que comenzó a clarear la vegetación dando paso a un amplio círculo devastado en el que apenas crecía la hierba. En su centro se alzaban los esqueletos retorcido de los que podrían haber sido los cuatro robles más grandes de la ciudad, sus copas cubiertas de edificaciones que, ahora que sabían la historia, bien podían ser los restos de un palacio señorial como no habían visto otro en la ciudad. Si se miraba con cuidado podía incluso parecer que había habido un incendio.

Estaban rodeando los restos de los árboles cuando Theonil hizo una seña, había alguien o algo al otro lado, y les había descubierto. Con cuidado avanzaron precavidamente, detrás de Karlack que cubierto con su escudo y su armadura hacía que todos se sintieran más seguros, como si un muro de metal y madera les protegiera.

Sorprendidos, descubrieron a Auria y Nívea Selen, al pie de las escaleras que subían al antiguo palacio, visiblemente extenuadas por una carrera reciente, presumiblemente. El pequeño Tronador de la druida más mayor, rebullía inquieto a media subida, como esperando que le siguieran.

Cuando vi al jabato de mi compañera ponerse a husmear por un momento pensé en ayudarle tomando mi forma animal. Estar con Nivea y con Tronador me hacía sentir muy agusto a pesar del terrible suceso acontecido y quizá ese podía ser un buen momento para mostrarse en todo su ser, después de lo vivido quizá no habría más oportunidades como aquella. Pero entonces un vuelco dio a mi corazón y me di cuenta que allí estaban esos tipos con lo que hiciera lo que hiciera parecía que siempre se encontraban. Parecía que empezaban a tener algún tipo de conexión y quizá hubiera que tenerles mucho más en cuenta de lo que lo había hecho.

Auria se escondió detrás de Nivea cuando les vio aparecer. Después tiró de su manga y la dio unos cuantos empujoncitos para que les contara lo que les acababa de suceder. 

Estaba demasiado asustada para hablar.

Todavía un poco temblorosa por la tensión de la huida y de la lucha, Selen trata de calmarse. Cuando Auria se esconde asustada atras suyo, la elfa mayor se da vuelta y la abraza fraternalmente tratando de confortarla. Le murmura algunas palabras de consuelo en idioma druídico, y se siente mejor de tener un apoyo en esta criatura de los bosques como ella.

Despues de unos momentos un pensamiento la hace sonreír y lo dice -¿cómo puede ser, cachorra de lobo, que no dudas un instante en enfrentarte espalda con espalda conmigo contra un monstruo asesino que se mueve a la velocidad del viento y derriba árboles sin esfuerzo, y ahora te falla el coraje cuando llegan estas personas que ni siquiera podrían alcanzarte en el bosque? -la mira a los ojos mientras le sonrie más- deberías tener confianza en tu fuerza ¿qué pueden hacerte?

Luego levanta un brazo hacia los que se acercan y hace señas de que las sigan y le pasa el otro brazo por los hombros a su amiga y la empuja a caminar hacia el jabato - Y ahora vayamos a ver qué es lo que encontró de interesante mi pequeño hocico con patas, tiene el olfato más fino, y siempre tiene razón cuando sigue una pista

Cuando vio a las dos elfas Gaëlle las saludó levantado la mano. Se fijó entonces donde estaban a punto de meterse, en el lugar que ellos buscaban. De inmediato se tensó, si lo que les habían contado era cierto aquel iba a ser con total seguridad un lugar peligroso.

Les hizo un gesto pidiendo que se detuvieran, tenían cosas de que hablar antes de meterse en la boca del lobo. 

-¿Que ha ocurrido? - les preguntó - Nosotros hemos descubierto algunas cosas, creo que querréis saberlas antes de entrar ahí...

Evea vio aparecer a las dos druidas, la pequeña atemorizada, la mayor ignorando su presencia; lo que la hizo torcer un poco el gesto. No terminaba de entender la actitud de los adoradores del bosque más extremos. Avanzó hasta ponerse a la altura de Gaëlle, interesada por las posibles noticias de lo que hubieran encontrado. Al fin y al cabo era la tarea que habían elegido adquirir. Con un tono de voz tranquilo unió su petición a la de la bardo.

-Espero que no hayáis sufrido inconvenientes, ¿habéis obtenido algún nuevo indicio?- estaba dispuesta a colaborar por un bien mayor; pero su amor propio estaba un poco resentido porque hubieran preferido ignorar sus habilidades de rastreo por no ser capaz de moverse tan rápido como ellas. Pero lo importante en estos momentos no eran las heridas en el ego, sino solucionar el misterio que tenía de cabeza al grupo.

- No es temor lo que siento hacia ellos, no me preocupan ni lo más mínimo, he aprendido a defenderme sola, pero lo que siento por ellos es pudor y vergüenza, no me hacen sentir segura, al menos Karlack y Theonil. Ellos me molestan con solo su presencia, y por eso prefiero que hables tú con ellos. Yo no llevo bien tener relación con ellos...

Auria que iba agarrada a su hermana se paró en seco tras la señal de Gaellee hizo lo mismo con su compañera. Y gritó a Tronador para que también se parase.

¡Alto, Tronador, párate! ¡Cuidado! Debe haber algo que no hemos visto.

Después comentó algo en druídico para que solo Nivea le entendiera.

Alerta ante el tono de alarma de las recien llegadas, llama a su animal amigo, se sienta al lado de él y le habla y lo acaricia premiandolo por su diligencia.

Cuando los demás se acercan trata de explicarse todo junto -Nos atacó, desde que entramos al bosque nos perseguía , no pudimos encontrar nada más allí; es una bestia terrible, pasaba rompiendo árboles y tan rápido que nunca lo pudimos ver bien. Corrimos hasta salir del bosque. Les advierto, no entren más al bosque, por ningún motivo. Nos está esperando ahí donde no lo vemos venir y donde no pueden escaparse. No se acerque al bosque.- se queda pensativa un momento- No sé por qué no habrá querido salir. Debe ser vulnerable de alguna manera acá afuera.

¿Entonces ustedes saben qué es este lugar? Nosotras llegamos huyendo, sin saber por dónde ibamos.

Avanzó hasta reunirse con las elfas para darles una idea de lo que habían descubierto. No era aquel lugar para largas historias, así que intentó sintetizar lo más importante. 

-Esta casa pertenecía a la familia Sangrador, antes de su caída en desgracia - Explicó, tratando de no levantar demasiado la voz  - Eran nigromantes, y fueron exterminados tras una serie de terribles crímenes... pero parece ser que uno sobrevivió. Los pactos con demonios eran práctica habitual suya, y es muy probable que eso sea con lo que estamos tratando… y que en la casa haya algo más.  Seguramente aquí obtengamos más respuestas, pero debemos extremar las precauciones.

Después de eso desenvainó su estoque y se preparó para entrar. 

¿Có... có... cómo lo habéis averiguado? - dijo Auria que aún estaba asustada por todo lo que estaba viviendo.

Theonil, a quien se veía cada vez más nervioso al no haber pistas de su hija, hizo una señal para indicar a Gaëlle que pusiera al día a las druidas mientras empezaban a subir a las ruinas, un término curioso teniendo en cuenta que todo lo que había era madera, muerta pero natural o, más bien, modificada mágicamente. Las escaleras eran largas, probablemente en su día había habido medios - seguramente mágicos - para ascender con más facilidad, pero ahora tenían que salvar un desnivel de cerca de treinta metros, lo que suponía poco menos de doscientos escalones.

A medida que ascendían las luces de la ciudad quedaban cada vez más difuminadas. Ni Tronador, que volvía a husmear interesado y contento, ahora que se sentía seguro, ni Theonil parecían haberse dado cuenta, para las elfas aún no era demasiado problema la falta de luz, pero los humanos empezaban a sentirse muy inseguros ascendiendo por unas escaleras abiertas al vacío cuando apenas podían ver dónde ponían los pies.

De modo que, a solicitud de los extranjeros, el grupo se detuvo unos minutos a mitad de ascensión para poder preparar fuentes de luz que ayudasen a evitar peligros en el ascenso por la traicionera escalera requemeda.

-Es imposible enterrar por completo algo - Gaëlle se dirigió a Auria - Aun de lo que se quiere olvidar ad eternum, siempre hay alguien dispuesto a hablar. Un elfo que perdió a su familia en aquellos incidentes me contó lo ocurrido... 

Mientras hablaba encendió una pequeña linterna* y se la colgó del cinturón. Parecía que en adelante ya no pasarían desapercibidos... aunque dudaba que pudiesen haberlo hecho de cualquier modo. Esperó a que el resto se preparasen para retomar la marcha. 

Tras la explicación de Gaëlle, poco más había que añadir al respecto. A fin de cuentas ella era la que había obtenido la información y era justo que la contara a los demás sin filtros personales. Tanto Theonil como Evea tenían preocupaciones adicionales, pero su esperanza era que se aclarara todo cuando resolvieran el problema de los Sangrador... pero claro, las druidas no estaban al tanto de la profecía. 

-Theonil y yo fuimos a consultar a un clérigo de Rillifane, y nos ofreció una profecía que creemos que tiene relación con la caída de es familia... y con desapariciones de índole personal- comentó mientras se acercaba a la bardo para ayudar en la exploración - la hija de Theonil y mi mentora son motivos adicionales por los que nos encontramos aquí, y sospechamos que su desaparición tiene bastante que ver con los eventos que nos hemos encontrado. Aún no tenemos una interpretación completa de la profecía que nos facilitó el clérigo- se encogió de hombros mientras aprestaba el arco-pero es la forma de ser que tienen esos dones.

Ya en cabeza junto a Gaëlle esperó que los demás terminaran de comentar algo para marchar hacia lo que, esperaba, fuera la solución a los misterios del pueblo y pudiera, de una vez por todas, reencontrarse con Lady Tianna.

Al guerrero le seguía sin interesar aquellas trágicas historias de elfos.

Lo único bueno de aquel día era que habían llegado a un sitio el el que seguramente podría dar uso a su arma, y bueno, también podría tener cerca a Gaelle. Así podría tener más opciones de averiguar qué malévolo conjuro le había lanzado la maldita bruja.

Comenzaron a ascender por unas escaleras, poco a poco la luz del exterior se iba apagando y pronto necesitaron de luz artificial para continuar.

Karlack desenfundó su espada y afianzó su escudo, un cosquilleo le recorría la espalda, augurios de problemas sin duda.

Mientras las dos mujeres le hablan ve que algunos empiezan a dirigirse hacia las ruinas arboreas y los interrumpe con una exclamación -¡Un momento! Aguarden un momento, quédense aquí cerca- les hace gestos con las manos para detenerlos -Es que cuando llegaron acabábamos de encontrar algo que puede ser un rastro y no quisiera que le pasen por encima antes de haber tenido tiempo de revisarlo. Déjenme convencer a mi amigo de que siga buscando y podemos continuar- se acerca al jabalí y se pone en cuatro patas con él, haciendo gestos de olisquear, y hablando en una lengua extranjera hasta que consigue que el animal se ponga a la tarea y busque lo que había encontrado en un principio.

Luego le hace señas a Auria para que se acerque y se dirige a Evea -Evea, dijiste que sabías leer rastros ¿me equivoco? ¿Podrías ayudarnos aquí? Y por favor, continúa con lo que estabas por decirnos y que te interrumpí-

Se mueve lentamente revisando el suelo y la vegetación , sin saber qué busca, pero dejándose guiar por la actitud del jabato.

Evea asintió al comentario de la druida y avanzó junto a ella para examinar el rastro que habían encontrado. Una vez se lo indicó se agachó para echar un vistazo más detenidamente, tomándose el tiempo necesario.

-Me temo que no lo tengo claro, no recuerdo haber visto rastros similares a éste- se encogió de hombros. Lo cierto era que no se encontraba muy cómoda en ese lugar y eso podía haber afectado su examen.-¿Hasta qué punto crees que este rastro es relevante? ¿Pertenece a la criatura que os atacó? Bien podría ser de cualquier otro animal del bosque.

Evea pasó adelante, al lado del pequeño Tronador que no dejaba de hociquear y olfatear, nervioso. Desde segunda fila Gaëlle se esforzaba por alumbrar la actividad de la batidora, aunque los nervios hacían que la luz se mostrase trémula y vacilante.

A la morena rastreadora podría habérsele pasado fácilmente las evidencias en aquel entorno tan inusual. Rastrear árboles medio quemados a una decena de metros sobre el suelo en unas estrechas escaleras ennegrecidas no era un entorno que pudiera calificar de familiar, pero el pequeño jabato estaba husmeando justamente sobre un difuso rastro, lo que evitó que a la humana se le escapase.

Estaba segura de que alguien había subido por allí en la última semana, probablemente habría pasado hoy. Le fue imposible determinar mejor cuándo y cuántos serían, no tanto por la deficiente iluminación de la nerviosa Gaëlle, a quien le temblaba ligeramente la mano a pesar de la presencia imponente de Karlack a su lado, ni siquiera por la dificultad intrínseca de rastrear semejante sitio. Sino porque un cuerpo había sido arrastrado recientemente escaleras arriba, por encima de los rastros más viejos.

Siguiendo las huellas, alcanzaron el punto del árbol en que las ramas se separaban la llegar por diferentes pasadizos y puentes colgantes a lo que, a simple vista, hubieran tomado por las ruinas de diversas viviendas, pero que ahora sabían que eran los últimos restos de un gran palacio que había ardido hasta quedar sólo las estructuras más robustas; aquí y allá podía verse el mismo símbolo que habían encontrado Nívea Selen y Auria, el de las manos sosteniendo una corona con la C de Coronal. Resaltaba en todas las ruinas como el símbolo heráldico de los dueños de aquel lugar, los carteles que estaban a una altura moderada habían sido dañados con saña, muchos hasta el punto de hacerlos irreconocibles, en algunos aún podían distinguirse restos parduzcos de la ‘S’ que había sido pintada encima. El rastro se desviaba a la parte más densa en  las estructuras, donde las copas de los árboles más cercanos empezaban a tomar el espacio que antaño perteneció al palacio, acercándose hasta tocar las paredes y ventanas. Las otras escaleras, que llevaban al resto de ruinas, no parecían haber sido usadas en décadas, desde la experiencia de Evea.

Las incómodas escaleras dieron paso a mucho más amplias plataformas, aunque sus suelos estaban hundidos aquí y allá abriéndose al vacío y amenazando con hundirse y soportaban demasiado peso, la sensación de vértigo que podía acompañar a un paseo tan cerca del abismo que aportaban las escaleras, desapareció. La luz de la ciudad era un tenue resplandor por debajo del suelo y ni un solo sonido del bosque se oía a esa altura. Aunque al resto les pasó desapercibido, las druidas sabían que la zona estaba demasiado silenciosa.

En esa parte la estructura restante era la más importante y grande, con dos plantas prácticamente completas, aunque muy dañadas. El lugar parecía haber sido concienzudamente saqueado, apenas quedaba nada, restos inservibles de lo que en tiempos pudo ser una mansión impresionante. Siguiendo el rastro, avanzaron hacia lo que parecía haber sido una de las salas centrales, tras atravesar varios espacios vacíos salvo por las paredes, las ventanas sin cristal y los huecos de las puertas, pues incluso las hojas, probablemente magníficas puertas de maderas nobles, habían sido tomados por quien quiera que se hubiera dedicado a desvalijar el palacio.  Las paredes del cuarto en el que estaban daban al vacío, más allá de las ramas ennegrecidas que podían verse en los numerosos ventanales, probablemente adornados antaño con vidrieras de colores, ahora sin los cristales que con seguridad les cubrieron en tiempos mejores. Las ramas de otros árboles cercanos llegaban a entrar por los huecos, aunque no parecían haber sido los causantes de la pérdida de los vidrios pues no había restos en el suelo.

La estancia principal tenía claros signos de un campamento, probablemente dos personas habían pasado aquí unos días. Aún quedaban los petates y sacos de dormir, un montón de desperdicios y restos de una hoguera metida entre los huecos del suelo que, seguramente, resultaría invisible desde cualquier punto de la ciudad. Ahora el lugar parecía vacío, pero el fuego aún siseaba por haber sido apagado apresuradamente con agua.

Lo único destacable en el lugar era lo que, en tiempos, debía haber sido la cámara secreta donde la familia que habitaba allí guardaba su tesoro. La puerta, suficientemente grande para que una persona entrase agachada, estaba entreabierta,  aunque no lo suficiente para revelar su contenido, en parte gracias a ello se hacía visible, dado que si hubiera estado cerrada encajaba tan perfectamente en el tronco del árbol como si hubiera sido cortada con un cabello de la misma madera que ocupaba; la otra razón de ser evidente era que estaba claramente forzada, con un buen pedazo de árbol en el punto donde debería hacer cerrojo arrancado por la fuerza. Su posición era extraña, como si algo la sostuviera desde el interior, dado que por el ángulo en que colgaba, debería haberse abierto.

Mientras la luz de la linterna de Gaëlle iba desvelando poco a poco los misterios de la sala, Karlack sintió que algo les acechaba, era una sensación ilógica, un instinto que había aprendido a lo largo de tantas luchas. Podían pillarle por sorpresa - incluso puede que sucediera a menudo, pues no había desarrollado sus sentidos tanto como algunos de sus compañeros - pero nunca un ataque era inesperado, sentía esa sensación irracional de tensión que precede a la batalla, aunque no podía decir quién ni desde dónde les amenazaba. Sin embargo al cabo de un minuto todos pudieron darse cuenta de que algo pasaba.

Empezó con un fuerte golpe contra una de las paredes y siguió como una serie de arañazos y golpes en el exterior. Fuera había algo, enganchado a las paredes, saltaba y trepaba por la parte externa del edificio con una fuerza y agilidad sobrehumanas, se movía al acecho, probablemente esperando el momento ideal para atacar, mientras unas garras que tenían que tener el tamaño de las de un oso rechinaban contra la madera.

El sonido desapareció unos segundos, para reaparecer sobre ellos, en el techo a apenas cuatro metros sobre sus cabezas; en ese momento, Evea ahogó un gemido y se quedó blanca, el ruido se paró en seco tras un arañazo especialmente fuerte.

Cuando lo que quiera que acechaba en el exterior había caído sobre el suelo del segundo piso, exactamente encima de ella, a Evea le había parecido escuchar la voz de Lady Tianna, chillando en un alarido de agonía. Creía haber sentido su presencia muy cerca y, sin motivo alguno - o quizás justamente por lo que había sentido - su alma se llenó de un vacío que le dio pánico.